Hola

BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

15 marzo 2013

Shades Capitulo 12


Capítulo 12
 Hablaste con ella hoy? —le pregunto a Damon en la espera de
la llegada de la Sra. Robinson.

—Sí.

—¿Qué dijiste?

—Le dije que no querías verla y que entendía tus razones. También le dije que no
apreciaba que fuera tras mi espalda. —Su mirada es impasible, sin revelar nada.
Oh, Dios. 


—¿Qué te dijo?

—Lo sacudió de una manera que sólo Elena puede. —Su boca se aplanó en una
línea torcida.

—¿Por qué crees que está aquí?

—No tengo ni idea. —Damon se encoge de hombros.
Niklaus entra en la sala grande otra vez. 

—La señora Lincoln —anuncia.

Y aquí está ella… ¿Por qué es tan condenadamente atractiva? Ella está vestida
completamente de negro: pantalones vaqueros ajustados, una camiseta que
enfatiza su figura perfecta, y un halo de cabello brillante, lustroso.
Damon me acerca. 

—Elena —dice, en tono perplejo.
Ella me mira boquiabierta en estado de shock, congelada en el lugar. Parpadea
antes de encontrar su suave voz. 

—Lo siento. No me di cuenta que tenías compañía, Damon. Hoy es lunes      —
dice ella, como si esto explicara por qué está aquí.

—Novia —dice él a modo de explicación e inclina la cabeza hacia un lado y sonríe.
Ella sonríe, una sonrisa lenta, radiante, dirigida enteramente a él. Es
desconcertante.

—Por supuesto. Hola, Elena. No sabía que estarías aquí. Sé que no quieres
hablar conmigo. Lo acepto. 

—¿Lo haces? —afirmo en voz baja, mirándola y tomándonos a todos por sorpresa.
Con el ceño levemente fruncido, se mueve más en la habitación.

—Sí, entiendo el mensaje. No estoy aquí para verte. Como he dicho, Damon rara
vez tiene compañía durante la semana. —Hace una pausa—. Tengo un problema, y
necesito hablar con Damon al respecto.

—¿Oh? —Damon se endereza—. ¿Quieres un trago?

—Sí, por favor —murmura con gratitud.
Damon busca un vaso, mientras que Elena y yo estamos de pie, incómodas
mirando la una a la otra. Ella juguetea con un anillo de plata grande en su dedo
medio, en tanto que yo no sé dónde mirar. Finalmente, me da una pequeña sonrisa
tensa y se aproxima a la isla de la cocina y se sienta en el taburete de la barra al
final. Obviamente, conoce muy bien el lugar y se siente cómoda moviéndose por
aquí.

¿Me quedo? ¿Me voy? Oh, esto es tan difícil. Mi subconsciente frunce el ceño a la
mujer con su cara más hostil de arpía.

Hay tantas cosas que quiero decirle a esta mujer y ninguna elogiosa. Pero es amiga
de Damon —su única amiga— y por toda mi aversión por esta mujer, soy por
naturaleza amable. Decidiendo quedarme, me siento con tanta gracia como puedo
manejar en el taburete que Damon había dejado libre. Damon vierte el vino en
cada una de las copas y se sienta entre nosotras en la barra del desayuno. ¿Puede
sentir lo extraño que es esto?

—¿Qué pasa? —le pregunta.

Elena me mira nerviosamente, y Damon se acerca y toma mi mano.

—Elena está conmigo ahora —le dice a su silenciosa consulta y me aprieta la
mano. Me ruborizo, y mi subconsciente le sonríe, cara de arpía olvidada.

El rostro de Elena se suaviza como si estuviera contenta por él. Realmente contenta
por él. Oh, no entiendo a esta mujer en absoluto, y me siento incómoda y nerviosa
en su presencia.

Ella toma una respiración profunda y se mueve, posándose en el borde de su
taburete de la barra y luciendo nerviosa. Mira con nerviosismo a sus manos y
empieza a girar locamente el anillo de plata grande alrededor de su dedo medio.
Por Dios, ¿qué pasa con ella? ¿Es mi presencia? ¿Tengo ese efecto en ella? Porque
me siento de la misma manera… no la quiero aquí. Levanta la cabeza y mira a
Damon a los ojos.

—Estoy siendo chantajeada.

Santa mierda. No es lo que esperaba de su boca. Damon se tensa. ¿Alguien se
enteró de su afición por golpear y follar chicos menores de edad? Reprimí mi
repulsión, y un pensamiento fugaz sobre los pollos vuelven a casa a descansar se
me cruza por mi mente. Mi subconsciente se frota las manos con mal disimulado
regocijo. Bien.

—¿Cómo? —pregunta Damon, su horror claro en su voz.

Ella mete la mano en su bolso de gran tamaño, de charol de diseñador, saca una
nota, y se la entrega a él.

—Deja eso, ponlo ahí. —Damon apunta a la barra del desayuno con su barbilla.

—¿No quieres tocarlo?

—No. Huellas dactilares.

—Damon, sabes que no puedo ir a la policía con esto.

¿Por qué estoy escuchando esto? ¿Está jodiendo algún otro pobre chico?
Ella pone la nota para él, y él se inclina para leerlo.

—Sólo están pidiendo cinco mil dólares —dice casi distraídamente—. ¿Alguna idea
de quién podría ser? ¿Alguien en la comunidad?

—No —dice con su voz dulce y suave.

—¿Linc?
¿Linc? ¿Quién es ese?

—Que… ¿después de todo este tiempo? No lo creo —refunfuña—. ¿Isaac sabe?

—No le he dicho.
¿Quién es Isaac?

—Creo que él necesita saber —dice Damon. Ella niega con la cabeza, y ahora
siento que me estoy entrometiendo. No quiero nada de esto. Trato de recuperar mi
mano del agarre de Damon, pero él sólo aumenta su agarre y se vuelve a
mirarme.

—¿Qué? —pregunta.

—Estoy cansada. Creo que voy a ir a la cama. 

Sus ojos buscan los míos, ¿buscando qué? ¿Censura? ¿Aceptación? ¿Hostilidad?

Mantengo mi expresión tan suave cómo es posible.

—Está bien —dice—. No tardaré mucho tiempo.

Él me libera y me pongo de pie. Elena me mira con recelo. Me quedo callada y
devuelvo su mirada, sin revelar nada.

—Buenas noches, Elena. —Ella me da una pequeña sonrisa.

—Buenas noches —murmuro, y mi voz suena fría. Me giro para salir. La tensión es
demasiada para mí para soportar. A medida que salgo de la habitación ellos
continúan su conversación.

—No creo que haya mucho que pueda hacer, Elena —le dice Damon a ella—. Si
se trata de una cuestión de dinero. —Su voz se apaga—. Podría pedirle a Welch
que investigue.

—No, Damon, sólo quería compartir —dice ella.
Cuando estoy fuera de la habitación, la oigo decir: 

—Te ves muy feliz.

—Lo estoy —responde Damon.

—Mereces serlo.

—Me gustaría que eso fuera verdad. 

—Damon —regaña.

Me quedo paralizada, escuchando atentamente. No puedo evitarlo.

—¿Sabe lo negativo que eres acerca de ti? Acerca de todos tus problemas. 

—Ella me conoce mejor que nadie.

—¡Ay! Eso duele.

—Es la verdad, Elena. No tengo que jugar con ella. Y lo digo en serio, déjala en
paz. 

—¿Cuál es su problema?

—Tú… Lo que éramos. Lo que hicimos. Ella no entiende. 

—Hazla entender.

—Está en el pasado, Elena, ¿y por qué iba a querer mancharla con nuestra jodida
relación? Ella es buena y dulce e inocente, y por algún milagro me ama.

—No es ningún milagro, Damon —se burla Elena naturalmente—. Ten un poco
de fe en ti mismo. Realmente eres un buen partido. Te lo he dicho a menudo. Y ella
parece adorable, también. Fuerte. Alguien que te defienda.

