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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


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10 marzo 2013

Mentiras Capitulo 14


Capítulo 14
Elena tragó  saliva y entró en el restaurante conteniendo el aliento. Damon habló  con un camarero que los acompañó a una mesa en la parte  de atrás.

Llegaron y su prometido sonrió  al ver que Stefan ya estaba  allí, sentado al lado  de una  mujer  que  no podía  ser otra  que  su esposa,  Katrina. También estaban  la madre de Damon, Tyler y Cameron. Se le aceleró el pulso al verlos allí juntos.


Se quedó al lado  de Damon mientras éste los saludaba a todos.

–Por supuesto, todos  recordáis a Elena y no hace falta que  os la presente –anunció Damon entonces–. Bueno,  todos menos  tú, Katrina.

Damon se giró para mirarla.

–Elena, te presento a Katrina de Luca, la esposa de Stefan. Katrina, quiero que conozcas a mi prometida, Elena Gilbert.

Todos  se quedaron en silencio  al oír las palabras de Damon. Su madre ni siquiera  intentó esconder el terror  que le había  producido tal declaración.

Incluso Katrina, que  no  la conocía, parecía muy sorprendida mientras se levantaba para  saludarla. Fue entonces cuando vio que  ella también estaba embarazada.

 –Encantada de  conocerte –le dijo  Katrina con una sonrisa algo forzada.
Le parecía increíble que incluso  esa mujer  supiera lo suficiente sobre  ella como  para  juzgarla  y tratarla con frialdad.

Elena sonrió algo nerviosa y dejó que Damon la guiara hasta una  silla. Se dio cuenta de que iba a ser una noche muy larga.

–¿Cómo estás, Elena? –le preguntó Tyler  con educación.
Estaba  sentado a su lado  y supuso  que  se había visto obligado a dirigirle la palabra.

–Estoy bien  –susurró ella–. Algo nerviosa  –reconoció.

A Tyler pareció sorprenderle su honestidad. Damon comenzó a charlar animadamente con  sus amigos  y con su madre. Ella se quedó callada  observando  al resto  de la gente.  Nadie  trató  de incluirla en la conversación. Y, una  vez, cuando se aventuró a hacer  un comentario, todos se quedaron en silencio y decidió no volver a hacerlo.

La soportaban porque querían a Damon, pero  sentía que la observaban con desdén.
Fue un alivio que les sirvieran por fin la comida  y tener así al menos  algo en lo que concentrarse. Nunca se había  sentido tan fuera de lugar. Era una de las peores noches de su vida y estaba deseando poder salir de allí con Damon.

La comida  no le sabía a nada,  tenía un nudo en el estómago y, después de varios intentos, se dio cuenta de que era mejor no comer. Se limitó a tomar sorbos de agua  y a imaginar que  seguía  en la playa con  él, bailando sobre la arena y a la luz de la luna.

Iba a tener que  vivir con  gente  que  la juzgaba, como los que la rodeaban esa noche en el restaurante. Además, iba a casarse con  un  hombre que  la había perdonado por un error que ella nunca cometió.
No entendía por  qué  estaba  soportando todo aquello.

Estaba lista para  dar por  terminada esa situación cuando levantó  los ojos y vio que  se les acercaba Jamie.  Fue directamente a darle  un beso a su madre. Después,  los miró a Damon y a ella.
No pudo evitar sentir  un sudor  frío en la espalda al verlo allí. Notó  que  Damon también estaba  en  tensión.

Se quedaron en silencio, era como si todo  el mundo estuviera  pendiente de ella para  ver cómo  reaccionaba. Le dolían la cabeza y el estómago. Nunca  se había  sentido tan humillada.

–Siento  llegar  tarde  –les dijo Jamie–.  Había  muchísimo  tráfico.

Se sentó al lado de su madre. Elena no podía  creerlo. No podía  siquiera mirar  a Damon. No entendía cómo podía  haberle hecho algo así. Estaba convencida de que  él no lo había  invitado,  pero  creía  que  al menos  debería haberle dejado muy claro  a los demás que Jamie  no era bienvenido.

Sabía que  todos  la observaban, pero  se negaba a mirarlos. No quería darles la satisfacción  de verla tan dolida.  Tenía  la vista clavada en  Jamie  y en  su madre.


Estaba harta  de que todos la miraran por encima del hombro. Se puso en pie. Ya no le importaba que no la aceptaran, ella tampoco los aceptaba a ellos.

–Estoy cansada  de todo  esto –dijo mientras miraba a todos  los comensales–. No soporto vuestras miradas  de desdén. Me habéis  juzgado  y creéis que  no soy suficientemente buena. ¡Podéis  iros todos  al infierno!

Después,  concentró toda su atención en Jamie.

–¡Maldito  canalla!  No quiero verte nunca cerca de mí ni de mi hijo.

Vio que Damon comenzaba levantarse, pero  le hizo un gesto para que volviera a sentarse.

–No, por  favor, quédate. Sé que  no  querrás decepcionar a tu familia  ni a tus amigos  –le dijo con amargura.

