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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

14 marzo 2013

Shades Capitulo 11


Con fácil gracia, Damon golpea la bola blanca, con lo que la hace
deslizarse a través de la mesa, darle el golpe de gracia a la negra y de
manera imposiblemente lenta rodar, tambalearse sobre el borde, para
finalmente caer en el agujero superior derecho de la mesa de billar.
Maldita sea.



Se endereza, y su boca se tuerce en una triunfante sonrisa de ya-eres-mía-Gilbert.
Dejando el taco a un lado se acerca casualmente a mí, todo cabello alborotado,
pantalones vaqueros y camiseta blanca. No luce como un gerente general, sino más
bien como el chico malo del lado equivocado de la ciudad. ¡Santo cielo, es tan
jodidamente sexy!

—¿No vas a ser una mala perdedora, o sí? —murmura, apenas conteniendo una
sonrisa.

—Depende de cuán duro me zurres —susurro, aferrándome a mi taco en busca de
apoyo. Me quita el taco y lo pone a un lado, engancha su dedo en la parte superior
de mi blusa y tira de mí hacia él.

—Bueno, contemos entonces tus delitos menores, señorita Gilbert. —Comienza a
enumerar con sus largos dedo—. Uno, hacer que me ponga celoso de mi propio
personal. Dos, discutir conmigo por lo de trabajar. Y tres, agitar frente a mí tu
delicioso trasero durante los últimos veinte minutos.

Sus claros ojos grises brillan con excitación, se inclina y frota su nariz contra la mía.

—Quiero que te quites los vaqueros y esta realmente favorecedora blusa. Ahora. —
Planta un suave beso de pluma sobre mis labios, se dirige entonces a la puerta y la
cierra.
Oh mi….


Cuando se da la vuelta y me mira, sus ojos están ardiendo. Me quedo paralizada
como una autentica zombie, mi corazón latiendo con fuerza, mi sangre corriendo
en mis venas, verdaderamente no soy capaz de mover un solo músculo. En mi
mente, todo en lo que puedo pensar es: esto es —por él—, repitiendo el
pensamiento una y otra vez como un mantra.

—La ropa, Elena. Todavía la llevas puesta. Quítatela, o lo haré por ti.

—Hazlo. —Finalmente encuentro mi voz, y suena baja y acalorada. Damon
sonríe.

—Ah, señorita Gilbert. Es realmente un trabajo muy duro, pero creo que podré
superar el desafío.

—Por lo general estás a la altura de la mayor parte de los desafíos, señor Salvatore. —
Enarco una ceja en su dirección. Él sonríe con suficiencia.

—¿Por qué señorita Gilbert, qué quieres decir? —Dirigiéndose hacia mí se detiene
en el pequeño escritorio construido dentro de una de las estanterías. Rebusca y
extrae una regla de treinta centímetros de plexiglás. La sostiene de extremo a
extremo y la hace doblar, sus ojos no abandonan en ningún momento los míos.
Santa mierda, aquella era el arma de su elección. Mi boca se seca.

De repente me encuentro a mí misma estando húmeda y caliente en todos los
lugares correctos. Sólo Damon podía encenderme con nada más que una mirada
y la flexibilidad de una regla. La desliza dentro del bolsillo trasero de sus
pantalones vaqueros y llega hasta a mí, sus ojos oscuros, llenos de promesas. Sin
decir una palabra, se pone de rodillas frente a mí y empieza a deshacer mis
cordones, de forma rápida y eficiente, deslizando mis Converse y calcetines. Me
reclino en un lado de la mesa de billar para no caerme. Mientras lo miro deshacer
mis cordones, no puedo evitar maravillarme de la profundidad de mis
sentimientos por este hermoso e imperfecto hombre. Lo amo.

Coge mis caderas, desliza los dedos dentro de la cinturilla de los vaqueros y
desabrocha el botón y la cremallera. Me mira por debajo de sus largas pestañas,
sonriendo de oreja a oreja con su expresión más lasciva mientras que con lentitud
me quita los pantalones. Doy un paso fuera de ellos, agradecida de estar usando
aquellas muy bonitas bragas, toma la parte trasera de mis piernas y hace correr su
nariz a lo largo de toda la cumbre de mis muslos. Prácticamente me derrito.

—Quiero ser un poco rudo contigo, Lena. Tendrás que decirme que pare si es
demasiado. —Suspira.

Oh mi... Él me besa… allí. Gimo suavemente.

—¿Palabra de seguridad? —murmuro.

—No, ninguna palabra de seguridad, simplemente dime que me detenga y lo haré.
¿Lo entiendes? —Me besa de nuevo, frotando esta vez su nariz. Ah, aquello se siente
realmente bien. Se detiene, su mirada es intensa—. Respóndeme             —ordena su
voz de terciopelo.

—Sí, sí, lo entiendo. —Su insistencia en esto me hace sentir perpleja.

—Me has estado lanzando indirectas y dándome señales mixtas durante todo el
día, Elena —dice—. Dijiste que estabas preocupada porque hubiese perdido mi
ventaja. No estoy seguro de a lo que te referías, o cuán en serio hablabas, pero
ahora vamos a averiguarlo. No quiero volver todavía a la sala de juegos, sin
embargo ahora mismo podemos probar con esto, pero si no te gusta, tienes que
prometerme que me lo dirás. —La naciente intensidad de su ansiedad sustituía su
anterior suficiencia.

Caray, por favor no estés así, Damon.

—Te lo diré. No habrá palabra de seguridad.

—Somos amantes, Elena. Los amantes no necesitan palabras de seguridad. —
Frunce el ceño—. ¿No es cierto?

—Supongo que no —murmuro. Cristo, ¿cómo iba yo a saber?—. Prometo que te diré.

Busca entonces en mi rostro cualquier pista que pudiese restarle valor a mis
convicciones, pero aunque estoy nerviosa, también estoy excitada. Aún más, al
saber que él me ama. Es muy simple para mí, y ahora mismo, no quiero pensar
demasiado.


Una lenta sonrisa se extiende por todo su rostro, y comienza a desabrocharme la
blusa, a pesar de que sus hábiles dedos terminan rápido con la labor, no me la
quita. Se inclina y coge el taco.
Ah, mierda. ¿Qué iba a hacer ahora con eso? Un escalofrío de miedo me recorre.

—Juegas bien, señorita Gilbert. Debo decir que estoy sorprendido. ¿Por qué no le
das a la negra?

Mi miedo queda en el olvido. Hago una cara, preguntándome por qué demonios él
debería estar sorprendido, —sexy y arrogante bastardo. Mi Diosa interior
comienza a hacer ejercicios de calentamiento— una gran sonrisa tonta en su cara.
Posiciono la bola blanca. Damon se pasea alrededor de la mesa y se para justo
detrás de mí cuando me inclino para hacer mi disparo. Pone su mano en mi muslo
derecho, recorriendo con sus dedos mi pierna de arriba abajo hasta mi trasero, y
repitiendo todo una y otra vez con ligeros toques.

—Perderé si continuas haciendo eso —susurro, cerrando los ojos y disfrutando de
la sensación de sus manos sobre mí.

—No me importa si pierdes o no, bebé. Simplemente quería verte así, parcialmente
vestida, sobre mi mesa de billar. ¿Tienes idea de lo ardiente que te ves en este
momento?

Me ruborizo, y mi Diosa interior coge una rosa con los dientes y comienza a bailar
el tango. Respiró hondo, trato de no hacerle caso y alinear mi tiro. Es imposible.
Acaricia mi trasero, una y otra vez.

—Arriba a la izquierda —murmuro, entonces golpeo la bola blanca. Al tiempo él
me golpea duro, de lleno en el trasero.

Es tan inesperado que grito. La bola blanca le da a la negra, que rebota en el
colchón próximo al hoyo. Damon acaricia de nuevo mi trasero.

—Ah, parece que tienes que intentar de nuevo —susurra—. Deberías concentrarte,
Elena.


Estoy jadeando ahora, excitada por este juego. Se aproxima al final de la mesa,
coloca en su lugar la bola negra de nuevo, entonces me da la bola blanca
haciéndola rodar por la mesa. Se ve tan sexual y carnal, sus ojos oscurecidos y una
sonrisa lasciva. ¿Cómo podría resistirme a este hombre? Atrapo la bola y la alineo
de nuevo, lista para golpear.

