—Damon… —Las palabras me fallan.
—¿Estás molesta conmigo?
—Sí. Por supuesto que estoy molesta contigo —digo furiosamente—.
Quiero decir,
¿qué clase de ejecutivo de negocios responsable toma
decisiones basado en con
quién está follando actualmente? —Palidezco y echo una
mirada nerviosa a Niklaus
quien está estoicamente ignorándonos.
Mierda. Qué momento para tener un mal funcionamiento del
filtro de mi cerebro a
mi boca. ¡Elena! Mi subconsciente me mira fijamente.
Damon abre su boca, entonces la cierra otra vez y me frunce
el ceño. Lo miro
furiosamente. La atmósfera en el auto se precipita de cálido
con el dulce encuentro
a helado con palabras no dichas y recriminaciones
potenciales mientras nos
fruncimos el ceño el uno al otro.
Afortunadamente nuestro incómodo viaje en auto no dura
mucho, y Niklaus se
estaciona al lado de mi apartamento.
Desciendo del auto rápidamente, sin esperar que alguien me
abra la puerta.
Escucho a Damon murmurar a Niklaus:
—Creo que mejor esperas aquí.
Lo siento cerca detrás de mí mientas rebusco para encontrar
las llaves en mi bolso.
—Elena —dice tranquilamente como si fuera un animal salvaje
acorralado.
Suspiro y me giro hacia él. Estoy tan enojada con él, mi
rabia es palpable, una entidad
oscura amenazando con ahogarme.
—Primero, no te he follado en un tiempo, lo que se siente
como un largo tiempo, y
segundo, quería entrar en la línea editorial. De las cuatro
compañías en Seattle,
AIPS es la más rentable, pero está en la cúspide y va a
estancarse, tiene que
diversificarse.
Lo miro fríamente. Sus ojos son tan intensos, incluso
amenazantes, pero sexis como
el infierno. Podría perderme en sus aceradas profundidades.
—Así que eres mi jefe ahora —chasqueo.
—Técnicamente, soy el jefe del jefe de tu jefe.
—Y técnicamente es una intolerable bajeza moral el hecho de
que estoy follando
con el jefe del jefe de mi jefe.
—Por el momento, estás discutiendo con él. —Damon frunce el
ceño.
—Eso es porque es un asno —siseo.
Damon retrocede en atónita sorpresa. Oh mierda. ¿He ido
demasiado lejos?
—¿Un asno? —murmura mientras su expresión cambia a una de
diversión.
¡Demonios! Estoy molesta contigo, ¡no me hagas reír!
—Sí. —Me esfuerzo por mantener mi expresión de ultraje
moral.
—¿Un asno? —dice Damon otra vez. Esta vez sus labios se
curvan con una
sonrisa reprimida.
—¡No me hagas reír cuando estoy molesta contigo! —grito.
Y su sonrisa, una deslumbrante sonrisa de chico todo
americano mostrando todos
los dientes, y no puedo evitarlo. Estoy sonriendo y riendo
también. ¿Cómo puedo
no verme afectada por la alegría que veo en su sonrisa?
—Sólo porque tengo una estúpida y condenada sonrisa en mi
rostro, no significa
que no esté molesta como el infierno contigo —murmuro sin
aliento, tratando de
reprimir mis risitas de porrista de escuela secundaria. A
pesar de que nunca fui
porrista, el amargo pensamiento cruza mi mente.
Se inclina y pienso que va a besarme pero no lo hace.
Acaricia mí cabello con la
nariz e inhala profundamente.
—Como siempre, señorita Gilbert, eres inesperada. —Se
endereza y me mira
fijamente, sus ojos bailando con humor—. Entonces, ¿vas a
invitarme a entrar o
voy a ser despachado por ejercer mi derecho democrático como
ciudadano
americano, empresario y consumidor para comprar todo lo que
me malditamente
bien plazca?
—¿Has hablado con el Dr. Flynn acerca de esto?
Se ríe.
—¿Vas a dejarme entrar o no, Elena?
Trato con una mirada reticente, morder mi labio ayuda, pero
estoy sonriendo
mientras abro la puerta. Damon se gira y despide a Niklaus,
y el Audi se aleja.
Es extraño tener a Damon Salvatore en el apartamento. El
lugar se siente demasiado
pequeño para él.
Y aún estoy molesta con él. Su acoso no conoce límites, y me
doy cuenta de que es
así como sabe que los correos electrónicos están siendo
monitoreados en AIPS.
