Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

04 marzo 2013

Shades Capitulo 05


Capítulo 5

-¿Greta, con quién está hablando el Sr. Salvatore? —Mi cuero cabelludo
está tratando de dejar el edificio. Está pinchando con
aprehensión, y mi subconsciente está gritándome que la siga.

Pero sueno lo suficiente despreocupada.


—Oh, esa es la Sra. Lincon. Ella posee el lugar con el Sr. Salvatore. —Greta parece más que feliz de compartir.

—¿La Sra. Lincon? —Creo que la Sra. Robinson se divorció. Quizás volvió a casarse
con algún pobre diablo.

—Sí. Usualmente ella no está aquí, pero uno de los técnicos enfermó hoy así que
ella está reemplazándolo.

—¿Sabes cuál es el primer nombre de la Sra. Lincon?

Greta levanta la mirada hacia mí, frunciendo el ceño, y presiona sus labios rosa
brillante, cuestionándose mi curiosidad. Mierda, quizás este es un paso muy lejano.

—Elena —dice casi renuentemente.

Soy inundada por una extraña sensación de alivio que mi sentido arácnido no me
haya defraudado.

Sentido arácnido. Se burla mi subconsciente, sentido contra pedófilas.
Aún están inmersos en la discusión. Damon está hablándole rápidamente a
Elena, y ella luce preocupada, asintiendo, haciendo gestos y sacudiendo la cabeza.
Alcanzándolo, frota su brazo con dulzura mientras se muerde el labio. Otro
asentimiento, y ella me mira y me ofrece una pequeña sonrisa reafirmante.

Sólo puedo quedarme mirándola con cara de piedra. Pienso que estoy en shock.
¿Cómo pudo traerme aquí? Ella le murmura algo a Damon, y él mira en mi
dirección brevemente entonces se gira hacia ella y replica. Ella asiente, y pienso
que ella le está deseando suerte, pero mis habilidades de lectura de labios no están
muy desarrolladas.

Cincuenta vuelve hacia mí, ansiedad grabada en su rostro. Maldita regla. La Sra.
Robinson regresa a la habitación de atrás, cerrando la puerta tras ella.
Damon frunce el ceño.

—¿Estás bien? —pregunta, pero su voz es tensa, cautelosa.

—No realmente. ¿No querías presentarme? —Mi voz suena fría, dura.

Su boca cae abierta, se ve como si hubiera jalado la alfombra bajo sus pies.

—Pero pensé…

—Para ser un hombre brillante, algunas veces… —Las palabras me fallan—.
Quiero irme, por favor.

—¿Por qué?

—Sabes por qué. —Ruedo mis ojos.

Baja su mirada hacia mí, sus ojos ardiendo.

—Lo lamento, Lena. No sabía que estaría aquí. Nunca está aquí. Ella abrió un
nuevo local en Barben Center, y es ahí donde normalmente está su base. Alguien
estaba enfermo hoy.

Me giro sobre mis talones hacia la puerta.

—No necesitamos a Franco, Greta —chasquea Damon mientras nos dirigimos a
la puerta. Tengo que suprimir el impulso de correr. Quiero correr rápido y muy
lejos. Tengo la abrumadora urgencia de llorar. Solo necesito irme lejos de toda esta
jodida situación.

Damon camina sin decir palabra detrás de mí mientras trato de meditar todo esto
en mi cabeza. Envolviendo mis brazos a mi alrededor protectoramente, mantengo
mi cabeza abajo, evitando los árboles en la segunda avenida. Sabiamente no se
mueve para tocarme. Mi mente hierve con preguntas sin responder. ¿Confesará el
Sr. Evasivo?

—¿Lo usabas para llevar a tus sumisas ahí? —chasqueo.

—Algunas de ellas, sí —dice calmadamente, su tono cortante.

—¿Leila?

—Sí.

—El lugar se ve muy nuevo.

—Fue renovado recientemente.

—Ya veo. Entonces la Sra. Robinson conoce a todas tus sumisas.

—Sí.

—¿Saben ellas acerca de ella?

—No. Ninguna de ellas lo hizo. Solo tú.

—Pero yo no soy tu sumisa.

—No, definitivamente no lo eres.

Me detengo y lo encaro. Sus ojos están muy abiertos, temerosos. Sus labios están
presionados en una dura e inflexible línea.

—¿Puedes ver cuán jodido es esto? —Levanto la mirada hacia él, mi voz es baja.

—Sí. Perdóname. —Y tiene la gracia de parecer contrito.

—Quiero tener mi corte de cabello, preferiblemente en algún lugar donde no hayas
follado al personal o la clientela.

Él se estremece.

—Ahora, si me disculpas.

—No estás corriendo. ¿O sí? —pregunta.



 —No, sólo quiero un maldito corte de cabello. Algún lugar en donde pueda cerrar
mis ojos, tener alguien que lave mi cabello, y olvidar todo este equipaje que te
acompaña.

Pasa una mano por su cabello.

—Puedo hacer que Franco venga al departamento o al tuyo —dice calmadamente.

—Ella es muy atractiva.

Él parpadea. 

—Sí, lo es.

—¿Sigue casada?

—No. Se divorció hace cerca de cinco años.

—¿Por qué no estás con ella?

—Porque se acabó lo que hubo entre nosotros. Te lo dije. —Su frente se arruga
repentinamente. Alzando un dedo, pesca su BlackBerry del bolsillo de su chaqueta.

Debe haber vibrado porque no oí el timbre.

—Welch —chasquea, entonces escucha. Estamos parados en la Segunda Avenida, 
miro fijamente en dirección al retoño de árbol frente a mí, que lleva el verde más
nuevo.

La bulliciosa gente nos pasa, perdidos en sus quehaceres de la mañana del sábado.
Sin duda contemplando sus propios dramas personales. Me pregunto si incluyen
acosadoras ex sumisas, deslumbrantes ex dominantes, y un hombre que no se rige
por el concepto de privacidad bajo las leyes de los Estados Unidos.

—¿Muerto en un accidente de auto? ¿Cuándo? —Damon interrumpe mi
ensimismamiento.

Oh no. ¿Quién? Escucho más de cerca.

—Esa es la segunda vez que el bastardo está siendo inaccesible. Él debería saber.
¿Es que no tiene ningún sentimiento por ella? —Damon sacude su cabeza con
 disgusto—. Esto comienza a tener sentido… no… explica el por qué, pero no el
dónde. —Damon mira alrededor de nosotros como si buscara algo, y me
encuentro a mí misma reflejando sus acciones. Nada capta mi mirada. Solo hay
compradores, el tráfico y los árboles.

