Capítulo
Cuando los
padres de Damon llegaron aquella tarde de su viaje se encontraron con la doble
noticia del accidente de su hijo y de que por fin había logrado sostenerse en
las barras paralelas.
Renata abrazó y besó a Damon con toda la exuberancia
italiana.
-Hijo mío, ¡tú consigues todo lo que te propones!
-No es que haya sido el logro del siglo -respondió
él mirando a Elena de lado por haberlo dicho.
-Está claro que dentro de muy poco tiempo volverás
a andar -dijo Elena.
-Por supuesto que sí -dijo Renata.
Comprensivo con el orgullo masculino de su hijo, Klaus
no dijo nada ante las buenas noticias de Elena.
-Mira como se impone ante él -comentó en su lugar-.
Nuestra Elena no es ninguna debilucha.
Los ojos marrones del padre de Damon le lanzaron un
guiño aprobador.
-Ay, ay, ay... Aún no me puedo creer que mi hijo
haya tenido el sentido común de casarse con nuestra chica -respondió Renata,
sentándose en el sofá al lado de su marido, frente a Damon.
Klaus, un hombre imponente, sólo un poco más bajo
que Damon, abrazó a la que era su mujer desde hacía más de treinta años.
-Tiene buen gusto como su padre.
Renata enrojeció y dio un golpecito a su marido en
la mano.
-¡Oh!.
La risa masculina de Stefan hizo que Elena se girara
hacia él justo cuando le hacía un guiño a su padre.
-Yo diría que el gusto de Damon ha mejorado mucho en
los últimos seis meses.
Klaus afirmó.
-Sí... su corazón está más vacío que mi cuenta corriente
después de que tu madre se fuera de compras en Corfú.
Todos rieron menos Damon.
-Quieres decir que no sé elegir a mis prometidas.
Stefan se encogió de hombros.
-Has mostrado mejor gusto eligiendo mujer, en mi
opinión.
-Podemos agradecerle a Dios que se diera cuenta a
tiempo -dijo Klaus con la falta de tacto que sólo se permite a un padre.
-¿O tal vez al conductor del coche? —preguntó Renata
con expresión pensativa.
Elena se sobresaltó y la expresión de desagrado de
Damon se hizo más evidente, pero Renata sacudió la cabeza con los ojos llenos
de cariño y sabiduría.
-Las cosas pasan siempre por un motivo. Damon se
curará, pero este accidente... ha impedido que cometiera un error con ese
matrimonio -su expresión se tornó en desagrado-. Esa chica sólo se preocupaba
por su ropa.
Elena miró a Damon, preocupada por su fría
expresión.
-Caroline es modelo, mamá, no bailarina de
strip-tease.
Elena se mordió un labio. Damon estaba defendiéndola
con demasiado fervor como para no seguir enamorado de ella. Intentó
convencerse a sí misma de que era sólo el orgullo y que le costaba admitir sus
errores, pero aun así aquello le dolía.
Renata arrugó los labios.
-En mi época, las chicas italianas decentes no se
desvestían delante de extraños ni se exhibían ante los demás casi desnudas.
¿Te imaginas a Elena haciendo algo así?
Damon la miró y ella apartó la mirada. Odiaba ser
comparada con Caroline.
-Soy demasiado bajita como para que me ofrezcan un
contrato como modelo -le dijo ella a Renata.
-No sé yo... Más bien creo que la lencería te sentaría
mejor que a Caroline y a todas esas modelos tan delgadas -dijo Stefan con un
tono realmente malvado-. Ya he visto lo bien que te sienta el bikini.
Entonces fue el turno de Renata de protestar.
-¡Stefan! ¡No es apropiado que hagas esos comentarios
acerca de tu cuñada!
Stefan se encogió de hombros.
-Si la he ofendido, lo siento -se giró hacia ella,
mirándola travieso-. ¿Te he ofendido, piccola mia?
Ella sacudió la cabeza, no sabiendo qué decir. Su
comentario la había avergonzado, pero no se había enfadado. Sabía que le
hablaba como a una hermana y así se lo tomó. Eran las bromas de un hermano
mayor.