Y, antes  de que Damon pudiera reaccionar, se alejó de ellos.
Salió a la calle. Hacía mucho frío, ni siquiera se había molestado en recoger su abrigo.  Estaba  helada, pero  era casi agradable sentir el gélido aire la cara.

Lo primero que  pensó  Damon fue en salir corriendo tras Elena, pero  estaba  demasiado furioso  y tenía que dejar  las cosas muy claras antes  de irse. No pensaba permitir que  nadie  tratara mal a Elena ni le hiciera sentirse  humillada. Se puso de pie y miró  amenazadoramente a su hermano.

–¿Qué es lo que ha pasado  aquí? –preguntó furioso mientras miraba también a su madre.
 Jamie  parecía algo confuso  y vio que palidecía.

–No te enfades con él, Damon. Fui yo quien lo invitó –le dijo su madre–. Si insistes en  volver con  esa mujer,  pensé  que estaría  bien que volviéramos a vernos todos juntos. ¿O es que pensabas dar de lado a tu familia? ¿No crees  que  esa mujer  ya nos a causado demasiado dolor?

Damon maldijo  entre dientes y su madre no  pudo evitar hacer  una mueca  de sorpresa al oírlo.

–¿No le habéis  hecho ya demasiado daño?  –contrarrestó él–. Estoy harto. Ya no  aguanto más. No pienso  permitir que  volváis a humillarla de esa manera  ni qué tratéis  de separarnos.
Después,  miró a sus amigos.

–Stefan, Katrina, ha sido un  placer  veros de nuevo. Espero que tengamos ocasión  de volver a hacerlo antes de que os vayáis de la ciudad.

Se despidió también de Tyler y de Cameron, los dos parecían muy incómodos.

–Lo siento mucho –murmuró Tyler.
Sin decir nada  más, se alejó de allí. Tenía  que encontrar a Elena. Pensaba  llevarla a casa, disculparse y prometerle que nunca le haría  pasar por nada  parecido.

Salió deprisa, rezando para que estuviera a salvo y fuera  de vuelta a casa. Tenía  un nudo en el estómago y temía  que Elena se hubiera hartado tanto  como para no querer volver con él.
Detuvo  un  taxi y le dio  su dirección. Se le hizo eterno el trayecto  hasta  su casa, rezando para  que ella estuviera  allí cuando llegara.
 Cuando el taxi se detuvo frente a su edificio, salió corriendo.

–¿Ha visto a la señorita Gilbert? –le preguntó al portero.

–Sí, señor.  Entró  hace unos minutos.

Fue entonces cuando pudo por  fin respirar. Corrió hasta el ascensor y, poco  después, entraba en su piso.

–¿Elena? Elena, cariño, ¿dónde estás?

Fue directo al dormitorio y la encontró sentada en la cama. Estaba muy pálida y tenía un gesto de dolor en la cara. Vio que había  estado  llorando.

–Pensé  que  iba a poder hacerlo –le dijo Elena–. Creí que iba a ser capaz de olvidar el pasado  y aceptar  que  otras  personas pensaran lo peor  de mí. Lo que  más me importaba era  que  nosotros estuviéramos bien, pero  me equivoqué.

–Elena…

Lo miró  y él no dijo nada  más. Se sentía  muy impotente.

–Esta noche, soporté durante demasiado tiempo que  tus amigos  y tu madre me miraran con  desprecio mientras te dedicaban a ti gestos compasivos. Les cuesta creer  que hayas querido volver conmigo. Después  de todo,  soy la mujerzuela que  te traicionó de la peor  manera posible.  Fue entonces cuando me di cuenta de que  no me merecía eso. Nunca  me lo he merecido. Y esta tarde, antes  de que nos fuéramos a la cena,  me perdonaste. Me dijiste que ya no importaba lo que había  hecho en el pasado  porque me habías perdonado y querías mirar  hacia el futuro.

 El dolor  de sus ojos se había  transformado en ira. Vio que  apretaba los puños y las lágrimas  comenzaron a rodar por sus mejillas.

–Yo, en cambio,  no te perdono. Y tampoco puedo olvidar que me traicionaste.
Sus palabras  lo confundieron aún más. instintivamente, dio un paso atrás.

–¿Que no me perdonas?

–Aquel día, te dije la verdad  –susurró ella con  la voz rota  por  las lágrimas–.  Te pedí  que me creyeras. Me puse  de rodillas  y te lo supliqué. Y, ¿qué  hiciste tú? Me diste un cheque y me echaste  de tu lado. Tu hermano me  atacó,  trató  de  violarme.  Yo no  hice nada  para  incitarlo. Tuve moretones en  mi cuerpo durante dos semanas  después de que me atacara. Estaba  tan  atónita por  lo que  había  hecho Jamie  que no podía  pensar en nada,  sólo en encontrarte cuanto antes  para  poder sentirme a salvo. Sabía que  tú arreglarías las cosas y me protegerías. Estaba segura de que ibas a cuidar  de mí. Era lo único  que tenía  en mente, llegar  cuanto antes  a tu lado.  Y, cuando lo hice,  ni siquiera  podías  soportar mirarme a la cara.

Cada vez era más grande el nudo que tenía  en el estómago. Le costaba respirar.