—Está aquí —continúa Damon—. Está observándonos… si… no. Dos o cuatro,
veinticuatro siete… No lo he abordado aún. —Damon me mira directamente.
¿Abordar qué? Le frunzo el ceño, y él me considera con recelo.

—Qué… —susurra y palidece sus ojos abriéndose ampliamente—. Ya veo.
¿Cuándo?... ¿Recientemente? ¿Pero cómo…? ¿Sin revisión a fondo?... Ya veo.
Envíame por correo el nombre, dirección, y fotos si las tienes… Veinticuatro siete,
para esta tarde. Ponte en contacto con Niklaus. —Damon cuelga.

—¿Bien? —pregunto, exasperada. ¿Va a decirme?

—Era Welch.

—¿Quién es Welch?

—Mi asesor de seguridad.

—Okey. Entonces, ¿qué está pasando?

—Leila dejó a su esposo hace cerca de tres meses y huyó con un chico que fue
asesinado en un accidente de auto hace cuatro semanas.

—Oh.

—El jodido psiquiatra debió encontrar eso —dice enojado—. Una lástima, es lo que
es. Ven. —Ofrece su mano, y automáticamente pongo la mía en la suya antes de
arrebatársela otra vez.

—Espera un minuto. Estábamos en medio de una discusión, acerca de nosotros.
Acerca de ella, tu Sra. Robinson.

El rostro de Damon se endurece.

—Ella no es mi Sra. Robinson. Podemos hablar de ella en mi casa.


 —No quiero ir a tu casa. ¡Quiero tener mi corte de cabello! —grito. Si puedo
enfocarme en esta única cosa…

Agarra su BlackBerry de su bolsillo otra vez y marca un número. 

—Greta, Damon Salvatore. Quiero a Franco en mi casa en una hora. Pregunta a la Sra.
Lincon… Bien. —Aleja el teléfono—. Llegará en una hora.

—¡Damon…! —balbuceo, exasperada.

—Elena, obviamente Leila está sufriendo un quiebre psicótico. No sé si está
detrás de ti o de mí, o qué tan lejos está preparada para llegar. Iremos a tu casa,
coge tus cosas, y puedes quedarte conmigo hasta que la localicemos.

—¿Por qué querría hacer eso?

—Así puedo mantenerte a salvo.

—Pero…

Él me mira.

—Vendrás de regreso a mi apartamento así tenga que arrastrarte hasta ahí del
cabello.

Boqueo hacia él… Esto es increíble. Cincuenta tonos en glorioso tecnicolor.

—Pienso que estás sobre reaccionando.

—No lo hago. Podemos continuar nuestra discusión de regreso en mi casa. Ven.

Me cruzo de brazos y lo miro. Esto ha ido demasiado lejos.

—No —declaro obstinadamente. Tengo que poner un alto.

—Puedes caminar o puedo cargarte. No me importa, de cualquier forma,
Elena.

—No te atreverías. —Le frunzo el ceño. ¿Seguramente no haría una escena en la
Segunda Avenida?


Me da una media sonrisa, pero la sonrisa no llega a sus ojos.

—Oh, nena, ambos sabemos que si arrojas el guante, estaré más que dispuesto a
recogerlo.

Nos miramos el uno al otro. Y abruptamente me barre desde abajo, abrazándome
por las piernas y levantándome. Antes de darme cuenta, estoy sobre su brazo.

—¡Bájame! —grito. Oh, se siente bien gritar.

Empieza a caminar a grandes zancadas a lo largo de la Segunda Avenida,
ignorándome. Abrazando sus brazos firmemente alrededor de mis piernas, azota
mi trasero con su mano libre.

—¡Damon! —grito. La gente nos mira. ¿Podría ser esto más humillante?—.
¡Caminaré!, caminaré.

Me baja, y antes de que incluso se levante, me alejo pisando fuerte en dirección a
mi apartamento, hirviendo, ignorándolo. Por supuesto, está a mi lado al momento,
pero continúo ignorándolo. ¿Qué voy a hacer? Estoy tan enojada, pero ni siquiera
estoy segura de por qué estoy enojada. Hay demasiado.

Mientras camino de regreso a casa, hago una lista mental:

1. Cargarme sobre su hombro… inaceptable para alguien por encima de los seis
años de edad.

2. Llevarme al salón que maneja con su ex amante… ¿cuán estúpido puede ser?

3. El mismo lugar al que llevaba a sus sumisas… la misma estupidez en juego aquí.

4. No darse cuenta incluso de que era una mala idea... y se supone que es un chico
brillante.

5. Tener locas ex novias. ¿Puedo echarle la culpa por eso? Estoy tan furiosa; sí, sí
puedo.

6. Conocer mi número de cuenta bancaria… eso es simplemente demasiado
acosador a medias.

7. Comprar AIPS… tiene más dinero que sentido.

8. Insistir en que me quede con él… la amenaza de Leila debe haber sido peor de lo
que temía… no lo mencionó ayer.


Oh no, me percato. Algo cambió. ¿Qué puede ser? Me detengo, y Damon se
detiene conmigo.

—¿Qué está pasando? —demando.

Frunce el ceño.

—¿A qué te refieres?

—Con Leila.

—Te lo dije.

—No, no lo hiciste. Hay algo más. No insististe en que fuera a tu casa ayer, así que,
¿qué está pasando?

Se remueve incómodo.

—¡Damon! ¡Dime! —chasqueo.

—Ella se las arregló para conseguir una licencia para portar armas ayer.

Oh mierda. Lo miro, parpadeando, y siento la sangre drenarse de mi rostro mientras
absorbo estas noticias. Puedo desmayarme. ¿Supone que ella quiere matarlo? No.

—Eso significa que simplemente puede comprar una pistola —susurro.

—Lena —dice, su voz llena de preocupación. Pone sus manos sobre mis hombros,
jalándome cerca de él—. No creo que haga nada estúpido, pero… no quiero tomar
riesgos contigo.

—No conmigo… ¿Qué hay acerca de ti? —susurro.

Frunce el ceño hacia mí y envuelvo mis brazos alrededor de él y lo abrazo
fuertemente, mi rostro contra su pecho. No parece importarle.

—Regresemos —murmura, y se inclina y besa mi cabello, y es todo.


Toda mi furia se ha ido, no olvidada. Disipada bajo la amenaza de algún daño
viniendo sobre Damon. El pensamiento es insoportable.

*  *  *

Solemnemente empaco una pequeña maleta y coloco mi Mac, el BlackBerry, mi
iPad y Charlie Tango en mi mochila.