—Uh-uh —me amonesta—. Espera. —Ah, como le encanta prolongar la agonía, de
repente está de nuevo tras mi espalda. Cierro los ojos una vez más a medida que
acaricia mi muslo izquierdo en esta ocasión, en ascensión a mi trasero.

—Apunta —exhala.

No puedo evitar gemir cuando el deseo gira y da vueltas dentro de mí. Y lo
intento, realmente intento pensar desde dónde debería golpear a la negra con la
blanca. Cambio mi posición ligeramente hacia mi derecha, y él me sigue. Me
inclino sobre la mesa una vez más. Utilizando el último vestigio de fuerza interior,
la cual ha disminuido considerablemente desde que sé lo que sucederá cuando
golpeé la bola blanca. Apunto y golpeo de nuevo la blanca. Damon me golpea
una vez más, con fuerza.
¡Ay! Fallé de nuevo.

—¡Oh no! —gimo.

—Una vez más, nena. Y si fallas esta vez, realmente dejaré que lo consigas.
¿Qué? ¿Conseguir qué?
Sitúa de nuevo la bola negra y camina de regreso a mí, de forma dolorosamente
lenta, hasta que está de nuevo de pie a mis espaldas, acariciando de vuelta mi
trasero.

—Puedes hacerlo —me convence.
Oh, no cuando me estás distrayendo de esta manera. Presiono mi trasero contra su
mano, y él me golpea con ligereza.

—¿Ansiosa, señorita Gilbert? —murmura.

Sí, te quiero ahora.

—Bueno, entonces deshagámonos de estas. —Con delicadeza comienza a deslizar
por mis muslos las bragas hasta quitármelas. No puedo ver lo que hace con ellas,
no mientras me hace sentir expuesta cuando planta un beso en cada nalga.

—Haz el disparo, bebé.

Quiero llorar, no lo voy a conseguir. Sé que voy a fallar. Alineo la blanca, la golpeo,
y en mi impaciencia fallo por completo en darle a la negra. Espero por el golpe,
pero no llega. En cambio se inclina justo sobre mí, aplastándome contra la mesa,
me quita el taco de la mano y lo hace rodar por la banda lateral. Puedo sentirlo,
duro, contra mi trasero.

—Perdiste —me dice con suavidad al oído. Mi mejilla presionando contra la mesa
de billar—. Pon tus manos sobre la mesa.
Hago lo que dice.

—Perfecto. Ahora voy a azotarte y quizá la próxima vez ganes. —Cambia de
posición y ahora está de pie a mi izquierda, su erección contra mi cadera.

Gimo y casi puedo sentir a mi corazón saltar a mi boca. Mi respiración se convierte
en cortos y pesados jadeos, con la espesa excitación corriéndome en las venas. Con
suavidad me acaricia el trasero, mientras que su otra mano se curva en mi nuca
cerrándose en un puño en mi cabello, dejando su codo descansar sobre mi espalda,
manteniéndome sujeta. Estoy completamente indefensa.

—Abre las piernas —murmura, y por un breve momento vacilo. Y es entonces
cuando me golpea duro. ¡Con la regla! El sonido que hace es incluso más fuerte
que el de un azote, por lo que me toma por sorpresa, grito y él me golpea de
nuevo.

—Piernas —ordena. Abro mis piernas jadeando. La regla me golpea de nuevo.
Agh, duele, pero el sonido que hace al cruzar mi piel es incluso peor de lo que se
siente.


Cierro los ojos y absorbo el dolor. No se siente tan mal, entonces la respiración de
Damon se hace más pesada. Y es cuando comienza a golpearme una y otra vez,
por lo que comienzo a soltar pequeños quejidos. No estoy segura de cuantos
golpes más puedo soportar, pero escucharlo y saber cuán encendido está, alimenta
mi excitación y mi deseo de continuar. Estoy cruzando hacia el lado oscuro, un
lugar en mi psique, no sé muy bien cuál, quizá el que ha visitado la sala de juegos,
con Tallis. La regla me golpea una vez más, y suelto un quejido audible, Damon
gime en respuesta. Me golpea de nuevo, y de nuevo… y una vez más… más duro
esta vez, por lo que me estremezco.

—Detente. —La palabra sale de mi boca, antes de que siquiera pueda darme
cuenta de que la he dicho. Damon deja caer la regla de inmediato y me libera.

—¿Suficiente? —susurra.

—Sí.

—Ahora quiero cogerte —dice con voz tensa.

—Sí —murmuro con anhelo. Desabrocha su bragueta, mientras yazco jadeando
acostada sobre la mesa, sabiendo lo rudo que será.

Me maravillo una vez más de la forma que he conseguido manejar —y sí,
disfrutar— lo que me ha hecho hasta este punto. Es tan oscuro, pero de igual forma
tan de él.

Desliza dos dedos en mi interior y los mueve de forma circular. La sensación es
exquisita. Cierro los ojos y me deleito en ella. Oigo el delator rasgado del papel, y
entonces está parado detrás de mí, entre mis piernas, abriéndolas incluso más.
Con lentitud se hunde en mi interior, llenándome. Escucho su gemido de placer
puro, que hace agitar mi alma. Coge mis caderas con firmeza, deslizándose fuera
de mí de nuevo, entrando de vuelta con una fuerte acometida, haciéndome gritar.
Se queda quieto por un momento.

—¿De nuevo? —pregunta en voz baja.

—Sí… estoy bien. Piérdete… llévame contigo —murmuro sin aliento.


Deja escapar un gemido ronco de su garganta, deslizándose fuera de mí de nuevo,
es entonces cuando se estrella contra mí, repitiéndolo una y otra vez, de forma
deliberadamente lenta —castigándome con un ritmo brutal y celestial.
Oh mierda mis... mis entrañas comienzan a acelerarse. Él lo siente, también, y
aumenta el ritmo, me empuja, más hondo, más fuerte, más rápido —y me rindo,
explotando a su alrededor— un orgasmo drenador de alma que me deja agotada y
exhausta.

Soy vagamente consciente de Cristian dejándose ir también, diciendo mi nombre,
sus dedos clavándose en mis caderas, quedándose quieto y luego desplomándose
sobre mí. Nos hundimos en el suelo, él acunándome en sus brazos.

—Gracias, nena —exhala, y me cubre la cara vuelta hacia arriba con suaves besos.
Abro los ojos y lo veo, y él envuelve sus brazos apretadamente a mi alrededor.

—Tu mejilla está sonrosada debido a la mesa —murmura, masajeando mi rostro
con ternura—. ¿Cómo estuvo? —Sus ojos grandes y cautelosos.

—Una buena apretada de dientes —murmuro—. Me gusta rudo, Damon, y
también suave. Me gusta que sea contigo.
Cierra los ojos y me abraza con más fuerza.
Cristo, estoy cansada.

—Nunca me fallas, Lena. Eres hermosa, brillante, desafiante, divertida, sexy, y doy
gracias cada día a la divina providencia que fueses tú quién viniera a hacerme la
entrevista y no Katherine Kavanagh. —Besa mi cabello. Sonrió y bostezo contra su
pecho—. Te he agotado —continúa él—. Vamos, un baño y luego a la cama.

*  *  *

 Los dos estamos en el baño de Damon, uno frente al otro,  hundidos hasta la
barbilla dentro de la espuma, el dulce aroma a jazmín envolviéndonos. Damon
está masajeando mi pie, uno a la vez. Se siente tan bien que debería ser ilegal.

—¿Te puedo preguntar algo? —murmuro.

—Por supuesto. Lo que sea, Lena, lo sabes.
Tomo una respiración profunda y me siento, pestañeando un poco.

—Mañana, cuando vaya al trabajo. ¿Puede Sawyer solo dejarme en la puerta de la
oficina y luego recogerme al final del día? Por favor, Damon. Por favor      —
imploro.
Sus manos se detienen mientras su frente se arruga.

—Creo que nos pusimos de acuerdo —rezonga.

—Por favor —le ruego.

