Capítulo 9
Aun estaba
intentando comprender el deseo de Damon de intentar una fecundación artificial
cuando entraron en el despacho del doctor. Lo único en lo que podía pensar era
que no se creía capaz de concebir a sus hijos de ningún otro modo. Ella odiaba
pensar que él se atormentaba por eso, pero sabía demasiado poco de ese asunto
como para poder ayudarlo a superar sus miedos.
Tal vez debiera hablar con Tay.
Damon asintió con la cabeza.
El médico se giró hacia ella.
-Usted tendrá que someterse a una inseminación intrauterina,
señora Salvatore.
Elena encontraba aquella conversación muy violenta.
Él habló de las opciones, y le hizo preguntas acerca de su ciclo de fertilidad
para las que ella no tenía respuestas muy claras. Nunca había llevado un calendario
como hacen muchas mujeres.
Después de la tercera pregunta sin respuesta, Damon
suspiró.
-¿Prefieres que me vaya para que hables de estos
detalles con el médico?
Ella se sintió enrojecer aún más.
-Sí -dijo, pidiéndole comprensión con la mirada.
Su media sonrisa le indicó que sí la comprendía.
Salió del despacho y cerró la puerta.
-Me sorprende que se haya marchado, señora
Salvatore. Su marido es un hombre al que le gusta mantener el control y sus
deseos de protección hacia usted son evidentes.
Él había pensado en sus sentimientos y al menos en
aquello su relación había avanzado. Ella sonrió complacida por que hubiera
pensado que a ella le resultase embarazoso hablar de ciertas cosas delante de
él.
-¿Qué me estaba diciendo de la inseminación intrauterina?
-deseaba acabar con aquello cuanto antes para volver con Damon.
-Es el procedimiento menos complicado para este tipo
de tratamientos y no hay razón para estar nerviosos.
Ella asintió, animándolo a continuar. El doctor le
explicó lo que necesitaba hacer para prepararse para el procedimiento y cómo
llevar el control de su temperatura corporal y otros indicadores fisiológicos
que determinasen el momento óptimo para realizar la inseminación.
-Aunque es un procedimiento sencillo, puede ser algo
doloroso. ¿Lo entiende, verdad? -dijo el doctor para acabar.
Ella asintió con la cabeza a pesar de que no entendía
por qué tenía que doler. Hablar de aquellas cosas con hombres, aunque fueran un
médico y su marido, no hacían que se sintiera cómoda.
-Notará algo entre una incomodidad y dolores fuertes
durante el procedimiento. Sólo un tres por ciento de las mujeres que se someten
al tratamiento declaran haber sufrido más que dolores leves.
Aquello era más reconfortante, pero no se lo diría a
Damon. Tal vez no la dejase
someterse al procedimiento, y ella quería tener un niño. Lo deseaba.
-No me preocupa -declaró Elena.
-A veces se necesitan hasta seis intentos hasta conseguir
la concepción -avisó el médico.
Ella esperó que Damon se hubiera recuperado para entonces,
pero asintió.
Volvieron a llamar a Damon y el doctor les dio toda
la documentación necesaria para que estuvieran informados. Ella miró los
papeles y luego al doctor.
-¿Se supone que tengo que tomarme la temperatura
todos los días?
-Sí. Y...
-No se preocupe. Leeré las instrucciones —interrumpió
ella. No quería que él médico le explicase nada más delante de Damon. Ya lo
había pasado bastante mal hablando sólo con el médico.
Salieron de la clínica después de concertar una cita
para Damon para el martes siguiente.
El día después de la cita, Elena lo siguió hasta la
sala de fisioterapia. Tay no había llegado, pero Damon ya se había colocado en
la máquina de remo y estaba entrenando con la misma concentración con que
hacía todo en la vida.
Elena rellenó una botella de agua y la colocó a su
lado.
-Tay me dijo que ayer diste unos pasos.
Se había ido de compras con Renata y no se había enterado
de los progresos de Damon hasta que Tay y su mujer fueron a cenar. Elena había
hablado con Tay a solas y, cuando lo mencionó, ignoró delicadamente su
sorpresa.
