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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

07 noviembre 2012

Comprado Capitulo 17


CAPÍTULO DIECISIETE


—Damon, quiero saber quién era esa mujer —insistió Elena cuando llegaron a casa. 

—Ya te he dicho que no es nadie —contestó Damon frunciendo el ceño.


—Pues la conocías —contestó Elena—. ¿Tuviste una relación con ella?


— ¿Por qué lo quieres saber? —se enfadó Damon.



—Lo quiero saber porque, te guste o no, tenemos una relación y la verdad es que me ha asustado cómo la has tratado —contestó Elena girándose hacia el salón.


Lo cierto era que la aterraba la posibilidad de encontrarse algún día con Damon y que la tratara como había tratado a la otra mujer.


— ¿Y bien? ¿Por qué no me quieres decir quién es? ¿No te gusta encontrarte con mujeres con la que has estado? Pues no creo que te sea difícil teniendo en cuenta la cantidad de relaciones que has debido de tener.


Damon se acercó a ella y se paró a pocos milímetros. No se podía creer que estuvieran teniendo aquella conversación. Cuando pensaba en aquella mujer sentía asco y Elena parecía decidida a descubrir quién era.


Al encontrarse con Sonia, su primer instinto había sido proteger a Elena de su veneno e incluso la había escondido detrás de él. Claro que menuda estupidez porque aquellas dos mujeres eran idénticas...


— ¿De verdad quieres saber quién es? —Se rio con amargura mientras se paseaba por la estancia—. Pues te voy a contar quién es. Probablemente, la admirarás,se llama Sonia Páparo y sí, tuvimos una relación. Fue hace mucho tiempo, cuando heredé la empresa de Stefano. Para ser exactos, el día después de que ganara mi primer millón apareció en mi vida y me contó una historia muy triste, pero para ser sinceros no me importó lo más mínimo pues su increíble belleza ya me había atrapado.


Elena sintió que aquellas palabras le dolían, pero había exigido saber quién era aquella mujer y tenía que aguantar la explicación.


—Le conté absolutamente todo sobre mí porque, bueno, cuando uno está enamorado es lo que hace, ¿no?... Le conté que mi madre nos había abandonado, que yo estaba enfadado y dolido por ello, le conté que Stefan la había buscado durante años y que seguía llorando por ella. Entonces, un día, se presentó con una mujer que se abrazó a mí y me pidió perdón por habernos abandonado a mi hermano y a mí.

Elena sintió que el corazón le daba un vuelco.

—Sonia me contó que había oído a aquella mujer en el mercado contando que había abandonado a sus dos hijos hacía años y que se arrepentía mucho de ello. Jamás dudé de lo que me contaba. Al fin y al cabo, ¿por qué me iba a mentir? Me quería y, además, la historia podría haber sido cierta, pues estábamos en la misma zona de Nápoles. Además, la mujer tenía la misma edad que habría tenido mi madre, se le parecía físicamente y sabía cosas sobre nosotros... claro que luego comprendí que esas cosas se las había contado Sonia.


-Damon...


—No he terminado. Así que metí a aquella mujer en mi casa a pesar de que mi intuición me decía que tuviera cuidado. Yo no estaba dispuesto a perdonar tan fácilmente, pero Stefan, que todavía era muy joven e impresionable, se mostró encantado de haber recuperado a su madre.

Elena se sentó en una silla y siguió escuchando.

—Yo sabía que Sonia quería que le pidiera que se casara conmigo porque me lo había dejado claro desde el principio, pero yo no se lo había pedido, pues me había prometido a mí mismo no casarme jamás. Sin embargo, para aquel momento, mi «madre» había asumido su nuevo papel y me repetía un día tras otro que me casara con Sonia. Un día, volví a casa y las sorprendí en la cocina, comentando la cantidad de dinero que tendrían cuando me hubiera casado con Sonia —se rio con amargura—. Me sentí como un idiota. Sobre todo, porque ya había elegido incluso la alianza.

Elena se quedó helada.

—De tal palo, tal astilla. Madre e hija eran maravillosas actrices y estuvieron a punto de engañarnos como a dos bobos. Lo peor fue tener que contarle la verdad a Stefan, tener que verle sufrir de nuevo ante el abandono de su supuesta madre.

—Lo siento mucho —se lamentó Elena poniéndose en pie—. Sé perfectamente lo que se siente en casos así...

— ¿Tú? —le espetó Damon furioso—. ¿Cómo sabes tú lo que es que te abandonen?

—Lo sé porque a mí también me abandonó mi madre y tuve que ver cómo se iba y nos abandonaba a mí v mi hermana cuando yo tenía cuatro años y Bonnie dos y medio.

«Mentira”, pensó Damon.

— ¿Cómo te atreves? Te cuento esto y lo aprovechas para inventarte una historia de abandono. ¿Acaso no tienes imaginación y tienes que copiar la mía? ¿No te ha valido con la historia del bebé de tu hermana?

Elena cerró los ojos. Estaba muy pálida.