—¿Qué pasa con la hora del almuerzo?

—Voy a hacer algo para llevar desde aquí, así no tengo que salir, por favor.
Besa mi empeine.

—Me resulta muy difícil decirte no —murmura como si sintiera que esta es una
falla de su parte—. ¿No vas a salir?

—No.

—Está bien.
Le sonrío con alegría.

—Gracias. —Me pongo sobre mis rodillas, salpicando agua por todas partes, y lo
beso.

—Eres bienvenida, señorita Gilbert. ¿Cómo está tu trasero?

—Duele. Pero no es tan malo. El agua es relajante.

—Me alegro de que me dijeras que parara —dice, mirándome.

—También mi trasero.
Sonríe.

*  *  *

Me tiendo en la cama, muy cansada. Son solo las diez treinta, pero se siente como
las tres de la mañana. Este tiene que ser uno de los fines de semana más agotadores
de mi vida.

—¿No te proporcionó la Sra. Acton cualquier ropa de noche? —pregunta Damon,
su voz mezclada con desaprobación mientras me mira fijamente.

—No tengo ni idea. Me gusta usar tus camisetas —murmuro, soñolienta.
Su rostro se ablanda, se inclina y me besa en la frente.

—Tengo que trabajar. Pero no quiero dejarte sola. ¿Puedo usar tu ordenador
portátil para conectarme a la oficina? ¿Te molestaré si trabajo desde aquí?

—No es mi ordenador portátil. —Voy a la deriva.

*  *  *

La alarma hace clic encendiéndose, sorprendiéndome al despertar con las noticias
del tráfico. Damon sigue durmiendo a mi lado. Frotando mis ojos, miro el reloj.
Seis treinta, demasiado temprano.

Afuera está lloviendo, por primera vez en mucho tiempo, y la luz está apagada y
suave. Estoy muy acogedora y cómoda en este vasto y moderno monolito con
Damon a mi lado. Me estiro y giro hacia este delicioso hombre a mi lado. Sus ojos
saltan abiertos y parpadea adormilado.

—Buenos días. —Sonrío y acaricio su rostro, inclinándome para besarlo.

—Buenos días, nena. Suelo despertar antes de que la alarma se apague              —
murmura con asombro.

—Está programada demasiado temprano.

—Eso es todo, señorita Gilbert. —Damon sonríe—. Tengo que levantarme.      —

Me besa, y luego se levanta y está fuera de la cama. Descanso de regreso a las
almohadas. Guau, despertando en un día de la escuela junto a Damon Salvatore.
¿Cómo sucedió todo esto? Cierro los ojos y dormito.

—Vamos, dormilona, levántate. —Damon se inclina sobre mí. Está afeitado,
limpio, fresco —Mmm, huele tan bien— en una impecable camisa blanca y traje
negro, sin corbata, el Gerente General está de vuelta. Santo cielo, se ve bien con
esto, también.

—¿Qué? —pregunta.

—Deseo que regreses a la cama.
Sus labios se separan, sorprendido por mi insinuación, y sonríe casi con timidez.

—Eres insaciable, señorita Gilbert. Por muy atractiva que sea la idea, tengo una
reunión a las ocho y media, así que me tengo que ir dentro de poco.
Oh, he dormido por otra hora más o menos. Mierda. Salto de la cama, para gran
diversión de Damon.

*  *  *
 Me doy una ducha y visto rápidamente, usando la ropa que me propuse ayer: una
ajustada falda línea de color gris pálido, con una pálida blusa gris de seda y
zapatos negros con tacones altos, toda la atención en mi nuevo vestuario. Me
cepillo el cabello y con cuidado lo pongo para arriba, y luego camino a la gran sala,
sin saber realmente qué esperar. ¿Cómo voy a ir a trabajar?
Damon está tomando un café en la barra del desayuno. La señora Jones está en la
cocina haciendo panqueques y tocino.

—Estás preciosa —murmura Damon. Envolviendo un brazo a mi alrededor, me
besa en la oreja. Por el rabillo de mi ojo, atrapo la sonrisa de la señora Jones. Me
ruborizo.

—Buenos días, señorita Gilbert —dice mientras coloca los panqueques y tocino
delante de mí.

—Oh, gracias. Buenos días —murmuro. Por Dios, me podría acostumbrar a esto.

—El señor Salvatore dice que le gustaría llevar el almuerzo con usted al trabajo. ¿Qué le
gustaría comer?

Echo un vistazo a Damon, quien está haciendo un gran esfuerzo para no sonreír.
Reduzco mis ojos hacía él.

—Un sándwich... ensalada. Realmente no importa. —Sonrío a la señora Jones.

—Voy a empacar algo de comida crujiente para llevar, señora.

—Por favor, señora Jones, llámeme Lena

—Lena. —Sonríe y se vuelve a hacerme un té.
Guau... esto es genial.

Me doy vuelta y ladeo mi cabeza hacia Damon, desafiándolo, a continuar, a
acusarme de coquetear con la señora Jones.

—Me tengo que ir, nena. Niklaus volverá y te dejara en el trabajo con Sawyer.

—Sólo en la puerta.

—Sí. Sólo en la puerta. —Damon rueda los ojos—. Ten cuidado, sin embargo.

Miro a mí alrededor y espío a Niklaus de pie en la puerta de entrada. Damon se
para y me besa, agarrando mi barbilla.

—Hasta más tarde, nena.

—Que tengas un buen día en la oficina, querido —llamo detrás de él. Se vuelve y
me dispara su hermosa sonrisa, entonces se ha ido. La señora Jones me da una taza
de té, y de repente me siento incómoda con apenas nosotras dos aquí.

—¿Cuánto tiempo ha trabajado para Damon? —pregunto, pensando que debería
hacer algún tipo de conversación.

—Cuatro años más o menos —dice gratamente, mientras se pone a hacer mi
almuerzo.

—Sabe, yo puedo hacer eso —murmuro, avergonzada de que ella deba estar
haciendo esto por mí.

—Come tu desayuno, Lena. Esto es lo que yo hago. Lo disfruto. Es agradable a la
vista después de alguien que no sea el Sr. Niklaus y el Sr. Salvatore. —Me sonríe muy
dulcemente.

Mis mejillas se sonrojan con placer, y quiero bombardear con preguntas a esta
mujer. Ella debe saber mucho sobre Cincuenta, y aunque sus maneras son cálidas y
acogedoras, también es muy profesional. Sé que sólo voy a avergonzarnos a las dos
si me pongo a interrogarla, así que termino mi desayuno en un silencio bastante
cómodo, interrumpido sólo por sus preguntas sobre mis preferencias de alimentos
para el almuerzo.

Veinticinco minutos más tarde, Sawyer aparece en la entrada de la gran sala. Me he
lavado los dientes, y estoy esperando para irnos. Agarrando mi bolsa de papel
marrón con el almuerzo —ni siquiera puedo recordar a mi madre haciendo esto
por mí— Sawyer y yo nos dirigimos a la primera planta a través del ascensor. Está
muy taciturno, también, sin dar nada de distancia. Niklaus está esperando en el
Audi, y me subo en el asiento trasero cuando Sawyer abre la puerta.

—Buenos días, Niklaus —digo alegremente.


—Señorita Gilbert. —Sonríe.

—Niklaus, lo siento por lo de ayer y mis comentarios inapropiados. Espero que no
te metiera en problemas.
Niklaus frunce el ceño con desconcierto hacía mí en el espejo retrovisor mientras
sale al tráfico de Seattle.

—Señorita Gilbert, estoy rara vez en problemas —dice tranquilizador.
Ah, bien. Tal vez Damon no le echo la bronca. Sólo a mí, entonces pienso con
amargura.

—Me alegro de oírlo, Niklaus. —Sonrío.

*  *  *

Ty me mira, evaluando mi aspecto, mientras hago mi camino a mi escritorio.

—Buenos días, Lena. ¿Buen fin de semana?

—Sí, gracias. ¿Tú?

—Fue bueno. Instálate, tengo trabajo para que hagas.

Asiento con la cabeza y me siento en mi computadora. Parecen años desde que
estuve en el trabajo. Enciendo el equipo, y enciendo mi programa de correo
electrónico y, por supuesto, hay un correo electrónico de Damon.