Probablemente sabe más de AIPS que yo. El pensamiento es
desagradable.
¿Qué puedo hacer? ¿Por qué tiene esa necesidad de mantenerme
a salvo? Soy
adulta, algo así, por el amor de Dios. ¿Qué puedo hacer para
tranquilizarlo?
Miro fijamente su hermoso rostro mientras se pasea por el
cuarto como un
depredador encerrado, y mi rabia remite. Viéndolo aquí en mi
espacio cuando
pensé que habíamos terminado es reconfortante. Más que
reconfortante, lo amo, y
mi corazón se hincha con una nerviosa y embriagadora
alegría. Observa alrededor,
evaluando su entorno.
—Lindo lugar —dice.
—Los padres de Katrina lo compraron para ella.
Asiente distraídamente, y sus audaces ojos grises vienen a
descansar sobre los míos, mirándome fijamente.
—Eh… ¿Te gustaría una bebida? —murmuro, sonrojándome con
nervios.
—No, gracias, Elena. —Sus ojos se oscurecen.
Oh, mierda. ¿Por qué estoy tan nerviosa?
—¿Qué te gustaría hacer, Elena? —pregunta suavemente
mientras camina
hacia mí, todo salvaje y caliente—. Sé qué me gustaría hacer
—agrega en voz baja.
Retrocedo hasta chocar contra la isla de cocina de concreto.
—Todavía estoy molesta contigo.
—Lo sé. —Sonríe, una sonrisa torcida de disculpas, y me
derrito… bueno, quizás
no tan molesta.
—¿Te gustaría algo de comer? —pregunto.
Asiente despacio.
—Sí. Tú —murmura. Todo al sur bajo la línea de mi cintura se
aprieta. Soy
seducida sólo por su voz, pero es que luce su mirada tan
hambrienta de “Te deseo
ahora”, oh mi...
Se para delante de mí, sin tocar en absoluto, mirando
fijamente hacia abajo a mis
ojos y bañándome en el calor que irradia de su cuerpo. Estoy
sofocantemente
caliente, nerviosa y mis piernas son como gelatina, mientras
el oscuro deseo cruza a través de mí.
Lo deseo.
—¿Has comido hoy? —murmura.
—Comí un sándwich a la hora del almuerzo —susurro. No quiero
hablar de
comida.
Entrecierra los ojos.
—Necesitas comer.
—Realmente no estoy hambrienta ahora… de comida.
—¿De qué está hambrienta señorita Gilbert?
—Creo que lo sabe Sr. Salvatore.
Se inclina, y nuevamente pienso que me va a besar pero no lo
hace.
—¿Quieres que te bese, Elena? —susurra suavemente en mi
oído.
—Sí —respiro.
—¿Dónde?
—En todas partes.
—Vas a tener que ser un poco más específica que eso. Te dije
que no iba a tocarte
hasta que me rogaras y me dijeras qué hacer.
Mi Diosa interior está retorciéndose en su chaise longue.
Estoy perdida, no está
jugando limpio.
—Por favor —susurro.
—¿Por favor qué?
—Tócame.
—¿Dónde, nena?
Está tan tentadoramente cerca, su esencia es intoxicante.
Avanzo e inmediatamente
retrocede.
—No, no —reprende. Sus ojos repentinamente amplios y
alarmados.
—¿Qué? —No… regresa.
—No. —Sacude la cabeza.
—¿No a todo? —No puedo ocultar el anhelo en mi voz.
Me mira indeciso, y estoy alentada por su vacilación. Me
acerco a él, y retrocede
levantando sus manos en defensa, pero sonriendo.
—Mira, Lena. —Es una advertencia, y corre su mano a través
de su cabello,
exasperado.
—A veces no te molesta —observo quejumbrosamente—, quizás
debería encontrar
un lapicero marcador y podríamos trazar un mapa de las áreas
de “no ir”.
Levanta una ceja.
—No es una mala idea. ¿Dónde está tu habitación?
Asiento en la dirección. ¿Está cambiando deliberadamente de
tema?
—¿Has estado tomando tu píldora?
Oh, mierda. Mi píldora.
Su rostro decae ante mi expresión.
—No —digo agudamente.
—Ya veo —dice, y sus labios se presionan en una delgada
línea—. Vamos, tomemos algo de comer.
¡Oh no!
