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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

21 mayo 2013

En tus brazos Capitulo 11


Capítulo 11

El corazón de Damon se aceleró mientras, sentado junto a su ayudante Davie, conducía la calesa hacia la escuela, en cuyo camino se cruzó con el sargento Russell y le devolvió el saludo. Realmente debería haber pasado unas horas más en la granja de Miller, pero cuando Tanner, el albañil, le dijo que los obreros ya habían terminado en la escuela, no fue capaz de resistir la tentación de acercarse para acompañar a la señora Gilbert a casa.
La calesa dobló la curva y la vio, de pie frente a la puerta de la escuela. El brillo pelirrojo de su melena y de su sonrisa parecía capturar el calor del propio sol, e hizo que la respiración se le entrecortara y su cuerpo se tensara con la necesidad.
—No esperaba veros —dijo ella mientras se acercaba a recibirlos—. ¿Vais hacia la mansión?
—Sí, pensé que podríamos pasarnos para acompañaros a casa antes de llevar a Davie de nuevo a casa de la abuela Cuthbert.
—El señor Tanner dijo que la escuela estaba casi terminada —dijo Davie.
—Sí, lo está. ¿Te apetece verla? —preguntó Elena al ver la mirada de excitación del chico.
—Si me lo permitís, señora —contestó él asintiendo con la cabeza. Después de que Damon le diera su aprobación, saltó de la calesa.
—Adelante —dijo Elena señalando hacia la puerta—. Elige un asiento, si quieres —cuando el chico salió corriendo hacia la escuela, ella se volvió hacia Damon—. Vos también podéis mirar, señor Salvatore.
—Tal vez lo haga —contestó él con una sonrisa.
Elena siguió a Davie hacia la entrada de la escuela mientras Damon aseguraba la calesa. Su corazón se aceleró a medida que se acercaba a ella.
—Está deseando empezar —le dijo, intentando mantener sus pensamientos en el chico.
—Eso ha dicho el sargento Russell —contestó ella—. Darle clase será un placer.
Al recordar que acababan de cruzarse con el soldado en el camino, Damon sintió una puñalada de celos. ¿El sargento había estado allí, a solas con la señora Gilbert?
—¿Habéis hablado recientemente con él?
—Hace unos minutos. Quería que le escribiera otra carta. Por desgracia, parece que el caballero que iba a contratarlo se ha negado a ayudarlo, así que tiene que buscar otra fuente de ingresos. Sigue decidido a emigrar… Aunque su familia reside en Nottingham, al parecer regresó a Hazelwick en busca de un antiguo amor, que decidió no esperarlo o lo rechazó al verlo tullido. Tener que soportar todo ese dolor emocional aparte del físico. ¡Me siento tan mal por él!
Damon recordó la escena en la posada. ¿Sería Mary, la camarera, el antiguo amor de Russell?
—Habéis hecho muchas cosas por la gente de Blenhem Hill —dijo la señora Gilbert—. ¿No habrá nadie entre vuestros conocidos, o los de vuestro jefe, que pueda encontrar un puesto para un soldado que ha servido a su país tan valientemente como el sargento Russell?
Damon supuso que era una señal positiva que ella hubiese considerado la posibilidad de que le pidiera trabajo a su «jefe» en nombre del soldado. Aun así, si el sargento estaba involucrado en un grupo revolucionario, podría estar pensando en la emigración como posible manera de escapar.
Tyler no le estaría agradecido si lo relacionara con semejante hombre, aunque Damon no tenía nada seguro para acusar al sargento de actos radicales. Además, si el soldado era un agitador en potencia, mejor exportarlo a América y dejar que hiciese sus maquinaciones allí.
Dejando de lado toda razón, cuando la hermosa señora Gilbert se quedaba mirándolo con ese brillo en los ojos, ¿cómo podía negarse?
—Veré lo que puedo hacer —dijo por fin.
Con una sonrisa radiante, ella lo agarró del codo y le provocó un escalofrío por todo el cuerpo.
—Gracias. Sabía que no podríais quedaros parado contemplando semejante injusticia.
Damon no estaba tan seguro de eso, pero sabía que sí podía quedarse allí para siempre, respirando su aroma exótico, sintiendo el roce de sus dedos en el brazo, mientras la dulce tortura de su cercanía prendía fuego a su cuerpo. Tragó saliva e intentó controlar la necesidad de tomarla entre sus brazos.
En ese momento Davie se acercó a ellos. Para gran alivio de Damon, la señora Gilbert le soltó el brazo y se apartó.
—¡Es maravilloso, señora! Mucho mejor que una habitación oscura llena de telares que hacen ruido. ¿Puedo sentarme aquí? —preguntó señalando el escritorio que había en la primera fila junto a la ventana.
—Por supuesto. Si al señor Salvatore le parece bien, abriremos la escuela el primer día de la próxima semana.
—¿Tan pronto? —preguntó Damon, un poco sorprendido—. Veo que los carpinteros han terminado, pero creía que Tanner me había dicho que la albañilería aún no estaba completa.
—Sólo queda un poco, para lo cual el señor Tanner está buscando la piedra. De verdad, queda tan poco por hacer que todos me abandonaron hoy a primera hora de la tarde —de pronto su rostro cambió—. Aunque he tenido un visitante algo extraño. Seguro que queréis saber de él.