No puedo oír la respuesta de Damon. Así que soy fuerte, ¿lo soy? Desde luego,
no me siento así.

—¿No lo echas de menos? —continúa Elena.

—¿Qué?

—Tu sala de juegos.

Dejo de respirar.
—Eso realmente no es de tu maldita incumbencia —dice bruscamente Damon. 
Oh.

—Lo siento —resopla Elena sin sinceridad.

—Creo que será mejor que te vayas. Y por favor, llama antes de venir otra vez. 

—Damon, lo siento —dice ella, y por su tono, esta vez lo dice en serio—. ¿Desde
cuándo eres tan sensible? —lo regaña de nuevo.

—Elena, tenemos una relación de negocios que nos ha beneficiado a ambos
inmensamente. Vamos a mantenerlo de esa manera. Lo que hubo entre nosotros es
parte del pasado. Elena es mi futuro, y no lo voy a poner en peligro en modo
alguno, así que corta la mierda. 
¡Su futuro!

—Ya veo.

—Mira, lo siento por tu problema. Tal vez deberías desecharlo y tomarlo como un 
farol. —Su tono es más suave.

—No quiero perderte, Damon.

—No soy tuyo para perderme, Elena —dijo bruscamente de nuevo.

—Eso no es lo que quise decir.

—¿Qué quisiste decir? —Está brusco, enojado.

—Mira, no quiero discutir contigo. Tu amistad significa mucho para mí. Me alejaré
de Elena. Pero estoy aquí si me necesitas. Siempre lo estaré.

—Elena piensa que me viste el sábado pasado. Llamaste, eso es todo. ¿Por qué
le dijiste otra cosa?

—Quería que ella supiera lo mal que estabas cuando se fue. No quiero que te haga
daño.

—Ella lo sabe. Le he dicho. Deja de interferir. Sinceramente, eres como una mamá
gallina. —Damon suena más resignado, y Elena se ríe, pero hay un tono triste en
su risa.

—Lo sé. Lo siento. Sabes que me preocupo por ti. Nunca pensé que terminarías
enamorándote, Damon. Es muy gratificante verlo. Pero no podría soportar si te
hace daño.

—Tomaré mis riesgos —dice secamente—. ¿Ahora estás segura de que no quieres
que Welch busque alrededor?

Ella suspira profundamente. 

—Supongo que no haría ningún daño.

—Está bien. Lo voy a llamar por la mañana. 

Los escucho discutiendo, tratando de resolver esto. Ellos suenan como viejos
amigos, como dice Damon. Solo amigos. Y ella se preocupa por él, tal vez
demasiado. Bueno, ¿quién no lo haría, si lo conocieran?

—Gracias, Damon. Y lo siento. No era mi intención molestar. Me iré. La próxima
vez voy a llamar.

—Bien.

¡Ella se va! ¡Mierda! Corro por el pasillo a la habitación de Damon y me siento en
la cama. Damon entra unos momentos más tarde.

—Se ha ido —dice con cautela, midiendo mi reacción.

Miro hacia él, tratando de enmarcar mi pregunta. 

—¿Quieres decirme todo sobre ella? Estoy tratando de entender por qué crees que
te ha ayudado. —Hago una pausa, pensando cuidadosamente acerca de mi
siguiente frase—. La detesto, Damon. Creo que te hizo un daño incalculable. Tú
no tienes amigos. ¿Los mantuvo lejos de ti?

Él suspira y se pasa la mano por el cabello.

—¿Por qué demonios quieres saber acerca de ella? Tuvimos un romance muy
largo, golpeaba la mierda fuera de mí de vez en cuando, y me la follé en todo tipo
de formas que ni siquiera puedes imaginar, fin de la historia.

Palidecí. Mierda, él está enojado… conmigo. Parpadeo hacia él. 

—¿Por qué estás tan enojado?

—¡Porque toda esa mierda se ha ACABADO! —grita, mirándome ceñudo. Él
suspira con desesperación y sacude su cabeza.

Palidecí. Mierda. Miro mis manos, anudadas en mi regazo. Sólo quiero entender.
Se sienta a mi lado. 

—¿Qué quieres saber? —pregunta con cansancio.

—No tienes que decirme. No quiero inmiscuirme.

—Elena, no es eso. No me gusta hablar de esa mierda. He vivido en una
burbuja durante años donde nada me afecta y no tengo que justificarme ante nadie.

Ella siempre ha estado ahí como un confidente. Y ahora mi pasado y mi futuro
están colisionando de una manera en que nunca pensé posible. 

Echo un vistazo a él y él me está mirando, los ojos muy abiertos.

—Nunca pensé que tendría un futuro con alguien, Elena. Me das esperanza y
me tienes pensando en todo tipo de posibilidades. —Él se desvía.

—Estaba escuchando —susurro y miro hacia abajo a mis manos.

—¿Qué? ¿Nuestra conversación?

—Sí.

—¿Y bien? —Él suena resignado.

—Ella se preocupa por ti.

—Sí, lo hace. Y yo por ella a mi propia manera, pero no se acerca a lo que siento
por ti. Si eso es de lo que esto se trata. 

—No estoy celosa. —Me hiere que pensara eso… ¿o lo estoy? Mierda. Tal vez eso
es lo que es—. No la amas —murmuré.

Vuelve a suspirar. Está realmente molesto. 

—Hace mucho tiempo, pensé que la amaba —dice a través de sus dientes
apretados.
Oh. 

—Cuando estábamos en Georgia… dijiste que no la amabas. 

—Eso es cierto.

Frunzo el ceño.

—Te amaba entonces, Elena —susurra—. Eres la única persona por la que
volaría cinco  mil kilómetros para ver.

Oh mi… No entiendo. Todavía me quería como sumisa entonces. Mi ceño se
profundiza.

—Los sentimientos que tengo por ti son muy diferentes de cualquier otro que haya
tenido por Elena —dice a modo de explicación.

—¿Cuándo lo supiste?
Se encoge de hombros. 

—Irónicamente, fue Elena quien lo señaló. Me animó a ir a Georgia.
¡Lo sabía! Lo supe en Savannah. Lo miro, inexpresiva.

¿Qué debo hacer con esto? Tal vez ella está de mi lado y sólo se preocupa de que
vaya hacerle daño. La idea es dolorosa. Nunca querría hacerle daño. Ella tiene
razón… ha sido dañado lo suficiente.

Tal vez no es tan mala. Niego con la cabeza. No quiero aceptar su relación con ella.
Estoy en contra. Sí, eso es lo que es. Ella es un personaje desagradable que se
aprovechó de un adolescente vulnerable, robándole sus años de adolescencia, no
importa lo que él diga.

—¿Entonces la deseabas? Cuando eras más joven.

—Sí.
Oh.

—Ella me enseñó mucho. Me enseñó a creer en mí mismo.
Oh.

—Pero también golpeó la mierda fuera de ti.

Él sonríe con cariño. 

—Sí, lo hizo.

—¿Y te gustaba eso?

—En ese tiempo lo hacía.

—¿Tanto que quisiste hacérselo a otros?

Sus ojos se abren más y se vuelven más serios. 

—Sí.

—¿Te ayudó ella con eso?

—Sí.

—¿Hizo de sumisa para ti?

—Sí.
Mierda santa. 

—¿Esperas que ella me agrade? —Mi voz suena frágil y amargada.

—No. Aunque eso facilitaría mucho mi vida —dice con cansancio—. Pero entiendo
tu reticencia. 

—¡Reticencia! Caray, Damon… si ese hubiera sido tu hijo, ¿cómo te sentirías?

Parpadea en mi dirección como si no comprendiera la pregunta. Frunce el ceño. 

—No tenía que quedarme con ella. Fue mi decisión, también, Elena            —
murmura.

Esto no me está llevando a ninguna parte.