–No quisiste  escucharme –susurró ella mientras lloraba–.  Ya te habías  hecho una  idea  de lo que  había ocurrido y no me escuchabas.

Tragó saliva y se acercó  a ella. Le preocupaba verla tan  alterada y trató  de hacer  que  se sentara en la cama. Pero Elena no permitió que la tocara.  Le dio la espalda  y vio que le temblaba todo  el cuerpo.

 –Estoy escuchándote ahora, Elena –le dijo  él–. Cuéntame lo que pasó. Te creo, lo juro.
Pero  no  hacía  falta que  se lo dijera,  ya lo sabía. No había  dejado de pensar en aquel  fatídico  día y se había  negado a entender lo que  de  verdad  había ocurrido.
Estaba furioso.

Su hermano lo había  engañado, había  enmarañado la verdad  para conseguir que lo creyera a él.

–Ya no  importa si me crees  o no  –susurró Elena mientras giraba  para  mirarlo–. Deberías haberme creído cuando de verdad  importaba. Intentó violarme, me atacó,  me hizo daño…  Cuando traté  de defenderme y le dije que te lo iba a contar todo,  Jamie se río de mí. Me dijo que iba a asegurarse de que tú nunca me creyeras  –agregó  ella–. Yo le dije que  se equivocaba. Le recordé que me amabas  y que ibas a hacerle pagar  por lo que me había  hecho…

Elena no  pudo seguir  hablando, las lágrimas  la ahogaban.
«Dios mío,  ¿cómo  pudo pasar  algo así?», pensó desesperado.
Recordó la llamada  de su hermano. Al principio, le había  costado  creerlo. Pero  después, Elena llegó muy alterada a la oficina y le dijo exactamente lo que Jamie  le había  advertido que  iba a contarle. Estaba horrorizado, no podía  asimilarlo.

–¿Lo hizo? –preguntó él con  un  nudo en  la garganta–.  ¿Te violó?

Volvió a echarse llorar  y se cubrió la cara con las manos.  Quería abrazarla

 –Si hubieras visto lo contenta que estaba  ese día. Acababa  de descubrir esa mañana que estaba  embarazada.  Estaba tan feliz.

No pudo terminar la frase, las lágrimas  no  se lo permitieron.

–Elena, no sabes cuánto lo siento. Pensé que… ¡Se trataba de mi hermano! Nunca  pensé  que  pudiera llegar  a hacer  algo así. Creí  que  te apreciaba y me dio la impresión de que os llevabais bien. ¿Cómo iba a creer  que Jamie  pudiera hacer  algo tan despreciable?

–Pero  no  te costó  creer  que  pudiera hacerlo yo–le dijo Elena con tristeza en los ojos.
No podía  respirar, se sentía  desesperado y muy impotente. No sabía qué  hacer.  Elena tenía  razones para odiarlo.

Vio que se llevaba las manos  a la cabeza y se frotaba las sienes. Después,  se balanceó como si estuviera a punto de perder el equilibrio.

–¡Elena! –exclamó mientras iba hacia ella. Pero no permitió que la tocara.

–Apártate de mí.

–Elena, por favor.

Fue entonces él quien le rogaba.  Y no le importó. Estaba dispuesto a hacer  lo que fuera  necesario para arreglar las cosas.

–Te quiero. Nunca  dejé  de quererte –le confesó entonces él.
Elena lo miró  con gran  pesar  y sin poder dejar  de llorar.

–El amor  no  debería provocar tanto  dolor. Eso no  es amor.  El amor  es confiar  plenamente en  el otro  –repuso ella.

Estaba  deseando poder abrazarla y ofrecerle el consuelo que  le había  negado meses antes,  cuando ella más lo necesitaba.

Elena trató  de salir del dormitorio. La agarró por el codo para evitarlo, no podía  soportar que se alejara de él.

–Por favor, no te vayas.

–¿Es que no te das cuenta de que nunca vamos a poder estar juntos,  Damon? –le preguntó Elena con dolor en la mirada–. No confías en mí. Tu familia y tus amigos  me odian.  ¿Qué tipo  de vida me espera?  Me merezco algo mejor.  Algunos obstáculos son imposibles de superar.
Cerró  un  instante los ojos con  gesto  de  dolor. Volvió a balancearse y tuvo que agarrarse a la cómoda.

–Elena, ¿qué te pasa? –le preguntó muy preocupado

Ella se frotó  la frente y abrió  los ojos, pero  tenía la mirada perdida.

–Mi cabeza… –gimió ella con un hilo de voz.
Se dio cuenta de que estaba muy mal. No era solo el disgusto  que  se había  llevado  esa noche, había algo más.

Se asustó al ver lo pálida que estaba. Antes de que él pudiera reaccionar, se le doblaron las piernas y cayó al suelo.

2 comentarios:

  1. diooos por fin se dio cuenta de la verdad¡ ya le toca a daimon sufrir un poquito jaja¡ gracias por el capitulo y espero con ganas el próximo y ver que es lo que pasara ahora¡ ^^

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  2. Chachan chachan qué pasará? tranquila todo tiene arreglo jaja,gracias por comentar

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