Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

10 enero 2013

Cruel Capitulo 04


CAPÍTULO 04

Dos meses después, Dublín.

Elena intentó borrar de su cara la expresión de súplica, pero estaba desesperada. El hombre de mediana edad sentado al otro lado del escritorio se quitó las gafas.
—Me temo que no tiene la experiencia que estoy buscando. Creo que verá que muchas compañías opinan lo mismo.
Elena sabía que estaba librando una batalla perdida y por eso recogió su bolso y se levantó.

—Gracias por atenderme, señor O'Brien, y le agradezco su opinión. Tan sólo le pido que, si queda alguna vacante en su compañía para puestos de becario, cuente conmigo.
Él le estrechó la mano con fuerza.
—Sin duda lo haré. Tendremos su currículum archivado.
Era la misma historia en todas partes. Una recesión global se cernía en el horizonte, y todo el mundo estaba nervioso y apretándose los cinturones prescindiendo de empleados superfluos. Era la peor época para carecer de experiencia y volver a casa en busca de empleo. Y aun así, cuando salió del edificio para adentrarse en un espléndido día de finales de primavera, supo que se alegraba de estar lejos de Londres. Lejos de lo que había sucedido allí.
Elena cruzó la abarrotada calle y maldijo por haber tomado la dirección que había tomado. Se encontraba frente al nuevo restaurante que acababa de abrir en una de las zonas más concurridas del centro de la ciudad. Salvatore's. Lo que ofrecía esa cadena de restaurantes era una porción de vida italiana, una promesa, un estilo de vida relajada.
Lo irónico era que, sin saber aún quién era el hermano de Bonnie y sabiendo que ella tenía relación con la familia, la cafetería de los Salvatore en Londres se había convertido en el refugio de Elena. Allí había pasado horas durante su tiempo libre, estudiando o leyendo, tomándose un capuchino y disfrutando de ese momento de tranquilidad el mayor tiempo posible. Y ahora allí estaba ese restaurante, en Dublín, burlándose de ella con su brillante fachada y recordándole a su propietario. Estaba claro que Damon  Salvatore no estaba sufriendo la caída de la economía mundial.
Desvió la mirada y pasó corriendo, mientras sentía una sensación de náusea cada vez mayor. Las náuseas ya le eran una cosa familiar. Había estado vomitando cada mañana desde el último mes, y cada vez se sentía peor. Finalmente, y tras una visita al médico la semana anterior, le habían confirmado el peor de sus temores: estaba embarazada. Todavía no lo había asimilado y, mucho menos, había podido decidir si ponerse en contacto o no con Damon.
Bajó la calle a punto de estallar en lágrimas. Lo más importante ahora mismo era conseguir un trabajo. Sólo le quedaba dinero para pagar un mes más el alquiler de su estudio, ¿cómo iba a traer a un bebé al mundo? Contuvo el pánico que la invadió y se detuvo junto a un puesto de periódicos para comprar la prensa, ignorando las pocas monedas que llevaba en el monedero.
Un rato después, se bajó del autobús y se dirigió a su apartamento. A medio camino el cielo se abrió y en cuestión de segundos acabó empapada hasta los huesos. Una pareja pasó por delante de ella, agarrados de la mano y riendo, la mujer se protegía con el abrigo de su novio. Elena se sintió como si algo infinitamente valioso le hubiera sido arrebatado para siempre. Era la inocencia y el optimismo. Durante aquel breve momento antes de que Damon  Salvatore hubiera lanzado la bomba, ella había saboreado algo de felicidad por primera vez en años.
Su corazón se endureció cuando abrió la puerta; él había destrozado sus sueños y esperanzas y lo odiaba con una intensidad que la asustaba.
En el cuarto de baño, se quitó la ropa mojada y se puso un albornoz. Al ver su reflejo en el espejo, se quedó paralizada. Se veía demacrada. Las pecas destacaban con intensidad sobre su pálida piel. Se veía la cara demasiado larga, los pómulos demasiado marcados, los ojos sombríos, y el vivo y brillante tono rojo de su cabello se había apagado.
Se llevó las manos al vientre y no pudo contener las lágrimas. Tras la muerte de Nicklaus, había pensado que sería libre para empezar de nuevo, libre para vivir su propia vida, pero el destino la había golpeado en la cara. Se secó las lágrimas y se sonó la nariz. Tenía que comer. Tenía que cuidarse. Tenía que encontrar un trabajo. De algún modo tenía que mantenerse a sí misma y al bebé. Aún la sorprendía el inmediato y devorador amor y protección que había sentido por ese pequeño ser desde el momento que descubrió que estaba embarazada, a pesar de las circunstancias de su concepción. Además, había una emoción más profunda unida a eso, pero Elena no quería analizarla. Fue a la cocina a calentarse la sopa casera que le había sobrado del día anterior y, cuando se sentó, se fijó en la carta que había sobre la mesa a su lado; una carta que había abierto esa misma mañana. El pánico amenazaba con volver y arrebatarle el apetito. La amenaza contenida en la hoja de papel la hizo temblar por dentro. Se obligó a comer, a no pensar, y entonces se dispuso a ojear los periódicos. Rodeó las ofertas de trabajo y las colocó en orden, de modo que al día siguiente, y una vez más, pudiera comenzar a hacer llamadas y a dejar su currículum en distintas empresas.
Una hora después abrió el último periódico con desgana porque deseaba irse a dormir, pero entonces su corazón comenzó a palpitar descontroladamente cuando vio en él una fotografía de Damon  Salvatore. No podía apartar los ojos de él, esos duros rasgos estaban suavizados por una sonrisa que lo hacía parecer más guapo todavía.
Se le veía feliz. Se le veía satisfecho. Parecía estar despreocupado.
Inconscientemente, ella se llevó la mano al vientre, ¿Qué derecho tenía él a ser feliz mientras que ella estaba allí sentada prácticamente en la pobreza absoluta, embarazada de su hijo después de que él hubiera decidido jugar a ser Dios con su vida? Cerró los ojos un instante antes de volver a mirar el sonriente rostro de Damon  Salvatore. Toda la humillación y el dolor que sintió por su premeditada venganza la embargaron con tanta fuerza como si hubiera sucedido el día antes. El deseo que había mostrado no había sido lo que ella se había esperado y creído.
Damon  estaría en Dublín la noche siguiente para celebrar la apertura de su nuevo restaurante. Elena podría haber pensado que él lo habría hecho a propósito, para enviarle una nueva advertencia, pero ella sabía que había sido algo irracional. No era más que una coincidencia increíblemente cruel.
Volvió a leer el artículo, más despacio esa vez. En el evento anunciaría la fusión con Caleb Cameron, un conocido empresario afincado en Irlanda.
Elena sabía que tendría que hacer algo mientras él estuviera tan cerca; tenía que hacerle ver que no podía llevarse por delante la vida de una persona; su vida. Él era responsable de la vida que crecía en su vientre y algo profundamente visceral estaba alentándola a enfrentarse a él.


