Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

15 noviembre 2012

Recuérdame Capitulo 07

DE ESTE VIERNES AL DOMINGO,NO HABRÁ ACTUALIZACIONES,YA QUE NO ESTARÉ EN LA CIUDAD.
ASÍ QUE NOS VEMOS EL LUNES

Capítulo 07
—¡Damon, Damon! ¡Despierta! ¡Corre!

—¿Qué sucede? —Damon se despertó sobresaltado—. ¿Es el bebé? ¿Te duele algo?

Ella frunció el ceño antes de sacudir la cabeza y sonreír como si estuviera enajenada.

—Entonces, ¿por qué demonios gritas? —él se frotó los ojos y consultó la hora—. ¡Por el amor de Dios, es muy temprano!


—¡Está nevando!

Ella le agarró la mano y tiró de él. Las sábanas se deslizaron de su cuerpo y ambos se quedaron paralizados. Y entonces recordó que dormía desnudo y, peor aún, que su pene estaba haciendo acto de presencia de una manera muy poco sutil.

—Lo siento —se excusó Elena—. Bajaré yo sola.

—Espera un momento —Damon saltó de la cama con la sábana enrollada alrededor de la cintura—. ¿Nunca habías visto nevar?

Ella sacudió la cabeza.

—¿Hablas en serio?

—Vivo en una isla frente a la costa de Texas —Elena asintió—. No vemos mucha nieve allí.

—Pero no es la primera vez que viajas. ¿Nunca habías estado en un lugar en el que nevara?

—No salgo mucho de la isla —ella se encogió de hombros.

Elena echó una mirada cargada de ansiedad hacia la ventana, como si temiera que la nieve fuera a desaparecer de un momento a otro.

—Dame cinco minutos —Damon suspiró—. Me visto y te acompaño.

Supuso que, dado que era la primera experiencia de Elena con la nieve, seguramente no llevaría ropa adecuada y tomó una bufanda y un gorro.

Se vistió y cuando salió del dormitorio se encontró a Elena pegada a la ventana del salón.

—Toma —gruñó él—. Si vas a salir ahí fuera, necesitarás abrigarte.

Ella se volvió y miró fijamente la bufanda y el gorro que le ofrecía. Alargó una mano, pero él le colocó la bufanda alrededor del cuello y tiró de ella.

—Seguramente ni siquiera sabes atártela —murmuró. Tras colocarle la bufanda, le puso el gorro y dio un paso atrás. Estaba… monísima.

—Tu nieve espera.

Elena salió al pequeño patio interior del edificio, sorprendida de que no hubiera nadie más. En cuanto uno de los copos aterrizó sobre su nariz, volvió el rostro hacia el cielo y comenzó a reír con las manos extendidas y girando en círculos.

Tras formar una bola de nieve se volvió hacia Damon con una traviesa sonrisa en el rostro.

—Ni se te… —él la miró desconfiado.

Pero antes de poder terminar la frase, la bola de nieve se estrelló contra su cara.
La miró furioso, pero ella se limitó a reír mientras formaba una segunda bola.

—¡Ni hablar! —rugió Damon.

Elena se incorporó dispuesta a un segundo lanzamiento, pero una bola de nieve la golpeó el rostro y se deslizó por su nuca provocándole un escalofrío.

—Ya veo que no has podido resistirte —ella le dedicó una sonrisa burlona.

—¿Resistirme a qué?

—A jugar. ¿Quién puede resistirse a la nieve?

—No estaba jugando —gruñó él—. Me estaba vengando. Y ahora, vámonos. Ya has visto la nieve. Deberíamos regresar. Aquí hace frío.

—¡No me digas! Está nevando —contestó ella—. Se supone que debe hacer frío.

Ignorando el gesto de exasperación de Damon, le lanzó otra bola. Él la esquivó y le dedicó una mirada que hizo que ella buscara refugio, no sin antes recibir una bola justo entre los ojos.

—Para ser alguien que no juega en la nieve, lanzas muy bien las bolas —murmuró.

Cuando él se agachó para recoger más nieve, ella se aprovechó y le golpeó en el trasero.

—Espero que seas consciente de que esto es la guerra —declaró Damon.

—Claro, claro —ella puso los ojos en blanco—. Ya conseguí que abandonaras esa actitud prepotente una vez, y volveré a hacerlo.

Damon se aproximó a Elena con expresión decidida.

—Oh, oh —murmuró ella mientras reculaba.