—¿Charlie Tango también viene? —pregunta Damon.

Asiento y él me da una pequeña sonrisa indulgente.

—Ethan regresa el jueves —murmuro.

—¿Ethan?

—El hermano de Katrina. Se quedará aquí hasta que encuentre un lugar en Seattle.

Damon me mira en blanco, pero noto la frialdad crepitando en sus ojos.

—Bien, es bueno que te quedes conmigo. Le da más espacio —dice tranquilamente.

—No creo que tenga las llaves. Necesitaré estar de regreso para entonces.

Damon me mira impasiblemente pero no dice nada.

—Eso es todo.

Damon agarra mi maleta y nos dirigimos a la puerta. Mientras caminamos
alrededor de la parte trasera del edificio al estacionamiento, me doy cuenta de que
estoy mirando sobre mi hombro. No sé si mi paranoia está llevándome lejos o si
alguien realmente está mirándome. Damon abre la puerta del pasajero del Audi
y me mira expectante.

—¿Entrarás? —pregunta.

—Pensé que conduciría.

 —No. Yo conduciré.

—¿Algún problema con mi forma de conducir? No me digas que sabes cuánto fue
mi puntaje en mi examen de manejo… No me sorprendería con tus tendencias
acosadoras. —Quizás sabe que sólo pasé raspando el examen escrito.

—Entra en el auto, Elena —chasquea furiosamente.

—Está bien. —Entro reticentemente. Honestamente, frío, verdad.

Quizás él tiene la misma sensación de inquietud, también. Algún oscuro centinela
observándonos… Bueno, una pálida morena con ojos marrones que tiene un
extraño parecido con su servidora y muy posiblemente un arma de fuego oculta.
Damon nos mete en el tráfico.

—¿Tus sumisas fueron todas morenas?

Frunce el ceño y me mira rápidamente.

—Sí —murmura. Suena incierto, e imagino que está pensando, ¿a dónde va con esto?

—Solo preguntaba.

—Te lo dije. Prefiero las morenas.

—La señora Robinson no es una morena.

—Ese es probablemente el por qué —murmura—. Me arruinó para las rubias para
siempre.

—Estás bromeando —jadeo.

—Sí. Estoy bromeando —replica, exasperado.

Miro impasiblemente fuera de la ventana, espiando morenas por todos lados,
ninguna de ellas es Leila, creo.

Entonces, solo le gustan las morenas. Me pregunto por qué. ¿Realmente la Sra.
Extraordinariamente-glamorosa-a-pesar-de-ser-vieja Robinson lo habrá arruinado
para las rubias? Sacudo mi cabeza. Damon-jodido-Salvatore.


—Dime acerca de ella.

—¿Qué quieres saber? —La frente de Damon se arruga, y su tono de voz trata de
advertirme.

—Háblame acerca de sus arreglos de negocios.

Se relaja visiblemente, feliz de hablar de trabajo.

—Soy un socio silencioso. No estoy particularmente interesado en el negocio de la
belleza, pero ella está convirtiéndolo en una empresa exitosa. Solo invertí y la
ayudé a empezar.

—¿Por qué?

—Se lo debía.

—¿Oh?

—Cuando abandoné Harvard, ella me prestó cien mil dólares para empezar mi
negocio.

Joder… es rica, también.

—¿Abandonaste?

—No era lo mío. Hice dos años. Desafortunadamente mis padres no fueron tan
comprensivos.

Frunzo el ceño. El Sr. Salvatore y la Dra. Grace Trevelyan desaprobando, no puedo
imaginarlo.

—No parece haberte ido mal abandonando la carrera. ¿Cuál era tu especialidad?

—Política y Economía.

Hmm… me lo figuraba.

—¿Entonces ella es rica? —murmuro.



 —Ella era una esposa trofeo aburrida, Elena. Su esposo era adinerado… un
gran maderero.
Sonríe.

—Nunca la dejó trabajar. Ya sabes, era controlador. Algunos hombres son así.      
—Me dio una rápida sonrisa ladeada.

—¿De veras? Un hombre controlador, ¿seguramente una criatura mítica? —No
creo que pueda exprimir más sarcasmo de mi respuesta.

La sonrisa de Damon se vuelve más grande.

—¿Te prestó el dinero de su marido?

Asiente y una pequeña sonrisa maliciosa aparece en sus labios.

—Eso es terrible.

—Él consiguió su revancha —dice Damon oscuramente mientras entra en el
garaje subterráneo en el Escala.
¿Oh?

—¿Cómo?

Damon sacude su cabeza como si rememorara un recuerdo particularmente agrio
y estaciona junto al Audi Quattro SUV.

—Ven. Franco llegará dentro de poco.

*  *  *

En el elevador mira hacia mí.

—¿Sigues enfadada conmigo? —pregunta de manera casual.

—Mucho.

 Asiente.

—Está bien —dice, y sigue mirando hacia adelante.
Niklaus está esperando por nosotros cuando llegamos al vestíbulo. ¿Cómo es que
siempre sabe? Toma mi maleta.

—¿Welch se ha puesto en contacto? —pregunta Damon.

—Sí, señor.

—¿Y?

—Todo arreglado.

—Excelente. ¿Cómo está tu hija?

—Está bien, gracias, señor.

—Bien. Tendremos un estilista llegando a la una, Franco De Luca.

—Señorita Gilbert. —Niklaus asiente hacia mí.

—Hola, Niklaus. ¿Tienes una hija?

—Sí señora.

—¿Cuántos años tiene?

—Tiene siete.

Damon me mira impacientemente.

—Vive con su madre —aclara Niklaus.

—Oh, ya veo.

Niklaus me sonríe. Esto es inesperado. ¿Niklaus es padre? Sigo a Damon al gran
salón, intrigada por esta información.
Miro alrededor. No he estado aquí desde que me fui.

—¿Tienes hambre?

 Sacudo mi cabeza. Damon me mira por un instante y decide no discutir.

—Tengo que hacer algunas llamadas. Siéntete como en casa.

—Está bien.

Damon desaparece en su estudio, dejándome parada en la gran galería de arte
que llama hogar y preguntándome qué hacer conmigo misma.

¡Ropa! Cogiendo mi mochila, me apresuro por las escaleras a mi habitación y le
echo un vistazo al vestidor. Sigue lleno de ropa… toda de marca, nueva y con la
etiqueta del precio puesta. Tres largos vestidos de noche, tres vestidos de coctel y
tres más para vestir diario. Todos deben haber costado una fortuna.
Compruebo la etiqueta de uno de los vestidos de noche: $ 2,998. Joder. Me hundo
en el piso.