Damon  Salvatore contuvo las ganas de quitarse la corbata, desabrocharse los botones de arriba de la camisa y alejarse de ese salón de baile abarrotado lo antes posible. Quería estar en su isla, Sardinia, donde habría tranquilidad y el cielo estaría lleno de las estrellas que a veces había soñado con tocar.
¿Qué le pasaba? Llevaba semanas que no se encontraba bien. Dos meses, para ser exactos... Se quedó paralizado e inmediatamente quiso desechar las vividas imágenes que acompañaban a esos pensamientos. Hacía dos meses había empezado el proceso de curación que comenzaba con la venganza de la muerte de su hermana, pero entonces, ¿por qué no se sentía bien?
Al ver a su buen amigo, Caleb Cameron, forzó a su mente a librarse de esos perturbadores pensamientos, pero cuando vio el cabello rojizo de su esposa, Maggie, sintió una sacudida, a pesar de que no era exactamente el mismo tono de pelo que...
Los dos hombres se saludaron efusivamente.
—Por fin —dijo Caleb. —Creí que nunca te convenceríamos para que abrieras tu negocio aquí.
Damon  ignoró a su amigo y se inclinó para besar a Maggie en las mejillas. Estaba embarazada de su segundo hijo.
—Ha pasado mucho tiempo y lamentarnos no poder llegar al funeral de Bonnie. Debió de ser devastador para ti y para Salvatore.
Realmente conmovido. Damon  sintió algo oprimiéndole el pecho al ser testigo de la intimidad y la calidez creada entre el matrimonio, Caleb adoraba a su esposa y era muy protector con ella. Verlos juntos, aunque siempre resultaba un placer tenía un efecto claustrofóbico en Damon. No dudaba ni por un segundo que Cameron no fuera absolutamente feliz, pero sabía que la vida hogareña no estaba hecha para él. Ninguna mujer ocuparía ese espacio en su vida. Hacía mucho tiempo se había jurado no ser como su padre y entregarse a una mujer que algún día podría tener el poder de destrozar a su familia. Lo irritaba intensamente estar pensando en eso de nuevo... por segunda vez en muchos meses.
Tras unos minutos juntos. Maggie les anunció la llegada de un conocido común y cuando Damon  miró atrás, en la distancia y junto a las puertas, le pareció ver un cabello rojo oscuro y una piel muy clara. No. No podía ser. El corazón le golpeó con fuerza contra el pecho.