—¿Quién es Linc?

—Su ex-marido.

—¿Lincoln Timber?

—El mismísimo —sonríe.

—¿E Isaac?

—Su sumiso actual.
Oh no.

—Él está en la mitad de sus veinte, Elena. Ya sabes: un adulto consensual   —
añade rápidamente, interpretando correctamente mi mirada de repulsión.
Me sonrojo. 

—Tú edad —murmuro.

—Mira, Elena, como le dije a ella, es parte de mi pasado. Tú eres mi futuro. No
dejes que se interponga entre nosotros, por favor. Y francamente, estoy realmente
aburrido de este tema. Iré a trabajar un poco. —Se pone de pie y me mira—. Déjalo
estar. Por favor.

Lo miro tercamente.

—Oh, casi lo olvido —añade—. Tu auto llegó un día antes. Está en el garaje. Niklaus
tiene la llave.
Whoa… ¿el Saab? 

—¿Puedo conducirlo mañana?

—No.

—¿Por qué no?

—Sabes por qué no. Y eso me recuerda. Si vas a dejar tu oficina, házmelo saber.
Sawyer estaba ahí, vigilándote. Parece que no puedo confiar en que cuides de ti
misma en absoluto. —Me frunce el ceño, haciéndome sentir como una niña que se
equivocó… otra vez. Y discutiría con él, pero está bastante en el borde sobre lo de
Elena, y no quiero empujarlo más, aunque no puedo resistir un comentario.

—Parece que no puedo confiar en ti tampoco —murmuro—. Pudiste haberme
dicho que Sawyer estaba vigilándome.

—¿Quieres discutir sobre eso, también?

—No era consciente de que estuviéramos discutiendo, pensé que nos estábamos
comunicando —murmuro de forma petulante.

Cierra sus ojos brevemente mientras lucha por contener su temperamento. Trago y
lo observo ansiosamente. Jesús, esto podría ir en cualquier dirección.

—Tengo que trabajar —dije en voz baja, y con eso, deja la habitación.

Exhalo. No me había dado cuenta de que estaba reteniendo mi aliento. Me dejo
caer de nuevo en la cama, mirando el techo.
¿Podremos tener alguna vez una conversación normal sin que se desintegre en una
discusión? Es agotador.

Simplemente no nos conocemos tan bien el uno al otro. ¿Realmente quiero
mudarme con él? Ni siquiera sé si debo prepararle una taza de té o café mientras está trabajando. ¿Debería siquiera interrumpirlo? No tengo idea de lo que le gusta
y lo que no.

Evidentemente está aburrido con toda la cosa de Elena; tiene razón, necesito
avanzar. Dejarlo estar. Bueno, al menos no está esperando que sea su amiga, y
espero que ella deje de acosarme para que nos reunamos.

Me bajo de la cama y camino hasta la ventana. Sacando el seguro de la puerta del
balcón, la abro y paseo hasta la barandilla de vidrio. Su transparencia es
desconcertante. El aire está helado y fresco, debido a la altura a la que me
encuentro.

Miro las titilantes luces de Seattle. Él está tan lejos de todo aquí en su fortaleza. Sin
rendirle cuentas a nadie. Acaba de decirme que me ama, y luego viene toda esta mierda a causa de esa horrible mujer. Ruedo mis ojos. Su vida es tan complicada. Él es tan complicado.

Con un profundo suspiro y una última vista a Seattle esparcido como un manto de
oro a mis pies, decido llamar a Matt. No he hablado con él desde hace un tiempo. Es
una conversación breve, como de costumbre, pero puedo verificar que está bien y
que estoy interrumpiendo un partido de fútbol importante.

—Espero que todo esté bien con Damon —dice de forma casual, y sé que está
buscando información pero realmente no quiere saber.

—Sí. Estamos bien. —Algo así, y me estoy mudando con él. Aunque no hemos
discutido un calendario—. Te quiero, papá.

—También te quiero, Lena.
Corto y miro mi reloj. Debido a nuestra discusión, me estoy sintiendo
extrañamente enervada e inquieta.

Me doy una ducha rápida, y de vuelta en el dormitorio, decido usar uno de esos
camisones que Caroline Acton adquirió para mí de Neiman Marcus. Damon
siempre se está quejando de mis camisetas. Hay tres. Escojo el rosa pálido y lo paso
por encima de mi cabeza. La tela se desliza por encima de mi piel, acariciando y
aferrándose a mí a medida que cae por mi cuerpo. Se siente lujurioso, el mejor y
 más delgado satín. Santa mierda. En el espejo, me veo como la estrella de una
película de 1930. Es largo, elegante… y muy poco yo.

Agarro la bata a juego y decido ir a buscar un libro a la biblioteca. Podría leer en mi
iPad… pero en este momento, quiero la comodidad y el consuelo de un libro físico.

Dejaré a Damon solo. Tal vez recobrará su buen humor una vez que haya
terminado de trabajar.

Hay tantos libros en la biblioteca de Damon. Revisar cada título tomará una
eternidad. Ocasionalmente miro la mesa de billar y me sonrojo al recordar nuestra
velada previa. Sonrío cuando veo que la regla todavía está en el suelo.
Recogiéndola, la paso sobre la palma de mi mano. ¡Ay! Pica.
¿Por qué no puedo tomar un poco más de dolor por mi hombre?

Desconsoladamente, la dejo sobre la mesa y continúo mi búsqueda de un buen
libro.

La mayoría de los libros son primeras ediciones. ¿Cómo puede alguien haber
amasado una colección como esta en tan poco tiempo? Tal vez la descripción de
trabajo de Niklaus incluye compra de libros. Me decido por Rebecca de Daphne Du
Maurier. No lo he leído desde hace mucho tiempo. Sonrío cuando me acurruco en
uno de los mullidos sillones y leo la primera línea:

Anoche soñé que iba a Manderley otra vez…

*  *  *

Casi salto al despertar cuando Damon me levanta en sus brazos.

—Hola —murmura—, te quedaste dormida. No podía encontrarte. —Acaricia mi
cabello. Somnolienta, pongo mis brazos alrededor de su cuello y respiro su esencia
—oh, huele tan bien— mientras me carga de regreso al dormitorio. Me acuesta
sobre la cama y me cubre, —Duerme, nena —susurra, y presiona sus labios contra mi frente.
*  *  *
 Despierto de golpe de un sueño perturbador y me siento momentáneamente
desorientada. Me encuentro mirando con ansiedad el otro extremo de la cama,
pero no hay nadie ahí. Flotando desde la sala, escucho el tenue tono de una
compleja melodía proveniente del piano.

¿Qué hora es? Compruebo la alarma-reloj: dos de la mañana. ¿Ha venido Damon
a dormir algo? Desenredo mis piernas de la bata, que todavía estoy usando, y bajo
de la cama.

En la sala principal, me quedo de pie en las sombras, escuchando. Damon está
perdido en la música. Parece seguro y protegido en su burbuja de luz. Y la canción
que interpreta tiene una melodía cadenciosa, que en parte suena familiar, pero tan
elaborada. Jesús, es bueno. ¿Por qué esto siempre tiene que tomarme por sorpresa?
Toda la escena parece diferente de algún modo, y me doy cuenta que la tapa del
piano está abajo, otorgándome una vista sin obstáculos. Él levanta su mirada y
nuestros ojos se encuentran, los suyos grises y suavemente luminosos en el difuso
brillo de la lámpara. Continúa tocando, sin titubear en absoluto, mientras hago mi
camino hacia él. Sus ojos me siguen, bebiéndome, ardiendo con más brillo. Cuando
lo alcanzo, se detiene.

—¿Por qué paraste? Eso era maravilloso.

—¿Tienes idea de cuán deseable te ves en este momento? —dice él, con voz suave.
Oh.

—Ven a la cama —susurro, y sus ojos se calientan cuando extiende su mano.