Esta no soy yo. Pongo mi cabeza en mis manos y trato de procesar las pasadas
horas. Es exhaustivo. ¿Por qué, oh, por qué tenía que enamorarme de alguien que
está plenamente loco; hermoso, sexy como la mierda, rico como Creso26, y loco con
L mayúscula?

Pesco mi BlackBerry de mi bolsillo trasero y llamo a mamá.

—¡Lena, cariño! Cuando tiempo. ¿Cómo estás querida?

—Oh, tu sabes…

—¿Qué está mal? ¿Aún no funciona con Damon?

—Mamá, es complicado. Creo que le falta un tornillo. Ese es el problema.

—Dímelo a mí. Hombres, simplemente no puedes leerlos a veces. Bob se pregunta
si mudarnos a Georgia fue bueno.

—¿Qué?
                                                          
26 Creso: último rey de Lidia de la dinastía Mermnada, su reinado estuvo marcado por los placeres,
la guerra y las artes. Su nombre se aplica también para designar a una persona muy adinerada.


 —Sí, está hablando de regresar a las Vegas.

Oh, alguien más tiene problemas. No soy la única.
Damon aparece en la entrada de la puerta.

—Ahí estás. Pensé que habías huido. —Su alivio es obvio.

Extiendo mi mano para indicarle que estoy al teléfono.

—Disculpa mamá. Tengo que irme. Te llamare pronto otra vez.

—Está bien, cariño, cuídate. ¡Te amo!

—También te amo, mamá.

Cuelgo y miro a Damon. Frunce el ceño, luciendo extrañamente incómodo.

—¿Por qué te estás escondiendo aquí? —pregunta.

—No me estoy escondiendo. Me estoy desesperando.

—¿Desesperando?

—Por todo esto, Damon. —Ondeo mi mano en la dirección general de las
prendas.

—¿Puedo entrar?

—Es tu armario.

Frunce el ceño otra vez y se sienta, de piernas cruzadas, encarándome.

—Son solo prendas. Si no te gustan, las enviaré de vuelta.

—Eres demasiado para afrontar, ¿sabes?

Parpadea hacia mí y rasca su barbilla… su barbilla sin afeitar. Mis dedos pican por
tocarlo.

—Lo sé. Estoy tratando —murmura.

—Estás intentando muy fuerte.

 —Igual que tu, señorita Gilbert.

—¿Por qué estás haciendo esto?

Sus ojos se amplían y su cautela regresa.

—Sabes por qué.

—No, no lo sé.

Pasa su mano a través de su cabello.

—Eres una mujer frustrante.

—Puedes tener una linda sumisa morena. Una que diga “¿qué tan alto?” cada vez
que dices salta, siempre que tenga permiso de hablar, por supuesto. Entonces, ¿por
qué yo Damon? Simplemente no lo entiendo.
Se queda mirándome por un momento, y no tengo idea de qué está pensando.

—Me haces ver el mundo de manera diferente, Elena. No me quieres por mi
dinero. Me haces… desear —dice suavemente.
¿Qué? El Sr. Críptico está de regreso.

—¿Desear qué?

Se encoge de hombros.

—Más. —Su voz es baja y tranquila—. Y tienes razón. Estoy acostumbrado a que
las mujeres hagan exactamente lo que digo, cuando lo digo, que hagan
exactamente lo que quiero. Se vuelve viejo rápidamente. Hay algo acerca de ti,
Elena, algo que me llama en algún nivel profundo que no entiendo. Es un
canto de sirena. No puedo resistirme a ti, y no quiero perderte. —Se estira y toma
mi mano—. No corras por favor; ten un poco de fe en mí y un poco de paciencia.
Por favor.

Se ve tan vulnerable… Caray, es perturbador. Apoyándome en mis rodillas, me
inclino hacia adelante y lo beso suavemente en los labios.

—Okey. Fe y paciencia, puedo vivir con eso.

 —Bien. Porque Franco está aquí.

*  *  *

Franco es pequeño, oscuro y gay. Me gusta.

—¡Qué cabello tan hermoso! —borbotea con un acento italiano extravagante,
probablemente falso. Apuesto que es de Baltimore o cerca, pero su entusiasmo es
infeccioso. Damon nos lleva a ambos a su cuarto de baño, sale a toda prisa y
vuelve a entrar, cargando una silla de su habitación.

—Los dejaré solos —murmura.

—Grazie, Sr. Salvatore. —Franco se gira hacia mí—. Bene, Elena, ¿qué haremos
contigo?

*  *  *

Damon está sentado en su sofá, escarbando a través de lo que parecen ser hojas
de cálculo. Suave, melódica música clásica se extiende a través de la habitación
principal. Una mujer canta apasionadamente, vertiendo su alma en la canción.
Quita el aliento. Damon levanta la mirada y sonríe, distrayéndome de la música.


—¡Ves! Te dije que le gustaría —dice Franco con entusiasmo.

—Te ves hermosa, Lena —dice Damon apreciativamente.

—Mi trabajo está hecho —exclama Franco.

Damon se levanta y pasea hacia nosotros.

—Gracias, Franco.



Franco se gira, Me envuelve en un enorme abrazo de oso, y me besa en ambas
mejillas.

—¡Nunca dejes que nadie más corte tu cabello, bellissima Elena! 

Me río, ligeramente avergonzada por su familiaridad. Damon le muestra la
puerta del vestíbulo y regresa momentos después.

—Me alegra que lo mantuvieras largo —dice mientras camina hacia mí, sus ojos
brillando. Toma un mechón entre sus dedos—. Tan suave —murmura
mirándome—. ¿Sigues molesta conmigo? 

Asiento y él sonríe.

—¿Por qué exactamente estás molesta conmigo?

Ruedo mis ojos.

—¿Quieres la lista?

—¿Hay una lista?

—Una larga.

—¿Podemos discutirlo en la cama?

—No. —Hago pucheros como una niña.

—Durante el almuerzo, entonces. Estoy hambriento, y no solo de comida. —Me da
una sonrisa lasciva.

—No voy a dejar que me deslumbres con tus técnicas sexuales de distracción.
Ahoga una sonrisa.

—¿Qué es lo que te molesta específicamente, señorita Gilbert? Escúpelo.
Está bien.

—¿Qué me molesta? Bien, está tu brutal invasión a mi privacidad, el factor de que
me llevaste a un lugar donde tu ex amante trabaja y que usaste para llevar a tus
otras ex amantes para que tengan sus tratamientos de depilado con cera,
manipularme en la calle como si tuviera seis años; y para colmo ¡dejaste que tu Sra.
Robinson te toque! —Mi voz ha ascendido en crescendo.