—¡Pensé que iríamos a la cama! Quiero ir a la cama contigo.
—Lo sé, nena. —Sonríe y repentinamente se lanza hacia mí,
agarra mis muñecas y
tira de mí en sus brazos de modo que su cuerpo está
presionado contra el mío.
—Necesitas comer igual que yo —murmura, sus ardientes ojos
grises
mirándome—. Además… la anticipación es la clave de la
seducción, y justo ahora
estoy realmente demorando la gratificación.
Uh, ¿desde cuándo?
—Estoy seducida y quiero mi gratificación ahora. Rogaré, por
favor. —Sueno
quejumbrosa. Mi Diosa interior está fuera de sí.
Me sonríe con ternura.
—Comer. Estás demasiado delgada. —Besa mi frente y me
suelta.
Este es un juego, parte de un malvado plan. Le frunzo el
ceño.
—Sigo molesta contigo por comprar AIPS, y ahora estoy
molesta contigo porque
me haces esperar. —Hago pucheros.
—Eres una pequeña dama enojada, ¿no? Te sentirás mejor
después de una buena
comida.
—Sé después de qué me sentiría mejor.
—Elena Gilbert. Estoy sorprendido. —Su tono es gentilmente
burlón.
—Para de burlarte de mí. No juegas limpio.
Ahoga su sonrisa mordiendo su labio inferior. Luce
simplemente adorable… el
Damon juguetón, jugueteando con mi libido. Si tan solo mis
habilidades de
seducción fueran mejores. Sabría qué hacer, pero al no estar
permitido poder
tocarlo lo dificulta.
Mi Diosa interior entorna los ojos y mira pensativa.
Necesitamos trabajar en eso.
Mientras Damon y yo nos miramos fijamente el uno al otro, yo
caliente,
turbada y anhelante y él
relajado y divertido a mis expensas, me
doy cuenta de que no
tengo comida en el apartamento.
—Podría cocinar algo, excepto que tenemos que ir de compras.
—¿Compras?
—Por ingredientes.
—¿No tienes comida aquí? —Su expresión se oscurece.
Sacudo mi cabeza. Mierda, se ve bastante enojado.
—Vamos de compras, entonces —dice con firmeza mientras se
gira sobre sus
talones y se dirige a la puerta abriéndola de par en para
mí.
* * *
—¿Cuándo fue la última vez que estuviste en un supermercado?
Damon se ve fuera de lugar, pero me sigue obedientemente,
cargando una
canasta de mercado.
—No puedo recordar.
—¿La Sra. Jones hace todas las compras?
—Creo que Niklaus la ayuda. No estoy seguro.
—¿Estarías satisfecho con un salteado? Es rápido.
—Salteado suena bien. —Damon sonríe, sin duda imaginándose
mi motivo
ulterior de una comida rápida.
—¿Han trabajado para ti desde hace mucho?
—Niklaus cuatro años, creo. La Sra. Jones, alrededor de lo
mismo. ¿Por qué no
tienes nada de comida en tu apartamento?
—Sabes por qué —murmuro sonrojándome.
—Fuiste tú quien me dejó —murmura desaprobadoramente.
—Lo sé —respondo en voz baja, no queriendo un recordatorio.
Llegamos a la caja y nos paramos en la fila.
¿Si no lo hubiera dejado, habría ofrecido la alternativa
vainilla? Me pregunto vagamente.
—¿Tienes algo de beber? —Me trae de regreso al presente.
—Cerveza… creo.
—Traeré algo de vino.
Oh querido. No estoy segura de qué clase de vino está
disponible en el
Supermercado de Ernie. Damon regresa con las manos vacías,
haciendo muecas con una mirada de disgusto.
—Hay una buena tienda de licores en la puerta de al lado
—digo rápidamente.
—Veré que tienen.
Quizás deberíamos simplemente ir a su apartamento, entonces
no tendríamos todo
este lío. Veo que deambula determinadamente y con fácil
gracia fuera de la puerta.
Dos mujeres están entrando, se detienen y lo miran
fijamente. Oh sí, observen a mi
Cincuenta Tonos, pienso abatida.
Quiero el recuerdo de él en mi cama, pero está jugando duro
para conseguirlo.
Quizás debería, también. Mi Diosa interior asiente
francamente en acuerdo. Y
mientras estoy en la línea, armamos un plan. Hmm…
* * *
Damon lleva la bolsa de comestibles dentro del apartamento.