—Contadme entonces —dijo él.
—Un tal señor George Hampton vino y dijo que era amigo de mi hermano. ¿Es conocido vuestro?
Damon negó con la cabeza, mientras que Davie dijo:
—Nunca ha habido nadie por aquí con ese nombre.
—Dijo que solía venir de visita a Blenhem Hill cuando Matt era el gerente, y expresó su preocupación sobre lo que consideraba… la manera tan cruel en que había sido tratado mi hermano. Dijo que había venido a buscarme con la esperanza de que yo supiera dónde residía Matt actualmente, pues tenía alguna proposición que hacerle.
—A veces daba fiestas para caballeros de Londres en la mansión —confirmó Davie—. Mujeres también, aunque no eran… —al ver la mirada severa de Damon, el chico se detuvo bruscamente y se sonrojó.
—Muy caballeroso por parte del señor Hampton interesarse por el bienestar de vuestro hermano —dijo Damon—. Aunque perdonad si me equivoco, pero parecéis un poco inquieta por su visita.
—¡Qué perspicaz, señor Salvatore! Desde luego, lo estoy. Veréis, tras expresar su preocupación por mi hermano, siguió diciendo cosas muy radicales sobre la aristocracia que ostenta el poder, y luego confesó que no le importaban las consecuencias que sufrían aquéllos que infringían la ley. Vos mencionasteis que podría haber un grupo de radicales en la zona. Yo no tengo experiencia con gente así, pero, por lo que conozco a los militares, y por la manera de hablar que tenía, el señor Hampton parecía más un líder que un seguidor de ese grupo. Incluso intentó reclutarme —agregó riéndose.
De pronto Damon se puso alerta. ¿Podría ser aquél el hombre que había orquestado el ataque a su carruaje, el que dirigiera o al menos alentara las reuniones de los trabajadores descontentos en la posada?
—¿Dijo el señor Hampton de dónde era? —preguntó.
—No, aunque por sus palabras y su acento no parecía de por aquí. Más típico de Londres, diría yo.
—¿Podríais describirlo?
—No puedo decir cosas que sean de gran ayuda. Altura media, nada raro en la cara, ropa que llevaría cualquier caballero de campo. Y disculpad, pero no vi cómo era su caballo. Estaba demasiado alterada.
Algo en su tono y en su expresión le instó a descubrir más sobre las conexiones políticas de Hampton y despertó sus instintos protectores más profundos.
—¿Os amenazó?
—No… exactamente. Simplemente me hizo sentir… incómoda.
Damon se dio cuenta de que había intentado seducirla y deseó enfrentarse a Hampton con todas sus fuerzas. Era evidente que la señora Gilbert no quería dar más detalles delante del joven Davie, pero si aquel gusano le había puesto la mano encima, Damon estaba dispuesto a degollarlo él mismo.
—No está bien que un caballero amenace a una dama —dijo Davie—. Sobre todo a una dama como vos, señora. Aunque no os preocupéis. En Blenhem Hill no hay muchos extraños. Si se queda por aquí, alguien se dará cuenta y nos encargaremos de él.
¿Preguntando al grupo que se reunía en la posada? Davie a veces limpiaba establos allí; tal vez supiese algo sobre ellos. Tras dirigirle al chico una mirada que indicaba que hablarían del tema cuando la señora Gilbert no estuviese delante, Damon dijo:
—Claro que sí. Sin embargo, hasta que no se resuelva el asunto, si planeáis trabajar más aquí antes de que lleguen los alumnos, me sentiría mejor si Davie os acompañara.
Por un instante, ella frunció el ceño y pareció estar a punto de contestar, pero entonces se detuvo y sus ojos se oscurecieron con una mirada que podría ser decepción. ¿Preferiría que fuese él, y no Davie, el que la protegiese, aunque no quería herir los sentimientos del chico diciéndolo? ¿O sería el deseo el que le hacía pensar así y ver señales donde no las había?
Ella le dirigió una sonrisa.
—Sé que es cobarde por mi parte, pero admito que me sentiría mejor si tuviera un escolta. Al menos hasta que encuentren al misterioso señor Hampton —entonces, como para verificar sus sospechas, se volvió hacia Davie—. Acompañada de un joven caballero que se enfrentó a un villano como Barksdale me sentiré más segura.
Davie se irguió y sacó pecho.
—Era una sabandija ese Barksdale —dijo—. Más que sacarles el dinero del alquiler a los habitantes, quería que le tuvieran miedo. Y por eso conmigo no tenía nada que hacer —añadió con una sonrisa.
—Y por eso tuvo que asaltarte de noche —respondió ella.
—Pero ahora estoy en guardia. He visto tipos como Barksdale en la hilandería. Los abusones siempre se echan atrás si alguien les planta cara.
Mientras Davie sentenciaba semejante verdad, a Damon le llamó la atención el sonido de un caballo aproximándose. Se giró hacia el camino y vio a uno de los trabajadores de la hilandería al golpe.
—Señor Salvatore, venid rápido —gritó el hombre mientras se acercaba—. ¡Hay fuego en la hilandería!

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