Levanta las cejas, y su buen humor se evapora.

—Esa es una gran lista. Pero déjame aclararte una vez más… ella no es mi Sra.
Robinson.

—Ella puede tocarte —repito.

Presiona sus labios. 

—Ella sabe dónde.

—¿Qué significa eso?

Pasa ambas manos a través de su cabello y cierra sus ojos brevemente, como si
estuviera pidiendo inspiración divina de alguna clase. Traga saliva.

—Tú y yo no tenemos reglas. Nunca he tenido una relación sin reglas, y nunca sé
dónde vas a tocarme. Me pone nervioso. Tu toque por completo… —Se detiene,
buscando las palabras—. Simplemente significa más… mucho más.

¿Más? Su respuesta es completamente inesperada, tirando de mí, y ahí está esa
pequeña palabra con gran significado colgando entre nosotros otra vez.
Mi toque significa… más. Santo cielo. ¿Cómo se supone que voy a resistir cuando
dice esta clase de cosas? Salvatore busca mis ojos, observando, aprehensivo.
Tentativamente extiendo una mano y la aprehensión se convierte en alarma.
Damon retrocede y cae mi mano.

—Límite duro —susurra urgentemente, su rostro luce adolorido, con pánico.

No puedo dejar de sentir una decepción aplastante.

—¿Cómo te sentirías si no pudieras tocarme?

—Privado y devastado —dice inmediatamente.

 Oh, mi Cincuenta Tonos. Sacudo mi cabeza, le ofrezco una pequeña, reconfortante
sonrisa y se relaja.

—Vas a tener que decirme exactamente por qué es un límite duro un día, por
favor.

—Un día —murmura y parece encajarse fuera de su vulnerabilidad en un
nanosegundo.

¿Cómo puede cambiar con tanta rapidez? Es la persona más caprichosa que
conozco.

—Entonces, el resto de tu lista. Invadir tu privacidad. —Su boca se curva mientras
contempla esto—. ¿Porque conozco tu cuenta bancaria?

—Sí, eso es indignante.

—Verifico los antecedentes de todas mis sumisas. Te mostraré. —Se gira y se dirige
a su estudio.

Obedientemente los sigo, aturdida. De un armario cerrado con llave, saca un folder
manila etiquetado en la ficha: ANASTASIA ROSE STEELE.

Santa jodida mierda. Lo miro.

Se encoge de hombros en tono de disculpa.

—Puedes quedártela —dice tranquilamente.

—Bueno, vaya, gracias —chasqueo. Ojeo a través del contenido. Hay una copia de
mi certificado de nacimiento, por amor de Dios, mis límites duros, el CDC, el
contrato. Caray… Mi número de seguridad social, mi currículum vitae, registros de
empleo.

—¿Entonces sabías que trabajaba en Clayton?

—Sí.

—No fue una coincidencia. ¿No pasaste simplemente por ahí?

—No.No sé si estar enojada o alabada.

—Esto es bastante jodido. ¿Sabes?

—No lo veo de esa forma. Con lo que hago, debo tener cuidado.

—Pero esto es privado.

—No hago mal uso de la información. Cualquier persona puede conseguirla si
tiene medio cerebro, Elena. Para tener control; necesito información. Es como
siempre opero. —Me mira su expresión vigilante e ilegible.

—No haces mal uso de la información. Depositaste veinticuatro mil dólares que no
quería en mi cuenta.

Su boca se presiona en una línea dura.

—Te lo dije. Eso es lo que Niklaus se las arregló para conseguir por tu auto.
Increíble, lo sé, pero ahí tienes.

—Pero el Audi…

—Elena, ¿tienes idea de cuánto dinero hago?

Me sonrojo, por supuesto que no.

—¿Por qué debería? No necesito conocer la línea inferior de tu cuenta bancaria,
Damon.

Sus ojos se suavizan. 

—Lo sé, es una de las cosas que amo de ti. 

Lo miro impresionada. ¿Lo que ama de mí?

—Elena, gano alrededor de cien mil dólares por hora.


Mi boca cae abierta. Esa es una obscena suma de dinero.

—Veinticuatro mil dólares no es nada. El auto, los libros de Tess, la ropa, no son
nada. —Su voz es suave.

 Lo miro fijamente. Realmente no tiene idea. Extraordinario.

—Si fueras yo, ¿cómo te sentirías acerca de toda esta… generosidad viniendo de ti?

Me mira en blanco, y ahí está su problema en una cáscara de nuez27. La empatía o
la falta de la misma. El silencio se extiende entre nosotros.
Finalmente se encoge de hombros.

—No lo sé —dice y luce genuinamente perplejo.

Mi corazón se hincha. Esto es, la esencia de sus cincuenta tonos, seguramente. No
puede ponerse en mis zapatos. Bien, ahora lo sé.

—No se siente bien. Quiero decir, eres muy generoso, pero me hace sentir
incómoda. Te lo he dicho suficientes veces.

Suspira.

—Quiero regalarte el mundo, Elena.

—Solo te quiero a ti, Damon. No todos los adicionales.

—Son parte de la oferta. Parte de lo que soy.

Oh, esto no va a ninguna parte.

—¿Comemos? —pregunto. La tensión entre nosotros es drenada.
Frunce el ceño.

—Seguro.

—Cocinaré.

—Bien. De lo contrario hay comida en la nevera.

—¿La Sra. Jones está fuera los fines de semana? ¿Así que comes fiambres los fines
de semana?
                                                          
27 His problem in a nutshell, Su problema en una cáscara de nuez. Significa que en resumidas
cuentas, ese es su problema.


—No.

—¿Oh?

Suspira. 

—Mis sumisas cocinan. Elena.

—Oh, por supuesto. —Me sonrojo. ¿Cómo puedo ser tan estúpida? Le sonrío
dulcemente—. ¿Qué le gustaría comer al amo?

Sonríe.

—Lo que sea que el ama pueda encontrar —dice oscuramente.

*  *  *

Inspeccionando el impresionante contenido de la nevera. Me decido por tortilla
española. Incluso hay patatas frías, perfecto. Es rápido y fácil. Damon sigue en su
estudio, sin duda invadiendo la privacidad de algún pobre tonto inocente y
recopilando información. El pensamiento es desagradable y deja un sabor amargo
en mi boca. Mi mente se tambalea. Él realmente no conoce límites.

Necesito música si voy a cocinar, y ¡voy a cocinar sin ser sumisa! Me acerco a la
conexión para iPod junto a la chimenea y cojo el iPod de Damon. Apuesto a que
hay más de la elección de Leila aquí. La misma idea me asusta.

¿Dónde está? me pregunto. ¿Qué quiere?
Me estremezco. Qué legado. No puedo envolver mi cabeza alrededor de esto.


Avanzo a través de la extensa lista. Quiero algo optimista. Hmm, Beyoncé… No
suena como el gusto de Damon. Crazy in love28. ¡Oh sí! Que apta. Presiono el
botón de repetir y lo pongo en voz alta. 

Zigzagueo de vuelta a la cocina y busco un tazón, abro la nevera y saco los huevos.
Los abro y empiezo a batir, bailando al mismo tiempo.
Incursionando en la nevera una vez más, recojo patatas, jamón y ¡sí! Guisantes del
congelador. Todo esto lo hará. Encuentro un sartén, La pongo sobre la estufa
poniendo un poco de aceite de oliva y regreso a batir.

Sin empatía, reflexiono. ¿Es solo Damon? Quizás todos los hombres son así,
desconcertados por las mujeres, simplemente no lo sé. Quizás no es una gran
revelación. 

Quisiera que Katrina estuviera en casa; ella sabría. Ha estado en Barbados por mucho
tiempo. Debería estar de vuelta a finales de semana después de sus vacaciones
adicionales con Elliot. Me pregunto si es todavía lujuria a primera vista para ellos.

Una de las cosas que amo de ti.
Paro de batir. Él dijo eso. ¿Eso significa que hay otras cosas? Sonrío por primera
vez desde que vi a la Sra. Robinson, una sonrisa genuina, de corazón, enloquecida.
Damon desliza sus brazos alrededor de mí, haciéndome saltar.

—Interesante elección de música —ronronea mientras me besa bajo la oreja—. Tu
cabello huele bien. —Acaricia mi cabello con la nariz e inhala profundamente.

El deseo se enrosca en mi vientre. No. Me encojo fuera de su abrazo.

—Aún sigo enojada contigo.
Frunce el ceño.
                                                          
28 Crazy in love: Locamente enamorada, primer sencillo del álbum Dangerously in love de Beyoncé,
lanzado en el 2003. 


 —¿Por cuánto tiempo vas a seguir con esto? —pregunta, arrastrando una mano a
través de su cabello.

Me encojo de hombros. 

—Al menos hasta que hayamos comido.

Sus labios tiemblan con diversión. Girándose, toma el control remoto del
mostrador y apaga la música.

—¿Lo pusiste en tu iPod? —pregunto.

Sacude su cabeza, su expresión sombría, y sé que fue ella… la chica fantasma.

—¿No piensas que estaba tratando de decirte algo en ese entonces?

—Bien, en retrospectiva, probablemente —dice quedamente.

QED29 Sin empatía. Mi subconsciente cruza sus brazos y suena sus labios con
disgusto.

Me sonríe y se dirige a la conexión del iPod mientras regreso a batir.
Momentos después la voz celestial, dulce, llena de alma de Nina Simone llena la
habitación. Es una de las favoritas de Matt: I put a Spell on you30
Me sonrojo, girándome para mirar a Damon. ¿Qué está tratando de decirme? Él
ha puesto un hechizo en mí hace tiempo. Oh Dios… su mirada ha cambiado, la
ligereza se ha ido, sus ojos se oscurecen, intensos.

Lo miro, cautivada mientras lentamente, como el depredador que es, me acecha al
ritmo del lento, sensual latido de la música. Está descalzo, vistiendo solo una
camisa blanca fuera del pantalón, jeans y una mirada ardiente.
Nina canta, Tú eres mío mientras Damon me alcanza, su intención clara.

—Damon, por favor —susurro, la batidora quitada de mi mano.
                                                          
29 QED: quod erat demonstrandum: Del latín “Lo que queda demostrado”
30 I put a spell on you: He puesto un hechizo en ti.


—¿Por favor qué?

—No hagas esto.

—¿Hacer qué?

—Esto.

Se para frente a mí, mirándome hacia abajo.

—¿Estás segura? —Exhala y se estira, toma la batidora de mi mano y la coloca de
regreso en el recipiente con los huevos. Mi corazón está en mi boca. No quiero esto

—Sí lo quiero— malamente.

Es tan frustrante. Es tan caliente y deseable. Arranco mi mirada de su mirada
hechizante.

—Te deseo, Elena —murmura—. Amo y odio, y amo discutir contigo. Es tan
nuevo. Necesito saber que estamos bien. Es la única manera que conozco.

—Mis sentimientos por ti no han cambiado —susurro.

Su proximidad es sobrecogedora, estimulante. La familiar atracción está ahí, todas
mis sinapsis incitándome hacia él, mi Diosa interior está en su modo más
libidinoso. Mirando al parche de vello en la V de su camisa, muerdo mi labio, en
busca de ayuda, llevada por el deseo… Quiero probarlo ahí.

Está tan cerca, pero no me toca. Su calor calentando mi piel.

—No voy a tocarte hasta que digas que sí —dice suavemente—. Pero justo ahora,
después de esta mañana realmente de mierda, quiero enterrarme en ti y
simplemente olvidar todo excepto a nosotros.

Oh mi… Nosotros. Una mágica combinación, un pequeño pero potente pronombre
que cierra el trato. Levanto la cabeza para mirar su hermoso y a la vez serio rostro.

—Voy a tocar tu rostro —digo en voz baja, y veo su sorpresa reflejada brevemente
en sus ojos antes de registrar su aceptación.


Levantando mi mano, acaricio su mejilla, y paso mis uñas alrededor de su barba.
Cierra sus ojos y exhala, inclinando su rostro en mi toque.
Se inclina lentamente, y mis labios automáticamente se alzan para encontrar los
suyos. Se cierne sobre mí.

—¿Sí o no, Elena? —susurra.

—Sí.

Su boca suavemente se cierra sobre la mía, persuadiendo, coaccionando a mis
labios a abrirse mientras sus brazos se pliegan a mi alrededor, jalándome hacia él.
Su mano se mueve hacia arriba por mi espalda, sus dedos enredándose en el
cabello de la parte de atrás de mi cabeza y tirando suavemente, mientras su otra
mano aplasta mi trasero, forzándome contra él. Gimo suavemente.

—Sr. Salvatore. —Niklaus tose, y Damon me suelta inmediatamente.

—Niklaus —dice, su voz frígida.

Me giro para ver a un incómodo Niklaus parado en el umbral de la sala principal.
Damon y Niklaus se miran el uno al otro, una comunicación sin palabras pasa
entre ellos.

