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COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

25 febrero 2013

Mentiras Capitulo 04


Capítulo 04
Cuando Elena se despertó a la mañana siguiente, tardó unos  segundos en  recordar dónde estaba.  Le costaba  creerlo, pero  estaba  en  Nueva  York y con Damon.

En pocas  horas,  ese hombre le había  ayudado a hacer  las maletas  y la había  llevado al aeropuerto.  El avión aterrizó en el aeropuerto de La Guardia casi a medianoche y un  coche  los esperaba para  llevarlos hasta su piso.


Cuando llegaron, estaba  tan  agotada que  fue directamente al dormitorio de invitados.  Era increíble estar allí de nuevo,  en una  casa que  le resultaba tan familiar.  Ese sitio había  sido su hogar  y sintió  un gran  dolor  en el pecho al verse allí de nuevo.  Hasta el olor de ese piso le resultaba familiar.

Cerca  de  ese dormitorio de  invitados  estaba  el que  Damon y ella habían compartido, donde habían hecho el amor  infinidad de veces y donde había  sido concebido el bebé  que  crecía  en sus entrañas. Pero también había  sido allí donde su vida había  cambiado para siempre.

Era una situación muy complicada, pero  ya había aceptado que no tenía  otra opción. Se duchó rápidamente, se vistió y fue al salón. Damon estaba  allí, escribiendo algo en su ordenador portátil. Levantó la vista al oírla.

–El desayuno está listo. He  estado  esperando a que te levantaras  para comer.

Fue a la cocina,  donde alguien había  preparado una  mesa  para  dos. Damon comenzó a servir huevos, jamón  y tostadas  en los dos platos.
Se sentó  a la mesa  y se dio  cuenta de que  hacía muchas semanas  que no se sentía tan bien. No había sido consciente de lo agotada que  estaba  hasta  que el médico le había  obligado a descansar.

–¿Cómo te encuentras? –le preguntó Damon.

–Bien –murmuró ella mientras masticaba.

Había  recuperado el apetito y se concentró en la deliciosa  comida  que tenía  frente a ella.
Todo  aquello era  muy extraño. Se comportaban con  exquisita  educación, como  si la situación fuera normal. Pero no lo era. Habría preferido volver a su habitación y esconderse bajo  la colcha,  era  mucho más llevadero  que tener que compartir ese desayuno para dos que Damon le había  preparado.

–Durante algún  tiempo, voy a estar  trabajando desde  casa –le dijo él.

–¿Por qué?

–¿No es obvio? –le preguntó Damon.

–Esto no va a funcionar. No puedo quedarme en casa y que  tú estés vigilándome todo  el tiempo. Preferiría que fueras al trabajo e hicieras  tu vida normal.

Sin decir  nada  más, Damon se levantó  y salió de la cocina.
Le molestaba que  actuara como  si él fuera  la víctima,  como  si ella fuera  una  mujerzuela horrible y desagradecida.

Se dio cuenta de que  nunca iba a poder superar lo que  Damon le había  hecho. Y  él se comportaba como  si estuviera  esperando que  ella le pidiera perdón,  cuando era Elena la víctima inocente.
Terminó de desayunar y salió de la cocina.  Fue al salón  y se detuvo  frente a los grandes ventanales. Desde allí se veía todo  Manhattan.

–No deberías estar  de pie –le dijo Damon tras ella. Suspiró  y se giró para  mirarlo, pero  se quedó sin aliento al ver que  sólo llevaba puesta  una  toalla.  Se dio la vuelta de nuevo,  pero  ya era demasiado tarde, tenía  esa imagen grabada en la retina. Aunque no le habría hecho falta verlo para  recordar a la perfección  su anatomía. Tenía  un  torso  ancho y musculoso. Siempre le habían gustado especialmente sus abdominales.

–Siento  haberte avergonzado –susurró Damon–. Después de lo que ha habido entre nosotros, no pensé que fuera  un problema.

Le entraron ganas de echarse a reír.  Él no la había avergonzado, pero  no podía  dejar  de pensar en lo que  había  bajo esa toalla  y eso era  lo que  menos gracia le hacía,  que su mente la estuviera  traicionando.
Respiró  profundamente y se giró para mirarlo con frialdad.

–Si piensas  que podemos continuar donde lo dejamos sólo porque fuimos  amantes, estás muy equivocado.

–Dios mío,  Elena. ¿Piensas  acaso que  intentaría forzarte a tener relaciones sexuales conmigo cuando estás embarazada y el médico te ha mandado hacer reposo?