Elena se quedó fuera del salón de baile del exclusivo hotel del centro de Dublín durante un largo rato. Los nervios la paralizaron temporalmente. Tenía que aferrarse a la sensación de injusticia, a la rabia que sentía en su pecho, porque de lo contrario fracasaría y dejaría que Damon  Salvatore se marchara sin conocer las consecuencias de sus actos. Respiro hondo y se reconfortó al pensar que, una vez que hubiera hecho lo que pretendía hacen saldría de allí y se marcharía a casa sintiéndose algo mejor. Cruzó las puertas y se estremeció ante todo ese ruido y la multitud de asistentes. No se había molestado en arreglarse para la ocasión; de hecho, el único vestido que tenía, el que había llevado la noche en Londres, lo había tirado a la basura. Estaba vestida con unos pantalones vaqueros y una camiseta lisa bajo una ligera chaqueta, sin maquillaje y con el pelo recogido en una cola de caballo.
Lo vio casi de inmediato. Estaba de espaldas, pero lo habría reconocido en cualquier parte. Su cuerpo, el muy traidor, reaccionó al verlo. Ese físico alto y poderoso le resultaba íntimamente familiar: la arrogante forma de ladear la cabeza, el pelo corto y negro, la espalda recta. Ella misma había recorrido esa espalda con sus dedos mientras se arqueaba bajo él Podía recordar el sabor salado de su piel, el modo en que él la había llenado tanto que...
¿Podría seguir adelante con lo que se había propuesto?
A su lado estaba el otro hombre de la foto, tan guapo como Damon  y, sin duda, igual de rico. Ignoró el miedo que le decía que saliera corriendo y siguió adelante, acercándose cada vez más y más a Damon  Salvatore.


