Capítulo 04
Cuando
Elena se despertó a la mañana siguiente, tardó unos segundos en
recordar dónde estaba. Le
costaba creerlo, pero estaba
en Nueva York y con Damon.
En
pocas horas, ese hombre le había ayudado a hacer las maletas
y la había llevado al
aeropuerto. El avión aterrizó en el
aeropuerto de La Guardia casi a medianoche y un
coche los esperaba para llevarlos hasta su piso.
Cuando
llegaron, estaba tan agotada que
fue directamente al dormitorio de invitados. Era increíble estar allí de nuevo, en una
casa que le resultaba tan
familiar. Ese sitio había sido su hogar
y sintió un gran dolor
en el pecho al verse allí de nuevo.
Hasta el olor de ese piso le resultaba familiar.
Cerca de ese
dormitorio de invitados estaba
el que Damon y ella habían
compartido, donde habían hecho el amor
infinidad de veces y donde había
sido concebido el bebé que crecía
en sus entrañas. Pero también había
sido allí donde su vida había
cambiado para siempre.
Era
una situación muy complicada, pero ya
había aceptado que no tenía otra opción.
Se duchó rápidamente, se vistió y fue al salón. Damon estaba allí, escribiendo algo en su ordenador
portátil. Levantó la vista al oírla.
–El
desayuno está listo. He estado esperando a que te levantaras para comer.
Fue a
la cocina, donde alguien había preparado una
mesa para dos. Damon comenzó a servir huevos,
jamón y tostadas en los dos platos.
Se
sentó a la mesa y se dio
cuenta de que hacía muchas
semanas que no se sentía tan bien. No
había sido consciente de lo agotada que
estaba hasta que el médico le había obligado a descansar.
–¿Cómo
te encuentras? –le preguntó Damon.
–Bien
–murmuró ella mientras masticaba.
Había recuperado el apetito y se concentró en la
deliciosa comida que tenía
frente a ella.
Todo aquello era
muy extraño. Se comportaban con
exquisita educación, como si la situación fuera normal. Pero no lo era.
Habría preferido volver a su habitación y esconderse bajo la colcha,
era mucho más llevadero que tener que compartir ese desayuno para dos
que Damon le había preparado.
–Durante
algún tiempo, voy a estar trabajando desde casa –le dijo él.
–¿Por
qué?
–¿No
es obvio? –le preguntó Damon.
–Esto
no va a funcionar. No puedo quedarme en casa y que tú estés vigilándome todo el tiempo. Preferiría que fueras al trabajo e
hicieras tu vida normal.
Sin
decir nada más, Damon se levantó y salió de la cocina.
Le
molestaba que actuara como si él fuera
la víctima, como si ella fuera
una mujerzuela horrible y
desagradecida.
Se dio
cuenta de que nunca iba a poder superar
lo que Damon le había hecho. Y
él se comportaba como si
estuviera esperando que ella le pidiera perdón, cuando era Elena la víctima inocente.
Terminó
de desayunar y salió de la cocina. Fue
al salón y se detuvo frente a los grandes ventanales. Desde allí
se veía todo Manhattan.
–No
deberías estar de pie –le dijo Damon
tras ella. Suspiró y se giró para mirarlo, pero
se quedó sin aliento al ver que
sólo llevaba puesta una toalla.
Se dio la vuelta de nuevo,
pero ya era demasiado tarde,
tenía esa imagen grabada en la retina.
Aunque no le habría hecho falta verlo para
recordar a la perfección su
anatomía. Tenía un torso
ancho y musculoso. Siempre le habían gustado especialmente sus abdominales.
–Siento haberte avergonzado –susurró Damon–. Después
de lo que ha habido entre nosotros, no pensé que fuera un problema.
Le
entraron ganas de echarse a reír. Él no
la había avergonzado, pero no podía dejar
de pensar en lo que había bajo esa toalla y eso era
lo que menos gracia le
hacía, que su mente la estuviera traicionando.
Respiró profundamente y se giró para mirarlo con
frialdad.
–Si
piensas que podemos continuar donde lo
dejamos sólo porque fuimos amantes,
estás muy equivocado.
–Dios
mío, Elena. ¿Piensas acaso que
intentaría forzarte a tener relaciones sexuales conmigo cuando estás
embarazada y el médico te ha mandado hacer reposo?