El que Damon no hubiera compartido sus progresos con
ella la dolía y le extrañaba. Ella pensaba que habían avanzado en su relación.
-Sí. ¿Se lo dirás a todo el mundo esta noche en la
cena?
Ella pilló el sarcasmo.
-Tus padres y tu hermano están interesados en tus
progresos.
El hizo una mueca.
-Tienes razón, cara. Diles lo que quieras.
Ella no podía evitar pensar si le dolería el procedimiento
al que se había sometido el día anterior. Se mordió el labio al ver cómo él se
esforzaba cada vez más.
-¿Estás seguro de que debes esforzarte tanto después
de lo de ayer?
Su mandíbula se tensó y tardó un momento en responder.
-No necesito una enfermera, Elena.
Rara vez la llamaba por su nombre, y aquella vez no
pudo evitar pensar que no era un gesto de intimidad.
-No intento serlo.
-Entonces, ¿por qué estás aquí?
Buena pregunta. Al principio lo había acompañado
para animarlo a prestar más atención a su rehabilitación, pero desde que
estaban en Italia, se había concentrado en su deseo de andar. Ella seguía
asistiendo a las sesiones para pasar tiempo con él, porque el resto del día
estaba ocupado con sus negocios. Ella lo veía a la hora de cenar, pero poco
más.
La mayoría de las noches ella ya estaba dormida
cuando él subía a acostarse, y cuando no, no quería hablar. Le hacía el amor,
pero seguía negándose a que ella lo tocara. A ella le gustaba dormir entre sus
brazos, pero se sentía rechazada cuando él no la dejaba tocarlo.
Aún no había logrado reunir el valor suficiente para
hablar con Tay, sentía que era una traición a la intimidad de Damon.
-Creía que te gustaba tenerme aquí -replicó ella en
voz baja-. Pero te dejaré para que sigas entrenando.
Ella se volvió para marcharse.
-Elena.
-¿Necesitas algo? -preguntó sin mirarlo.
Se hizo silencio.
-Me gusta que me acompañes.
Damon era demasiado educado como para decirle que le
dejara tranquilo. Probablemente llevara días deseándolo, así que no le creyó.
Ella intentó parecer despreocupada y dijo:
-Buscaré a Renata y le preguntaré si hay algo que
quiere que haga —al menos a su madre le encantaba introducir a Elena en la
vida social y el trabajo voluntario siempre que podía.
-Cara.
-¿Qué? -tal vez se había equivocado y quería que se
quedase.
-¿Te has tomado la temperatura esta mañana?
La pregunta le cayó encima como un jarro de agua
fría. Lo único que parecía interesarle a Damon de ella era su vientre.
-No.
-¿Por qué?
-Acabo de empezar -él podía imaginarse a qué se
refería-. Me someteré al procedimiento en menos de tres semanas si mi cuerpo
sigue el ciclo normal.
Ella no espero su reacción. Ya sabía lo que quería,
un niño, y ella era necesaria para eso. Nada más. A veces, por la noche,
cuando la acariciaba con una ternura que hacía que se le saltaran las lágrimas,
ella se autoconvencía de que realmente significaba algo para él. Pero no era
así, y cuanto antes lo aceptara, antes dejaría de dolerle su indiferencia.
Damon vio a Elena marchar y quiso llamarla de nuevo,
pero ¿qué decir? No le gustaba que ella tuviera que someterse a un tratamiento médico para tener a su
hijo, le hacía sentirse menos hombre. Además, tenerla como testigo mientras
luchaba por volver a la normalidad cada vez se le hacía más difícil. Ella lo
trataba como a un inválido. Había pasado de reprocharle que no trabajaba lo
suficiente para mejorar a regañarlo por esforzarse demasiado.
El único momento en que se sentía como su marido era
cuando le hacía el amor por la noche. Entonces no importaba que no tuviera
control sobre sus piernas. Ella respondía a las caricias con tal pasión que
pronto se volvió adicto a los sonidos de placer que ella emitía, y al tacto de
su cuerpo cuando se convulsionaba. Era tan gratificante, que era como si
encontrara su propia satisfacción.