—No eres capaz de creer que tu hermano se haya enamorado de una chica amable y buena, no  te  crees  que  vaya a tener  un hijo  y  que  se  quiera  casar,  ¿verdad?  —le  dijo  con incredulidad—. A ti te engañaron de manera espantosa, pero no todas las mujeres somos así. En cuanto a mi historia, te guste o no, las coincidencias existen y da la casualidad de que tu historia y la mía son similares —añadió enfadada de repente—. Para ser sinceros, no me importa si me crees o no. Debería estar acostumbrada a que no confíes en mí porque no te has creído ni una sola palabra de lo que te he dicho desde que nos conocemos y te aseguro que desde el principio no he hecho más que contarte la verdad y, cuando me he equivocado, te he pedido perdón. Puedes consultar el registro del orfanato Londres Norte y verás que estuvimos allí.


— ¿Y por qué no me lo has dicho antes?


— ¿Me habrías creído? —Le preguntó Elena con tristeza—. Por cierto, si creías que iba a admirar a una mujer capaz de hacerte lo que Sonia te hizo, es que no me conoces en absoluto —añadió dolida—. La verdad es que no quieres conocerme. Tú lo único que quieres es un cuerpo en tu cama.

Damon dio un paso hacia ella, pero en aquel momento sonó su teléfono móvil. Elena escuchó entonces una rápida conversación en italiano y comprendió que había ocurrido algo.

— ¿Es Bonnie? —le preguntó cuando Damon colgó el teléfono.

—Sí, la han tenido que llevar a urgencias para hacerle una cesárea  —contestó Damon poniéndole la mano en el hombro.

—Pero si sólo está de siete meses y medio —se lamentó Elena llevándose la mano al pecho. Damon se apresuró a rodearle los hombros con el brazo, la llevó a su habitación para que se cambiara de ropa y en menos de una hora estaban volando hacia Inglaterra.

Para cuando llegaron al hospital, estaba amaneciendo. Elena no esperó a que el conductor le abriera la puerta sino que salió corriendo del coche, encontró la habitación de su hermana y, al entrar, la vio con Stefan, ambos cansados, pero sonrientes.

—Elena —le dijo su hermana al verla—. Eres tía, tienes una preciosa sobrina que se llama Lucía. Es muy pequeña, pero es fuerte, una guerrera. Está bien —le dijo con lágrimas en los ojos.

—Oh, Bonnie,  qué  preocupada estaba  —gimió Elena  abrazándola  con  fuerza  mientras  las lágrimas le resbalaban por las mejillas.

Damon estaba en la puerta, pero Elena no quería ni mirarlo. Oyó que Bonnie le decía que había sido tío. Menos mal que su hermana no sabía que Damon sospechaba que el hijo no era de Stefan, menos mal que su hermana no sabía que le había exigido que se hiciera una prueba de paternidad.

Elena comprendía que tenía razones para mostrarse desconfiado, pero no le perdonaba que les fuera a hacer pasar por aquella prueba. Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Stefan le indicaba a su hermano que saliera de la habitación para hablar con él.

Una vez en el pasillo, Damon se dio cuenta de que su hermano parecía mucho más maduro.

—Quiero enseñarte una cosa, Damon.

Damon siguió a su hermano por el pasillo, pero Stefan se paró de repente y lo miró.


—Ni siquiera sabes cómo conocí a Bonnie, ¿verdad? No, claro que no. Para que lo sepas, no fue en el trabajo. Nos conocimos en un evento que se organizó para recaudar fondos para uno de nuestros orfelinatos. Fue el año pasado, cuando estabas en Sudamérica y yo fui en tu lugar. Bonnie estaba allí porque en su tiempo libre se dedica a hacer voluntariado con un orfanato de la zona que nosotros tenemos subvencionado. ¿Sabes por qué lo hace? Damon sintió que palidecía.


—Lo hace porque ella también se crió en un orfanato. Con Elena. Su madre las abandonó, exactamente igual que a nosotros —le explicó—. Seguro que no te lo crees, pero...


—Basta —lo interrumpió Damon—. Sí, claro que me lo creo. Elena me lo ha contado.


Stefan se quedó mirándolo con intensidad y volvió a avanzar por el pasillo. Cuando llegaron frente a un gran ventanal, le indicó una incubadora en la que había un bebé minúsculo de piel aceitunada y pelo negro.

En la etiqueta que había colgada de su incubadora, se leía Lucia Salvatore. El nombre de su madre.

Damon sintió una emoción tan fuerte que se quedó sin palabras y tuvo que apoyarse en el cristal para no perder el equilibrio.


—Damon, eres mi hermano y te quiero —le dijo Stefan—. Si quieres que me haga la prueba de paternidad, me la haré, pero sólo por ti. Yo no quiero ver los resultados. No los necesito. Sé perfectamente que ese bebé es mío. Lo sé y quiero a su madre. Nos vamos a casar y me da igual si te parece bien o no.

—No, no quiero que te hagas la prueba —contestó Damon poniéndole la mano en el hombro a su hermano—. Te pido perdón por pedirte que te la hicieras y por haberte hecho pasar por todo esto —añadió pidiéndole perdón con la mirada.


Mañana el Epílogo

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