Cuando la tomo, él tira de mí de forma inesperada, por lo que caigo en su regazo.
Envuelve sus brazos a mi alrededor y acaricia mi cuello por detrás de mi oreja, lo
que envía escalofríos a lo largo de mi columna.

—¿Por qué peleamos? —susurra, mientras sus dientes se apoderan del lóbulo de
mi oreja.

Santo cielo. Mi corazón se salta un latido, luego comienza a correr a todo ritmo,
enviando calor a través de todo mi cuerpo.

—Porque estamos conociéndonos, y eres terco, pendenciero, mal humorado y
difícil —murmuro sin aliento, moviendo mi cabeza para darle un mejor acceso a
mi garganta. Pasa su nariz a lo largo de mi cuello, y siento su sonrisa.

—Soy todas esas cosas, señorita Gilbert. Es un milagro que me aguantes.            —
Mordisquea el lóbulo de mi oreja y yo gimo—. ¿Es siempre así? —suspira.

—No tengo idea.

—Tampoco yo. —Tira del cinturón de mi bata por lo que esta se abre, y sus manos
vagan por mi cuerpo, sobre mis pechos. Mis pezones se endurecen bajo su suave
tacto y se tensan contra el satén. Continúa descendiendo por mi cintura, hasta mis
caderas.

—Te sientes tan bien bajo este material, puedo verlo todo… incluso esto. —Tira
suavemente mi vello púbico a través de la tela, lo que me hace jadear, mientras su
otra mano se envuelve sobre el cabello en mi nuca. Tirando mi cabeza hacia atrás,
me besa, su lengua urgente, implacable, necesitada. Gimo en respuesta y acaricio
su querido, amado rostro. Su mano suavemente levanta mi camisón, lentamente,
de forma tentadora, hasta que acaricia mi trasero desnudo y luego pasando la uña
de su pulgar por el interior de mi muslo.

De pronto se levanta, sorprendiéndome, y levantándome hasta poner mi cuerpo
sobre el piano. Mis pies se apoyan en las teclas, haciendo sonar notas discordantes,
y sus manos suben por mis piernas y separan mis rodillas. Agarra mis manos.

—Recuéstate —ordena, sosteniendo mis manos mientras me extiendo sobre la
parte superior del piano. La tapa se siente dura e implacable contra mi espalda. Él
me suelta y abre más mis piernas, mis pies danzando sobre las teclas, sobre las
notas más altas y más bajas.

Oh chico. Sé qué es lo que va a hacer, y la anticipación… gimo ruidosamente 
mientras besa el interior de mi rodilla, luego besando, chupando y mordisqueando
su camino desde mi pierna a mi muslo. El suave camisón de satín se levanta más,
rozando mi piel sensible, cuando él empuja la tela. Flexiono mis pies y los acordes
suenan otra vez. Cerrando mis ojos, me rindo a él mientras su boca alcanza la
cúspide de mis muslos.

Él me besa… ahí… Oh chico… entonces sopla suavemente antes de que su lengua
rodee mi clítoris. Abre más mis piernas. Me siento tan abierta… tan expuesta. Me
sujeta en mi lugar, sus manos justo sobre mis rodillas mientras su lengua me
tortura, sin darme cuartel, sin tregua… sin poder respirar. Inclinando mis caderas
hacia arriba, encontrando e igualando su ritmo, me consume.

—Oh, Damon, por favor. —Vuelvo a gemir.

—Oh no, nena, no todavía —bromea, pero me siento acelerar a medida que él lo
hace, y se detiene.

—No —lloriqueo.

—Esta es mi venganza, Lena —gruñe suavemente—. Discute conmigo, y voy a
cobrármelo con tu cuerpo de algún modo. —Esparce besos a lo largo de mi vientre,
sus manos viajando por mis muslos, acariciando, amasando, tentando. Su lengua
hace círculos en mi ombligo mientras sus manos —y sus pulgares… oh sus
pulgares— alcanzan la cumbre de mis muslos.

—¡Ah! —grito cuando empuja uno dentro de mí. El otro me acaricia, lenta,
agonizantemente, haciendo círculos a mi alrededor una y otra vez. Mi espalda se
arquea fuera del piano mientras me retuerzo bajo su toque. Es casi insoportable.

—¡Damon! —grito, fuera de control con la necesidad.
Se apiada de mí y se detiene. Levantando mi pie de las teclas, me empuja; y
repentinamente, me estoy deslizando sin esfuerzo sobre el piano con la ayuda del
satén, y él me sigue hasta allí arriba, arrodillándose brevemente entre mis piernas
para ponerse un condón. Se cierne sobre mí y estoy jadeando, mirándolo con
descarnada necesidad, y noto que está desnudo. ¿Cuándo se quitó la ropa?

Él me mira fijamente, y hay admiración en sus ojos, admiración, amor y pasión, y
me quita el aliento.

—Te deseo tanto —dice, y muy lentamente, exquisitamente, se hunde en mí.

*  *  *
Estoy extendida sobre él, agotada, mis extremidades pesadas y lánguidas, mientras
yacemos sobre el piano. Oh mi… Él es mucho más cómodo para descansar que el
piano. Con cuidado de no tocar su pecho, apoyo mi mejilla en él y me mantengo
perfectamente quieta. Él no se opone, y escucho su respiración mientras se
ralentiza como la mía. Suavemente acaricia mi cabello.

—¿Bebes té o café en las noches? —le pregunto somnolienta.

—Qué extraña pregunta —dice él, soñador.

—Pensé que podría traerte algo de té al estudio, y luego me di cuenta que no sabía
si eso te gustaría.

—Oh, ya veo. Agua o vino en las noches, Lena. Aunque tal vez debería probar con
el té.

Sus manos se mueven rítmicamente por mi espalda, acariciándome con ternura.

—Realmente sabemos muy poco el uno sobre el otro —murmuro.

—Lo sé —dice, y su voz es triste. Me siento para mirarlo.

—¿Qué es? —pregunto. Él sacude su cabeza como si se estuviera deshaciendo de
algún pensamiento desagradable, y levantando su mano, acaricia mi mejilla, sus
ojos brillantes y serios.

—Te amo, Lena Gilbert —dice.

*  *  *
 La alarma sonó con las noticias del tráfico de las seis de la mañana y yo soy
bruscamente despertada de mi inquietante sueño de mujeres muy rubias y
morenas. No puedo entender sobre qué es e inmediatamente me distraigo porque
Damon Salvatore me envuelve como seda, su cabeza con cabello rebelde en mi pecho,
su mano en mis pechos, su pierna sobre mí, aplastándome. Todavía está dormido y
yo tengo mucho calor. Pero ignoro mi incomodidad, tentativamente me estiro para
pasar con cuidado mis dedos por su cabello y él se mueve. Levantando sus
brillantes ojos grises, sonríe dormido. Santo cielo... es adorable.

—Buen día, preciosa —dice.

—Buen día, precioso. —Le sonrío de regreso. Él me besa, desenredándose y se
apoya sobre su codo, mirándome. 

—¿Dormiste bien? —pregunta.

—Sí, a pesar de la interrupción de mi sueño anoche.
Su sonrisa se ensancha. 

—Hmm. Pueden interrumpirme así en cualquier momento. —Me besa de nuevo.

—¿Y tú? ¿Dormiste bien?

—Siempre duermo bien contigo, Elena.

—¿No más pesadillas?

—No.
Fruncí el ceño e intenté una pregunta.

—¿Sobre qué son tus pesadillas?

Su frente se arruga y su sonrisa desaparece. Mierda, mi estúpida curiosidad.

—Son recuerdos de mi niñez, o eso dice el Dr. Flynn. Algunos vívidos, otros
menos. —Su voz desciende y su mirada distante cruza su cara. Distraídamente,
comienza a recorrer con su dedo mi clavícula, distrayéndome.

—¿Te despiertas llorando y gritando? —intento en vano una broma.
Me mira, desconcertado. 