—Mi estudio —chasquea Damon, y Niklaus camina rápidamente por la sala.

—Revisión de rutina —me susurra Damon antes de seguir a Niklaus fuera de la
habitación.

Tomo una profunda, calmante respiración. Santo infierno. ¿No puedo resistirme a
él por un minuto? Sacudo mi cabeza, disgustada conmigo misma, agradecida por
la interrupción de Niklaus, a pesar de que es vergonzoso.
Me pregunto lo que Niklaus ha tenido que interrumpir en el pasado. ¿Qué ha visto?

No quiero pensar en eso. Almuerzo. Haré el almuerzo. Me ocuparé a mí misma
cortando patatas. ¿Qué querría Niklaus? Mi mente corre; ¿es acerca de Leila?
Diez minutos después, emergen, justo cuando la tortilla está lista. Damon luce
preocupado mientras me mira.


 —Les informaré en diez —dice a Niklaus.

—Estaré listo —responde Niklaus y deja el gran salón.

Saco dos platos calientes y los coloco en la isla de la cocina.

—¿Almuerzo?

—Por favor —dice Damon mientras se posa en uno de los taburetes de la barra.

Ahora está mirándome cuidadosamente.

—¿Problema?

—No.

Frunzo el ceño. No me está diciendo. Sirvo el almuerzo y me siendo a su lado,
resignada a quedarme en la oscuridad.

—Está bueno —murmura Damon apreciativamente mientras toma un bocado—. 
¿Te gustaría una copa de vino?

—No, gracias. —Necesito mantener la cabeza clara alrededor tuyo, Salvatore.
Sabe bien, aunque creo que no tengo tanta hambre. Pero como, sabiendo que
Damon me molestará si no lo hago. Eventualmente Damon rompe nuestro
melancólico silencio y enciende la pieza clásica que escuché antes.

—¿Qué es? —pregunto.

—Canteloube, Songs of the Auvergne31 . Esta se llama Bailero32.

—Es hermosa. ¿Qué idioma es?

—Está en francés antiguo; occitano, de hecho.
                                                           
31 Chants d'Auvergne (French pronunciation: [ʃɑ dovɛːʁɲ]; English: Songs from the Auvergne) es
una colección de canciones folklóricas de Auvergne, una región de Francia cantada por la voz de
soprano y orquesta de Joseph Canteloube entre 1923 y 1930.
32 Bailero; pertenece a la serie 1 de los Chants d’ Auvergne.


—Hablas francés, ¿lo entiendes? —Recuerdos del impecable francés que habló en
la cena de sus padres viene a mi mente…

—Algunas palabras, sí. —Damon sonríe, visiblemente relajado—. Mi madre tenía
un mantra: Instrumento musical, lengua extranjera, arte marcial. Elliot habla
español, Mía y yo hablamos francés. Elliot toca la guitarra, yo toco el piano, y Mía
el Cello.

—Wow. ¿Y las artes marciales? 

—Elliot practica Judo. Mía plantó los pies a los doce y se negó. —Sonríe ante el
recuerdo.

—Desearía que mi madre hubiera sido tan organizada.

—La Dra. Grace es formidable cuando se trata de los logros de sus hijos.

—Debe estar muy complacida por ti. Yo lo estaría.

Un pensamiento oscuro destella por el rostro de Damon, y se ve
momentáneamente incómodo. Me mira con recelo como si estuviera en territorio
inexplorado.

—¿Has decidido qué vestirás esta tarde? ¿O necesito ir y escoger algo para ti?  —Su
tono es repentinamente brusco.

¡Whoa! Suena enojado. ¿Por qué? ¿Qué he dicho?

—Um… no aún. ¿Elegiste toda esa ropa?

—No, Elena, no lo hice. Le di una lista y tu talla a un asistente de compras en
Neiman Marcus33. Deberían quedarte. Sólo para que lo sepas, he ordenado
seguridad adicional para esta tarde y los siguientes días. Con Leila impredecible y
perdida, en algún lugar de las calles de Seattle, pienso que es una sabia precaución.

No quiero que salgas sin acompañamiento. ¿Está bien?
                                                           
33 Neiman Marcus, una lujosa tienda por departamentos, operada por Neiman Marcus Group en
los Estados Unidos.


Parpadeo ante él.

—Está bien. —Qué pasó con el Salvatore Debo-tenerte-ahora.

—Bien. Voy a informarles. No demoraré mucho.

—¿Están aquí?

—Sí.

¿Dónde?
Recogiendo su plato, Damon lo coloca en el fregadero y desaparece de la
habitación. ¿De qué infiernos se trata? Es como varias personas diferentes en un
solo cuerpo. ¿No es ese un síntoma de esquizofrenia? Debo Googlearlo.

Limpio los platos, lavándolos rápidamente, y me dirijo arriba hacia mi habitación
llevando el expediente ANASTASIA ROSE STEELE. De regreso en el vestidor. Saco
los tres vestidos largos de noche. Ahora, ¿Cuál?

*  *  *

Recostándome en la cama. Miro mi Mac, mi iPad y mi BlackBerry. Estoy abrumada
con la tecnología. Me dedico a trasferir la lista de reproducción de Damon del
iPad a la Mac y luego cargar Google para navegar por la red.

*  *  *

Estoy recostada a través de la cama mirando en mi Mac cuando Damon entra.
—¿Qué estás haciendo? —inquiere suavemente.


Entro en pánico brevemente, preguntándome si debo dejarlo ver el sitio web en el
que estoy: Desórdenes de personalidad múltiple: Los síntomas.
Acercándose a mí, ojea la página web con diversión.

—¿En este sitio por alguna razón? —pregunta con indiferencia.

El Damon brusco se ha ido; el juguetón Damon está de regreso. ¿Cómo
infiernos se supone que debo continuar con esto?

—Investigación. Sobre una dificultad personal. —Le doy mi más inexpresiva
mirada.

Sus labios tiemblan con una sonrisa reprimida.

—¿Una dificultad personal?

—Mi propio proyecto mascota.

—¿Ahora soy un proyecto mascota? Una línea alternativa. Un experimento de
ciencia, quizás. Cuando pensaba que lo era todo, señorita Gilbert, me hiere.

—¿Cómo sabes que eres tú?

—Descabellada suposición. —Sonríe.

—Es verdad que eres el único jodido, voluble, controlador que conozco,
íntimamente.

—Pensé que era la única persona que conocías íntimamente. —Arquea una ceja.

Me sonrojo.

—Sí. Eso también.

—¿Ya has sacado alguna conclusión?