–Creo
que no quieres que te conteste –replicó ella. Vio que había
conseguido ofenderlo. Damon la miró furioso.
–Además, ¿qué
te hace pensar que querría estar contigo después de que te acostaras
con mi hermano?
Apretó los puños y respiró profundamente para no
dejarse llevar por la ira.
–Bueno,
como a tu hermano no le importó, pensé
que era algo que os gustaba hacer en vuestra familia.
Damon
la fulminó con sus ojos azules.
Después, se dio media vuelta y salió del salón.
Cuando
se quedó sola, suspiró y se dejó caer en el sillón que
tenía más cerca. No sabía por
qué había sentido la necesidad de
añadir más leña al fuego. Ya no le
interesaba defenderse. Damon no la había
creído cuando se lo pidió ella,
cuando de verdad importaba.
Era
muy doloroso estar de vuelta en Nueva York. En ese lugar había demasiados
recuerdos del tiempo que habían pasado
juntos.
Nerviosa
y algo desesperada, fue a la cocina. Abrió todos los armarios y el frigorífico
para ver si Damon tenía todo lo
necesario para preparar uno de sus platos favoritos. Cuando vio que era
así, lo colocó todo en la encimera. Era
un alivio tener algo que hacer.
Recordó entonces que siempre le había encanta- do cocinar para Damon.
–¿Qué demonios crees que estás
haciendo? –le preguntó Damon entrando de repente en la cocina.
Le
quitó la sartén que
sostenía en las manos y la llevó hasta salón.
–Siéntate
–le ordenó cuando llegaron al sofá. Después,
colocó un cojín
en la mesa de centro para que pusiera allí los pies.
–A lo
mejor no
entendiste bien las órdenes del
médico. Tienes que descansar, no
puedes estar de pie –le dijo Damon
pronunciando lentamente cada sílaba.
Le
pareció que estaba mucho más calmado de
lo que lo había estado
unos minutos antes. Ella también
estaba más tranquila. Decidió que
había llegado el momento de
aclarar algunas cosas.
–Tenemos
que hablar –le dijo ella.
Damon
la miró con suspicacia, pero
se sentó frente a ella.
–¿De
qué quieres hablar?
–Quiero
saber por qué
fuiste a Houston y cómo conseguiste encontrarme.
Él se
quedó en silencio.
–Contraté
a un detective –le confesó después. Lo miró boquiabierta.
–¿Por
qué querías encontrarme? ¿Para poder insultarme otra vez? ¿Para poner mi vida
patas arriba? No lo entiendo. Sé lo que piensas de mí. Lo dejaste muy claro
cuando me echaste de tu vida. ¿Por qué
ibas a querer encontrarme y volver a desenterrar el pasado?
–¡Por
el amor de Dios, Elena! –exclamó Damon–. Desapareciste sin despedirte de
nadie y no cobraste el cheque. Pensé que
te había pasado algo. O incluso que
habías muerto.
–Supongo
que fue una desilusión para ti descubrir que seguía viva.
–No
vuelvas esto contra mí –gruñó Damon–. Fuiste tú la que echaste
a perder nuestra relación, la que decidiste que yo no era suficiente
para ti. Decidí buscarte porque, a
pesar de lo que hiciste y de que quería
olvidarte, no podía soportar la idea de
imaginarte perdida y sola en alguna
parte…
Damon
se quedó callado y apartó la vista.
Unos segundos después, volvió a mirarla.
–Ya
he contestado dos preguntas, ahora
quiero que me contestes tú.
Elena
y Damon levantaron la cabeza al oír el timbre de la puerta.
Poco después, entró en el salón su hermano, Jamie.
–Hola, Damon. El portero me dijo que estabas de vuelta y… –dijo Jamie–. Hola, Elena –añadió con expresión de sorpresa
al verla allí.
Damon
miró entonces a Elena y vio que se había quedado helada. No quería que pensara que
él había planeado esa situación. Creía que los tres necesitaban aclarar algunas
cosas, pero sabía que no era el
momento más adecuado. Se levantó del
sillón y fue al encuentro de su hermano.
Había
tardado meses en superar su enfado y volver a tener una relación normal con su hermano. Siempre se habían llevado bien y
Jamie tenía una llave de su piso. Entraba y salía a su
antojo.