No había mucho sitio para huir en el pequeño patio interior, a no ser que intentara entrar de nuevo en el edificio, y decidió enfrentarse a él.

A toda prisa empezó a lanzarle puñados de nieve que él esquivaba entre juramentos antes de lanzar un suspiro de resignación y hacer lo mismo con ella.

—¡Me rindo! —aulló Elena al fin, alzando las manos.

—¿Y por qué será que no te creo? —preguntó él mientras la miraba con desconfianza.

—Tú ganas —ella le dedicó su sonrisa más inocente y alzó las manos—. Me estoy congelando.

Damon dejó caer la bola de nieve que tenía preparada y se acercó a Elena, agarrándola por los hombros. La miró de arriba abajo.

Suspiró ante lo injusto de la situación. El amor de su vida la miraba como a una extraña.

—Deberíamos entrar —Damon frunció el ceño—. ¿No has traído nada de ropa para el frío?

Ella sacudió la cabeza con gesto pesaroso.

—Entonces habrá que ir de compras.

—No hará falta —de nuevo sacudió la cabeza—. Pronto regresaremos a la isla Moon y allí aún hace bastante buen tiempo.

—Y entre tanto te congelarás. Al menos necesitarás un abrigo. ¿Tienes alguna preferencia? ¿Piel? ¿Cuero?

—Sólo un abrigo. Nada exótico.

—Yo me ocuparé.

—Haz lo que quieras —ella se encogió de hombros.

—Cuando el portero me dijo que estabas aquí fuera jugando con la nieve, le pregunté si el verdadero Damon había sido abducido por unos alienígenas.

Elena y Damon se dieron la vuelta y vieron a Stefan Carter apoyado contra una farola.

—Muy gracioso —murmuró Damon—. ¿Qué haces aquí? —tomó a Elena de la mano.

—Sólo quería ver cómo estabais —Stefan arqueó una ceja—. He oído que ayer hubo jaleo.
Elena hizo una mueca y se llevó la mano libre al moretón que ya había olvidado.

—Como puedes ver, está bien —declaró Damon—. Y ahora, si nos disculpas, nos vamos arriba.

—En realidad he venido a verte a ti —Stefan sonrió—. Ella me parece muy capaz de cuidarse.

Elena carraspeó. Stefan no estaba preocupado por ella sino porque Damon quedara atrapado en sus garras.

—Me subo arriba, así os dejo charlar tranquilamente.

Tras saludar con la mano a Stefan, Elena corrió hacia el ascensor.

—¿De qué va todo esto? —Damon se volvió hacia su amigo con el ceño fruncido.

—Sólo quería ver cómo estabas —Stefan se encogió de hombros—. Estos dos últimos días te han pasado muchas cosas y quería saber si empezabas a recordar algo.

—Vamos dentro —Damon hizo una mueca de desagrado—, aquí hace frío.

Los dos amigos entraron en la cafetería del vestíbulo principal.

—Todo va bien. No quiero que te preocupes, ni que empieces a conspirar para protegerme.

—¿Aunque opine que tu idea de volar a esa isla es una estupidez? —Stefan suspiró.

—Sobre todo por eso.

—¿De verdad crees que es buena idea marcharte con esa mujer que afirma estar embarazada de ti? A mí me parece que lo más sensato sería llamar a tu abogado, solicitar una prueba de paternidad y mantenerte al margen hasta tener los resultados.

—Creo que ya le he hecho bastante daño —Damon sacudió la cabeza—. ¿Cómo voy a reparar un error si mi abogado la agobia mientras esperamos saber si voy a ser padre?

—A mí me parece que ya has decidido que dice la verdad —Stefan soltó un suspiro.

—No sé cuál es la verdad. Mi cabeza me dice que no puede ser cierto. Que la idea de enamorarme locamente de ella en unas semanas es absurda.

—¿Pero…?

—Pero mi corazón aúlla que hay algo entre nosotros. Cuando estoy cerca de ella, cuando la toco… me convierto en otra persona. Percibo la convicción en su voz cuando me cuenta cómo hacíamos el amor junto al mar, y la creo. Quiero creerla.

—De modo que la crees —Stefan soltó un silbido.

—Mi mente dice que es una mentirosa —Damon contuvo la respiración.

—¿Pero tu corazón?

Damon suspiró porque sabía adónde quería llegar su amigo. Él siempre se guiaba por el corazón, aunque la lógica le aconsejara lo contrario. Y jamás se había equivocado.


—Mi corazón me dice que no miente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...