—No, Elena. Nunca he llorado. Hasta dónde puedo recordar. 

Frunce el ceño, como si se estuviera metiendo en la profundidad de sus recuerdos.
Oh no, ese es un lugar demasiado oscuro para ir a esta hora, seguramente.

—¿Tienes algún recuerdo feliz de tu niñez? —pregunto rápido, principalmente
para distraerlo. Luce pensativo por un momento, todavía recorriendo con su dedo
mi piel.

—Recuerdo la cocción de la puta droga. El olor. Un pastel de cumpleaños, creo.
Para mí. Y después está la llegada de Mia con mamá y papá. Mi mamá estaba
preocupada por mi reacción, pero adoré al bebé Mia inmediatamente. Mi primera
palabra fue Mia. Recuerdo mi primera lección de piano. La señorita Kathie, mi
maestra, era increíble. Ella tenía caballos, también. —Sonríe con melancolía. 

—Dijiste que tu mamá te salvó, ¿cómo?

Su meditación se rompe y me miró como si yo no entendiera la matemática
elemental de dos más dos. 

—Ella me adoptó —dijo simplemente—. Pensé que era un ángel cuando la conocí.

Estaba vestida de blanco y fue tan dulce y tranquila cuando me examinó. Nunca lo
olvidaré. Si ella o Carrick hubieran dicho que no... —Se encogió y miró sobre su
hombro el despertador—. Todo esto es un poco profundo para tan temprano en la
mañana —murmura.

—He hecho una promesa para llegar a conocerte mejor.

—¿Ahora, señorita Gilbert? Pensé que querías saber si prefería café o té.               —
Sonríe—. De cualquier manera, puedo pensar de una mejor manera en que puedes
llegar a conocerme. —Empuja sus caderas sugestivamente hacia mí.

—Creo que te conozco demasiado bien de esa manera. —Mi voz es arrogante y
reprochadora, y lo hace sonreír más.

—No creo que alguna vez llegue a conocerte lo suficiente de esa manera           —
murmura—. Definitivamente hay ventajas de despertar a tu lado. —Su voz es
suave y seductora.

—¿No tienes que levantarte? —Mi voz es lenta y ronca. Jesús, lo que me hace...

—No esta mañana. Sólo en un lugar quiero estar ahora, Srta. Gilbert. —Y sus ojos
brillan obscenamente. 

—¡Damon! —jadeo impresionada. De repente se mueve quedando arriba de mí,
presionándome contra la cama. Agarrando mis manos, las tira sobre mi cabeza y
empieza a besar mi cuello. 

—Oh, Srta. Gilbert. —Él sonríe contra mi piel, mandando deliciosos cosquilleos a
través de mí, mientras su mano viaja hacia abajo por mi cuerpo y lentamente
empieza a levantar mi camisón de satén—. Oh, lo que me gustaría hacerte        —
murmura.

Y estoy perdida, preguntándomelo.

*  *  *

La Sra. Jones preparó mi desayuno de panqueques y tocino y para Damon un
omelette y tocino. Nos sentamos lado a lado en la barra en un cómodo silencio. 

—¿Cuándo voy a conocer a tu entrenador, Claude, y ponerlo a prueba?            —
pregunto.

Damon me mira, sonriendo.

—Depende si quieres ir a Nueva York este fin de semana o no... a menos que
quieras verlo temprano una mañana esta semana. Le pediré a Andrea que
compruebe sus horarios y te diré.

—¿Andrea?

—Mi asistente personal.
Oh, sí.

—Una de tus tantas rubias —me burlo.

—No es mía. Trabaja para mí. Tú eres mía.

—Trabajo para ti —refunfuño ácidamente.

Sonríe como si lo hubiera olvidado.

—Entonces lo haces. —Su sonrisa radiante es contagiosa.

—Tal vez Claude pueda enseñarme kickboxing —advierto.

—¿Ah, sí? ¿Te imaginas tus posibilidades contra mí? —Damon levanta una ceja,
divertido—. Provóqueme, señorita Gilbert. —Él está tan condenadamente feliz
comparado con su asqueroso humor de ayer después de que se fuera Elena. Es
totalmente encantador. Tal vez es todo el sexo... tal vez eso es lo que lo está
haciendo tan optimista.

Echo un vistazo atrás de mí al piano, saboreando el recuerdo de la noche anterior.

—Subiste de nuevo la tapa del piano.

—La cerré anoche para no molestarte. Supongo que no funcionó, pero me alegro
de que no lo haya hecho. —Los labios de Damon se torcieron en una sonrisa
lasciva mientras tomaba un bocado de omelette. Me puse carmesí y le sonreí de
regreso.

Oh, sí... momentos divertidos en el piano.

La Sra. Jones se inclina y deja una bolsa de papel que contiene mi almuerzo delante
de mí, haciéndome sonrojarme por la culpa.

—Para más tarde, Lena. ¿Atún está bien?

—Oh, sí. Gracias, Sra. Jones. —Le doy una tímida sonrisa, la cual corresponde
afectuosamente antes de retirare a la gran habitación. Sospecho que es para darnos
algo de privacidad.

—¿Puedo preguntarte algo? —Me giro hacia Damon.
Su expresión divertida se esfuma.

—Por supuesto.

—¿Y no te enojarás?

—¿Es sobre Elena?

—No.

—Entonces no me enojaré.

—Pero ahora tengo una pregunta suplementaria.

—¿Oh?

—Cuál es acerca de ella
Rueda sus ojos.

—¿Qué? —dice, y ahora está exasperado.

—¿Por qué te enfadas tanto cuando pregunto por ella?

—¿Honestamente?

Le frunzo el ceño.

—Pensé que siempre eras honesto conmigo.

—Lo intento.
Estrecho mis ojos hacia él.

—Eso suena como una repuesta muy evasiva.

—Siempre soy honesto contigo, Lena. No quiero jugar juegos, bueno, no esa clase
de juegos —modifica cuando sus ojos se encienden.

—¿Qué clase de juegos quieres jugar?

Inclina su cabeza hacia un lado y me sonríe.

—Señorita Gilbert, te distraes tan fácil.
Me río. Tiene razón.

—Sr. Salvatore usted me distrae de tantas maneras. —Miro a sus ojos grises bailando con humor.

—Mi sonido favorito en el mundo es tu risa, Elena. Ahora, ¿cuál era tu pregunta original? —pregunta suavemente y creo que se está riendo de mí. Intento torcer mi boca para mostrar mi descontento pero me gusta jugar con Cincuenta... él es divertido. Me gustan algunas bromas temprano en la mañana. Frunzo el ceño tratando de recordar la pregunta.

—Ah, sí. ¿Tú sólo veías a tus sumisas los fines de semana?

—Sí, eso es correcto —dice nervioso.
Le sonrío.

—Entonces, sin sexo durante la semana.
Él se ríe.

—Oh, hacia allá vamos con esto. —Luce vagamente alivianado—. ¿Por qué crees
que hago ejercicio todos los días de la semana? —Ahora realmente se ríe de mí,
pero no me importa. Quiero abrazarme con regocijo. Otra primera vez... bueno,
varias primeras veces.

—Luces muy complacida contigo misma, señorita Gilbert.

—Lo estoy, Sr. Salvatore.

—Deberías estarlo. —Sonríe—. Ahora, come tu desayuno.
Oh, Cincuenta mandón... nunca está lejos. 

*  *  *
 Estamos en la parte trasera del Audi. Niklaus está manejando con la intención de
dejarme en el trabajo, luego a Damon. Sawyer está llevando una escopeta.

—¿No habías dicho que el hermano de tu compañera de cuarto llegaba hoy?    —
pregunta Damon, casi por accidente, su voz y su expresión no revelaban nada.

—Oh, Ethan —jadeo—, lo olvidé. Oh Damon, gracias por recordármelo. Tendré
que regresar al apartamento.
Puso cara larga. 