Pero las cosas habían cambiado después de que Jamie se acostara
con su prometida. Las dos personas
más importantes de su vida lo habían traicionado. Cuando por fin consiguió perdonar a su hermano, decidió
que quizás había llegado el momento de encontrar a Elena y, aunque
no podía
perdonarla, tratar al menos de
entender por qué lo había hecho.
Aunque
lo había perdonado, su relación había
cambiado. Pensó que quizás
había llegado el momento de que hablaran los tres, creía
que así podría por fin superar lo
que había pasado,
pero prefería esperar a que Elena
se recuperara un poco.
–No es
un buen momento, Jamie –le dijo Damon.
–Eso
ya lo veo –repuso su hermano mirando con nerviosismo a Elena.
Se
giró entonces y vio que ella estaba temblando, parecía muy pálida y apretaba con fuerza los puños.
–¿Qué
querías? –le preguntó a su hermano al
ver que no se marchaba.
–Nada importante. Solo quería saludarte y decirte
que mamá quiere que cenemos allí el
sábado.
Últimamente te he visto muy
poco, has estado ocupado con lo del complejo hotelero y esperaba poder pasar
algo de tiempo contigo.
Suspiró al oírlo.
Siempre habían sido grandes amigos,
pero Elena lo había cambiado todo. No le gustaba
nada que una
mujer se hubiera interpuesto entre
los dos. Después de todo, Jamie era más que un hermano. Después de que
muriera su padre, Damon lo había
criado casi como si fuera su hijo.
–De
acuerdo, ya llamaré más tarde a mamá
y podremos charlar tú y yo. Pero
ahora no es el mejor momento.
–Lo
entiendo. Hasta luego –le dijo Jamie. Lo acompañó a la puerta.
–¿Es
que vas a volver con ella después de lo que pasó? –le susurró su
hermano antes de salir.
Frunció
el ceño sorprendido.
–¿Por
qué hablas de eso? ¿Acaso no te preocupa que pueda ser
tuyo el bebé que está esperando?
Jamie hizo una mueca al oírlo y palideció.
–¿Es
eso lo que te ha dicho ella?
–No,
no me lo ha dicho ella. Pero es posible
que lo sea.
–No,
no puede serlo –insistió
su hermano–. Sé que es un tema
delicado, pero usé protección. Lo
siento, pero el bebé
no es mío.
Jamie salió del piso y fue hasta el ascensor. Damon cerró
la puerta y suspiró. Odiaba
estar en
esa situación. Estaba enfadado
con Elena, con su hermano y con él mismo. Estaba casi seguro de que el bebé era suyo.
Cuando
volvió al salón, le sorprendió la expresión
en el rostro de Elena. Parecía muy
alterada y nerviosa.
–Si
vuelve al piso, me voy de aquí. No pienso
estar en la misma habitación con él –le dijo ella mientras lo miraba
directamente a los ojos.
–Sabes de sobra que viene mucho por aquí. Elena
apretó aún más los puños.
–No
pienso quedarme aquí.
No
entendía por qué estaba tan enfadada con su hermano. Creía que era Jamie el que debía
sentirse ofendido. Después de
todo, ella lo había acusado
de tratar de violarla. Le parecía que nada tenía
sentido y estaba cansado de tratar
de entender lo que pasaba.
–Jamie acaba
de decirme que usó protección contigo –le dijo él entonces.
Le
pareció que sus palabras le causaban
mucho dolor, no era la reacción que
había esperado de ella.
–Y le
has creído, por supuesto –repuso Elena. Parecía
estar a punto de echarse a llorar.
–¿Qué es lo que
quieres decir? ¿Que no lo hizo?
-¿Sigues
manteniendo que el bebé no es mío? –le preguntó el.
Hasta ese momento, no había
sabido hasta qué punto deseaba ser el padre de ese
niño. La miró a los ojos para pedirle
sin palabras que le dijera lo que ansiaba
oír, que era el padre.
Pero
su rostro no expresaba nada.
–Yo no
mantengo nada.
Cada
vez se sentía más frustrado. Elena se había encerrado en sí misma y no iba a
conseguir sacarle nada. Le entraron ganas de atravesar la pared con el puño.
–Voy a
salir un rato –le dijo entonces–. Traeré algo para comer.
Mientras bajaba
en el ascensor al garaje, le sonó
el teléfono móvil. Lo sacó de mala gana.
–¿Qué? –contestó enfadado.
–¿Damon?
–repuso su madre algo confusa. Damon se metió
en el coche y cerró los ojos.