De: Damon Salvatore
Asunto: Jefe
Fecha: 13 de junio de 2011 08:24
Para: Elena Gilbert


Buenos días, señorita Gilbert.
Sólo quería darte las gracias por un maravilloso fin de semana, a pesar de todo el
drama. Espero que nunca te vayas, nunca.
Y sólo para recordarte que las novedades de la AIPS están embargadas por cuatro
semanas.
Elimina este mensaje de correo electrónico tan pronto como lo hayas leído.

Tuyo
Damon Salvatore.
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc. y el jefe del jefe de tu jefe.

¿Espero que nunca te vayas? ¿Quiere que me mude? Santo cielo... Apenas conozco
a ese hombre. Presiono la tecla suprimir.


De: Elena Gilbert
Asunto: Jefecito
Fecha: 13 de junio de 2011: 09:03
Para: Damon Salvatore

Estimado Sr. Salvatore
¿Me estás pidiendo vivir contigo? Y, por supuesto, me acordé de que la evidencia
de tus épicas capacidades de acecho están embargadas por otras cuatro semanas.
¿Debo hacer un cheque para Coping Together y enviárselo a tu papá? Por favor, no
elimines este correo electrónico. Por favor, responde al mismo.

TA xxx
Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial, AIPS

—¡Lena! —Ty me hace saltar.

—Sí. —Me ruborizo y Ty me frunce el ceño.

—¿Todo bien?

—Claro. —Me levanto y llevo mi cuaderno de notas a su oficina.

—Bueno. Como probablemente recuerdes, me voy a la Coordinación del Simposio
de Ficción en Nueva York el jueves. Tengo boletos y reservaciones, pero me
gustaría que vinieras conmigo.

—¿A Nueva York?

—Sí. Tendremos que irnos el miércoles y pasar la noche. Creo que lo encontrarás
una experiencia muy educativa. —Sus ojos se oscurecen, mientras lo dice, pero su
sonrisa es cortés—. ¿Harías los arreglos de viaje necesarios? ¿Y reservar una
habitación adicional en el hotel donde me hospedo? Creo que Sabrina, mi asistente
anterior, dejó todos los detalles prácticos en alguna parte.

—Está bien. —Sonrío tristemente a Ty.

Mierda. Vago de vuelta a mi escritorio. Esto no va a ir bien con Cincuenta, pero el
hecho es que quiero ir. Suena como una oportunidad real, y estoy segura de poder
mantener a Ty con el brazo extendido, si ese es su motivo ulterior. De vuelta en
mi escritorio hay una respuesta de Damon.


De: Damon Salvatore
Asunto: ¿Jefecito, yo?
Fecha: 13 de junio de 2011 09:07
Para: Elena Gilbert

Sí. Por favor.

Damon Salvatore
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.

Por Dios... quiere que me mude con él. Oh, Damon, esto es demasiado pronto.
Pongo mi cabeza en mis manos para tratar de recuperar mi ingenio. Esto es todo lo
que necesito después de mi extraordinario fin de semana. No he tenido un
momento para mí para pensar y entender todo lo que he experimentado y
descubierto estos dos últimos días.


De: Elena Gilbert
Asunto: Absurdo
Fecha: 13 de junio de 2011: 09:20
Para: Damon Salvatore

Damon
¿Qué sucedió con  caminar antes de correr?
¿Podemos hablar de esto esta noche, por favor?
Me han pedido ir a una conferencia en Nueva York el jueves.
Esto significa pasar la noche del miércoles.
Sólo pensé que debes saber.

Ax
Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial AIPS


De: Damon Salvatore
Asunto: ¿QUÉ?
Fecha: 13 de junio de 2011 09:21
Para: Elena Gilbert

Sí. Vamos a hablar esta noche.
¿Te vas por tu cuenta?

Damon Salvatore
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.



De: Elena Gilbert
Asunto: ¡No gritonas letras mayúsculas en negrita en un lunes por la mañana!
Fecha: 13 de junio de 2011: 09:30
Para: Damon Salvatore

¿Podemos hablar esta noche?
Ax

Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial AIPS



De: Damon Salvatore
Asunto: No me has visto gritón aún.
Fecha: 13 de junio 2011 09:35
Para: Elena Gilbert

Dime.
Si es con el desaseado lame bolas con quién trabajas, entonces la respuesta es no,
por encima de mi cadáver.

Damon Salvatore
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.

Mi corazón se hunde. Mierda, es como mi papá.


De: Elena Gilbert
Asunto: No, TÚ no me has visto gritona aún.
Fecha: 13 de junio de 2011 09:46
Para: Damon Salvatore


Sí. Es con Ty.
Quiero ir. Es una oportunidad emocionante para mí.
Y nunca he estado en Nueva York.
No dejes que tus calzoncillos giren.

Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial AIPS


De: Damon Salvatore
Asunto: No, TÚ  no me has visto gritona aún.
Fecha: 13 de junio de 2011 09:50
Para: Elena Gilbert

Elena
No son mis jodidos calzoncillos los que me preocupan.
La respuesta es NO.

Damon Salvatore
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.

—¡No! —le grito a mi computadora, haciendo que toda la oficina llegue a un punto
muerto y me mire. Ty se asoma desde su oficina.

—¿Está todo bien, Lena?

—Sí. Lo siento —murmuro—. Yo eh… simplemente no guarde un documento. —
Estoy roja de vergüenza. Me sonríe, pero con una expresión de desconcierto. Tomo
varias respiraciones profundas y rápidamente escribo una respuesta. Estoy tan
molesta.


De: Elena Gilbert
Asunto: Cincuenta Tonos
Fecha: 13 de junio de 2011 09:55
Para: Damon Salvatore

Damon
Necesitas controlarte
NO voy a dormir con Ty, ni por todo el té de China.
TE AMO. Esto es lo que sucede cuando las personas se aman.
Ellos CONFÍAN unos en otros.
No creo que tú vayas a DORMIR, AZOTAR, JODER o FUSTIGAR a alguien más.
Tengo FE y CONFIANZA en ti.
Por favor, extiende la misma CORTESÍA hacía mí.
Lena

Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial AIPS

Me siento la espera de su respuesta. Nada llega. Llamo a la línea aérea y reservo un
boleto para mí, lo que garantiza que estoy en el mismo vuelo que Ty. Escucho el
ping de correo nuevo.


De: Lincoln, Elena
Asunto: Cita Almuerzo
Fecha: 13 de junio de 2011 10:15
Para: Elena Gilbert

Querida Elena:
Realmente me gustaría ir a comer contigo. Creo que nos dimos con el pie
equivocado, y me gustaría hacer lo correcto. ¿Estás libre algún momento esta
semana?

Elena Lincoln

¡Santa mierda! No la Sra. Robinson. ¿Cómo demonios descubrió mi dirección de
correo electrónico? Pongo mi cabeza en mis manos. ¿Este día puede ponerse peor?
Mi teléfono suena y levanto cansadamente mi cabeza de mis manos y respondo,
echando un vistazo al reloj. Son sólo las diez y veinte, y ya desearía no haber
dejado la cama de Damon.

—Oficina de Ty Hyde, Lena Gilbert hablando.
Una voz dolorosamente familiar gruñe hacia mí.

—¿Podrías por favor borrar el último correo electrónico que me enviaste y tratar de
ser un poco más prudente en el lenguaje que utilizas en el correo electrónico del
trabajo? Te lo dije, el sistema está supervisado. Voy a tratar de hacer algún control
de daños desde aquí. —Cuelga.
Joder… Me siento mirando al teléfono. Damon me colgó. Ese hombre está
pisoteando sobre mi incipiente carrera, y, ¿me cuelga? Miro enfurecida al receptor
y si no estuviera completamente inanimado, sé que se marchitaría de horror bajo
mi mirada fulminante.

Abro mi correo electrónico y borro el que le envié. No es tan malo. Sólo mencioné
nalgadas y, bueno azotes. Caray, si está tan avergonzado, malditamente no debería
hacerlo. Recojo mi BlackBerry y llamo a su móvil.