–Creo que no quieres que te conteste –replicó ella. Vio que  había  conseguido ofenderlo. Damon la miró furioso.

–Además,  ¿qué  te hace  pensar que  querría estar contigo después de que  te acostaras  con  mi hermano?

Apretó  los puños y respiró profundamente para no dejarse  llevar por la ira.

–Bueno, como  a tu hermano no le importó, pensé que era algo que os gustaba  hacer  en vuestra familia.

Damon la fulminó con  sus ojos azules. Después,  se dio media  vuelta y salió del salón.
Cuando se quedó sola, suspiró y se dejó caer en el sillón  que  tenía  más cerca.  No sabía por  qué  había sentido la necesidad de añadir más leña al fuego.  Ya no le interesaba defenderse. Damon no la había  creído cuando se lo pidió  ella, cuando de verdad  importaba.

Era muy doloroso estar de vuelta en Nueva York. En ese lugar había demasiados recuerdos del tiempo que habían pasado  juntos.

Nerviosa y algo desesperada, fue a la cocina. Abrió todos los armarios y el frigorífico para ver si Damon tenía todo  lo necesario para  preparar uno  de sus platos favoritos. Cuando vio que era así, lo colocó  todo en la encimera. Era un alivio tener algo que hacer.

 Recordó entonces que siempre le había  encanta- do cocinar para Damon.

–¿Qué  demonios crees  que  estás haciendo? –le preguntó Damon entrando de repente en la cocina.

Le quitó  la sartén  que  sostenía  en las manos  y la llevó hasta salón.

–Siéntate –le ordenó cuando llegaron al sofá. Después,  colocó  un  cojín  en  la mesa  de centro para que pusiera allí los pies.

–A lo mejor  no  entendiste bien  las órdenes del médico. Tienes  que  descansar, no  puedes estar  de pie –le dijo Damon pronunciando lentamente cada sílaba.

Le pareció que estaba  mucho más calmado de lo que  lo había  estado  unos  minutos antes.  Ella también  estaba  más tranquila. Decidió  que  había  llegado el momento de aclarar  algunas  cosas.

–Tenemos que hablar –le dijo ella.

Damon la miró  con suspicacia,  pero  se sentó  frente a ella.

–¿De qué quieres hablar?

–Quiero saber  por  qué  fuiste a Houston y cómo conseguiste encontrarme.

Él se quedó en silencio.

–Contraté a un detective  –le confesó  después. Lo miró boquiabierta.

–¿Por qué querías encontrarme? ¿Para poder insultarme otra vez? ¿Para poner mi vida patas arriba? No lo entiendo. Sé lo que piensas de mí. Lo dejaste muy claro cuando me echaste  de tu vida. ¿Por qué ibas a querer encontrarme y volver a desenterrar el pasado?

 –¡Por  el amor  de  Dios, Elena! –exclamó  Damon–. Desapareciste sin despedirte de nadie  y no cobraste el cheque. Pensé que te había pasado  algo. O incluso que habías muerto.

–Supongo que  fue una  desilusión para  ti descubrir que seguía viva.

–No vuelvas esto contra mí –gruñó Damon–. Fuiste tú la que  echaste  a perder nuestra relación, la que decidiste que yo no era suficiente para ti. Decidí buscarte  porque, a pesar  de lo que hiciste y de que quería olvidarte, no podía  soportar la idea de imaginarte perdida y sola en alguna  parte…

Damon se quedó callado  y apartó la vista. Unos  segundos después, volvió a mirarla.

–Ya he  contestado dos preguntas, ahora quiero que me contestes tú.
Elena y Damon levantaron la cabeza al oír el timbre de la puerta.
Poco  después, entró en el salón  su hermano, Jamie.

–Hola,  Damon. El portero me dijo que  estabas  de vuelta y… –dijo Jamie–.  Hola, Elena –añadió con expresión de sorpresa al verla allí.

Damon miró  entonces a Elena y vio que  se había quedado helada. No quería que  pensara que  él había planeado esa situación. Creía que los tres necesitaban  aclarar  algunas  cosas, pero  sabía que no era el momento más adecuado. Se levantó  del sillón y fue al encuentro de su hermano.

 Había  tardado meses en superar su enfado y volver a tener una  relación normal con  su hermano. Siempre se habían llevado  bien  y Jamie  tenía  una llave de su piso. Entraba y salía a su antojo.