–¿Qué
es lo que te pasa?
–Nada, mamá.
Es que tengo mucho trabajo hoy.
¿Qué
querías?
–No sé
si te lo dicho tu hermano, pero me gustaría que vinieras a cenar mañana por la noche.
Respiró profundamente antes de
contarle a su madre lo que
acababa de descubrir. No iba a
ser fácil, pero se dio cuenta de que no
podía ocultarlo.
–Mamá, tengo
que decirte que Elena está aquí conmigo y que está
embarazada.
Su
madre se quedó unos segundos en silencio.
–Entiendo…
Bueno, supongo que entonces será mejor que no invite a Charlotte a la cena.
Hizo
una mueca al oír el tono con el
que le hablaba su madre. Charlotte
Maxwell era la joven con la que su madre
llevaba algún tiempo tratando de emparejarlo.
Nunca le había
gustado Elena ni la idea de que se casara con
ella. Aun así, siempre había
tratado con educación a su prometida, él no habría permitido que lo hiciera de otro
modo.
Después de lo que le pasó con Elena, no le habría
extrañado que su madre aprovechara la
ocasión para recordarle que a ella no le había
gustado desde el principio. Pero
su progenitora se había mostrado
siempre muy compasiva.
–Creo
que será mejor dejar la cena para otra
ocasión. No es buen momento para Elena ni para mí.
Se despidió de su madre y colgó.
Encendió
el motor y salió del garaje. Condujo durante algunos minutos sin un destino en
mente. Pero no tardó en llegar a
su edificio de oficinas, era como si su
coche se supiera el camino.
Aparcó y subió
a las oficinas de la empresa. Jansen
lo miró sorprendido y no le extrañó nada
que lo hiciera. Acababa de
decirle que iba a estar unos días sin
aparecer por allí. Fue directamente a su
despacho. Se sentó en su sillón y le dio
la vuelta para contemplar las vistas desde la ventana.
El
cielo se había nublado esa mañana. Era
un día gris y frío. Después de
pasar varios días en Texas, con
un clima cálido
incluso en invierno, le estaba costando adaptarse al
frío de Nueva York.
Sonó
el teléfono y estuvo punto de no contestar. Vio que se trataba de Cameron. Su amigo iba a preguntarle por qué se
había ido tan
deprisa de isla Moon.
No le
apetecía darle explicaciones de ningún tipo, pero se dio cuenta de que no tenía ningún sentido alargar más lo inevitable.
–¿Ya
estáis de vuelta Tyler
y tú? –le preguntó cuando contestó.
–¡Por fin te localizo! Llevo mucho tiempo llamándote. ¿Dónde te habías
metido? –quiso saber su amigo.
–Me
llamó el detective y me dijo que
había encontrado a Elena.
Cameron
se quedó callado. Después, oyó que murmuraba, imaginó que se lo estaría contando a Tyler.
–¿Y?
–La
encontró en Houston. Me fui de la isla para ir personalmente a ver si era ella
–le explicó–. Y, en efecto, era Elena y ha vuelto a Nueva York conmigo.
–¿Cómo?
–preguntó Cameron estupefacto–. ¿Por qué has hecho algo así?
–Está
embarazada, Cameron.
–No lo
puedo creer. ¿Qué es lo que está
pasando? Últimamente, aparecen mujeres embarazadas por todas partes.
Te voy a hacer la misma pregunta que le hice a Stefan cuando Katrina
reapareció de repente en su vida. ¿Cómo sabes si es tuyo el niño?
–No
he dicho
en ningún momento que sea mío–repuso Damon–. Lo único que he
comentado es que está embarazada.
–Claro. ¿Y pretendes que me crea
que te has llevado a tu
exnovia de vuelta a Nueva York embarazada
de otro hombre?
–No me
hables así. El caso es que podría ser mi hijo. O quizás sea el de mi
hermano. ¿Entiendes ahora mi problema?
–Pues
sí, es un problema muy grande que me alegra no tener. ¿Qué te ha contado ella?
–Ese
es otro de los problemas, está enfadada conmigo, furiosa. Me trata
como si ella fuera la víctima. No lo entiendo. No me ha querido
decir de quién es el bebé.
–Bueno, a lo mejor
no lo sabe –le comentó Cameron–.
Si se acostó contigo, con tu hermano y quizás con alguien más, es normal que no
sepa quién es el padre.
