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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

28 noviembre 2012

Recuérdame Capitulo 15


Capítulo Quince
Elena despertó al sentir unos cálidos besos en el hombro y unas posesivas manos que le acariciaban todo el cuerpo.
—Umm —murmuró estirándose perezosamente.



—Menos mal que te has despertado. Odio aprovecharme de una mujer dormida.
—Seguro que sí —ella rio.
—Tengo mucho por lo que compensarte —Damon deslizó los labios hasta un pecho.
—¿En serio?
Tras dibujar el contorno del pezón con la lengua, lo chupó delicadamente. Después levantó la vista y la miró con un gesto de arrepentimiento.
—Es evidente que, tratándose de ti, no tengo ningún control. Quería que fuera bueno. Quería que durara. No cuidé de ti. Supongo que se debe a mis modales de bastardo.
—De haber quedado más satisfecha —ella puso los ojos en blanco y le acarició la mejilla—, me habría muerto. Pero me gustó desquiciarte un poco.
—¿Un poco? —él arqueó una ceja—. No se acerca ni de lejos a lo que sentí. No recuerdo haber perdido así la cabeza con ninguna otra mujer. ¿Siempre fue así entre nosotros?
—No —susurró ella—. Así no.
—¿Mejor?
—Decididamente mejor.
—Ah, bueno. Empezaba a sentirme amenazado por un yo mismo al que no recuerdo.
Ambos estallaron en carcajadas. Era bueno poder bromear sobre un suceso que había alterado el curso de sus vidas.
—Tengo hambre.
—Yo también —Damon volvió a deslizar los labios hasta el pecho de Elena.
—¡Hambre de comida! —ella rio y le dio una palmada en el hombro—. ¿Qué hora es?
—Temprano —él se encogió de hombros—. Hemos dormido mucho. Me dejaste agotado.
—Pues comamos en la cama y luego…
—¿Y luego qué? —Damon arqueó una ceja y la miró perezosamente.
—Después tomaré postre —ella sonrió traviesa.
—En ese caso —él saltó de la cama apresuradamente—, quédate aquí. Volveré enseguida.
Elena se tapó con la manta y se acurrucó sobre la almohada, sonriendo mientras lo veía salir desnudo del dormitorio sin sentir el menor azoramiento. Que un hombre sintiera tal confianza resultaba muy sexy. Suspiró y sonrió adormilada.
Damon regresó quince minutos después con dos platos con sándwiches de queso a la plancha y dos vasos de la limonada.
Ella se sentó en la cama salivando ante el aroma del pan tostado y el queso fundido.
—Esto es perfecto.
—Me alegra que te guste. No se me ocurrió otra cosa que fuera más rápida de preparar —Damon se sentó en la cama con las piernas cruzadas delante de ella.
Comieron en silencio mientras se miraban fugazmente, desviando la mirada en cuanto sus ojos se encontraban. Ella estaba encandilada con ese aspecto desinhibido de Damon y, suponiendo que fuera posible, se sentía aún más enamorada de él.
Dejó medio sándwich intacto para beberse la limonada y luego esperó pacientemente a que él terminara de comer.
En lugar de permitirle retirar la bandeja, Elena lo agarró de las muñecas antes de darle un empujón a la bandeja, que aterrizó con gran estruendo en el suelo.
Después lo besó. Pero no fue un beso dulce y femenino, sino una versión traviesa que le enviaba el mensaje de que iba a divertirse con él.
—¡Madre mía! —gruñó él.
—Desde luego —ella lo empujó haciéndole caer de espaldas sobre el colchón.
Los ojos de Damon brillaban de excitación mientras ella se sentaba a horcajadas sobre él.
—Creo que ha llegado la hora del postre —sonrió Elena mientras envolvía la potente erección con una mano.
—Madre mía…
Ella se agachó y deslizó la lengua por el pene.
—Elena —susurró Damon arqueando la espalda y hundiendo los dedos en los negros rizos.
Ella le hizo sufrir, amando y lamiendo cada centímetro. Quería darle tanto placer como él le había dado a ella. Quería mostrarle su amor, su corazón.
Acomodada entre sus muslos y con los cabellos esparcidos sobre sus caderas continuó haciéndole el amor.
Damon emitía pequeños sonidos de apreciación y placer antes de empezar a bascular las caderas hacia arriba, buscando su boca. Al fin fue demasiado para poderlo soportar.
Le agarró los hombros y la obligó a erguirse.
Elena se deslizó hacia arriba hasta que la erección se apoyó contra su barriga y, delicadamente, tomó el miembro en una mano. Instintivamente, buscó su mirada. Damon tenía las manos extendidas hacia ella y cuando las aceptó, tiró de ella hacia arriba.
—Tómame —susurró—. Ayer te hice mía de nuevo. Ahora hazme tuyo.