—¿A qué hora?

—No estoy segura de a qué hora llegará.

—No quiero que vayas a ningún lugar por tu cuenta —dice bruscamente.

—Lo sé —murmuro y me resisto a rodarle mis ojos al Sr. Sobre-reacción—. ¿Estará
Sawyer espiando... um... patrullando hoy? —Miro astutamente en dirección a
Sawyer para ver ponerse coloradas las partes posteriores de sus orejas.

—Sí —escupe Damon, sus ojos fríos.

—Si estuviera manejando el Saab sería más fácil —murmuro con petulancia.

—Sawyer tendrá un auto y puede llevarte al apartamento, dependiendo del
horario.

—Está bien. Creo que Ethan me contactará durante el día. Entonces te avisaré
cuáles son los planes.

Me mira sin decir nada. Oh, ¿qué está pensando?

—Está bien —consciente—, a ningún lado por tu cuenta, ¿entiendes? —Agita un
dedo largo hacia mí.

—Sí, querido —murmuro.

Hay una huella de sonrisa en su cara.

—Y tal vez sólo deberías usar tu BlackBerry. Te mandaré un e-mail ahí. Eso debería
prevenir a mi hombre en información y tecnología de tener una mañana
interesante, ¿sí? —Su voz es sarcástica.

—Sí, Damon. —No puedo resistirlo: ruedo mis ojos hacia él y me sonríe.

—¿Por qué, señorita Gilbert, creo que estás haciendo que mi palma se agite?

—Ah, Sr. Salvatore, tu palma que se agita permanentemente, ¿qué haremos con eso?
Se ríe y luego es distraído por su BlackBerry, que debe estar en vibrador porque no
suena. Frunce el ceño cuando ve el nombre de quien está llamando.

—¿Qué es? —escupe en el teléfono, luego escucha atentamente. Aprovecho la
oportunidad para estudiar sus rasgos encantadores: su nariz recta, su cabello
colgando desaliñado sobre su frente. Soy distraída de mi forma de mirarlo por su
expresión, la cual pasa de la incredulidad al entretenimiento. Presto atención.

—Estás bromeando... Por una escena... ¿Cuándo te lo dijo? —Damon sonríe casi
de mala manera—. No, no te preocupes. No tienes que disculparte. Me alegro de
que haya una explicación lógica. Parecía una ridículamente baja cantidad de
dinero... No dudo de que haya algo malvado y creativo planeado para tu
venganza. Pobre Isaac. —Sonríe—. Bien... Adiós. —Cierra el teléfono y me mira.

Sus ojos de repente son cautelosos pero de una forma extraña, él también luce
aliviado.

—¿Quién era? —pregunto.

—¿Realmente quieres saber? —pregunta lentamente.

Y lo sé. Sacudo mi cabeza y miro por la ventana al día gris en Seattle, sintiéndome
desesperada. ¿Por qué ella no puede dejarlo solo?

—Hey. —Él se estira por mi mano y besa cada uno de mis nudillos por turno y de
repente está chupando mi meñique, con fuerza. Luego mordiéndolo suavemente.

¡Whoa! Él tiene una línea directa a mi ingle, jadeo y miro con nervios a Niklaus y
Sawyer, luego a Damon y sus ojos están oscuros. Me da una lenta sonrisa carnal.

—No te preocupes, Elena —murmura—. Ella está en el pasado. —Y planta un
beso en el centro de mi palma, enviando cosquilleos a todas partes y
momentáneamente mi resentimiento es olvidado.

*  *  *
 —Buenos días, Lena —murmura Ty cuando hago mi camino hacia mi escritorio—.
Bonito vestido.

Me ruborizo. El vestido es parte de mi nuevo guardarropa, cortesía de mi novio
increíblemente rico. Es un vestido sin mangas de lino azul pálido, bastante pegado
al cuerpo y estoy usando sandalias con tacón alto color crema. A Damon le
gustan los tacones, creo. Sonrío en secreto ante el pensamiento pero rápidamente
recupero mi suave sonrisa profesional para mi jefe.

—Buenos días, Ty.

Empecé a ordenar un mensajero para tomar sus folletos a las impresoras. Él asoma
su cabeza por la puerta de su oficina.

—¿Puedes traerme un café, Lena?

—Seguro. —Deambulo por la cocina y me encuentro con Claire de recepción,
quien también está preparando café.

—Hey, Lena —dice alegremente.

—Hola, Claire.

Charlamos brevemente sobre su reunión familiar del fin de semana, la cual
disfrutó inmensamente, y le digo sobre la navegación con Damon.

—Tu novio es de sueños, Lena —dice ella, sus ojos brillando.
Me tienta rodarle mis ojos.
 —No tiene mal aspecto. —Sonrío y las dos empezamos a reír.

*  *  *

—¡Te tomaste tu tiempo! —Escupe Ty cuando le llevo su café.
¡Oh!

—Lo siento. —Me ruborizo y luego frunzo el ceño. Tomé la misma cantidad de
tiempo que siempre. ¿Cuál es su problema? Tal vez está nervioso por algo.
Sacude su cabeza.

—Lo siento, Lena. No quise ladrarte a ti, cariño.

¿Cariño?

—Hay algo sucediendo en la dirección y no sé qué es. Mantente atenta, ¿sí? Si
escuchas algo... sé como hablan ustedes las chicas. —Él me sonríe y me siento
ligeramente enferma. No tiene idea de cómo nosotras las “chicas” hablamos.
Además, yo sé qué está pasando.

—Me lo harás saber, ¿verdad?

—Seguro —murmuro—. He enviado los folletos a la imprenta. Regresarán a las
dos de la tarde.

—Genial. Aquí. —Me da un montón de manuscritos—. Todos estos necesitan un
resumen del primer capítulo, luego clasificación.

—Me pondré en ello.

Estoy aliviada de salir de su oficina y sentarme en mi escritorio. Oh, es difícil estar
en el saber. ¿Qué hará cuando lo descubra? Mi sangre corre fría. Algo me dice que
Ty estará molesto. Miro a mi BlackBerry y sonrío. Hay un e-mail de Damon.


De: Damon Salvatore.
Asunto: Sale el sol.
Fecha: 14 de junio de 2011, 09:23
Para: Elena Gilbert.
 Amo despertar contigo en la mañana.
 Damon Salvatore
Completa y totalmente loco Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.

Creo que mi cara se separa en dos con mi sonrisa y mi Diosa interior hace una
pirueta hacia atrás sobre su chaise longue.


De: Elena Gilbert
Asunto: Se pone el sol.
Fecha: 14 de junio de 2011, 09:35
Para: Damon Salvatore.
 Querido completa y totalmente loco:
Amo despertar contigo, también. Pero amo estar en la cama contigo y en
ascensores, pianos, mesas de billar, barcos, escritorio, duchas, bañeras, extrañas
cruces de madera con grilletes, camas de cuatro postes con sábanas rojas de seda,
cobertizos para botes y cuartos de la infancia.
 Tuya
Loca Sexual Insaciable xx

 De: Damon Salvatore
Asunto: Hardware mojado.
Fecha: 14 de junio de 2011, 09:37
Para: Elena Gilbert.

Querida Loca Sexual Insaciable:
Acabo de escupir café sobre mi teclado.
No creo que eso me haya pasado antes.
Admiro a las mujeres que se concentran en geografía.
¿Debo deducir que sólo me quieres por mi cuerpo?
 Damon Salvatore
Completa y totalmente impactado Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.


De: Elena Gilbert.
Asunto: Riendo... y húmeda también.
Fecha: 14 de junio de 2011, 09:42
Para: Damon Salvatore.
 Querido completa y totalmente impactado:
Siempre.
Tengo que trabajar.
Deja de molestarme.
 LSI xx


De: Damon Salvatore
Asunto: ¿tengo qué?
Fecha: 14 de junio de 2011, 09:50
Para: Elena Gilbert
 Querida LSI: 
Como siempre, tus deseos son mis órdenes.
Amo que estés riendo y húmeda.
Nos vemos, nena.
X
 Damon Salvatore.
Completa y totalmente loco, impactado y embelesado Gerente General, Salvatore
Enterprises Holdings Inc.