Las lleva desde que
caminamos de regreso al apartamento desde la tienda. Luce
extraño. No del todo
su usual porte de Gerente General.
—Te ves tan… doméstico.
—Nadie nunca me ha acusado de eso antes —dice secamente.
Coloca las bolsas en
la isla de la cocina. Mientras empiezo a desempacarlas, saca
una botella de vino
blanco y busca el sacacorchos.
—Este lugar sigue siendo nuevo para mí. Creo que el
sacacorchos está en el cajón
de ahí. —Señalo con mi barbilla.
Esto se siente tan… normal. Dos personas, llegando a
conocerse el uno al otro,
teniendo una comida. Aún es tan extraño. El miedo que
siempre sentía en su
presencia se ha ido. Realmente hemos hecho tanto juntos, me
sonrojo con sólo
pensar en ello, y apenas lo conozco.
—¿En qué estás pensando? —Damon interrumpe mi ensueño
mientras se encoje
de hombros fuera de su chaqueta de raya diplomática y la
coloca en el sofá.
—Cuán poco te conozco, realmente.
Me mira fijamente y sus ojos se suavizan.
—Me conoces mejor que nadie.
—No pienso que sea verdad. —La señora Robinson viene
repentinamente y
para nada bienvenida a mi mente.
—Lo es, Elena. Soy una persona muy, muy privada.
Me alcanza una copa de vino.
—Salud —dice.
—Salud —respondo tomando un sorbo mientras pone la botella
en la nevera.
—¿Puedo ayudarte con esto? —pregunta.
—No, está bien… siéntate.
—Me gustaría ayudar. —Su expresión es sincera.
—Puedes cortar las verduras.
—No cocino —dice, en relación al cuchillo que le entrego con
recelo.
—Imagino que no lo necesitas. —Coloco la tabla de cortar y
algunos pimientos
rojos en frente de él. Los mira fijamente con confusión.
—¿Nunca has cortado una verdura?
—No.
Le sonrío.
—¿Me estás sonriendo?
—Al parecer esto es algo que puedo hacer y tú no. Seamos
realistas Damon,
pienso que ésta es otra primera vez. Aquí, te mostraré.
Me rozo contra él y retrocede. Mi Diosa interior se sienta y
toma nota.
—Así. —Corto el pimiento rojo, con cuidado de remover las
semillas.
—Parece bastante simple.
—No deberías tener ningún problema con esto —murmuro
irónicamente.
Me mira impasiblemente por un momento entonces comienza su
tarea mientras
continuo preparando el pollo cortado en cuadraditos.
Comienza a cortar,
cuidadosamente, lentamente. Oh por Dios, estaremos aquí todo
el día.
Lavo mis manos y busco la sartén, el aceite y los otros
ingredientes que necesito,
repetidamente rozando contra él, mi cadera, mi brazo, mi
espalda, mis manos.
Pequeños toques, en apariencia, inocentes. Se detiene cada
vez que lo hago.
—Sé lo qué estás haciendo, Elena —murmura oscuramente, aún
preparando el
primer pimiento.
—Creo que se llama cocinar —digo, batiendo mis pestañas.
Agarrando otro
cuchillo, me reúno con él en la tabla de cortar pelando y
cortando el ajo, los
cebollines y las judías verdes, continuamente chocando
contra él.
—Eres bastante buena en esto —murmura mientras empieza con
su segundo
pimiento rojo.
—¿Cortar? —Bato mis pestañas hacia él—. Años de práctica.
—Me rozo una vez
más contra él, esta vez con mi trasero. Una vez más vacila.
—Si haces esto nuevamente, Elena, voy a tomarte sobre el
piso de la cocina.
Oh, guau. Está funcionando
—Tendrás que rogarme primero.
—¿Es un desafío?
—Quizás.
Deja el cuchillo y se pasea lentamente hacia mí, sus ojos
quemando. Inclinándose
por delante de mí, apaga el gas. El aceite en la sartén se
calma casi inmediatamente.
—Creo que comeremos más tarde —dice—. Pon el pollo en la
nevera.
Está no es una frase que hubiera esperado escuchar de Damon
Salvatore, y solo él
puede hacer que suene caliente, realmente caliente. Levanto
el cuenco de pollo
cortado en cuadraditos, colocando temblorosamente un plato
en la parte superior,
y guardándolo en la nevera. Cuando me giro, está detrás de
mí.