-Me has ofendido a mí -declaró Damon fríamente.
-No puedes decirlo en serio -respondió Stefan-. Si
te hubieras casado con Caroline, habrías tenido que acostumbrarte a que ese
tipo de comentarios aparecieran en los periódicos, no sólo en palabras de tu
hermano.
¿Qué intentaba Stefan? ¿Quería que Damon perdiera
los nervios?
-Pero no me he casado con Caroline, ¿O sí? -preguntó
Damon, con voz peligrosamente suave.
-No, y damos gracias por ello -añadió Klaus, sin que
ello ayudara a suavizar la ira de su hijo mayor.
Aunque cambiaron de tema después de aquello, la hora
siguiente que pasaron poniendo al día a los padres de Damon acerca de todo lo
que había pasado resultó muy tensa para Elena. No podía olvidar cómo había
defendido Damon a Caroline.
Cuando la conversación se desvió al tema de los negocios,
las dos mujeres se excusaron y Renata pudo enseñarle a Elena todas las compras
que había hecho en el viaje.
Elena pasó las manos sobre una colcha bordada.
-¡Es preciosa! Debieron tardar un año en hacerlo -la
seda violeta estaba cubierta de lirios púrpura y hojas verdes entrelazadas
como una hiedra.
Renata sonrió, contenta con su compra.
—La mujer que la hizo me dijo que había tardado
meses en acabarla. Y esto hubiera sido un precioso velo de novia -dijo, sacando
una mantilla blanca comprada en la costa española.
Elena se sintió enrojecer ante la indirecta.
-En el registro... Los Salvatore no se casan en sitios
así, sin amigos ni sacerdote que bendiga la unión, ni regalos... -Renata le
colocó la mantilla sobre el pelo castaño y admiró el resultado— Sí, así es como
tenías que haber estado el día de tu boda.
-Damon no quiso exponerse a las miradas curiosas de
los invitados estando obligado a utilizar la silla de ruedas.
-Entonces tendría que haber esperado... casarse sin
sus padres...-sacudió la cabeza en gesto de reprobación. Elena no dijo nada-
Tenemos que planear una boda de verdad para cuando recupere la movilidad.
Elena dejó escapar un sonido que podía ser interpretado
como un asentimiento y Renata pronto se perdió en un mar de planes de boda a
la italiana con todas las tradiciones y una bendición religiosa formal.
Dejó a Elena diciéndole que tenía que hacer listas y
pensar muchas cosas, y ella no tuvo tiempo de replicar que, como novia, tenía
que tener algo que decir en todo aquello. Si su madre hubiera estado viva,
habría hecho lo mismo que ella, sólo que hubiera llamado a Renata para pedirle
consejo.
Elena fue a la biblioteca e intentó olvidarse de
todo leyendo un rato, pero lo que había pasado por la tarde no la dejaba
tranquila. Aunque estaba muy aliviada de que los padres de Damon aprobaran su
boda, le preocupaba que su claro desprecio hacia Caroline causara problemas a
Damon.
Sus temores se justificaron más tarde, cuando Damon
y ella se cambiaron para bajar a cenar. Ella se cambió en el baño y se puso un
vestido de seda marrón oscuro con un colgante y pendientes a juego en forma de
rosa que había heredado de su madre. Se había dejado el pelo suelto,
recogiéndose sólo una parte con un clip dorado.
Los ojos de Damon llamearon al verla y después se
tornaron heladores.
-¿Quieres avivar la imagen que mis padres tienen de
ti de una mujer inocente, cara! -dijo con un sarcasmo letal en la voz, y el
apelativo cariñoso sonó a insulto esa vez.
Ella echó una mirada a su vestido. No era muy distinto
de los otros trajes que se había puesto para cenar los días anteriores.
-No sé a qué te refieres.
Sus cejas oscuras se arquearon sorprendidas.
-¿Ah, no?
-No -respondió ella apretando los puños.
-Caroline se quejó de cómo Stefan y tú la hacíais
sentir mal cada vez que iba al hospital, y yo no le hice
caso, pero después de lo que mis
padres y Stefan dijeron ayer, me pregunto si ella vio las cosas con más claridad
que yo.
Elena recordó las acusaciones. Se había sentido
aliviada cuando Damon no se tomó en serio aquellas mentiras, pero le molestó
terriblemente que volvieran a resurgir ahora, cuando ya había suficientes
asuntos dolorosos en su matrimonio. Por la expresión de su cara, Damon no iba
a creerla fácilmente, pero tenía que intentarlo.
-Tal vez tu hermano no la aprecie, pero eso no significa
que no la tratara con amabilidad mientras era tu prometida. Te respeta
demasiado para hacer lo contrario.
-¿Eso crees? —Damon había avanzado hasta ponerse
sólo a un paso de ella.
-Lo sé. Yo estaba allí, ¿no te acuerdas? -respondió
ella, nerviosa por su cercanía.
-Sí, estabas allí, pero si ayudaste a mi hermano a
quitarle a mi prometida su sitio a mi lado, no me lo dirás, ¿no?
La furia la inundó. ¿Cómo podía cuestionar su integridad?
Caroline era peor que un dolor y Elena se negó a entrar en su juego.
-Yo no le quité nada a nadie, porque ella no estaba
allí en primer lugar. Cuando yo llegué al hospital, tu prometida -y recalcó
bien esta palabra- no estaba disponible. Se había marchado mientras tú estabas
en coma a pesar de que los médicos le habían dicho que tener a las personas
queridas cerca podía hacer que recuperaras la consciencia. Si no me crees,
pregúntale a Stefan.
-Mi hermano ha dejado claras sus preferencias.
-¿Estás diciendo que te mentiría?
-¿Por ti? Tal vez.
-Eso es ridículo.
-¿Sí? Mi hermano no oculta su admiración por ti.
Ella lo miró a los ojos y allí vio ira y algo más.
-Estás celoso -dijo, sorprendida.
El señaló la silla y la miró:
-¿Es eso tan sorprendente?
Pues sí, lo era.
-No me casé con Stefan -nunca lo había deseado. Sólo
a Damon.
-Y a pesar de todo, encuentras agradables sus cumplidos
sobre tu cuerpo en traje de baño.
-¿Acaso tenía que haberme ofendido?
La respuesta era obvia.
-No debes desear la admiración de otro hombre que no
sea yo.
-No deseo su admiración, pero eso no significa que
si alguien me dice algo bonito le mande callar. Él es mi hermano ahora.
-Y yo soy tu marido.
¿Cómo había empezado aquella tonta discusión?
-¿De verdad crees que aparté a Caroline de ti para
tenerte sólo para mí?
Sus sensuales labios hicieron una mueca.
-No. Lo dije porque estaba enfadado.
Ella recordó otro ataque de celos y sonrió.
-Estabas celoso.
Él suspiró y admitió entre dientes:
-Sí.
Ella sonrió e hizo algo que nunca había hecho. Se
sentó de golpe en su regazo y lo abrazó para besarlo en la barbilla y recostar
su cabeza sobre su pecho.
-No lo estés. No tienes ningún motivo.
Sus brazos la rodearon en un abrazo tan fuerte, que
casi resultaba doloroso. Luego aflojó un poco la presión, pero siguió
abrazándola y frotando su mejilla contra su pelo.
-Cara.
Así permanecieron durante varios minutos antes de
bajar a cenar.
Damon entró en la habitación después de responder a
unas llamadas internacionales y encontró a su esposa durmiendo con las manos
bajo la mejilla como una niña pequeña. Aún no se había recuperado del gesto tan
espontáneo de sentarse en su regazo porque había significado mucho para él. Se
había sentido como si tuviese el mundo entero entre sus brazos, pero el
sentimiento no había sido del todo placentero por la falta de independencia
emocional que implicaba. Eso nunca le había pasado antes, y desde luego, no con
Caroline.
Se metió en la cama. Su movilidad había mejorado
mucho en la última semana, pero aún no podía andar y las cosas que había
considerado evidentes ahora se revelaban como acciones imposibles. En ese
momento habría deseado atraer a Elena a sus brazos. Por fin lo consiguió,
después de muchos esfuerzos.
Pero merecía la pena con tal de sentir su cuerpecito
acurrucado contra él, tan confiada. Inmediatamente se abrazó a él, como si
hubieran dormido juntos durante años, y no sólo una noche. Tal vez ella lo
hubiera soñado, como había hecho él...
Hizo un gesto de desagrado al recordar su enfado
unas pocas horas atrás. Acababa de descubrir que los celos, que nunca había
sentido con Caroline, podían ser un infierno. Nunca le había importado lo que
llevara, Stefan tenía razón, pero el pensar en cincuenta hombres mirando a
Elena de ese modo lo enfurecía. Le diría a su madre que le buscara un bañador
de una pieza, pero lograr que su independiente esposa se lo pusiera sería otro
asunto. Ella tenía un fondo tradicional italiano, pero también era muy liberal
en su modo de pensar y en sus actos.
Su manita estaba colocada contra el pecho de él, y
una de sus piernas se insinuaba por
encima de su muslo. Él podía sentir la sensación del peso, pero tenía que
tocarla con la mano para sentir la suavidad de su piel. Era algo enloquecedor.
¿Cuándo volvería a estar completo?
Colocó una mano posesivamente sobre su trasero,
manteniéndola contra él de un modo que hubiera debido causar alguna reacción
en su anatomía masculina, pero no lo hizo. ¿Volvería a sentirlo cuando
recuperara la movilidad?
El sabor metálico del miedo invadió su boca. Ningún
hombre quería ser medio hombre. No dejaría que Elena lo tocase para que no
descubriese su falta de virilidad, aunque anhelaba dejar que esas manos
recorrieran su cuerpo de un modo que no había deseado con Caroline ni con
ninguna otra mujer.
Una cosa era cierta: no la dejaría marchar.
Elena se despertó por la mañana abrazada a una
almohada impregnada de la esencia del Damon. Tenía la vaga impresión de que la
habían abrazado durante la noche. ¿Habría sido un sueño?
Damon era la única persona sentada a la mesa del desayuno
cuando ella bajo y se sentó frente a él.
-¿Dónde está todo el mundo?
-Mis padres están durmiendo y Stefan está en una
reunión en representación del banco.
-Está bien tener a tus padres en casa -dijo ella sonriendo.
Su expresión de aprobación le hizo sentir un calor
agradable por dentro.
-Están encantados de tener una nueva hija.
-A Renata no le gusta cómo celebramos nuestra boda
-sonrió Elena, traviesa-. Tu madre quiere que nos casemos por la iglesia. Creo
que Stefan tenía razón en lo de utilizarlo como excusa para tener una boda
por todo lo alto.
-A ella le gustaría mucho. ¿Te importa, cara? -su
sonría la hacía derretirse como un bombón al sol.
-No. Cuando empezó a hacer planes ayer, me hizo
pensar en qué haría mi madre si estuviera viva. Me sentí bien.
-Le dejaremos que haga las cosas a su manera.
Ella asintió y empezó a comer la fruta que acababa
de servirse.
Damon miró el reloj.
-Date prisa con el desayuno, tenemos una cita dentro
de una hora.
-¿Una cita?
-Sí, con un especialista en fecundación artificial
-dijo él sin darle importancia.
-¿Por qué? -le faltaban sólo semanas si no días para
andar... ¿por qué pasar por un proceso de fecundación asistida entonces?
-Para que podamos empezar el proceso y puedas
quedarte embarazada -dijo, como si le hablara a un niño pequeño.
-Pero...
-¿Acaso esperabas que olvidara esa parte del trato?
A veces se ponía paranoico.
-No. Quiero tener un hijo tuyo.
-Entonces acábate el desayuno para que podamos
ponernos en camino.
-Pero estás a punto de andar -dijo ella.
Una sombra cruzó sus ojos plateados, pero desapareció
enseguida.
-No hay garantías de eso, y quiero iniciar mi familia
enseguida.
El bebé sería otro lazo entre ellos, algo sobre lo
que construir su relación emocional.
-De acuerdo.
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