La voz ronca y profunda resultaba de lo más seductora y ella sintió el cosquilleo de las llamas por toda su piel. Apoyándose en las manos de Damon, se irguió y al mismo tiempo que sus dedos se entrelazaban, símbolo de su unión, una de las manos se deslizó hacia abajo para colocarlo ante la puerta de entrada.
En cuanto empezó a hundirse, él volvió a entrelazar los dedos con los suyos empezando el delicado baile de la mujer que reclama a su hombre.
Era la primera vez que se atrevía a tomar la iniciativa en la relación. Siempre había sido Damon quien ostentaba el control y quien anteponía el placer de Elena al suyo propio. Aun así, prefería a ese hombre que la deseaba tan desesperadamente que se había vaciado antes que ella, que se había perdido en la pasión hasta no poder controlar su respuesta.
Damon le soltó las manos y le acarició las caderas antes cubrir los pechos con las manos ahuecadas, torturándola mientras ella se balanceaba sobre él.
Con los ojos brillantes y los labios firmemente apretados, volvió a deslizar la mano hacia abajo y hundió el pulgar entre ambos cuerpos para frotarle suavemente el clítoris.
Elena se retorció en espasmos mientras él aumentaba la intensidad de sus caricias y con la otra mano le pellizcaba los pezones hasta volverla loca.
Las tornas habían cambiado y, aunque era ella la que estaba encima y lo tomaba a su placer, las manos de Damon hacían magia localizando todos los puntos sensibles.
—Llega para mí, Elena —le suplicó—. Quiero sentir tu corazón mientras llegas.
Elena echó la cabeza atrás y se estremeció. Hundió las temblorosas rodillas en el colchón mientras la tensión se aglutinaba en su estómago y se extendía a los lugares que con tanta pericia le estaba acariciando. Y entonces estalló.
La fuerza del orgasmo fue desgarradora y le hizo caer hacia delante, donde él la aguardaba. Apoyó las manos contra el masculino torso, no queriendo parar hasta que él también se hubiera liberado.
Damon la sujetaba, acariciándole las manos mientras susurraba su nombre una y otra vez.
Elena oyó un gemido seguido de una exclamación de placer y supo que había sido ella, aunque sonaba tan distante que le parecía imposible ser la fuente de ese sonido.
Cuando ya se le acababan las fuerzas, él empezó a bascular las caderas hacia arriba, introduciéndose cada vez más en el tembloroso cuerpo.
Después la rodeó con sus brazos y tiró de ella hacia abajo hasta que no quedó ningún espacio entre ambos cuerpos. Y con una última embestida, se desmoronaron.
Elena era consciente de estar indecorosamente tumbada sobre el cuerpo de Damon, pero no tenía suficiente fuerza para preocuparse por ello.
—¿A que ha sido increíble? —Damon le acarició la espalda y le besó la frente.
—Sí —asintió ella.
—¿Qué acaba de pasar, Elena? Estoy seguro de que no ha sido sólo sexo. Ya he tenido sólo sexo anteriormente y esto ha sido distinto.
—No —susurró ella—. No ha sido sólo sexo.
—Entonces, ¿qué ha sido?
—Ha sido amor, Damon —ella lo miró a los ojos—. Te amo. Me amas. Me gustaría pensar que, aunque la mente no lo acepte, el corazón lo sabe.
—Lo que me aterra es que haya podido olvidar algo así. Nunca había amado a nadie.
—¿Nunca?
—De pequeño, amaba a mis padres —él sacudió la cabeza—. Y actualmente no los odio. Simplemente no pienso en ellos, del mismo modo que ellos no piensan en mí. Yo fui un estorbo para ellos y ellos no fueron más que las personas que me donaron su ADN. Sé que suena horrible, pero así fue. Hasta ahora, no había amado profundamente a nadie y cuando por fin lo hago, ¿qué sucede? ¡Que lo olvido!
—Quizás el hecho de enamorarte te resultó tan traumático que lo bloqueaste —bromeó ella.
—No puedo creer que bromees con estas cosas —Damon frunció el ceño.
—Bueno, o me río o lloro. Y llorar me da dolor de cabeza. Además, estoy convencida de que acabarás por recuperar la memoria. Creo que ya has empezado. No me tratas como a una extraña cuando debería serlo para ti. Si de verdad me consideraras una extraña, ¿estarías tumbado en mi cama compartiendo conmigo tus más íntimos secretos?
—Seguramente no —admitió él.
—Iremos paso a paso, Damon —Elena lo besó antes de descansar la cabeza sobre su hombro—. Esperemos que cada día nos acerque más al momento en que recuperarás la memoria.
—No creo merecer tu dulzura ni tu paciencia, pero estoy malditamente agradecido por ambas —Damon la abrazó con fuerza y la besó en la frente.

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