Según Tay, esa podría ser la única gratificación que
Damon tuviera. Al final había decidido hablar con su fisioterapeuta y le había
confiado sus dudas acerca de recuperarse en esa área. Él le había dicho que,
en la mayoría de los casos, la recuperación era total, pero que unos pocos
hombres, aún después de haber recuperado la movilidad, eran incapaces de
mantener una erección.
El miedo a estar en ese grupo le hizo ser brusco con
Elena. Ella era su esposa, su mujer, la amaba. No sabía cuándo se había dado
cuenta de ello, pero sabía que la había necesitado desde el momento en que la
vio en la habitación del hospital en Nueva York.
Quería estar completo para ella, y eso significaba
entregarse al máximo a la rehabilitación, esforzarse e intentar andar aunque
resultase humillante caer una y otra vez. Si no abandonaba en su empeño de
estar completo para Elena, no sería derrotado.
Elena apenas vio a Damon en las semanas siguientes.
No lo acompañó durante las sesiones de fisioterapia y él no la buscó después. Tuvo tres cenas de negocios
esa semana y, los días que cenaron juntos, ella mantuvo la conversación
centrada en los planes de su madre de celebrar su boda.
Elena evitó las conversaciones íntimas para no ponerse
en situación de ser rechazada. Damon parecía también evitarlo y se acostaba
mucho más tarde que ella cada noche. Una noche la despertó cuando él se acostó
y ella le dijo que estaba muy cansada. Ella no quería pasar por la mezcla de
dolor y pasión que significaba hacer el amor con él, y él no había insistido.
Algunas noches ella habría jurado que había dormido
entre sus brazos, pero él nunca estaba en la cama cuando ella se despertaba,
así que sólo le quedaba preguntarse si habría soñado con esa sensación de
seguridad y calidez.
Una noche de la tercera semana, ella salió del baño
y lo encontró en la cama.
-¿Qué haces aquí?
-Esta es mi cama, ¿no? -dijo él, enarcando una ceja.
-Quiero decir, ahora. Normalmente no vienes a la cama
tan temprano.
-Hoy es distinto.
Había algo distinto en él... sus ojos brillaban
triunfales. ¿Triunfo sobre qué? Y entonces se dio cuenta.
-¿Dónde está la silla de ruedas?
-Ha desaparecido.
-¿Puedes andar? -casi estaba gritando.
-Tengo que usar un bastón, pero es un progreso, ¿no?
-¡Sí! -gritó, y se lanzó sobre la cama para abrazarlo
en un gesto de alegría sin límites-. Puedes andar. Sabía que lo conseguirías.
-Con el incentivo adecuado, un hombre puede hacer
milagros.
Ella sonrió con ojos llorosos.
-Oh, Damon...
No sabía cuál había sido su incentivo, pero le
estaba eternamente agradecida.
-Podríamos celebrarlo, ¿no?
Elena recordó la celebración del primer progreso de
Damon y sonrió. Aquel beso había marcado el cambio de su relación. ¿Estaba
pensando lo mismo? Por el brillo de su mirada, apostaba a que sí.
-Sí -dijo ella suspirando.
Él la dejó besarlo durante unos minutos, permitiendo
que explorara sus labios con la lengua. Era delicioso; por fin iba a dejarla
participar. Ella le acarició el pelo con los dedos y lo besó con mayor
profundidad.
El gimió contra sus labios mientras sus manos tocaban
posesivamente sus pechos. Ella se arqueó ante sus caricias, loca de amor por su
logro y por que la dejara acariciarlo. Recorrió su cuello con los dedos y él
tembló, dejando claro el poder que ella tenía sobre él por primera vez.
Aquella reacción le dio confianza, y colocó ambas manos sobre su pecho
ardiente. Había deseado hacer aquello desde hacía mucho tiempo, y ahora podía
sentir el rápido latido de su corazón y la dureza de sus masculinos pezones con
sus dedos.
Ella quería tocarlo por todas partes, y sus manos bajaron
más y más hasta acercarse a la parte más misteriosa de su cuerpo, que ella no
había visto aún. Nunca había visto a un hombre desnudo y quería ver a Damon. Su
marido.
Entonces sus manos la agarraron de las muñecas como
esposas:
-¡No!
-¡Quiero tocarte! -dijo ella, sorprendida por la dureza
de su mirada.
-Es mejor que sea yo quien te toque, tesoro.
No, no y no. Quería estar a su altura.
-¡Por favor!
Él la ignoró, bajando la cabeza para atrapar su boca
en un beso incendiario ante el que su cuerpo reaccionó quedando casi
inconsciente de placer, pero una pequeña parte de su cerebro no dejó de
funcionar.
Él no quería que lo tocara. ¡No quería que lo
tocara!
-¡No!
Sus ojos se abrieron de golpe, sorprendidos.
-¿Por qué no me dejas tocarte?
-¿No te basta que te de placer, tesoro? -preguntó el
con voz grave.
-No -dijo ella mientras su corazón se partía en pedazos.
-¿Cómo puedes decir eso cuando tu cuerpo está ansioso
de placer?
Su expresión ya no era de sorpresa, sino calculadora,
y ella no pudo soportarlo. No quería oír las razones de por qué deseaba amarla
si no quería que ella lo correspondiera.
Era todo una cuestión de que él tenía que tener el
control sobre ella, para aumentar su ego masculino. Y compasión. Se compadecía
de ella porque sabía cuánto lo amaba, ya se lo había dicho una vez. Así que le
hacía el amor por compasión. Tal vez también fuera una especie de pago por
tener a su hijo.
Ella no quería ninguna recompensa. Quería ser amada.
Dejó escapar un sollozo y escapó de sus brazos.
-Quiero tener mi propia habitación.
-¿Qué? -él se levantó como si lo hubieran golpeado.
-No quiero seguir durmiendo contigo.
Él apartó las mantas revelando sus boxers de seda
granates.
-¡Ni hablar! Eres mi mujer y dormirás en mi cama.
Ella estaba tan enfadada, que no podía dejar de temblar.
-Soy tu incubadora -le gritó—, no tu mujer.
Su piel olivácea se tornó blanca y sus ojos grises
parecieron cegados.
-¡No!
Él intentó alcanzarla, pero ella se giró con rapidez
y se encerró en el baño.
Ella oyó un golpe y toda una serie de juramentos en
italiano. Unos segundos más tarde, él llamaba a la puerta del baño.
-Sal de ahí, Elena.
-¡No! -sus mejillas estaban surcadas de lágrimas. No
podía soportar la idea del sexo por compasión.
-Sal, tesoro. Tenemos que hablar -hablaba con una
calma que no sentía.
-No quiero.
-Por favor, Elena.
-No... no quiero que me vuelvas a tocar -dijo ella
entre sollozos.
-De acuerdo. No te tocaré.
-¿Lo prometes? -una parte de su mente era consciente
de que su reacción estaba siendo desmesurada, pero sus emociones estaban fuera
de control.
-Te doy mi palabra.
Ella desbloqueó la cerradura. Él abrió la puerta y
se apoyó contra el marco. Tenía una expresión dolorida y apretaba las
mandíbulas con fuerza.
-No soy un violador.
Ella lo miró sintiéndose mal.
-Ya lo sé.
-Entonces ven a la cama, esposa mía.
¿Era de verdad su esposa o tan sólo una fábrica de
bebés? En ese momento no importaba. Agotada para seguir luchando, se metió en
la cama y se arropó.
Él la siguió lentamente, con pasos cuidadosos y gesto
de determinación. Ella se dio cuenta de que el golpe que había oído
probablemente fuera porque él se había caído. Se sintió culpable a la vez que
alegre por ver a su marido andar por primera vez desde el accidente. La
felicidad mitigaba en parte el dolor por su rechazo.
Cuando llegó a la cama, él se tumbó a su lado y ella
apagó la luz.
-Tesoro.
-No quiero hablar -interrumpió ella.
-Tesoro, tengo que decirte algo.
-¡No! No hay nada que decir. Por favor, déjame
dormir.
Ella empezó a llorar de nuevo y él la abrazo jurando
para sus adentros.
Ella intentó soltarse, pero él no la dejó. Le
acarició el pelo y le susurró palabras de consuelo en italiano y en inglés.
Cuando por fin dejó de llorar, él intentó hablar con
ella, pero siguió negándose. No le dejaría que le explicara por qué no era lo
suficiente mujer como para tener relaciones íntimas completas con él. Incluso
si no estaba seguro de poder, si la deseara, ¿no querría intentarlo? ¿No
desearía su ayuda?
Él sólo suspiró, pero la abrazó dándole calor y protección
toda la noche.
A la mañana siguiente, Elena se despertó antes que
Damon. Su reacción histérica de la noche anterior la hizo avergonzarse de sí
misma por haber sido tan estúpida. Él quería hablar y ella no le había dejado.
Pero a pesar de todo, él la había abrazado toda la noche. Ella lo amaba, pero
esa noche no había dejado que el amor guiara sus acciones. Aquel día todo sería
distinto.
Ella disfrutó un rato más del calor de su abrazo antes
de saltar de la cama para medirse la temperatura corporal. Unos minutos más
tarde, descubría que su cuerpo estaba listo para la inseminación artificial. Al
menos eso explicaba su irritabilidad del día anterior.
Un golpe tras ella la alertó de la presencia de
Damon. Se dio la vuelta para ponerse frente a él, cerrándose la bata con una
mano.
Él se quedó parado en el umbral de la puerta, desnudo
excepto por los boxers de seda. Tenía un aire peligroso y atractivo a la vez
con el pelo revuelto y la mandíbula con una sombra de barba. La observaba con
atención.
-Cara, tenemos que hablar.
Ella asintió y tragó saliva. En efecto, pero en ese
momento no tenían tiempo para ello.
-Mi cuerpo está a la temperatura óptima para la inseminación.
-¿Qué acabas de decir? -dijo él, con los ojos muy
abiertos.
-Tengo que llamar a la clínica.
-¿Hoy? -él parecía alucinado.
-Sí.
Él cerró los ojos como si estuviera librando una batalla
mental. ¿Habría decidido que no quería que ella tuviera a su hijo?
-¿Has cambiado de idea?
-No lo sé... -dijo él sorprendido por la pregunta.
-¿Importa lo que yo quiera? -dijo ella sin poderlo
creer.
-Importa y mucho, tesoro -respondió él con franqueza.
-Quiero intentarlo.
Apretando los dientes, hizo un gesto afirmativo con
la cabeza.
Ella llamó a su médico desde el teléfono de la habitación
y, cuando colgó, se volvió hacia Damon, lo que estuvo a punto de provocarle un
ataque de nervios.
-Quiere que vaya inmediatamente. Es mejor que no
coma nada.
-Estaré listo en quince minutos.
Ella lo miró asombrada.
-¿Quieres venir?
No había pensado que él quisiera acompañarla. Él
había acudido solo a la clínica y suponía que ella tendría que hacer lo mismo.
-Sí.
-Pero no es necesario -¿acaso pensaba que era incapaz
de hacer nada sola después de lo de la noche anterior? No lo culparía por
ello.
-Claro que es necesario -si las palabras fueron impactantes,
también lo fue su expresión.
-Pero... van a introducirme algo en el cuerpo...
-¿Y eso te da vergüenza?
-Sí -había acertado del todo.
-Mantendré los ojos fijos en tu bonito rostro, cara
mia.
Aquella frase hizo que levantara la vista de la alfombra.
-Yo no soy bonita -dijo ella.
-Eres la mujer más bella que he conocido nunca.
-No lo dices en serio -no podía, a no ser que estuviera
enamorado de ella. Sólo el amor podía hacer que le pareciera más bella que las
mujeres con las que había estado.
Él hizo una mueca, como si sintiera dolor.
-Sí lo digo en serio, pero no espero que me creas.
-Damon... -quería creerlo, lo deseaba...
-¿Me dejarás que te acompañe?
-¿Podría impedírtelo? Puedes venir. Quiero que
vengas.
genial¡ espero el próximo >^.^<
ResponderEliminarMe alegra mucha que te sigan gustando las historias que voy subiendo, y siento no contestar a todos tus comentarios y por haber tardado algo más en subir.;)D
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