Pero  las cosas habían cambiado después de que Jamie  se acostara  con  su prometida. Las dos personas más importantes de su vida lo habían traicionado. Cuando por  fin consiguió perdonar a su hermano, decidió que quizás había  llegado  el momento de encontrar a Elena y, aunque no  podía  perdonarla, tratar al menos  de entender por qué lo había  hecho.

Aunque lo había  perdonado, su relación había cambiado. Pensó  que  quizás  había  llegado  el momento de que hablaran los tres, creía que así podría por  fin superar lo que  había  pasado,  pero  prefería esperar a que Elena se recuperara un poco.

–No es un  buen momento, Jamie  –le dijo Damon.

–Eso ya lo veo –repuso su hermano mirando con nerviosismo a Elena.

Se giró entonces y vio que ella estaba temblando, parecía muy pálida  y apretaba con fuerza  los puños.

–¿Qué querías?  –le preguntó a su hermano al ver que no se marchaba.

–Nada  importante. Solo quería saludarte y decirte que mamá  quiere que cenemos allí el sábado.  

Últimamente te he visto muy poco, has estado ocupado con lo del complejo hotelero y esperaba poder pasar algo de tiempo contigo.

Suspiró  al oírlo.  Siempre habían sido grandes amigos,  pero  Elena lo había  cambiado todo.  No le gustaba  nada  que  una  mujer  se hubiera interpuesto entre los dos. Después de todo,  Jamie  era más que un hermano. Después  de que  muriera su padre, Damon lo había  criado  casi como si fuera su hijo.

–De acuerdo, ya llamaré  más tarde  a mamá  y podremos charlar tú y yo. Pero  ahora no  es el mejor momento.

–Lo entiendo. Hasta luego –le dijo Jamie. Lo acompañó a la puerta.

–¿Es que  vas a volver con  ella después de lo que pasó? –le susurró su hermano antes de salir.

Frunció el ceño  sorprendido.

–¿Por qué  hablas  de eso? ¿Acaso no te preocupa que pueda ser tuyo el bebé  que está esperando?
Jamie  hizo una mueca  al oírlo y palideció.

–¿Es eso lo que te ha dicho  ella?

–No, no me lo ha dicho  ella. Pero  es posible  que lo sea.

–No, no  puede serlo  –insistió  su hermano–. Sé que  es un  tema  delicado, pero  usé protección. Lo siento,  pero  el bebé  no es mío.

Jamie  salió del piso y fue hasta el ascensor.  Damon cerró  la puerta y suspiró.  Odiaba estar  en  esa situación.  Estaba enfadado con  Elena, con  su hermano y con él mismo.  Estaba casi seguro  de que el bebé  era suyo.

Cuando volvió al salón,  le sorprendió la expresión en el rostro  de Elena. Parecía muy alterada y nerviosa.

–Si vuelve al piso, me voy de aquí. No pienso  estar en la misma habitación con él –le dijo ella mientras lo miraba directamente a los ojos.

 –Sabes de sobra que viene mucho por aquí. Elena apretó aún más los puños.

–No pienso  quedarme aquí.

No entendía por  qué estaba  tan enfadada con su hermano. Creía que era Jamie  el que debía  sentirse ofendido. Después  de todo,  ella lo había  acusado  de tratar de violarla. Le parecía que nada  tenía  sentido y estaba  cansado de tratar de entender lo que  pasaba.

–Jamie  acaba  de  decirme que  usó protección contigo –le dijo él entonces.

Le pareció que  sus palabras le causaban mucho dolor,  no era la reacción que había  esperado de ella.

–Y le has creído, por supuesto –repuso Elena. Parecía  estar a punto de echarse a llorar.

–¿Qué  es lo que  quieres decir?  ¿Que  no lo hizo?

-¿Sigues manteniendo que el bebé no es mío? –le preguntó el.

Hasta  ese momento, no  había  sabido  hasta  qué punto deseaba ser el padre de ese niño.  La miró a los ojos para pedirle sin palabras  que le dijera lo que ansiaba oír, que era el padre.
Pero su rostro  no expresaba nada.

–Yo no mantengo nada.

Cada vez se sentía más frustrado. Elena se había encerrado en sí misma y no iba a conseguir sacarle nada. Le entraron ganas de atravesar  la pared con el puño.

–Voy a salir un rato –le dijo entonces–. Traeré algo para comer.

Mientras  bajaba  en el ascensor al garaje,  le sonó el teléfono móvil. Lo sacó de mala gana.

 –¿Qué? –contestó enfadado.