Damon  sintió un escalofrió en la nuca. En ese momento, Caleb se detuvo a media frase, Maggie miró a su derecha y él captó un evocador aroma a rosas; un aroma muy reciente en su memoria. Su cuerpo ya estaba respondiendo enérgicamente, de un modo que no había sentido en... semanas, y ser consciente de ello supuso un duro golpe.
Con una extraña sensación en el pecho, se giró y allí estaba Elena Gilbert, mirándolo con esos enormes ojos verdes moteados de avellana. El tiempo pareció detenerse durante un largo rato mientras se miraban.
Oyó a Maggie preguntar con curiosidad:
—¿Conoces a esta mujer?
—No, creo que no —contestó, negando la respuesta que ella estaba evocando en él.
Y así, se dio la vuelta y siguió hablando con Maggie y Caleb.
Damon  no estaba acostumbrado a enfrentarse a verdades difíciles de asimilar. Él nunca huía de nada, pero allí, y por primera vez en su vida, estaba reaccionando con tanta fuerza a una emoción que no quería explorar, que estaba escondiendo la cabeza bajo tierra.
Elena no podía creer que él hubiera hecho eso, que hubiera negado que la conociera. La rabia se apoderó de ella y comenzó a temblar incontrolablemente mientras se movía para situarse directamente enfrente de Damon, que la miró como diciéndole: «Ni te atrevas». Aunque lo hizo. Se atrevió.
—¿Cómo puedes fingir que no me conoces?
—¡Gilbert!
Elena sonrió con aire triunfante.
—Si no me conoces, ¿cómo sabes mi apellido?
Sabía que tenía que aprovecharse del factor sorpresa durante unos cuantos segundos como mucho y se giró hacia la pareja pensando: «Este hombre es colega de Damon... Si pudiera manchar su reputación, aunque sólo fuera un poco...»
Se había hecho el silencio entre la multitud que los rodeaba.
—¿Sabíais que hace dos meses vuestro amigo estuvo conmigo en Londres? Planeó...
Sus palabras se detuvieron al sentir un fuerte dolor en el brazo: Damon  la había agarrado y la estaba alejando de allí, tirando de ella entre la multitud con tanta facilidad como si pesara poco más que una pluma.
Abrió la boca y, como si le hubiera leído la mente, Damon  le dijo:
—Ni una palabra más, Gilbert.
La multitud se separó como el Mar Rojo y enseguida llegaron a la puerta del salón de baile. Antes de poder darse cuenta, Damon  la había llevado hasta una esquina del vestíbulo.
—No has tenido por qué sacarme de ahí como si fuera una niña de dos años —le dijo ella frotándose el brazo cuando la soltó.
Nunca hasta ahora lo había visto tan furioso... y ¿cómo era posible que, a pesar de ello, pudiera estar fijándose en lo impresionante que resultaba vestido con un esmoquin tradicional? Estaba más guapo de lo que recordaba, si eso era posible, y le dolía como si la hubiera atravesado un puñal pensar que tal vez sentía algo por él a pesar de cómo la había tratado.
—¿Ah, no? ¿Y qué tendría que haber hecho? ¿Dejarte soltar toda la sórdida verdad? ¿Que eres responsable de...?
—¡Para! —le susurró con desesperación, de pronto abrumada por verse tan cerca de él.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—¿Qué estás haciendo tú aquí? —le contestó ella con la intención de ganar tiempo y sabiendo perfectamente bien por qué estaba allí. Su furia estaba disolviéndose y formando una masa de emociones confusas ahora que lo tenía delante.
—Tengo negocios aquí, aunque no es algo que a ti te importe.
Elena respiró temblorosa y miró a otro lado. Ya estaba allí. Tenía que hacerlo, A eso había ido. Él tenía que saber lo que había hecho.
—Bueno, yo también tengo unos asuntos aquí. Algo que tengo que tratar contigo.
Damon  se acercó a ella y vio cómo se abrieron sus ojos y se le sonrojaron las mejillas. Volvió a inhalar su aroma y le sorprendió ser capaz de no bajar la mirada a su cuerpo, a sus pechos. Tenía el vivido recuerdo de haberle cubierto uno de sus pechos, de lo bien que había encajado en la palma de su mano, y de cómo había sido el tacto de ese terso pezón bajo su dedo. ¡Y de cómo había sabido!
En sólo un instante, una erección tomó forma bajo sus pantalones y eso le hizo recordar que ninguna mujer desde entonces había vuelto a encender su libido. Se excitó como un colegial viendo por primera vez a una mujer desnudándose. No podía creerlo.
—¿Y bien? ¿De qué se trata? Dímelo ahora mismo o haré que te echen a la calle.
Elena se negaba a sentirse intimidada y se acercó más a él antes de decirle:
—Estoy embarazada de ti. Me temo que las consecuencias de tu venganza de aquella noche han ido más allá de lo que te esperabas.
