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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

07 diciembre 2012

Recuérdame Capitulo 19


Capítulo 19
—Ya era hora de que viéramos aparecer tu culo por aquí —saludó secamente Cam, que aguardaba a Damon en el aeropuerto de La Guardia—. Stefan lleva enfadado desde que te marchaste y la interrupción de las obras no hizo más que empeorarlo todo. Y Forbes le tiene de los nervios con todo ese asunto de casarlo con su hija. Klaus ha estado obsesionado con informes de investigadores privados. Nadie tiene la cabeza en su sitio. Salvo yo. Está claro que en cuanto aparece una mujer sucede un desastre.

—¿Cam? —preguntó Damon con cautela mientras abría la puerta del acompañante.

—¿Qué? —Cam lo miró antes de sentarse al volante.


—Cierra el pico.

Cam siguió gruñendo sobre amigos de los que no te puedes fiar y de cómo nunca más iba a mezclar negocios y amistad.

—Bueno, ¿y qué demonios está pasando, Damon? Stefan dice que te has echado atrás.

—No me he echado atrás —gruñó él—, pero pienso que hay otras maneras de sacar adelante este negocio sin implicar a la propiedad de la isla Moon.

Cam soltó otro juramento. El tráfico se complicó y, sumido en un profundo silencio, esquivó coches con gran pericia mientras Damon se sujetaba con todas sus fuerzas.

—¿Y sigues sin recordar nada? —preguntó Cam tras superar lo peor del atasco.

—No. Nada.

—¿Y aun así la crees? ¿Has empezado ya con las pruebas de paternidad?

—No me importa lo que sucediera antes —contestó Damon con calma—. La amo ahora.

—¿Y qué pasa con el complejo vacacional? —preguntó Cam.

—Tiene que haber alguna solución. Por eso he vuelto. Tenemos que arreglarlo, Cam. Mi futuro depende de ello.

—Qué amable por preocuparte de tu futuro —murmuró Cam con ironía—. Sin embargo no he oído nada sobre el de los demás.

—Eso ha sido un golpe bajo, tío —espetó Damon—. Si no me importarais Klaus, Stefan y tú, no estaría aquí. Habría anulado el maldito trato y mandado a los inversores a la porra.

—Y tú te preguntas por qué huyo de las mujeres.

—¿Estás pensando en pasarte al otro bando? —bromeó Damon.

—Sabes a lo que me refiero —Cam lo fulminó con la mirada—. Las mujeres están bien para el sexo. Cualquier otra cosa sólo sirve para castrarlo a uno.

—Estoy deseando que llegue el día en que te haré tragar tus palabras —Damon rio—. Mejor aún, me muero de ganas por conocer a la mujer que va a conseguirlo.

—Escucha, no entiendo qué ha cambiado. Hace cuatro meses eras el rey del mundo. Conseguiste todo lo que deseabas. Y de repente ya no es lo que deseas.

—Quizás ha cambiado lo que deseo —habían llegado a su apartamento y Damon se volvió hacia Cam—. ¿Y cómo demonios sabes que hace cuatro meses conseguí lo que deseaba? No volví a verte hasta que desperté en la cama del hospital tras el accidente de avión.

—Me llamaste el día antes de regresar —Cam sacudió la cabeza—. No parabas de jactarte de haber cerrado el trato ese día y que al día siguiente subirías a un avión camino de Nueva York. Te pregunté si te habían gustado las vacaciones, dado que habías estado allí cuatro semanas y me contestaste que había merecido el sacrificio que habías tenido que hacer.

Damon se quedó lívido y no conseguía que el aire entrara en sus pulmones.

—¿Damon? ¿Estás bien?

Por su cabeza pasaban las imágenes, como si fueran fotos. Los fragmentos de su memoria perdida salieron disparados. Caóticos. A una velocidad supersónica que lo mareaba.

—Damon, dime algo —insistió Cam.

Consiguió bajarse del coche y le hizo un gesto a Cam para que él no se bajara.

—Estoy bien. Quiero estar solo. Te llamaré.

Sacó el equipaje del maletero y caminó como un autómata hasta la puerta del edificio. El portero lo saludó con una alegre sonrisa.

Como un zombi, entró en el ascensor y, torpemente, insertó la tarjeta.
Recordó la primera vez que había visto a Elena. Recordó la primera vez que le había hecho el amor. No, el amor no, sino practicado sexo con ella. El día en que Elena había firmado el contrato de venta a cambio de un cheque. El día en que se despidió de ella.