–¿Damon? –repuso su madre algo confusa. Damon se metió  en el coche  y cerró  los ojos.

–¿Qué es lo que te pasa?

–Nada,  mamá.  Es que  tengo  mucho trabajo hoy.

¿Qué querías?

–No sé si te lo dicho  tu hermano, pero  me gustaría que vinieras a cenar  mañana por la noche.

Respiró  profundamente antes  de  contarle a su madre lo que  acababa  de descubrir. No iba a ser fácil, pero  se dio cuenta de que no podía  ocultarlo.

–Mamá,  tengo  que  decirte que  Elena está aquí conmigo y que está embarazada.

Su madre se quedó unos segundos en silencio.

–Entiendo… Bueno,  supongo que  entonces será mejor  que no invite a Charlotte a la cena.
Hizo una  mueca  al oír el tono  con  el que  le hablaba su madre. Charlotte Maxwell era la joven con la que  su madre llevaba algún  tiempo tratando de emparejarlo.

Nunca  le había  gustado Elena ni la idea de que se casara  con  ella. Aun así, siempre había  tratado con educación a su prometida, él no  habría permitido que lo hiciera  de otro  modo.
Después  de lo que le pasó con Elena, no le habría extrañado que  su madre aprovechara la ocasión para recordarle que a ella no le había  gustado desde el principio. Pero  su progenitora se había  mostrado siempre muy compasiva.

–Creo que será mejor  dejar la cena para otra ocasión. No es buen momento para Elena ni para mí.
 Se despidió de su madre y colgó.

Encendió el motor y salió del garaje. Condujo durante algunos  minutos sin un  destino en  mente. Pero  no tardó en llegar a su edificio  de oficinas, era como si su coche  se supiera el camino.
Aparcó  y subió  a las oficinas  de la empresa. Jansen lo miró sorprendido y no le extrañó nada  que lo hiciera.  Acababa de decirle  que iba a estar unos días sin aparecer por  allí. Fue directamente a su despacho. Se sentó  en su sillón y le dio la vuelta para  contemplar las vistas desde  la ventana.

El cielo se había  nublado esa mañana. Era un día gris y frío.  Después  de  pasar  varios días en  Texas, con  un  clima  cálido  incluso  en  invierno, le estaba costando adaptarse al frío de Nueva York.

Sonó el teléfono y estuvo punto de no contestar. Vio que  se trataba de Cameron. Su amigo  iba a preguntarle por  qué  se había  ido  tan  deprisa de  isla Moon.
No le apetecía darle  explicaciones de  ningún tipo, pero  se dio cuenta de que no tenía  ningún sentido alargar  más lo inevitable.

–¿Ya estáis de  vuelta  Tyler  y tú? –le preguntó cuando contestó.

–¡Por  fin te localizo!  Llevo mucho tiempo llamándote. ¿Dónde  te habías  metido?  –quiso saber  su amigo.

–Me llamó  el detective  y me dijo que  había  encontrado a Elena.

Cameron se quedó callado. Después, oyó que murmuraba, imaginó que se lo estaría  contando a Tyler.

 –¿Y?

–La encontró en Houston. Me fui de la isla para ir personalmente a ver si era ella –le explicó–.  Y, en efecto,  era Elena y ha vuelto a Nueva York conmigo.

–¿Cómo? –preguntó Cameron estupefacto–. ¿Por qué has hecho algo así?

–Está embarazada, Cameron.

–No lo puedo creer.  ¿Qué es lo que está pasando? Últimamente, aparecen mujeres embarazadas por todas  partes.  Te voy a hacer  la misma  pregunta que le hice a Stefan cuando Katrina reapareció de repente en su vida. ¿Cómo sabes si es tuyo el niño?

–No he  dicho  en  ningún momento que  sea mío–repuso Damon–. Lo único  que  he comentado es que está embarazada.

–Claro.  ¿Y pretendes que  me crea  que  te has llevado a tu exnovia  de vuelta a Nueva York embarazada de otro  hombre?

–No me hables  así. El caso es que  podría ser mi hijo. O quizás sea el de mi hermano. ¿Entiendes ahora mi problema?

–Pues sí, es un problema muy grande que me alegra no tener. ¿Qué te ha contado ella?

–Ese es otro de los problemas, está enfadada conmigo, furiosa.  Me trata  como  si ella fuera  la víctima. No lo entiendo. No me ha querido decir de quién es el bebé.

–Bueno,  a lo mejor  no  lo sabe –le comentó Cameron–. Si se acostó contigo, con tu hermano y quizás con alguien más, es normal que no sepa quién es el padre.