Damon  se quedó quieto por un momento antes de dar un paso atrás,
—No es posible. Usé protección —le dijo con expresión de alivio.
—Bueno, debió de romperse o algo así, porque, te guste o no, estoy embarazada. De tu hijo.
Damon  visualizó por un momento la imagen de Caleb y Maggie y de lo protector y atento que su amigo se mostraba con su esposa embarazada. Después, intentó tranquilizarse con la idea de que Elena estaba mintiendo. Tenía que estar mintiendo.
—¿Has tardado dos meses en planear la forma de volver a mí? —dijo entre risas. —¿Y me vienes con esto? ¿Qué pensabas que sucedería? ¿Que te suplicaría que te casaras conmigo por el bien de nuestro hijo? ¿Es que no has podido encontrar a otro millonario iluso al que timar... a Stefan  Donovan , por ejemplo? ¿A su padre verdadero?
A Elena se le encogió el corazón.
—Ya te lo dije. No me acosté con ese hombre y, por otro lado, no se me ocurriría un destino peor que tener que casarme contigo. Lo único que quiero es que sepas en lo que han derivado tus actos; sobre todo, teniendo en cuenta tu libertad y la vida tan fácil que llevas. No quiero que después me acuses de haber mantenido en secreto que tenías un hijo.
Damon  se giró hacia un lado y Elena actuó por puro impulso al pensar que pretendía marcharse y rechazarla otra vez. El dolor era demasiado. Tenía que decir algo para que la creyera. Lo agarró de la manga y lo detuvo. Él la miró a los ojos.
—Odio admitir esto delante de ti, pero esa noche era virgen, aunque tú ni siquiera lo notaras. Este bebé es tuyo y de nadie más —soltó una carcajada a caballo entre un llanto estrangulado y un gemido de dolor. —¿Crees que después de esa noche me puse a buscar a alguien que me dejara embarazada para luego poder venir a por ti y decirte que el bebé es tuyo?
Damon  se quedo paralizado. Podía oír esas palabras, pero de algún modo no era consciente de ellas, de lo que suponían. Tenía que estar mintiendo... Tenía que estar mintiendo. Pero entonces recordó la imagen en la que estaba de pie ante él, con esa sencilla ropa interior de algodón y con actitud de vulnerabilidad. Y recordó también cómo, por un instante, había sospechado que podía ser virgen... antes de que su mente volara a otra parte.
—No es posible.
—Puedes creerme o no, Damon, pero el hecho es que estoy embarazada y que el bebe es tuyo.
Estaba mirándola con unos ojos tan fríos que Elena no pudo creer cómo había podido ver algo de ternura y delicadeza en su mirada. Y entonces, de pronto, decenas de flashes se dispararon a su alrededor. Los dos miraron hacia la luz.
—¡Dio!
Los paparazis los habían pillado. Elena vio a Damon  apartarle con brusquedad la mano de la manga de su chaqueta con la intención de agarrarla por el brazo para llevarla a otra parte y acusarla de haber orquestado esa situación. Pero ella lo esquivó y salió corriendo abriéndose paso entre la multitud de periodistas que gritaban:
—¿Señor Salvatore, es cierto? ¿Van a tener un bebé? ¿Cómo se llama la chica?
Elena logró llegar a la puerta, aterrorizada de que Damon  pudiera alcanzarla en cualquier momento. Se subió al primer taxi que vio en la entrada del hotel y, cuando arrancó, miró atrás para ver a Damon  en la calle y buscando el taxi con verdadera furia en la cara.
Elena se giró y le dio la dirección al taxista antes de cerrar los ojos. ¿Qué había hecho? Comenzó a llorar y se puso una mano contra el pecho para intentar controlar la emoción que estaba amenazando con destrozarla por dentro.
No podía creer que se hubiera dejado llevar tanto como para haberle revelado todo... hasta dónde se extendía su vulnerabilidad e inexperiencia aquella noche. Y al hacerlo, al contárselo todo sobre el embarazo, le había invitado a volver a su vida, a arruinarla más de lo que ya lo había hecho... Porque de una cosa estaba segura: ni por un segundo esperaba que Damon  Salvatore se alejara de esa situación.

2 comentarios:

  1. genial¡ ahora empieza lo mejor¡ que ganas tengo de saber que hará daimon¡ gracias por el capitulo y espero con ganas el próximo¡¡ ^^

    ResponderEliminar
  2. loli ortega serrano, me alegre que te esté gustando esta historia,las actualizaciones son todos los días.En un momento podrás disfrutar de un nuevo capítulo.
    Gracias por comentar,ya que estaba perdiendo la esperanza que el blog e incluso había pensado en eliminar el blog,ya que nadie comenta ;)

    Nos vemos en el próximo capitulo

    ResponderEliminar

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...