Las puertas del ascensor se abrieron y entró en el apartamento. Dejó el equipaje en la entrada y se tambaleó hasta uno de los sofás, tan asqueado, tan destrozado que sólo quería morirse.

Por Dios bendito, Elena jamás lo perdonaría por aquello.
Él jamás se perdonaría.


—Mamaw, ¿tan terrible sería que construyeran un hotel aquí? —preguntó Elena sentada junto a su abuela en la terraza.

—Te estás agobiando —la anciana miró a su nieta—. Tienes que decidir qué es lo mejor para ti. No estás obligada a complacer a toda la isla. Si ese hotel se interpone entre Damon y tú, tendrás que decidir qué es más importante: hacer felices a tus vecinos o ser feliz tú.

—¿Estoy siendo poco razonable al obligarle a cumplir una promesa que me hizo? —ella frunció el ceño—. En su momento pareció de lo más sencillo, pero tiene socios, que además son sus mejores amigos, y también inversores que cuentan con él. Así se gana la vida. Y yo voy a pedirle que renuncie a todo porque aquí nos da miedo que cambie nuestra vida.

—Bueno, sólo tú puedes contestar a esa pregunta —Mamaw asintió—. Hemos tenido mucha suerte durante años. Nadie se fijaba en nosotros y Galveston se lleva todos los turistas. Pero no podemos esperar que dure para siempre. Si Damon no construye su complejo vacacional, con el tiempo otro lo hará. Seguramente saldremos ganando si lo hace Damon, pues al menos él nos conoce. Si viniera otro, nosotros no le importaríamos en absoluto.

—No quiero que me odien —insistió Elena con pesar.

—No todo el mundo te odiará —contestó su abuela—. Damon te ama. Yo te quiero. ¿Quién más quieres que te quiera?

—¿Sabes qué? —de repente, Elena se sintió increíblemente estúpida y se dio una palmada en la frente—. Tienes razón, Mamaw. Esa tierra es mía. O lo era. Sólo yo tengo derecho a decidir a quién venderla y qué se puede hacer con ella. Si los demás no quieren que cambie nada aquí, que se hubieran puesto de acuerdo para comprarla entre todos. Ellos no tenían que pagar los impuestos y no les costaba nada decirme lo que podía o no podía hacer con mis tierras.

—¡Así me gusta! —su abuela rio—. Enfádate y diles que se vayan a tomar viento fresco.

—¡Mamaw!

—Llevas demasiado tiempo angustiándote, cariño —la mujer rio ante la expresión horrorizada de su nieta—. Primero porque se marchó. Después porque creías que se había marchado para siempre. Luego descubriste que estabas embarazada y volviste a penar por él. Luego regresó y fuiste feliz. No te rindas esta vez. Esta vez puedes hacer algo.
—Te quiero mucho —Elena abrazó a su abuela.

—Yo también te quiero, mi niña.

—Y no creas que no te voy a decir lo mismo con respecto a Silas y a ti.

—Yo me encargo de Silas —Laura rio—. Él sabe que, tarde o temprano, cederé y parece contentarse con esperar hasta que decida dejar de hacerle sufrir. Soy vieja. No me prives de esa diversión.

—No quiero vivir lejos de ti. Quiero que veas nacer a tu bisnieto.

—Actúas como si no fuéramos a volver a vernos —la anciana suspiró—. Tu Damon tiene dinero de sobra. Si él no puede permitirse el lujo de enviarte en avión para que vengas a visitarme, entonces, ¿para qué sirve?

—Tienes razón —Elena sacudió la cabeza—. Estoy poniendo pegas porque no me gustan los cambios.

—Los cambios son buenos —Mamaw le apretó la mano—. Es lo que nos mantiene jóvenes y vibrantes.

—Supongo que debería llamar a Damon para decirle que puede seguir adelante con el hotel. Seguro que le liberará de una enorme carga.

—Mejor todavía, ¿por qué no vas a verle? Algunas cosas es mejor decirlas en persona.

—No puedo dejarte. Le prometí al doctor…

—Por el amor de Dios, estaré bien. Llamaré a Silas para que te lleve al aeropuerto. Y, si te hace sentir mejor, haré que Gladys venga a hacerme compañía hasta que regrese Silas.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo —contestó Mamaw con impaciencia.

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