No le gustó
oírlo, pero se dio cuenta de que podía estar en lo cierto.
–Ese
comentario está fuera de lugar, Elena no
es ninguna mujerzuela.
–No he
dicho que lo fuera.
–Pero
lo has insinuado.
–Sé
que estás muy molesto, Damon, pero no te enfades conmigo. Eres mi amigo y me
preocupa que estés perdiendo la cabeza. Creo que no deberías haber tratado de
encontrarla. Ahora ya no tiene remedio, pero
deberías hacerte cuanto antes las
pruebas de paternidad.
–Preferiría
no llegar tan lejos –susurró Damon–. Lo único
que quiero saber es por qué se torcieron tanto las cosas –agregó mientras sacudía la cabeza.
Sabía
que esa conversación no iba a llevarle a ninguna parte. Cameron era un
tipo duro que
no perdonaba fácilmente.
–Siento mucho que
te veas en esta situación, Damon
–le dijo entonces su amigo–. Lo que necesitas es salir, tomarte un par de
copas y tener una breve aventura. Deberías abandonar esa especie de celibato que te has impuesto tú mismo
desde que rompiste con Elena.
Damon
se echó a reír al oír la sugerencia de
su amigo.
–Espera un
momento, Tyler quiere hablar contigo –le comentó Cameron.
Unos
segundos después, estaba hablando con
él.
–No voy
a repetir lo que ya te ha dicho Cameron,
pero estoy de acuerdo con él –le dijo Tyler–. Sólo quería comentarte que voy a estar
unos cuantos días incomunicado.
–¿Acaso
te escapas para casarte
con Bonnie? –le preguntó Damon
sonriendo.
–No y
no me
gustan esas bromas –repuso Tyler–. Ha surgido un problema con
la construcción del hotel y
he decidido ir personalmente a solucionarlo. Ya hemos
sufrido demasiados retrasos y creo que esto será lo más rápido.
–¿Cuándo
te vas?
–Pasado
mañana. Me iría antes, pero no puedo. Y
Cameron va a estar fuera del país a partir de mañana.
Tampoco puedo
pedirle ayuda a Stefan, después de todo,
está de luna de miel.
–Ahora lo entiendo –murmuró Damon–. En realidad, me
llamabais para ver si puedo hacerlo yo.
–Sí,
pero después de oír lo que ha pasado,
tendré que ir yo mismo –le dijo Tyler.
Damon
se quedó un momento pensativo y tomó rápidamente
una decisión.
–No,
iré yo.
–¿En
serio? Pero, ¿no acabas decirnos que
Elena está en tu casa?
–Sí,
pero puede venir conmigo. Creo
que será perfecto. Así podemos
estar lejos de todo. Tendremos tiempo para hablar y tratar de
solucionar las cosas.
Su
amigo se quedó en silencio.
–¿De
verdad quieres volver con ella? ¿Después
de lo que te hizo? –le preguntó Tyler.
–Aún
no lo sé. Necesito tener algunas respuestas antes de tomar una decisión tan importante. Pero, si el bebé es mío, no
voy a permitir que se vuelva a marchar.
–Muy
bien, entonces te enviaré un
correo electrónico detallándote todos
los temas que debes
supervisar en la isla. Mantenme informado de cómo va todo y recuerda que
puedo ir yo mismo si surge cualquier
problema.
–Así
lo haré –le aseguró Damon–. Por
cierto, sé que pensáis que estoy loco, pero me alegra
poder contar con vuestro apoyo.
–Sí,
creo que
estás loco –repuso Tyler–. Pero
es tu vida y tu felicidad, amigo.
Se
despidió de ellos y se quedó mirando el teléfono móvil después de colgar.
Llamó
después a Jansen. Le dio una larga lista de instrucciones. Entre otras
cosas, había que encontrar
un obstetra para Elena. Iba a necesitar que un médico le diera permiso para
viajar. Si todo estaba bien, le apetecía poder pasar algunos
días a solas con ella para poder
hablar de lo que había pasado y tratar de solucionar las cosas.
Después, hizo
otra lista con las cosas que
tenía que comprar. Elena iba a necesitar todo tipo de ropa.
genial¡ que ganas tengo de saber que es lo que paso se verdad¡ gracias y espero el próximo¡ ^^
ResponderEliminarMuchas gracias por estar ahí cada día
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