Bajo mi BlackBerry y continuó con mi trabajo.
Durante el almuerzo, Ty me pide que baje al deli por su comida. Llamo a
Damon tan pronto como dejo la oficina de Ty.

—Elena —responde de inmediato, su voz cálida y amorosa. ¿Cómo es que este
hombre puede derretirme por teléfono?

—Damon, Ty me ha pedido que busque su almuerzo.

—Bastardo perezoso —suelta Damon.
Lo ignoro y continúo:

—Así que voy a buscarlo. Tal vez sería útil si me dieras el número de Sawyer, así
no tengo que molestarte.

—No es molestia, nena.

—¿Estás solo?

—No. Hay seis personas mirándome en este momento, preguntándose con quién
demonios estoy hablando.
Mierda…

—¿En serio? —mascullo, petrificada.

—Sí. En serio. Mi novia —anuncia lejos del teléfono.
¡Santo cielo! 

—Probablemente pensaban que eras gay, sabes.
Él ríe.

—Sí, probablemente. —Oigo su sonrisa.

—Er, debo irme. —Estoy segura de que puede decir lo avergonzada que estoy por
interrumpirlo.

—Le avisaré a Sawyer. —Ríe de Nuevo—. ¿Has oído de tu amigo?

—Aún no. Será el primero en saber, Sr. Salvatore.

—Bien. Nos vemos, nena.

—Adiós, Damon —sonrío. Cada vez que dice eso, me hace sonreír… tan poco
Cincuenta, pero de algún modo tan él, también. 

*  *  *
 Cuando salgo momentos después, Sawyer está esperando en la puerta del edificio.

—Señorita Gilbert —saluda formalmente.

—Sawyer —asiento en respuesta, y juntos nos dirigimos al Deli.

No me siento tan cómoda con Sawyer como con Niklaus. Continuamente vigila la
calle mientras caminamos por la cuadra. En realidad me pone más nerviosa, y me
encuentro a mí misma imitando sus acciones.

¿Está Leila allí afuera? ¿O estamos infectados por la paranoia de Damon? ¿Es
parte de sus cincuenta tonos? Lo que daría por media hora de una cándida
discusión con el Dr. Flynn para averiguarlo. No hay nada extraño, sólo el almuerzo
en Seattle, gente corriendo por comida, comprando, encontrando amigos. Veo a
dos mujeres jóvenes abrazarse cuando se encuentran.

Extraño a Katrina. Sólo han pasado dos semanas desde que se fue de vacaciones, pero
se sienten como las dos semanas más largas de mi vida. Ha pasado tanto, nunca
me creerá cuando le diga. Bueno, contarle la versión editada, acatando el CDC.
Frunzo el ceño. Tendré que hablar con Damon sobre eso. ¿Qué sacaría Katrina de
todo ello? Me quedo en blanco ante el pensamiento. Quizás volverá con Ethan.
Siento una ola de excitación con la idea, pero creo que es improbable. Se
mantendría con Elliot de seguro.

—¿Dónde te quedas cuando estás esperando y mirando afuera? —le pregunto a
Sawyer mientras nos ponemos en la fila del almuerzo. Sawyer está en frente de mí,
mirando la puerta, monitoreando continuamente la calle y a cualquiera que entra.
Es enervante.

—Me siento en el café directamente al cruzar la calle, señorita Gilbert.

—¿No se vuelve muy aburrido?

—No para mí, señora. Es lo que hago —dice duramente.
Me sonrojo.

—Lo lamento, no quería implicar… —Mi voz se sale de rumbo, entendiendo su
expresión.

—Por favor, señorita Gilbert. Mi trabajo es protegerla. Y eso es lo que haré.

—Así que, ¿no hay signos de Leila?

—No, señora.
Frunzo el ceño.

—¿Cómo sabes cómo luce?

—La he visto en fotografías.

—Oh, ¿la tienes contigo?

—No señora. —Toca su cráneo—. Grabado en la memoria.

Por supuesto, realmente me gustaría examinar una fotografía de Leila para ver
como se veía antes de convertirse en la Chica Fantasma. Me pregunto si Damon
me dejaría tener una copia. Sí, probablemente… por mi seguridad. Trazo un plan,
y mi subconsciente salta y asiente aprobatoriamente. 
 *  *  *

Los panfletos llegan de nuevo a la oficina, y tengo que decirlo, se ven genial. Llevo
uno a la oficina de Ty. Sus ojos se iluminan, y no sé si es por mí o por el panfleto.
Escojo creer que es el anuncio.

—Se ven genial, Lena. —Los revisa ensoñadoramente—. Sí, buen trabajo. ¿Verás a
tu novio esta noche? —Sus labios se curvan mientras dice novio.

—Sí. Vivimos juntos. —Es casi verdad. Bueno, lo hacemos por el momento. Y he
accedido a mudarme, así que no es más que una mentira blanca. Espero que sea
suficiente para rechazarlo.

—¿Se negaría a dejarte venir a tomar una copa rápida esta noche? ¿Para celebrar tu
arduo trabajo?

—Tengo un amigo que viene de visita esta noche, y saldremos todos a cenar.   —Y
estaré ocupada cada noche, Ty.

—Ya veo —suspira, exasperado—. ¿Quizás cuando vuelva de Nueva York, huh? —
Levanta una ceja con expectación, y su mirada se ensombrece sugerentemente.
Oh no. Sonrío, sin compromiso, ahogando un estremecimiento.

—¿Te gustaría algo de té o café?

—Café, por favor —Su voz es baja y áspera, como si estuviera pidiendo algo más.
Mierda. No retrocederá. Puedo verlo ahora. Oh… ¿Qué haré?
Dejo salir un suspiro de alivio cuando estoy fuera de su oficina. Me pone tensa.

Damon tiene razón sobre él, y parte de mí está molesta porque Damon tiene
razón sobre él.

Me siento en mi escritorio y suena mi BlackBerry, un número que no reconozco.

—Lena Gilbert.

—¡Hola Gilbert! —la voz de Ethan me atrapa justo con la guardia baja.

—¡Ethan! ¿Cómo estás? —Casi me atraganto del deleite.

—Contento de estar de vuelta. Estoy repleto de sol y ponche de ron, y mi hermana
pequeña enamorada sin remedio del grandote. Ha sido un infierno, Lena.

—¡Sí! Mar, arena, sol y ponche de ron suena como el Infierno de Dante —río—.
¿Dónde estás?

—Estoy en Sea-Tac, esperando mi equipaje. ¿Qué estás haciendo?

—Trabajando. Sí, estoy felizmente empleada —respondí a su sorpresa—. ¿Quieres
venir a buscar las llaves? Puedo encontrarte luego en el departamento. 

—Suena genial. Te veré en unos cuarenta y cinco minutos, quizás una hora. ¿Cuál
es la dirección?
Le di la dirección de la AIPS.

—Te veré pronto, Ethan.

—Nos vemos —dice, y cuelga. ¿Qué? No, ¿Ethan también? Y me doy cuenta de
que ha pasado una semana con Elliot. Rápidamente envío un e-mail a Damon.

 De: Elena Gilbert.
Asunto: Visitantes de climas soleados.
Fecha: 14 de junio, 2011, 14:55
Para: Damon Salvatore
 Querido completa y absolutamente LIyE:
Ethan está de vuelta, y vendrá a buscar las llaves del departamento. Realmente me
gustaría asegurarme de que se asiente bien. ¿Por qué no me buscas después del
trabajo? Podemos ir al departamento y luego ir TODOS a cenar, tal vez.
¿Invito yo?
Lena x
Aún LSI
 Elena Gilbert.
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial, AIPS


De: Damon Salvatore
Asunto: Salida a cenar
Fecha: 14 de junio de 2011, 15:05
Para: Elena Gilbert
Apruebo el plan. ¡Excepto la parte de que tú pagas!
Yo invito.
Te busco a las 6:00.
X
PD: ¡¡¡¡¿Por qué no estás usando tu BlackBerry?!!!!
Damon Salvatore 
Completa y absolutamente molesto, Gerente General, Empresas Salvatore Holdings
Inc.


De: Elena Gilbert
Asunto: Mandón.
Fecha: 14 de junio de 2011, 15:11
Para: Damon Salvatore
 Oh, no seas tan malhumorado. 
Está todo en código.
Te veo a las 6:00
Lena x

Elena Gilbert 
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial, AIPS.

 De: Damon Salvatore
Asunto: Mujer Exasperante.
Fecha: 14 de junio de 2011 15:18
Para: Elena Gilbert

¡Malhumorado!
Te daré tu malhumorado.
Y espéralo. 

Damon Salvatore 
Completa y absolutamente más molesto, pero sonriendo por alguna razón
desconocida, Gerente General, Empresas Salvatore Holdings Inc.


De: Elena Gilbert
Asunto: Promesas, promesas
Fecha: 14 de junio de 2011, 15:23
Para: Damon Salvatore
 Adelante, Sr. Salvatore.
Lo estoy esperando también. ;D
Lena x

Elena Gilbert 
Asistente de Ty Hyde, Coordinador Editorial, AIPS.


No contesta, pero no espero que lo haga. Lo imagino quejándose de las señales
confusas, y el pensamiento me hace sonreír. Fantaseé brevemente sobre qué podría
hacerme, pero me encontré moviéndome en mi silla. Mi subconsciente me mira con
desaprobación sobre sus lentes de media luna… ponte a trabajar.  *  *  *

Un poco más tarde, mi teléfono vibra. Es Claire en la recepción.

—Hay un chico realmente lindo que quiere verte. Debemos salir a tomar algo
alguna vez, Lena. Seguro conoces hombres guapos —susurra en complicidad a
través del teléfono.

¡Ethan! Tomando las llaves de mi bolso, me apresuro al recibidor. 
Santo mierda, cabello blanqueado y rubio por el sol, un bronceado para morir, y
una mirada brillante me mira desde el sofá de cuero verde. Tan pronto como me
ve, su boca se cae abierta, y está de pie viniendo hacia mí.

—Wow, Lena. —Me frunce el ceño mientras se inclina para abrazarme

—Te ves bien. —Le sonrío.

—Tú te ves… wow… diferente. Mucho más sofisticada. ¿Qué sucedió? ¿Cambiaste
tu cabello? ¿Ropa? No lo sé, Gilbert, ¡pero te ves ardiente!

Me sonrojo furiosamente

—Oh, Ethan, es mi ropa de trabajo —digo mientras Claire mira con una ceja
arqueada y una pequeña sonrisa—. ¿Cómo estuvo Barbados?

—Divertido —dice

—¿Cuándo vuelve Katrina?
—Ella y Elliot vuelan el viernes. Van en serio el uno con el otro. —Ethan rueda sus
ojos.

—La he extrañado.

—¿Sí? ¿Cómo has estado con el Sr. Mogul?

—¿Sr. Mogul? —suelto—. Bueno, ha sido interesante. Nos llevará a cenar esta
noche.

—Genial —Ethan parece genuinamente complacido. ¡Uf!

—Ten. —Le doy las llaves—. ¿Tienes la dirección?

—Sí, nos vemos. —Se inclina y besa mi mejilla.

—¿La expresión de Elliot?

—Sí, como que se te pega. 

—Lo hace. Nos vemos. —Le sonrío mientras toma su gran mochila de al lado del
sofá y sale del edificio.

Cuando giro, Ty me está mirando de un lado del recibidor, su expresión ilegible.
Le sonrío brillantemente y vuelvo a mi escritorio, sintiendo sus ojos en mí todo el
tiempo. Esto comienza a ponerme nerviosa. ¿Qué hago? No tengo idea. Deberé
esperar a que vuelva Katrina. Pronto idearía un plan. El pensamiento disipa mi
humor y tomo el siguiente manuscrito.

*  *  *
 A las cinco para las seis, mi teléfono suena. Es Damon.

—Malhumorado aquí —dice y sonrío. Todavía es el Cincuenta juguetón. Mi Diosa
interior está aplaudiendo con alegría como un niño pequeño.

—Bueno, ésta es la Loca Sexual Insaciable. ¿Supongo que estás afuera?              —
pregunto secamente.

—Lo estoy, de hecho, Señorita Gilbert. Deseando verla. —Su voz es cálida y
seductora, y mi corazón se hincha ampliamente.

—Lo mismo, Sr. Salvatore. Saldré de inmediato. —Cuelgo.

Apago mi computadora y reúno mi bolso y saco color crema. 

—Me voy, Ty —anuncio.

—De acuerdo, Lena. ¡Gracias por lo de hoy, cariño! Ten una gran noche.

—Tú también.
¿Por qué no puede ser así todo el tiempo? No lo entiendo.

*  *  *

El Audi está estacionado en la curva, y Damon sale tan pronto como me
aproximo. Se ha sacado su chaqueta, y está usando sus pantalones grises, mis
favoritos, que cuelgan de sus caderas, de ese modo. ¿Cómo puede este dios griego
ser para mí? Me encuentro sonriendo como una tonta en respuesta a su sonrisa
idiota.

Ha pasado todo el día actuando como un novio enamorado, enamorado de mí.
Este adorable, complejo, impecable hombre está enamorado de mí, y yo de él. La
alegría explota inesperadamente dentro de mí, y saboreo el momento mientras
siento brevemente que podría conquistar el mundo. 

—Señorita Gilbert, se ve tan cautivadora como esta mañana. —Damon me arrastra
a sus brazos y me besa sonoramente. 

—Sr. Salvatore, usted también.

—Vamos por tu amigo. —Me sonríe y abre la puerta.

Mientras Niklaus se dirige al departamento, Damon me cuenta de su día, uno
mucho mejor que el de ayer, parece. Lo miro con adoración mientras intenta
explicar una nueva barrera que el departamento de ciencia ambiental en la WSU en
Vancouver ha hecho. Sus palabras significan muy poco para mí, pero estoy
cautivada por su pasión e interés en el asunto. Tal vez esto será así, buenos y malos
días, y si los días buenos son así, no tendré mucho de qué quejarme. Me entrega
una hoja de papel.

—Estos son los momentos que Claude tiene libres esta semana —dice.

¡Oh! El entrenador.
Mientras estacionamos en el edificio de mi departamento, saca su BlackBerry del
bolsillo. 

—Salvatore —responde—. Ros, ¿qué pasa? —Escucha con intensidad, y puedo decir
que es una conversación importante. 

—Iré a buscar a Ethan. Serán dos minutos —modulo a Damon y levanto dos
dedos. 

Asiente, obviamente distraído por la llamada. Niklaus abre la puerta, sonriéndome
con calidez. Le sonrío, incluso Niklaus asiente. Presiono el interfono de la entrada y
grito felizmente en él.

—¡Hola Ethan, soy yo! Déjame entrar.

La puerta suena y me dirijo arriba al departamento. Se me ocurre que no he estado
allí desde la mañana del domingo. Parece demasiado atrás. Ethan ha dejado
amablemente la puerta de adelante abierta. Entro al departamento y, no sé por qué,
me detengo instintivamente tan pronto como pongo un pie dentro. Me tomo un
momento para darme cuenta de que es porque la pálida, delgada figura parada en
la isla de la cocina, sosteniendo un pequeño revólver es Leila, y me está mirando
impávidamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Post Relacionados

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...