—¿Qué? —chasquea.

—Voy a Nueva York te guste o no —siseo.

—No cuentes…

Cuelgo, cortándolo a mitad de la oración. La adrenalina está corriendo a través de
mi cuerpo. Ahí… se lo dije. Estoy tan enojada.

Tomo una profunda respiración, tratando de componerme. Cierro mis ojos,
imagino que estoy en mi lugar feliz. Hum… un camarote con Damon. Sacudo la
imagen fuera, estoy muy enojada con Cincuenta ahora para que esté en cualquier
lugar cerca de mi lugar feliz.


Abriendo mis ojos. Me estiro con tranquilidad hacia mi portátil recorro
cuidadosamente a través de mi lista de tareas pendientes. Tomo una larga,
profunda respiración, mi equilibrio restaurado.

—¡Lena! —grita Ty, alarmándome—. ¡No reserves ese vuelo!

—Oh, demasiado tarde. Ya lo he hecho —respondo mientras sale de su oficina con
grandes zancadas hacia mí. Se ve enojado.

—Mira, está pasando algo. Por alguna razón, repentinamente, todos los gastos de
viaje y hospedaje para el personal tienen que ser aprobados por altos directivos.
Esto ha venido justo desde la parte superior. Estoy subiendo para ver al viejo
Roach. Aparentemente, sólo se ha implementado una moratoria sobre todos los
gastos. No lo entiendo. —Ty aprieta el puente de su nariz y cierra los ojos.
La mayoría de la sangre se drena desde mi cara y nudos se forman en mi
estómago. ¡Cincuenta!

—Toma mis llamadas. Voy a ir a ver lo que Roach tiene que decir. —Guiña hacia
mí y sale dando zancadas para ver a su  jefe… no, el jefe de su jefe.
Maldita Sea. Damon Salvatore… Mi sangre empieza a hervir nuevamente.


De: Elena Gilbert
Asunto: ¿Qué has hecho?
Fecha: 13 de Junio, 2011 10:43
Para: Damon Salvatore

Por favor dime que no interferiste en mi trabajo.
Realmente quería ir a esa conferencia.
No debería tener que preguntarte.
Ya borré el correo electrónico ofensivo.

Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde. Coordinador Editorial AIPS.



De: Damon Salvatore
Asunto: ¿Qué has hecho?
Fecha: 13 de Junio, 2011 10:46
Para: Elena Gilbert

Solo estoy protegiendo lo que es mío.
El correo electrónico que tan desconsideradamente enviaste está borrado del
servidor de AIPS ahora, como mis correos para ti.
Por lo demás, confío en ti, implícitamente. Es en él en quien no confío.

Damon Salvatore
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.

Reviso a ver si todavía tengo sus correos electrónicos y han desaparecido. La
influencia de este hombre no conoce límites. ¿Cómo lo hace? ¿A quién conoce que
puede ahondar sigilosamente en las profundidades de los servidores de AIPS y
remover los correos electrónicos? Estoy tan fuera de mi liga aquí.

De: Elena Gilbert
Asunto: Crece
Fecha: 13 de Junio, 2011 10:43
Para: Damon Salvatore

Damon:
No necesito protección de mi propio jefe.
Él puede intentar conquistarme, pero voy a decir que no.
No puedes interferir. Está mal y es controlador en tantos niveles.

Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial AIPS



De: Damon Salvatore
Asunto: La Respuesta es NO
Fecha: 13 de Junio, 2011 10:50
Para: Elena Gilbert

Lena
He visto cuan “efectiva” eres rechazando la atención no deseada. Recuerdo que así
es como tuve el placer de pasar mi primera noche contigo. Al menos el fotógrafo
tiene sentimientos por ti. Por otro lado, el desaseado lame bolas, no. Él es un
mujeriego serial y tratará de seducirte. Pregúntale qué sucedió con su anterior AP
y con la anterior a esa.
No quiero pelear sobre esto.
Si quieres ir a Nueva York, yo te llevaré. Podemos ir este fin de semana. Tengo un
apartamento allí.

Damon Salvatore
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.

¡Oh Damon! Ese no es el punto. Es tan malditamente frustrante. Y por supuesto,
tiene un apartamento allí. ¿Dónde más posee propiedades? Confío en él para
mencionar a Stefan. ¿Viviré siempre así de bajo? Estaba borracha, por todos los
cielos. No me emborracharé con Ty.
Agito mi cabeza hacia la pantalla, pero imagino que no puedo seguir discutiendo
con él por correo electrónico. Tendré que esperar mi tiempo hasta esta noche.

Compruebo el reloj. Ty no vuelve todavía de su reunión con Jerry, y necesito
tratar con Elena. Leo su correo electrónico nuevamente y decido que la mejor
manera de manejar esto es enviárselo a Damon. Dejarlo concentrarse en ella en
vez de en mí.



De: Elena Gilbert
Asunto: FW52 Cita de almuerzo o irritante equipaje
Fecha: 13 de Junio, 2011 11:15
Para: Damon Salvatore

Damon:
Mientras has estado ocupado interfiriendo en mi carrera y salvando tu trasero de
mis envíos descuidados, recibí el siguiente correo electrónico de la Sra. Lincoln.
Realmente no quiero conocerla… incluso si quisiera, no tengo permitido dejar este
edificio. Cómo consiguió hacerse con mi correo electrónico, no lo sé. ¿Qué sugieres
que haga? Su correo electrónico está debajo:

Querida Elena, realmente me gustaría almorzar contigo. Creo que hemos
empezado con mal pie y me gustaría hacerlo bien. ¿Estás libre en algún
momento esta semana?

Elena Lincoln

Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial AIPS


De: Damon Salvatore
Asunto: Irritante Equipaje
Fecha: 13 de Junio, 2011 11:23
Para: Elena Gilbert

No estés enojada conmigo. Tengo tus mejores intereses en el corazón.
Si algo te pasara, nunca me podría perdonar.
Trataré con la Sra. Lincoln.

Damon Salvatore
                                                         
52 FW: siglas usadas en correo electrónico, indican que un mensaje se ha reenviado.
Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.



De: Elena Gilbert
Asunto: Después
Fecha: 13 de Junio, 2011 11:32
Para: Damon Salvatore

¿Podemos, por favor, discutir esto esta noche?
Estoy tratando de trabajar y tu constante interferencia es muy distractora.

Elena Gilbert
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial AIPS

Ty regresa después de mediodía y me dice que Nueva York está anulada para mí
aunque él todavía va y que no hay nada que pueda hacer para cambiar la política
del personal directivo. Da zancadas hasta su oficina, cierra de un portazo,
obviamente furioso. ¿Por qué está tan enojado?
En el fondo, sé que sus intenciones son menos honorables, pero estoy segura de
que puedo tratar con él, y me pregunto qué sabe Damon acerca de las anteriores
AP de Ty. Dejo esos pensamientos y continúo con algo de trabajo, pero decido
tratar de hacer que Damon cambie de opinión, aunque las perspectivas son
sombrías.

A la 1 en punto, Ty asoma su cabeza fuera de la puerta de la oficina.

—Lena, por favor ¿podrías ir y buscarme algo para comer?

—Seguro. ¿Qué le gustaría?

—Pastrami en centeno, mantén la mostaza. Te daré el dinero cuando estés de
vuelta.

—¿Algo para beber?


—Coca-cola por favor. Gracias Lena. —Se dirige de vuelta a su oficina mientras
alcanzo mi bolso.

Mierda. Le prometí a Damon que no saldría. Suspiro. Nunca sabrá y voy a ser
rápida.
Claire, de recepción, me ofrece su paraguas ya que todavía está lloviendo a
cántaros. Mientras salgo por las puertas principales, halo mi chaqueta alrededor y
doy  una mirada furtiva en ambas direcciones desde debajo del excesivamente
amplio paraguas de golf. Nada parece mal. No hay señal de la Chica Fantasma.

Marcho animadamente, y espero que discretamente, bajando la cuadra para el
Deli. Sin embargo, cuánto más cerca llego al Deli, más incrementa la sensación
escalofriante de que estoy siendo observada y no sé si es mi paranoia intensificada
o una realidad. Mierda. Espero que no sea Leila con una pistola.
Es sólo tu imaginación… chasquea mi subconsciente. ¿Quién diablos te querría
disparar?