Me giro y lo miro. Está tendido de lado, extendido, con la cabeza descansando en
su codo, su expresión suave, divertida.

—Pienso que necesitas terapia intensiva.
  

Se estira y gentilmente mete mi cabello detrás de mis orejas.

—Pienso que necesito de ti. Aquí. —Me alcanza un tubo de lápiz labial.

Le frunzo el ceño, perpleja. Es rojo ramera, no mi color del todo.

—¿Quieres que me ponga esto? —chillo.
Se ríe.

—No Elena, no a menos que quieras. No estoy seguro de que sea tu color       
—termina secamente.

Se sienta sobre la cama de piernas cruzadas y arrastra su camisa fuera sobre su
cabeza. Oh mi... 

—Me gusta tu idea del mapa de carreteras.

Me quedo mirándolo en blanco. ¿Mapa de carreteras?

—Las áreas de “no ir” —dice a modo de explicación.

—Oh. Estaba bromeando.

—Yo no,

—Quieres que dibuje sobre ti, ¿con lápiz de labios?

—Se lavará, eventualmente.

Significa que podré tocarlo libremente. Una pequeña sonrisa de asombro juega en
mis labios, y le sonrío.

—¿Qué te parece algo más permanente como un rotulador?

—Puedo tatuarme. —Sus ojos se iluminan con humor.
¿Damon Salvatore con un tatuaje? ¿Marcar ese hermoso cuerpo, cuando está marcado
de tantas maneras ya? ¡De ninguna manera!

—¡No al tatuaje! —Río para ocultar mi horror.


—Lápiz labial, entonces. —Sonríe.

Cerrando la Mac, la empujo a un lado. Esto puede ser divertido.

—Ven. —Me ofrece sus manos—. Siéntate sobre mí.

Me saco mis zapatillas, poniéndome en una posición sentada, y gateo hacia él. Se
acuesta sobre la cama pero mantiene las rodillas flexionadas.

—Apóyate contra mis piernas.

Trepo sobre él y me siento a horcajadas como me ha instruido. Sus ojos están
amplios y cautelosos. Pero también está divertido.

—Pareces… entusiasmada por esto —comenta secamente.

—Siempre estoy ansiosa de información, Sr. Salvatore, y hará que te relajes, porque
sabré dónde están los límites.
Sacude la cabeza, como si no pudiera creer que me dejará dibujar sobre todo su
cuerpo.

—Abre el lápiz labial —ordena.

Oh, está en su modo de jefe autoritario, pero no me preocupo.

—Dame tu mano.

Le doy mi otra mano.

—La que tiene el lápiz de labios. —Me rueda los ojos.

—¿Me estás rodando los ojos?

—Sip.

—Eso es muy rudo, Sr. Salvatore. Conozco algunas personas que se ponen
positivamente violentas ante una rodada de ojos.

—¿Las conoces? —Su tono es irónico.


Le doy mi mano con el lápiz labial, y repentinamente se sienta así que estamos
nariz con nariz.

—¿Lista? —pregunta en un bajo, suave murmullo que hace a todas las cosas
tensarse dentro de mí. Oh wow.

—Sí —susurro. Su proximidad es seductora, su tonificado cuerpo cerca, su olor a
Damon mesclado con mi gel corporal. Guía mi mano hacia arriba a la curva de su
hombro.

—Presiona —susurra, y mi boca se seca mientras baja mi mano directamente desde
lo alto de su hombro, alrededor de la órbita de su brazo, entonces hacia abajo por
el lado de su pecho. El lápiz labial deja una raya ancha de lívido rojo en su camino.
Se detiene en la parte inferior de su caja torácica. Entonces me dirige a través de su
estómago. Se tensa y se queda mirando, aparentemente impasible, en mis ojos.

Pero por debajo de su mirada cuidadosamente en blanco, veo su contención.
Su aversión se mantiene bajo estricto control, la línea de su mandíbula se tensa, y
hay tensión alrededor de sus ojos. A medio camino de su estómago murmura:

—Y arriba al otro lado. —Libera mi mano.

Imito la línea que he dibujado en su lado izquierdo. La confianza que me está
dando es embriagadora pero moderada por el hecho de que puedo contener su
dolor. Siete pequeñas cicatrices redondas marcan su pecho, y es el profundo oscuro
purgatorio ver esta horrible y malvada profanación de su hermoso cuerpo.
¿Quién podría hacerle eso a un niño?

—Ahí, hecho —susurro, conteniendo mi emoción.

—No, no lo has hecho —replica, y traza una línea con su largo dedo índice
alrededor de la base de su cuello. Sigo la línea de su dedo con una marca escarlata.

Terminando, miro en la profundidad gris de sus ojos.

—Ahora mi espalda —murmura. Cambia de posición, por lo que tengo que bajar
de él, entonces se gira sobre la cama y se sienta de piernas cruzadas de espaldas a
mí—. Sigue la línea de mi pecho, todo el camino alrededor al otro lado. —Su voz es
baja y ronca.

Hago como me ha dicho, hasta que una línea color carmesí atraviesa la mitad de su
espalda. Y mientras lo hago, cuento más cicatrices marcando su hermoso cuerpo.
Nueve en total.

Joder. Tengo que pelear contra la imperiosa necesidad de besar cada una y detengo
las lágrimas llenando mis ojos. ¿Qué clase de animal pudo hacer esto? Su cabeza
está abajo, y su cuerpo tenso mientras completo el circuito alrededor de su espalda.

—¿Alrededor de tu cuello, también? —susurro.
Asiente, y dibujo otra línea encontrando la primera alrededor de la base de su
cuello por debajo de su cabello.

—Terminado —murmuro, y parece como si vistiera un bizarro chaleco color piel
con un borde rojo ramera.

Sus hombros se desploman mientras se relaja, y se gira lentamente para encararme
una vez más.

—Esos son los límites —dice tranquilamente, sus ojos oscuros y sus pupilas
dilatadas… ¿por miedo? ¿Por lujuria? Me quiero lanzar contra él, pero me
contengo y lo miro con asombro.

—Puedo vivir con eso. Justo ahora quiero lanzarme sobre ti —susurro. 

Me da una sonrisa malvada y extiende sus manos en un gesto de súplica.

—Bien, señorita Gilbert. Soy todo suyo.
Chillo con alegría infantil y me catapulto a sus brazos, dejándolo plano. Se
retuerce, dejando escapar una risa de niño lleno de alivio de que la prueba haya
terminado. De alguna manera termino bajo él sobre la cama.

—Ahora, en lo que estábamos… —dice en voz baja y su boca reclama la mía una
vez más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...