Capítulo 16
Jamie lo miró
con resignación al abrir la puerta de su piso y ver que se trataba de Damon.
Éste no le dio tiempo a hacer ni a decir
nada. Lo agarró por el cuello de la
camisa y lo empujó contra la pared.
–¿Qué
demonios…?
Jamie lo miraba sin entender nada mientras se limpiaba la sangre de la boca.
–¿Qué
es lo que te pasa, Damon?
–¿Por
qué lo hiciste? –le preguntó Damon entonces mientras lo fulminaba con la
mirada–. ¿Por qué?
Vio
que palidecía al oír sus palabras. Era un alivio que al menos
no tratara de negarlo o le
dijera que no sabía de qué le estaba
hablando.
–Lo
siento.
No
podía creerlo, ni siquiera iba a defenderse.
Fue de nuevo hacia él y le dio otro puñetazo. Esa vez, Jamie ni siquiera
trató de levantarse.
–¿Que lo sientes? ¡Trataste de violarla! Me mentiste –le dijo
sin poder controlar su furia–. ¿Cómo has
podido hacer algo así? Era la mujer con la
que iba a casarme. ¿Por qué hiciste algo
tan horrible?
–Pregúntaselo a mamá.
Dio un
paso atrás. No podía creerlo.
–¿Mamá?
¿Fue ella la que te pidió que lo hicieras? Jamie se levantó con dificultad del
suelo y se apoyó en la pared del salón.
–Sí,
se volvió loca cuando descubrió que ibas a casarte con Elena. Me dijo que no
iba a permitir que cometieras ese error y te casaras con una cazafortunas como Elena. Al principio, pensé que se
le pasaría.
Pero no cambió de parecer. Me pidió que fuera a hablar con Elena
y le ofreciera dinero para romper el
compromiso. Y que, si ella se negaba a aceptarlo, podría tenderle una
trampa con la historia de la
violación. Te juro que no era mi intención violarla, Damon. Solo quería que tú pensaras
que nos habíamos acostado juntos.
–¡Dios
mío! ¡Qué locura! –exclamó Cameron. Damon
no sabía qué decir. Le parecía increíble que su propia madre hubiera sido
capaz de hacer algo así.
–Fue
ella la que me invitó anoche para que fuera a la cena. Pero
me dijo que tú querías que fuera,
te lo juro. Me hizo creer que Elena
y tú queríais olvidaros del pasado y
empezar de nuevo. No pensaba ir, no
quería disgustar a Elena ni que te enfadaras conmigo, pero mamá
me dijo que tú querías que fuera. La verdad es que tenía la esperanza de que pudierais olvidarlo todo y
volviéramos a ser una familia. Como en los viejos tiempos…
Damon
se sentía demasiado asqueado como para seguir allí, escuchando sus excusas.
–Tú ya no eres de mi familia. Solo Elena y
nuestro hijo, nadie más. No quiero
volver a verte. Si te acercas a ella, te arrepentirás.
–Damon,
no. Por favor–le rogó Jamie–. Por
favor... Ya iba hacia la puerta para salir, pero se detuvo al escuchar sus palabras.
–¿Te
suplicó ella que la dejaras
en paz como me estás suplicando
ahora a mí, Jamie? ¿Te pidió que pararas?
Su
hermano se sonrojó y apartó la mirada.
–Vámonos de aquí, venga –le dijo Cameron. Cuando
salieron a la calle, Damon le pidió a su amigo que se fuera sin él.
–Voy a
ir a ver a mi madre.
–¿Seguro
que no quieres que vaya contigo?
–Sí,
es algo que tengo que hacer yo solo.
Damon
llamó a la puerta de su madre con los nudillos. Cuando abrió una de las criadas, le pidió
que la avisara.
Poco
después, entró su madre en el salón donde la esperaba.
–¿Damon?
¿Ha ocurrido algo? –le preguntó preocupada–.
No te esperaba.
Se
quedó mirándola con incredulidad. Le
parecía imposible que hasta ese día no hubiera sido consciente de cómo era en realidad la mujer que le había dado la vida. Siempre había sido bastante vanidosa y egoísta, pero
nunca se había imaginado lo
maliciosa que podía llegar a ser.
No le salían
las palabras, no sabía cómo decirle cuánto la odiaba.
–¿Estás
bien? –le preguntó de nuevo mientras se acercaba y colocaba una mano en su brazo.
Apartó su mano asqueado, no quería nada
de ella.
–No me
toques –susurró furioso–. Sé lo que hiciste. Sé lo que Jamie y tú le hicisteis a Elena. Nunca os lo perdonaré.
Su
madre lo miró consternada. Después, se
cruzó de brazos.
–Ella
no te conviene, Damon. Si no estuvieras
tan obsesionado con ella, tú también te darías cuenta.
–Ni
siquiera vas a negarlo. ¡Dios mío! ¿Qué
ha hecho Elena para merecer algo así? Ahora mismo,
está en el hospital. Es mi hijo el que lleva en las entrañas, tu
nieto. Estaba embarazada cuando le
pediste a Jamie que la atacara. Hay que ser un
psicópata para hacer algo así –le
dijo con odio.
–Tengo
que proteger a mis hijos y no me arrepiento de nada –repuso ella–. Lo haría de nuevo. Lo entenderás cuando nazca el bebé.
Un padre ha de estar dispuesto a
todo por el bien de su hijo. Lo protegerás por
encima de todo y no vas a
permitir que cometa el peor error de su
vida sin hacer nada para evitarlo. Ya me darás
la razón dentro de unos años.
No
sabía qué decir.
Le parecía asombroso que tratara de justificarse de ese modo. Sus acciones no habían sido sólo inmorales, sino también
delictivas.
–Espero no llegar nunca a los extremos a los que has
llegado tú. Hiciste mucho daño a una mujer
inocente sólo porque pensabas
que no me merecía. Lo que no entiendes
es que ella es mucho mejor que tú. Somos nosotros los que no nos merecemos a
alguien como Elena en nuestra familia.
Su
madre parecía furiosa.
–Eres
como todos los hombres, sólo piensas con la entrepierna. La lujuria te ciega,
pero te darás cuenta dentro de
unos años de que ya no ves las cosas de
la misma manera. Y entonces me darás las gracias por haber tratado de
protegerte. Podrías encontrar a alguien
mejor y no entiendo que no seas capaz de
verlo por ti mismo.
–Estoy
seguro de que nunca te agradeceré lo que
has hecho. Ya no quiero saber nada de
ti. No permitiré que mi futura esposa tenga que verte ni tampoco los hijos que
tengamos.
Ella
lo miró con la boca abierta. Se
había quedado muy pálida de repente.
–¡No
hablarás en serio!
–Muy
en serio. No eres mi madre. No tengo madre. Elena y nuestro hijo son mi familia.
Nunca te lo perdonaré. No quiero
que te acerques a Elena ni a mí. Si lo
haces, pediré una orden de
alejamiento.¿Lo has entendido bien?
Su
madre se quedó mirándolo sin poder articular palabra alguna.
–No
tengo nada más que decirte.
Se dio
media vuelta y salió de allí. Su madre lo llamó, pero no hizo caso. No miro hacia atrás.
Se
metió en un taxi y le pidió al conductor que lo llevara al hospital. Elena y el
bebé lo necesitaban.
No sabía si ella iba a poder perdonarlo,
pero iba a asegurarse de que no le faltara
nunca nada. Iba a cuidar
de ellos, aunque fuera desde la distancia y se pasaría el resto su vida tratando de recuperarla.
Elena
se despertó y todo era silencio
a su alrededor. Era un alivio haberse librado por fin del zumbido de los
oídos. Ya no le dolía la cabeza.
Miró a
su alrededor y se dio cuenta de que estaba en la habitación de un hospital.
Recordó
entonces todo lo que había
pasado. Se había sentido muy mal la noche de la cena y supuso que
había perdido el conocimiento.
Presa del pánico, se llevó las manos al vientre. Fue un alivio ver que seguía embarazada, pero no
sabía si el bebé estaría bien.
La
habitación estaba en penumbra, sólo
entraba algo de luz por debajo de una
puerta. Supuso que sería de noche. Sus ojos fueron adaptándose a la oscuridad y vio entonces que Damon estaba sentado en
una silla a su lado. La miraba con atención, vio que había mucha emoción en sus
ojos azules.
–Hola –le susurró Damon en voz baja–. ¿Cómo estás?
–No lo
sé. Ya no me duele la cabeza. ¿Aún tengo los pies hinchados?
Damon
le levantó ligeramente la sábana.
–Un
poco, pero están mejor.
Te están dando medicación para
controlar la tensión y también vigilan al bebé para asegurarse de que está bien.
–¿Y
como está? –preguntó muy asustada.
–Por
ahora está bien. Se te ha estabilizado
la tensión arterial, pero me han dicho
que a lo mejor tienen
que hacerte una cesárea si vuelve
a subir.
Cerró los ojos al oírlo. Damon se acercó a ella y la abrazó.
–No te
preocupes, cariño –murmuró mientras le
daba un
beso–. Tienes que
estar tranquila. Estás en muy
buenas manos. Me he encargado de que así
sea. Están pendientes de tu salud a todas horas y el médico me ha dicho que el bebé
podría sobrevivir.
Se
sintió muy aliviada al oírlo, pero estaba
demasiado cansada para decir
nada más.
–Voy a
cuidar de ti, Elena –le prometió Damon–.
De ti y del bebé. Nadie
volverá a hacerte daño. Te lo juro.
Se le
llenaron los ojos de lágrimas al
oírlo. No tenía fuerzas
para discutir. Algo se había
roto dentro de ella y no sabía
cómo iba a poder arreglarlo.
Damon
se apartó entonces y vio que parecía muy
preocupado. También había mucho
amor en su mirada. No sabía si eso iba a
ser suficiente. Sabía que la quería y que se sentía culpable. Pero ella no sabía si iba a ser capaz de
perdonarlo.
–¿Qué va a pasar?
–susurró ella–. ¿Tengo que
quedarme aquí? ¿Puedo volver a casa?
Ni
siquiera sabía si la casa de Damon
seguía siendo su hogar. Su relación estaba
en el aire, pero
no le quedaba más remedio que
volver con él mientras estuviera en peligro la salud del bebé.
Damon
tomó su mano entre las de él.
–Te quedarás aquí hasta
que el médico te dé el alta. Y,
durante el resto del embarazo, tendrás
que hacer reposo absoluto.
Tenía mucho miedo
y Damon se dio cuenta. Se
acercó y le dio un beso en la frente.
–No
quiero que te preocupes por nada,
cariño. ¿De acuerdo? Yo me ocuparé de todo. Iremos a algún sitio bonito y cálido. No
tendrás que hacer nada más que estar
tumbada en la playa observando el
atardecer. Contrataré a un médico
que esté
pendiente de ti en todo momento.
–Damon,
no podemos escaparnos a una isla tropical. Si nos limitamos a ignorar los
problemas, no vamos a poder arreglarlos.
–Por
ahora, concéntrate en ponerte mejor mientras
yo me ocupo de eliminar cualquier preocupación que puedas tener.
Abrió
la boca para protestar, pero Damon le
dio un beso para que no lo hiciera.
–Sé
que tenemos que arreglar algunas cosas, Elena. Cuando te lo dije por primera vez, no sabía hasta
qué punto era verdad.
Pero ahora tenemos que dejar esos
problemas al margen y concentrarnos en tu salud y la del bebé. ¿Qué te parece?
Se dio
cuenta de que tenía razón y asintió
con la cabeza.
A pesar de lo que había ocurrido en el pasado, sabía
que Damon estaba siendo sincero y le importaba su salud y la del niño más que cualquier otra cosa.
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