—¿Así que vas a rogar? —susurro, valientemente mirando sus
ojos oscurecerse.
—No, Elena. —Sacude su cabeza—. Sin rogar. —Su voz es suave,
seductora.
Y nos quedamos mirándonos el uno al otro, bebiendo el uno
del otro, la atmósfera
entre nosotros se carga, prácticamente crepitando, sin decir
nada, sólo mirando.
Muerdo mi labio mientras el deseo por este hermoso hombre se
apodera de mí con
venganza, encendiendo mi sangre, haciendo mi respiración
poco profunda,
agrupándose bajo mi cintura. Veo mis reacciones reflejadas
en su postura, en sus
ojos.
En un latido, me agarra por mi cadera y me jala contra él
mientras mis manos
alcanzan su cabello y su boca me reclama. Me presiona contra
la nevera, y escucho
la vaga protesta en el tintineo de botellas y frascos desde
dentro mientras su
lengua encuentra la mía. Gimo en su boca, y una de sus manos
se mueve a mi
cabello, jalando mi cabeza hacia atrás mientras nos besamos
salvajemente.
—¿Qué quieres, Elena? —exhala.
—A ti. —Jadeo.
—¿Dónde?
—La cama.
Se libera, me toma en sus brazos y me lleva rápida y
aparentemente sin esfuerzo a mi habitación.
Dejándome sobre mis pies al lado de
la cama, se inclina y enciende la
lámpara al lado de la cama. Mira rápidamente alrededor del cuarto y cierra a toda
prisa las cortinas de un pálido color crema.
—¿Ahora qué? —dice suavemente.
—Hazme el amor.
—¿Cómo?
Por Dios.
—Vas a tener que decirme, nena.
Santa Mierda
—Desvísteme. —Estoy jadeando ya.
Sonríe y engancha el dedo índice en la abertura de mi blusa,
tirando de mí hacia él.
—Buena chica —murmura, y sin quitar sus llameantes ojos de
los míos, lentamente
empieza a desabotonar mi blusa.
Tentativamente pongo mis manos en sus brazos para
sostenerme. No se queja. Sus
brazos son un área segura. Cuando termina con los botones,
jala mi blusa sobre
mis hombros y lo suelto para que la blusa caiga al piso.
Alcanza la pretina de mis
jeans abriendo el botón y bajando el cierre.
—Dime qué quieres, Elena. —Sus ojos arden y abre los labios
mientras toma
respiraciones rápidas y superficiales.
—Bésame de aquí hasta aquí —susurro pasando mi dedo desde la
base de mi oreja,
abajo hasta mi garganta. Alisa mi cabello fuera de la línea
de fuego y se inclina,
dejando dulces y suaves besos a lo largo del camino trazado
por mi dedo y
nuevamente de vuelta.
—Mis jeans y bragas —murmuro, y sonríe contra mi garganta
antes de caer de
rodillas delante de mí. Oh, me siento tan poderosa.
Enganchando sus pulgares en
mis jeans, gentilmente los jala hacia abajo junto con mis
bragas por mis piernas.
Salgo de mis zapatillas y mi ropa entonces estoy sólo
vestida con mi sujetador. Se
detiene y me mira hacia arriba expectante, pero no se
levanta.
—¿Ahora qué, Elena?
—Bésame —susurro.
—¿Dónde?
—Tú sabes dónde.
—¿Dónde?
Oh, él no está tomando prisioneros. Avergonzada rápidamente
señalo el punto
entre mis piernas, y sonríe con malicia, cierro mis ojos,
mortificada, pero al mismo
tiempo más que excitada.
—Oh, con placer —bromea. Me besa y da rienda suelta a su
lengua, su inspiradora
y experta lengua. Gruño y empuño su cabello en mis manos. No
se detiene, su
lengua haciendo círculos en mi clítoris, volviéndome loca,
sobre y sobre, alrededor
y alrededor. Ahhh… es simplemente… ¿cuánto más…? Oh…
—Damon, por favor —ruego. No quiero venirme estando parada.
No tengo la
fuerza.
—¿Por favor qué, Elena?
—Hazme el amor.
—Lo hago —murmura, gentilmente soplando contra mí.
—No, te quiero dentro de mí.
—¿Estás segura?
—Por favor.
No detiene su dulce y exquisita tortura. Me quejo en voz
alta.
—Damon… por favor.
Se levanta y me mira hacia abajo, y sus labios brillan con
la evidencia de mi excitación.