En quince minutos, estoy de regreso, segura, sana pero aliviada. Creo que la
paranoia extrema de Damon y su vigilancia sobreprotectora están empezando a
llegar a mí.

Mientras llevo el almuerzo de Ty hacia él, levanta la mirada desde el teléfono.

—Lena, gracias. Ya que no vienes conmigo, voy a necesitar que trabajes hasta tarde.
Necesitamos tener estos informes listos. Espero que no tengas planes.    —Sonríe
hacia mí cálidamente y me ruborizo.

—No, está bien —digo, con una sonrisa brillante y un hundimiento en el corazón.
Esto no va a salir bien. Damon va a enloquecer, estoy segura.

Mientras regreso a mi escritorio decido no decírselo inmediatamente, de lo
contrario podría tener tiempo para interferir de alguna manera. Me siento y como
el sándwich de ensalada de pollo que la Sra. Jones hizo para mí. Está delicioso.
Hace un sándwich fantástico.


Por supuesto, si me mudo con Damon, ella haría almuerzo para mí cada día de la
semana. La idea es inquietante. Nunca he tenido sueños de obscena riqueza y todo
lo que la acompaña… sólo amor. Encontrar a alguien que me ame y no intente
controlar cada movimiento mío. El teléfono suena.

—Oficina de Ty Hyde…

—Me aseguraste que no saldrías —Damon me interrumpe, su voz fría y dura.
Mi corazón se hunde por millonésima vez este día. Mierda. ¿Cómo demonios sabe?

—Ty me envió fuera por algo de almuerzo. No podía decir que no. ¿Me tienes
vigilada? —Mi cuero cabelludo pica con la idea. No sorprende que me sentí tan
paranoica… alguien me estaba mirando. El pensamiento me pone furiosa.

—Esto es por lo que no quería que volvieras a trabajar —chasquea Damon.

—Damon por favor. Estás siendo… —Tan Cincuenta—. Tan sofocante.

—¿Sofocante? —susurra, sorprendido.

—Sí. Tienes que parar esto. Hablaré contigo esta noche. Lamentablemente, tengo
que trabajar hasta tarde porque no puedo ir a Nueva York.

—Elena, no quiero sofocarte —dice en voz baja, consternado.

—Bueno, lo eres. Tengo trabajo que hacer. Hablaré contigo más tarde.               —

Cuelgo, sintiéndome drenada y vagamente deprimida.
Después de nuestro maravilloso fin de semana, la realidad está afectando la casa.
Nunca he sentido más querer correr. Correr a algún refugio tranquilo para así
poder pensar acerca de este hombre, acerca de cómo es y cómo tratar con él. En un
nivel, sé que él está roto —puedo ver eso claramente ahora— y es desgarrador y
agotador. Desde las pequeñas piezas de valiosa información que me ha dado
acerca de su vida, entiendo por qué. Un niño no deseado, un entorno
horriblemente abusivo, una madre que no podía protegerlo, a quién él no podía
proteger, y que murió frente a él.


Me estremezco. Mi pobre Cincuenta. Soy suya, pero no para ser mantenida en
alguna jaula dorada. ¿Cómo voy a hacerle ver esto?
Con un corazón pesado, arrastro uno de los manuscritos que Ty quiere que
resuma a mi regazo y continúo leyendo. No puedo pensar en ninguna solución
fácil para el jodido asunto controlador de Damon. Tengo que hablar con él más
tarde, cara a cara.

Media hora después, Ty me envía por correo electrónico un documento que
necesito ordenar y pulir, listo para imprimir mañana a tiempo para su conferencia.
Me llevará no sólo el resto de la tarde, sino bien entrada la noche también. Me
pongo a trabajar.

Cuando alzo la mirada, son pasadas las siete y la oficina está desierta, aunque la
luz en la oficina de Ty sigue encendida. No había notado a todo el mundo
yéndose, pero estoy casi terminando. Mando el documento de vuelta a Ty para su
aprobación y compruebo mi bandeja de entrada. No hay nada nuevo de Damon,
por lo que rápidamente miro a mi BlackBerry y me sobresalta por el zumbido… es
Damon.

—Hola —murmuro.

—Hola ¿Cuándo estarás terminando?

—Por las siete y media, creo.

—Te encontraré afuera.

—Está bien.
Suena tranquilo, nervioso incluso. ¿Por qué? ¿Desconfía de mi reacción?

—Todavía estoy enojada contigo, pero eso es todo —susurro—. Tenemos mucho
de qué hablar.

—Lo sé. Te veré a las siete y media.
Ty sale de su oficina.

—Me tengo que ir. Te veré después. —Cuelgo.

Miro a Ty mientras pasea casualmente hacia mí.

—Sólo necesito un par de ajustes. Envié el informe de vuelta a ti.
Se inclina sobre mí mientras recupero el documento, bastante cerca…
incómodamente cerca. Su brazo roza el mío. ¿Accidentalmente? Me estremezco,
pero pretende no notarlo. Su otro brazo descansa sobre el respaldo de mi silla,
tocando mi espalda. Me enderezo, por lo que no estoy apoyándome en el respaldo.

—Páginas dieciséis y veintitrés y eso debería ser todo —murmura, su boca a
centímetros de mi oreja.

Mi piel rastrea su proximidad, pero decido ignorarlo. Abriendo el documento,
inestablemente inicio los cambios. Él todavía está inclinándose sobre mí y todos
mis sentidos están extremadamente alertas. Es incómodo y molesto y por dentro
estoy gritando ¡Retírate!

—Una vez hecho esto, será bueno ir a imprimirlo. Puedes organizar eso mañana.
Gracias por quedarte hasta tarde y hacer esto, Lena. —Su voz es suave, gentil, como
si le hablara a un animal herido. Mi estómago se retuerce.

—Creo que lo menos que podría hacer es recompensarte con una bebida rápida. Te
mereces una. —Mete una hebra de mi cabello, que ha caído suelto de la banda,
detrás de mi oreja y acaricia suavemente el lóbulo.

Me encojo apretando mis dientes y alejo mi cabeza de un tirón. ¡Mierda! Damon
tenía razón. No me toques.

—En realidad, no puedo esta noche. —O cualquier otra noche Ty.

—¿Sólo uno rápido? —persuade.

—No, no puedo. Pero gracias.

Ty se sienta en el extremo de mi escritorio y frunce el ceño. Campanas de alarma
suenan ruidosamente en mi cabeza. Estoy por mi cuenta en la oficina. No puedo
irme. Miro nerviosamente al reloj. Otros cinco minutos antes de que Damon
llegue.


—Lena, creo que hacemos un gran equipo. Siento que no pueda presionar más en
esto del viaje a New York. No será lo mismo sin ti.

Estoy segura que no. Le sonrío débilmente, porque no puedo pensar que decir. Y por
primera vez en todo el día, siento un pequeño alivio de que no iré.

—Así que, ¿tuviste un buen fin de semana? —pregunta suavemente.

—Sí, gracias. —¿A dónde va él con esto?

—¿Viste a tu novio?

—Sí.

—¿Qué hace él?
Posee tu trasero…

—Está en los negocios.

—Eso es interesante. ¿Qué tipo de negocios?

—Oh, él tiene sus manos en todo tipo de pasteles.

Ty ladea su cabeza a un lado mientras se inclina hacia mí, invadiendo mi espacio
personal, otra vez.

—Estás siendo muy evasiva, Lena.

—Bueno, él está en telecomunicaciones, fabricación, y agricultura.
Ty levanta sus cejas.

—Tantas cosas. ¿Para quién trabaja?

—Trabaja para sí mismo. Si estás contento con el documento, me gustaría irme, ¿si
te parece bien?
Se inclina hacia atrás. Mi espacio personal está a salvo otra vez.

—Por supuesto. Lo siento, no quise retenerte —dice falsamente.


—¿A qué hora cierra el edificio?

—Seguridad está aquí hasta las once.

—Bien. —Sonrío, y mi subconsciente cae rendida en su silla, aliviada de saber que
no estamos solos en el edificio. Apago mi computadora, agarro mi cartera y me
paro, lista para irme.

—¿Entonces te gusta él? ¿Tu novio?

—Lo amo —respondo, mirando a Ty a los ojos.

—Ya veo. —Ty frunce el ceño y se para de mi escritorio—. ¿Cuál es su apellido?
Me sonrojo.

—Salvatore. Damon Salvatore —balbuceo.
Ty se queda con la boca abierta.

—¿Él soltero más rico de Seattle? ¿Ese Damon Salvatore?

—Sí. El mismo. —Sí, ese Damon Salvatore, tu futuro jefe que te tendrá para el
desayuno si invades mi espacio personal otra vez.

—Pensé que me parecía familiar —dice Ty oscuramente y sus cejas se arrugan
más—. Bueno, es un hombre afortunado.

Parpadeo hacia él. ¿Qué respondo a eso?

—Que tengas una buena noche, Lena. —Ty sonríe, pero la sonrisa no toca sus ojos,
se va caminando rígido y sin mirar atrás.

Dejo salir un suspiro de alivio. Bueno, ese problema puede estar resuelto. Damon
hizo funcionar su magia otra vez. Solo su nombre es mi talismán, y ha hecho que
este hombre se fuera con la cola entre las piernas. Me permito una pequeña sonrisa
de victoria. ¿Lo ves Damon? Incluso tu nombre me protege, no era necesario tanto
problema y que tomaras medidas drásticas con lo de los gastos. Ordeno mi escritorio y
veo el reloj. Damon debe estar afuera.


El Audi está estacionado contra la acera, y Niklaus sale para abrir la puerta trasera.
Nunca había estado tan complacida de verlo, y me apresuro al auto fuera de la
lluvia.

Damon está en el asiento trasero, mirándome, sus ojos amplios y cuidadosos.
Está preparado para mi ira, su mandíbula apretada y tensa.

—Hola —murmuro.

—Hola —responde cautelosamente, se acerca y toma mi mano, apretándola con
fuerza, y mi corazón se derrite un poco. Estoy tan confundida. Ni siquiera he
resuelto lo que necesito decirle.

—¿Todavía estás molesta? —pregunta.

—No lo sé —murmuro. Él levanta mi mano y ligeramente roza mis nudillos con
suaves besos.

—Ha sido un día de mierda —dice.

—Sí, lo ha sido. —Pero por primera vez desde que se fue a trabajar esta mañana,
me comienzo a relajar. Solo estar en su compañía es como un bálsamo calmante,
toda la mierda de Ty, los irritantes e-mails de un lado al otro, y la molestia de
Elena se desvanecen hasta el fondo. Es solo yo y mi obsesivo del control en la parte
de atrás del auto.

—Es mejor ahora que estás aquí —murmura. Estamos sentados en silencio
mientras Niklaus maneja a través del tráfico de la noche, ambos melancólicos y
contemplativos; pero me siento relajada con Damon a mi lado, mientras él
también se relaja, gentilmente corriendo su dedo pulgar a través de mis nudillos en
un suave, y relajante ritmo.

Niklaus nos deja afuera del edificio de apartamentos, y ambos nos apresuramos
adentro, fuera de la lluvia. Damon toma mi mano mientras esperamos el
ascensor, sus ojos escaneando la entrada del edificio.

—Supongo que no han encontrado a Leila todavía.

—No. Welch todavía está buscándola —murmura abatido.


El ascensor llega y entramos. Damon mira hacia mí, sus ojos grises ilegibles. Oh,
él luce glorioso —el cabello revuelto, camisa blanca, traje oscuro. Y de repente está
ahí, de la nada, ese sentimiento. Oh mi… –el anhelo, el deseo, la energía eléctrica. Si
fuera visible, sería un aura azul intenso alrededor entre nosotros es tan fuerte. Sus
labios se abren y me mira.

—¿Lo sientes? —respira.

—Sí.

—Oh, Lena —gime y me agarra, sus brazos serpenteando alrededor de mí, una
mano en la nuca, inclinando mi cabeza hacia atrás mientras sus labios encuentran
los míos. Mis dedos están en su cabello y acariciando su mejilla mientras me
empuja contra la pared del ascensor.

—Odio discutir contigo —respira contra mi boca, y ahí hay una desesperada,
apasionada cualidad de su beso que refleja la mía. El deseo explota en mi cuerpo,
toda la tensión del día buscando una salida, luchando contra él, buscando más.
Somos todo lenguas y respiración, manos, tacto y la dulce, dulce sensación. Su
mano está en mi cadera, y de repente está tirando de la falda, sus dedos
acariciando mis muslos.

—Dulce Jesús, estas llevando medias —gime en apreciación mientras su dedo
pulgar acaricia la carne por encima de la línea de la media—. Quiero ver esto  —
respira y tira de mi falda hasta arriba, dejando al descubierto la parte superior de
mis piernas.

Retrocediendo, alcanza y presiona el botón de parada, el ascensor se detiene entre
el vigésimo segundo y vigésimo tercer piso. Sus ojos están oscuros, sus labios
entreabiertos, y su respiración tan fuerte como la mía. Nos miramos, sin tocarnos.
Estoy agradecida por la pared en contra de mi espalda, que me sostiene mientras
disfruto a este hermoso, y sensual hombre con apreciación carnal.

—Suelta tu cabello —ordena, con su voz ronca. Alcanzo y deshago la liga,
liberando mi cabello por lo que cae en una nube espesa alrededor de mis hombros
hasta mis pechos—. Desabotona los botones superiores de tu camisa —susurra, sus
ojos salvajes ahora.


Me hace sentir tan desenfrenada. Mi Diosa interior se retuerce en su chaise longue
esperando, queriendo y jadeando. Alcanzo y desabotono cada botón, con algo de
dificultad, poco a poco, de forma que la parte superior de mis pechos están
tentadoramente revelados.
Él traga.

—¿Tienes alguna idea de cuán seductora luces ahora?
Muy deliberadamente, muerdo mi labio y sacudo mi cabeza. Él cierra sus ojos
brevemente, y cuando los abre otra vez, están ardiendo. Toma unos pasos
acercándose, sus manos en las paredes del ascensor a cada lado de mi cara. Esta
tan cerca como puede estar sin tocarme. Alzo mi rostro para encontrarme con su
mirada, y se inclina y toca su nariz con la mía. Así que ese es el único contacto
entre nosotros. Estoy tan caliente en los confines de este ascensor con él. Lo quiero,
ahora.

—Creo que sí, señorita Gilbert. Creo que te gusta volverme loco.

—¿Te vuelvo loco? —susurro.

—En todas las cosas, Elena. Eres una sirena, una diosa. —Llega hasta mí,
tomando mi pierna por la rodilla y colocándola alrededor de su cintura, así que
estoy parada en una sola pierna, apoyándome en él. Lo siento en contra de mí, lo
siento fuerte y con ganas por encima del vértice de mis piernas mientras corre sus
labios en mi garganta. Gimo y envuelvo mis brazos alrededor de su cuello.

—Voy a tomarte ahora, Elena —respira, y arqueo mi espalda en respuesta,
presionándome hacia él, ansiosa por la fricción. Se queja profundo y bajo en la
parte posterior de su garganta y me impulsa más alto mientras baja su cierre.

—Agárrate fuerte, nena —murmura, y mágicamente saca un paquete de aluminio
enfrente de mi boca. Lo tomo entre mis dientes, y él lo tira, así entre los dos, lo
rompemos para abrirlo.

—Buena chica. —Retrocede una fracción mientras se desliza el condón—. Dios, no
puedo esperar por los siguientes seis días —gruñe y mira hacia mí con los ojos
entornados—. Espero no estés muy apegada a estas medias. —Las rompe con sus
adeptos dedos, y se desintegran en sus manos. Mi sangre está palpitando a través
de mis venas. Estoy jadeando por la necesidad.

Sus palabras son intoxicantes, todas mis angustias del día olvidadas. Sólo somos él
y yo, haciendo lo que mejor hacemos. Sin quitar sus ojos de los míos, se hunde
lentamente. Mi cuerpo se arquea e inclino mi cabeza hacia atrás, cerrando mis ojos,
saboreando la sensación de tenerlo dentro de mí. Se retira y luego se mueve dentro
de mí otra vez, tan lento, tan dulce. Gimo.

—Tú eres mía, Elena —murmura contra mi garganta.

—Sí. Tuya. ¿Cuándo aceptaras eso? —jadeo. Él gruñe y empieza a moverse,
realmente a moverse. Me rindo a su ritmo incesante, saboreando cada empuje y
extracción, su respiración entrecortada, su necesidad por mí, reflejando la mía.
Me hace sentir poderosa, fuerte, deseada y amada, amada por este cautivador, y
complicado hombre, a quien amo de vuelta con todo mi corazón. Él empuja más y
más fuerte, su respiración entrecortada, perdiéndose en mí como yo me pierdo en
él.

—Oh, nena —Damon gime, sus dientes recorriendo mi mandíbula, y me vengo
fuerte alrededor de él. Está quieto, apretándome, siguiéndome, susurrando mi
nombre.
Ahora que Damon está agotado, calmado y besándome gentilmente, su
respiración está más calmada. Me sostiene derecha en contra de la pared del
ascensor, nuestras frentes presionadas, y mi cuerpo es como gelatina, débil pero
gratificante y saciado de mi clímax.

—Oh, Lena —murmura—. Te necesito tanto. —Y besa mi frente.

—Y yo a ti, Damon.

Liberándome, endereza mi falda y abotona mi camisa, después marca la
combinación en el teclado e inicia el ascensor de nuevo. Arranca con una sacudida
así que estiro la mano y aprieto su brazo.

—Niklaus se estará preguntando dónde estamos —dice sonriendo lascivamente
hacia mí.

Oh mierda. Paso mis dedos por el cabello en un intento vano para disimular la
apariencia de recién follada, entonces me rindo y lo ato en una cola de caballo.

—Estás bien. —Damon sonríe mientras sube su cierre y se mete el condón en el
bolsillo de su pantalón.

Una vez más luce como la personificación del empresario estadounidense, y desde
que su cabello se ve desordenado la mayor parte del tiempo, hay muy poca
diferencia. Excepto ahora que está sonriendo, relajado, sus ojos arrugados con un
encanto juvenil. ¿Son todos los hombres fáciles de convencer?
Niklaus está esperando cuando las puertas se abren.

—Problema con el elevador —murmura Damon mientras los dos salimos, y no
puedo mirar a ninguno de ellos a la cara. Me deslizo a través de la doble puerta a
la habitación de Damon en busca de algo de ropa interior fresca.

*  *  *

Cuando regreso, Damon se ha quitado su chaqueta y está sentado en la barra de
desayuno hablando con la Sra. Jones. Ella me sonríe gentilmente mientras coloca
dos platos de comida caliente para ambos. Mmm, huele delicioso —coq au vin53 si
no estoy equivocada, estoy hambrienta.

—Disfruten, Sr. Salvatore, Lena —dice y nos deja.
Damon obtiene una botella de vino del refrigerador, y mientras nos sentamos y
comemos, me dice sobre cuán cerca está de perfeccionar un celular que funcione
con energía solar. Esta animado y emocionado sobre todo el proyecto, y entonces
sé que no ha tenido un completo día de mierda.

Le pregunto sobre sus propiedades. Él suelta una risita, y resulta que solo tiene el
apartamento en New York, Aspen y Escala. Nada más, cuando hemos terminado,
recojo su plato y el mío y lo llevo al fregadero.

—Deja eso. Gail lo hará —dice. Doy vuelta y lo miro, me está mirando
atentamente. ¿Alguna vez me acostumbrare a que alguien limpie para mí?

—Bueno, ahora que estas más dócil, señorita Gilbert, ¿deberíamos hablar sobre hoy?

—Creo que eres tú el que está más dócil. Creo que estoy haciendo un muy buen
trabajo domesticándote.

—¿Domesticándome? —resopla divertido. Cuando asiento, frunce el ceño
reflexionando mis palabras—. Sí. Quizás lo estás, Elena.

—Tenías razón sobre Ty —murmuro, seria ahora, y me inclino a través de la isla
de la cocina midiendo su reacción. La cara de Damon cae y sus ojos se endurecen.

—¿Ha intentado algo? —susurra, su voz mortalmente fría.
Sacudo mi cabeza para tranquilizarlo.

—No, y no lo hará Damon. Hoy le dije que soy tu novia, y retrocedió enseguida.

—¿Estás segura? Podría dispararle al hijo de puta —dice Damon frunciendo el
ceño
Suspiro, envalentonada por mi copa de vino.

—Realmente me tienes que dejar luchar mis propias batallas. No puedes
constantemente adivinar y tratar de protegerme. Es sofocante Damon. Nunca
voy a crecer con tu incesante interferencia. Necesito algo de libertad. Yo no soñaría
con meterme en tus asuntos.
Él parpadea hacia mí.

—Sólo quiero tu seguridad, Elena. Si algo te pasara, yo… —Se detiene

—Lo sé, y entiendo por qué te sientes tan impulsado a protegerme. Y a una parte
de mí le encanta. Sé que si te necesito, estarás ahí, como yo lo estaré para ti. Pero si
queremos tener algún futuro juntos, tienes que confiar en mí y en mi juicio, sí, me
equivoco a veces, voy a cometer errores, pero tengo que aprender.
Me mira, su expresión ansiosa, empujándome a dar vuelta hacia él así estoy parada
entre sus piernas mientras está sentado en el taburete de la barra. Tomando sus
manos, y las coloco alrededor de mí y planto mis manos en sus brazos.

—No puedes interferir en mi trabajo, está mal. No necesito que te hagas cargo
como un caballero en armadura para salvar el día. Sé que quieres controlar todo, y
entiendo por qué, pero no puedes. Es una meta imposible… tienes que aprender a
dejar ir. —Alcance su cara y lo acaricio mientras me miraba con ojos muy
abiertos—. Y si puedes hacer eso —darme eso— me mudaré contigo         —agrego
suavemente.

Él inhala bruscamente, sorprendido.

—¿Harías eso? —susurra.

—Sí.

—Pero no me conoces. —Frunció el ceño y sonó ahogado y lleno de pánico de
repente, mu poco Cincuenta.

—Te conozco lo suficiente, Damon, nada de lo que me digas sobre ti me asustara
para alejarme. —Gentilmente paso mis nudillos a través de su mejilla. Su expresión
se transforma de ansiosa a dudosa—. Pero si podrías hacerlo más fácil para mí —
declaro.

—Estoy intentando Elena. No puedo sólo quedarme tranquilo y dejarte ir a
New York con ese… imbécil. Él tiene una alarmante reputación. Ninguna de sus
asistentes ha durado más de tres meses, y la compañía nunca las detuvo. No quiero
eso para ti, nena. —Suspira—. No quiero que nada te pase. Tú siendo lastimada…
el solo pensamiento me llena de horror, no puedo prometer no interferir, no si
pienso que saldrás dañada. —Se detiene y toma un profundo respiro—. Te amo,
Elena. Haré todo lo que este en mi poder para protegerte. No puedo imaginar
mi vida sin ti.

Santo cielo. Mi Diosa interior, mi subconsciente, y yo lo vemos en shock.
Dios, dos pequeñas palabras y mi mundo entero se detiene, se inclina, y entonces
empieza a girar en un nuevo eje; saboreo el momento, mirando a sus sinceros y
hermosos ojos grises.

—También te amo Damon. —Me inclino y lo beso, y entonces el beso se hace más
profundo. Entrando sin ser visto, Niklaus se aclara la garganta. Damon retrocede,
mirándome fijamente. Se para y sus brazos están alrededor de mi cintura.

—¿Sí? —responde bruscamente a Niklaus.

—La Sra. Lincoln está en camino, señor.

—¿Qué?

Niklaus se encoge de hombros en señal de disculpa. Damon suspira pesadamente
y sacude su cabeza.

—Bueno, esto deberá ser interesante —murmura y me da una sonrisa torcida de
resignación.

¡Joder! ¿Por qué esa maldita mujer no puede dejarnos en paz?

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