 No le gustó  oírlo,  pero  se dio cuenta de que  podía estar en lo cierto.

–Ese comentario está fuera  de lugar,  Elena no  es ninguna mujerzuela.

–No he dicho  que lo fuera.

–Pero lo has insinuado.

–Sé que  estás muy molesto, Damon, pero  no te enfades conmigo. Eres mi amigo y me preocupa que estés perdiendo la cabeza. Creo que no deberías haber tratado de encontrarla. Ahora  ya no tiene  remedio, pero  deberías hacerte cuanto antes  las pruebas de paternidad.

–Preferiría no llegar tan lejos –susurró Damon–. Lo único  que quiero saber es por qué se torcieron tanto las cosas –agregó  mientras sacudía  la cabeza.

Sabía que esa conversación no iba a llevarle a ninguna  parte. Cameron era  un  tipo  duro  que  no  perdonaba fácilmente.

–Siento  mucho que  te veas en  esta situación, Damon –le dijo entonces su amigo–.  Lo que  necesitas es salir, tomarte un  par  de copas  y tener una  breve aventura. Deberías abandonar esa especie  de celibato que te has impuesto tú mismo desde que rompiste con Elena.
Damon se echó  a reír al oír la sugerencia de su amigo.

–Espera  un  momento, Tyler quiere hablar contigo –le comentó Cameron.

Unos segundos después, estaba  hablando con él.

–No voy a repetir lo que ya te ha dicho  Cameron, pero  estoy de acuerdo con  él –le dijo Tyler–.  Sólo quería comentarte que voy a estar unos  cuantos días incomunicado.

–¿Acaso te escapas  para  casarte  con  Bonnie? –le preguntó Damon sonriendo.

–No y no  me  gustan  esas bromas  –repuso Tyler–. Ha surgido un  problema con  la construcción del hotel  y he  decidido ir personalmente a solucionarlo.  Ya hemos  sufrido  demasiados retrasos  y creo que esto será lo más rápido.

–¿Cuándo te vas?

–Pasado mañana. Me iría antes, pero  no puedo. Y Cameron va a estar  fuera  del país a partir de mañana. 
Tampoco puedo pedirle ayuda a Stefan, después de todo,  está de luna de miel.

–Ahora  lo entiendo –murmuró Damon–. En realidad, me llamabais  para ver si puedo hacerlo yo.

–Sí, pero  después de oír lo que ha pasado, tendré que ir yo mismo –le dijo Tyler.
Damon se quedó un momento pensativo y tomó  rápidamente una decisión.

–No, iré yo.

–¿En serio? Pero,  ¿no acabas  decirnos que  Elena está en tu casa?

–Sí, pero  puede venir  conmigo. Creo  que  será perfecto. Así podemos estar  lejos de todo.  Tendremos tiempo para hablar y tratar de solucionar las cosas.

Su amigo se quedó en silencio.

–¿De verdad  quieres volver con ella? ¿Después de lo que te hizo? –le preguntó Tyler.

–Aún no lo sé. Necesito  tener algunas  respuestas antes de tomar una decisión  tan importante. Pero, si el bebé es mío, no voy a permitir que se vuelva a marchar.

–Muy bien,  entonces te enviaré  un  correo electrónico detallándote todos  los temas  que  debes  supervisar en la isla. Mantenme informado de cómo va todo y recuerda que puedo ir yo mismo si surge cualquier  problema.

–Así lo haré  –le aseguró Damon–. Por cierto,  sé que pensáis  que estoy loco, pero  me alegra  poder contar con vuestro apoyo.

–Sí, creo  que  estás loco –repuso Tyler–. Pero  es tu vida y tu felicidad,  amigo.
Se despidió de ellos y se quedó mirando el teléfono móvil después de colgar.

Llamó después a Jansen. Le dio una larga lista de instrucciones. Entre  otras  cosas, había  que  encontrar  un  obstetra para  Elena. Iba a necesitar que  un médico le diera  permiso para  viajar. Si todo  estaba bien,  le apetecía poder pasar  algunos  días a solas con ella para  poder hablar de lo que había  pasado  y tratar de solucionar las cosas.

Después,  hizo  otra  lista con  las cosas que  tenía que comprar. Elena iba a necesitar todo tipo de ropa.

2 comentarios:

  1. genial¡ que ganas tengo de saber que es lo que paso se verdad¡ gracias y espero el próximo¡ ^^

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  2. Muchas gracias por estar ahí cada día

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