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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

15 marzo 2013

Mentiras Capitulo 16


Capítulo 16
Jamie  lo miró  con  resignación al abrir  la puerta de su piso y ver que se trataba de Damon. Éste no le dio tiempo a hacer  ni a decir nada.  Lo agarró por el cuello de la camisa y lo empujó contra la pared.

–¿Qué demonios…?
No pudo terminar la frase. Le dio  un  puñetazo que le hizo caer al suelo. Cameron y Damon se quedaron esperando a que se levantara de nuevo.
Jamie  lo miraba sin entender nada  mientras se limpiaba la sangre  de la boca.

–¿Qué es lo que te pasa, Damon?

–¿Por qué lo hiciste? –le preguntó Damon entonces mientras lo fulminaba con la mirada–. ¿Por qué?
Vio que palidecía al oír sus palabras. Era un alivio que  al menos  no  tratara de negarlo o le dijera  que no sabía de qué le estaba hablando.

–Lo siento.

No podía  creerlo, ni siquiera iba a defenderse. Fue de nuevo hacia él y le dio otro puñetazo. Esa vez, Jamie  ni siquiera  trató  de levantarse.

–¿Que  lo sientes?  ¡Trataste de violarla! Me mentiste –le dijo sin poder controlar su furia–.  ¿Cómo has podido hacer  algo así? Era la mujer  con  la que iba a casarme.  ¿Por qué hiciste algo tan horrible?

 –Pregúntaselo a mamá.

Dio un paso atrás. No podía  creerlo.

–¿Mamá? ¿Fue ella la que te pidió que lo hicieras? Jamie se levantó con dificultad del suelo y se apoyó en la pared del salón.

–Sí, se volvió loca cuando descubrió que ibas a casarte con Elena. Me dijo que no iba a permitir que cometieras ese error y te casaras con una  cazafortunas como  Elena. Al principio, pensé  que  se le pasaría. 
Pero no cambió de parecer. Me pidió que fuera a hablar  con  Elena y le ofreciera dinero para  romper el compromiso. Y que, si ella se negaba a aceptarlo, podría  tenderle una  trampa con la historia  de la violación. Te juro que no era mi intención violarla, Damon. Solo quería que tú pensaras que nos habíamos acostado juntos.

–¡Dios mío! ¡Qué locura!  –exclamó Cameron. Damon no sabía qué decir. Le parecía increíble que su propia madre hubiera sido capaz  de hacer  algo así.

–Fue ella la que me invitó anoche para que fuera a la cena.  Pero  me dijo que  tú querías que  fuera,  te lo juro.  Me hizo creer  que  Elena y tú queríais olvidaros del pasado  y empezar de nuevo.  No pensaba ir, no quería disgustar  a Elena ni que  te enfadaras conmigo, pero  mamá  me dijo que tú querías que fuera. La verdad es que tenía  la esperanza de que pudierais olvidarlo  todo  y volviéramos a ser una familia. Como en los viejos tiempos…

Damon se sentía  demasiado asqueado como  para seguir allí, escuchando sus excusas.

 –Tú ya no eres de mi familia. Solo Elena y nuestro hijo, nadie  más. No quiero volver a verte. Si te acercas a ella, te arrepentirás.

–Damon, no. Por favor–le rogó Jamie–.  Por favor... Ya iba hacia la puerta para salir, pero  se detuvo al escuchar sus palabras.

–¿Te suplicó  ella que  la dejaras  en paz como  me estás suplicando ahora a mí, Jamie?  ¿Te pidió  que pararas?

Su hermano se sonrojó y apartó la mirada.

–Vámonos  de aquí, venga –le dijo Cameron. Cuando salieron a la calle, Damon le pidió a su amigo que se fuera  sin él.

–Voy a ir a ver a mi madre.

–¿Seguro que no quieres que vaya contigo?

–Sí, es algo que tengo  que hacer  yo solo.

Damon llamó a la puerta de su madre con los nudillos. Cuando abrió  una de las criadas,  le pidió  que la avisara.

Poco después, entró su madre en el salón donde la esperaba.

–¿Damon? ¿Ha ocurrido algo? –le preguntó preocupada–.  No te esperaba.

Se quedó mirándola con  incredulidad. Le parecía imposible que hasta ese día no hubiera sido consciente  de cómo era en realidad la mujer  que le había dado  la vida. Siempre había  sido bastante vanidosa y egoísta,  pero  nunca se había  imaginado lo maliciosa que podía  llegar a ser.
 No le salían  las palabras, no  sabía cómo  decirle cuánto la odiaba.

–¿Estás bien?  –le preguntó de nuevo  mientras se acercaba y colocaba una mano  en su brazo.
Apartó  su mano asqueado, no  quería nada  de ella.

–No me toques  –susurró furioso–.  Sé lo que hiciste. Sé lo que Jamie  y tú le hicisteis a Elena. Nunca  os lo perdonaré.

Su madre lo miró consternada. Después,  se cruzó de brazos.

–Ella no  te conviene, Damon. Si no  estuvieras  tan obsesionado con ella, tú también te darías cuenta.

–Ni siquiera  vas a negarlo. ¡Dios mío! ¿Qué ha hecho  Elena para  merecer algo así? Ahora  mismo,  está en el hospital. Es mi hijo el que lleva en las entrañas, tu nieto.  Estaba embarazada cuando le pediste a Jamie  que  la atacara. Hay que  ser un  psicópata para hacer  algo así –le dijo con odio.

–Tengo que  proteger a mis hijos y no  me arrepiento de nada  –repuso ella–. Lo haría  de nuevo. Lo entenderás cuando nazca  el bebé.  Un  padre ha de estar dispuesto a todo  por el bien de su hijo. Lo protegerás  por  encima de todo  y no vas a permitir que cometa el peor  error de su vida sin hacer  nada  para evitarlo.  Ya me darás  la razón  dentro de unos  años.

No sabía  qué  decir.  Le parecía asombroso que tratara de justificarse  de ese modo. Sus acciones  no habían sido sólo inmorales, sino también delictivas.

–Espero  no llegar nunca a los extremos a los que has llegado  tú. Hiciste mucho daño  a una mujer  inocente  sólo porque pensabas que  no me merecía. Lo que no entiendes es que ella es mucho mejor que tú. Somos nosotros los que no nos merecemos a alguien como Elena en nuestra familia.
Su madre parecía furiosa.

–Eres como  todos  los hombres, sólo piensas  con la entrepierna. La lujuria  te ciega,  pero  te darás cuenta dentro de unos  años de que ya no ves las cosas de la misma manera. Y entonces me darás las gracias por haber tratado de protegerte. Podrías  encontrar a alguien mejor  y no entiendo que no seas capaz de verlo por ti mismo.

–Estoy seguro  de que nunca te agradeceré lo que has hecho. Ya no quiero saber nada  de ti. No permitiré que mi futura esposa tenga que verte ni tampoco los hijos que tengamos.
Ella lo miró  con la boca abierta. Se había  quedado muy pálida  de repente.

–¡No hablarás en serio!

–Muy en serio. No eres mi madre. No tengo  madre.  Elena y nuestro hijo son mi familia. Nunca  te lo perdonaré. No quiero que  te acerques a Elena ni a mí. Si lo haces,  pediré una  orden de  alejamiento.¿Lo has entendido bien?

Su madre se quedó mirándolo sin poder articular palabra alguna.

–No tengo  nada  más que decirte.

Se dio media vuelta y salió de allí. Su madre lo llamó, pero  no hizo caso. No miro hacia atrás.
Se metió en un taxi y le pidió al conductor que lo llevara al hospital. Elena y el bebé  lo necesitaban.
 No sabía si ella iba a poder perdonarlo, pero  iba a asegurarse de que  no le faltara  nunca nada.  Iba  a cuidar  de ellos, aunque fuera  desde  la distancia y se pasaría  el resto su vida tratando de recuperarla.

Elena se despertó y todo  era  silencio  a su alrededor. Era un alivio haberse librado por fin del zumbido de los oídos. Ya no le dolía la cabeza.

Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba en la habitación de un hospital.
Recordó entonces todo  lo que  había  pasado.  Se había  sentido muy mal la noche de la cena  y supuso que  había  perdido el conocimiento. Presa del pánico, se llevó las manos al vientre.  Fue un alivio ver que seguía  embarazada, pero  no  sabía si el bebé  estaría bien.

La habitación estaba  en penumbra, sólo entraba algo de luz por debajo  de una puerta. Supuso que sería de noche. Sus ojos fueron adaptándose a la oscuridad  y vio entonces que Damon estaba sentado en una silla a su lado. La miraba con atención, vio que había mucha emoción en sus ojos azules.

–Hola  –le susurró Damon en  voz baja–. ¿Cómo  estás?

–No lo sé. Ya no me duele  la cabeza.  ¿Aún tengo los pies hinchados?
Damon le levantó ligeramente la sábana.

–Un poco,  pero  están mejor.  Te están dando medicación para  controlar la tensión y también vigilan al bebé  para asegurarse de que está bien.


–¿Y como está? –preguntó muy asustada.

–Por ahora está bien.  Se te ha estabilizado la tensión arterial, pero  me han  dicho  que  a lo mejor  tienen  que hacerte una cesárea  si vuelve a subir.

Cerró  los ojos al oírlo.  Damon se acercó  a ella y la abrazó.

–No te preocupes, cariño  –murmuró mientras le daba  un  beso–.  Tienes  que  estar  tranquila. Estás en muy buenas manos.  Me he encargado de que así sea. Están pendientes de tu salud a todas horas y el médico me ha dicho  que el bebé  podría sobrevivir.

Se sintió muy aliviada al oírlo,  pero  estaba  demasiado cansada  para decir nada  más.

–Voy a cuidar  de ti, Elena –le prometió Damon–. De ti y del  bebé.  Nadie  volverá a hacerte daño. Te lo juro.

Se le llenaron los ojos de lágrimas  al oírlo.  No tenía  fuerzas  para  discutir.  Algo se había  roto  dentro de ella y no sabía cómo iba a poder arreglarlo.

Damon se apartó entonces y vio que  parecía muy preocupado. También había  mucho amor  en su mirada. No sabía si eso iba a ser suficiente. Sabía que la quería y que se sentía  culpable. Pero  ella no sabía si iba a ser capaz de perdonarlo.

–¿Qué  va a pasar?  –susurró ella–. ¿Tengo  que quedarme aquí? ¿Puedo  volver a casa?

Ni siquiera  sabía si la casa de Damon seguía siendo su hogar. Su relación estaba  en  el aire,  pero  no  le quedaba más remedio que volver con él mientras estuviera en peligro la salud del bebé.
Damon tomó  su mano  entre las de él.

 –Te quedarás aquí  hasta  que  el médico te dé el alta. Y, durante el resto  del embarazo, tendrás que hacer  reposo absoluto.

Tenía  mucho miedo  y Damon se dio  cuenta. Se acercó  y le dio un beso en la frente.

–No quiero que  te preocupes por  nada,  cariño. ¿De acuerdo? Yo me ocuparé de todo.  Iremos a algún sitio bonito y cálido. No tendrás que hacer  nada más que  estar  tumbada en  la playa observando el atardecer. Contrataré a un  médico que  esté  pendiente de ti en todo  momento.

–Damon, no  podemos escaparnos a una  isla tropical. Si nos limitamos a ignorar los problemas, no vamos a poder arreglarlos.

–Por ahora, concéntrate en ponerte mejor  mientras yo me ocupo de eliminar cualquier preocupación que puedas tener.

Abrió la boca para protestar, pero  Damon le dio un beso para que no lo hiciera.

–Sé que  tenemos que  arreglar algunas  cosas, Elena. Cuando te lo dije por  primera vez, no  sabía hasta  qué  punto era  verdad.  Pero  ahora tenemos que dejar esos problemas al margen y concentrarnos en tu salud y la del bebé.  ¿Qué te parece?

Se dio cuenta de que tenía  razón  y asintió  con la cabeza.
A pesar de lo que había ocurrido en el pasado, sabía que Damon estaba siendo  sincero  y le importaba su salud y la del niño  más que cualquier otra cosa.

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