Santo cielo…
—¿Y Bien? —pregunta.
—¿Bien qué? —jadeo, mirándolo fijamente con franca
necesidad.
—Aún estoy vestido.
Me quedo con la boca abierta hacia él en confusión.
¿Desvestirlo? Sí, puedo hacer esto. Trato de alcanzar su
camisa y retrocede.
—Oh, no —me reprende. Mierda, se refería a sus jeans.
Oh, esto me da una idea. Mi Diosa interior vitorea en voz
alta hacia las vigas del
techo, y caigo de rodillas frente a él. Bastante torpemente
y con dedos temblorosos.
Desabrocho su cinturón y lo mando a volar, entonces tiro
hacia abajo sus jeans y
sus bóxers, y salta libre. Guau.
Lo espío hacia arriba a través de mis pestañas y me mira
con… ¿Qué?
¿Azoramiento? ¿Admiración? ¿Sorpresa?
Camina fuera de sus jeans y se quita los calcetines, y lo
tomo en mi mano y aprieto
firmemente, presionando mi mano de regreso como me mostró
antes. Gruñe y se
tensa, y su respiración sisea a través de sus dientes
apretados. Muy tentativamente,
lo pongo en mi boca y succiono, fuerte. Hmm, sabe bien.
—Ahh. Lena… ey, se gentil.
Toma su cabeza con ternura, y lo empujo más profundamente en
mi boca,
presionando mis labios juntos lo más apretados que puedo,
pasando mis dientes y
succionando fuertemente.
—Joder —sisea
Oh, esto es un buen, inspirador y sexy sonido, así que lo
hago de nuevo,
empujando su longitud más profundamente, girando mi lengua a
su alrededor
hasta el fin. Hmm… Me siento como Afrodita.
—Lena, es suficiente. No más.
Lo hago otra vez. Ruega, Salvatore, ruega, y otra vez.
—Lena has hecho tu punto —gruñe a través de sus dientes
apretados—. No quiero
venirme en tu boca.
Lo hago una vez más y se inclina, me agarra de los hombros,
poniéndome de pie y
me tira sobre la cama. Arrastrando su camisa sobre su
cabeza, se agacha, recoge
sus jeans tirados y, como un buen chico explorador, saca un
paquete plateado. Está
jadeando, como yo.
—Quítate el sujetador —ordena.
Me siento y hago como ha dicho.
—Recuéstate. Quiero mirarte.
Me recuesto, mirándolo hacia arriba mientras lentamente se
coloca el preservativo.
Lo quiero tan malamente. Me mira hacia abajo y lame sus
labios.
—Eres un hermoso espectáculo, Elena Gilbert. —Se inclina
sobre la cama y lentamente se arrastra hacia arriba sobre mí, besándome
mientras lo hace. Besa cada uno de mis pechos y juega con mis pezones por
turno, a pesar de que estoy gruñendo y retorciéndome bajo él, no se detiene.
No… para. Te deseo.
—Damon, por favor.
—¿Por favor qué? —murmura entre mis pechos.
—Te quiero dentro de mí.
—¿Ahora?
—Por favor.
Mirándome, aparta mis piernas con las suyas y se mueve de
manera que se eleva
por encima de mí. Sin quitar sus ojos de los míos, se hunde
en mí a un ritmo
deliciosamente lento.
Cierro mis ojos, disfrutando de la plenitud, la exquisita
sensación de su posesión,
instintivamente levantando mi pelvis para encontrarlo, para
reunirme con él,
gimiendo en voz alta. Sale muy lentamente y me llena otra
vez. Mis dedos
encuentran su camino en su sedoso cabello rebelde, y se
mueve oh-tan-lentamente
otra vez, adentro y afuera.
—Más rápido, Damon, más rápido… por favor.
Me mira fijamente con triunfo y me besa con fuerza, entonces
realmente empieza a
moverse, Santo cielo, un castigo, implacable… oh joder, y sé
que no duraré mucho.
Establece un ritmo constante. Empiezo a acelerar, mis
piernas se tensan bajo él.
—Vamos, nena —jadea—. Dámelo.
Sus palabras me deshacen, y exploto, magníficamente, con la
mente abrumada, en un millón de piezas alrededor de él, y sigue llamándome por
mi nombre.
—¡Lena! ¡Oh joder, Lena! —Colapsa sobre mí, su cabeza
enterrada en mi cuello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario