Capítulo 12
Hablaste con ella hoy? —le pregunto a Damon en
la espera de
la llegada
de la Sra. Robinson.
—Sí.
—¿Qué
dijiste?
—Le dije que
no querías verla y que entendía tus razones. También le dije que no
apreciaba
que fuera tras mi espalda. —Su mirada es impasible, sin revelar nada.
Oh,
Dios.
—¿Qué te
dijo?
—Lo sacudió
de una manera que sólo Elena puede. —Su boca se aplanó en una
línea
torcida.
—¿Por qué
crees que está aquí?
—No tengo ni
idea. —Damon se encoge de hombros.
Niklaus
entra en la sala grande otra vez.
—La señora
Lincoln —anuncia.
Y aquí está
ella… ¿Por qué es tan condenadamente atractiva? Ella está vestida
completamente
de negro: pantalones vaqueros ajustados, una camiseta que
enfatiza su
figura perfecta, y un halo de cabello brillante, lustroso.
Damon me
acerca.
—Elena
—dice, en tono perplejo.
Ella me mira
boquiabierta en estado de shock, congelada en el lugar. Parpadea
antes de
encontrar su suave voz.
—Lo siento.
No me di cuenta que tenías compañía, Damon. Hoy es lunes —
dice ella,
como si esto explicara por qué está aquí.
—Novia —dice
él a modo de explicación e inclina la cabeza hacia un lado y sonríe.
Ella sonríe,
una sonrisa lenta, radiante, dirigida enteramente a él. Es
desconcertante.
—Por
supuesto. Hola, Elena. No sabía que estarías aquí. Sé que no quieres
hablar
conmigo. Lo acepto.
—¿Lo haces?
—afirmo en voz baja, mirándola y tomándonos a todos por sorpresa.
Con el ceño
levemente fruncido, se mueve más en la habitación.
—Sí,
entiendo el mensaje. No estoy aquí para verte. Como he dicho, Damon rara
vez tiene
compañía durante la semana. —Hace una pausa—. Tengo un problema, y
necesito
hablar con Damon al respecto.
—¿Oh? —Damon
se endereza—. ¿Quieres un trago?
—Sí, por
favor —murmura con gratitud.
Damon busca
un vaso, mientras que Elena y yo estamos de pie, incómodas
mirando la
una a la otra. Ella juguetea con un anillo de plata grande en su dedo
medio, en
tanto que yo no sé dónde mirar. Finalmente, me da una pequeña sonrisa
tensa y se
aproxima a la isla de la cocina y se sienta en el taburete de la barra al
final.
Obviamente, conoce muy bien el lugar y se siente cómoda moviéndose por
aquí.
¿Me quedo?
¿Me voy? Oh, esto es tan difícil. Mi subconsciente frunce el ceño a la
mujer con su
cara más hostil de arpía.
Hay tantas
cosas que quiero decirle a esta mujer y ninguna elogiosa. Pero es amiga
de Damon —su
única amiga— y por toda mi aversión por esta mujer, soy por
naturaleza
amable. Decidiendo quedarme, me siento con tanta gracia como puedo
manejar en
el taburete que Damon había dejado libre. Damon vierte el vino en
cada una de
las copas y se sienta entre nosotras en la barra del desayuno. ¿Puede
sentir lo
extraño que es esto?
—¿Qué pasa?
—le pregunta.
Elena me
mira nerviosamente, y Damon se acerca y toma mi mano.
—Elena está
conmigo ahora —le dice a su silenciosa consulta y me aprieta la
mano. Me
ruborizo, y mi subconsciente le sonríe, cara de arpía olvidada.
El rostro de
Elena se suaviza como si estuviera contenta por él. Realmente contenta
por él. Oh,
no entiendo a esta mujer en absoluto, y me siento incómoda y nerviosa
en su
presencia.
Ella toma
una respiración profunda y se mueve, posándose en el borde de su
taburete de
la barra y luciendo nerviosa. Mira con nerviosismo a sus manos y
empieza a
girar locamente el anillo de plata grande alrededor de su dedo medio.
Por Dios,
¿qué pasa con ella? ¿Es mi presencia? ¿Tengo ese efecto en ella? Porque
me siento de
la misma manera… no la quiero aquí. Levanta la cabeza y mira a
Damon a los
ojos.
—Estoy
siendo chantajeada.
Santa
mierda. No es lo que esperaba de su boca. Damon se tensa. ¿Alguien se
enteró de su
afición por golpear y follar chicos menores de edad? Reprimí mi
repulsión, y
un pensamiento fugaz sobre los pollos vuelven a casa a descansar se
me cruza por
mi mente. Mi subconsciente se frota las manos con mal disimulado
regocijo.
Bien.
—¿Cómo?
—pregunta Damon, su horror claro en su voz.
Ella mete la
mano en su bolso de gran tamaño, de charol de diseñador, saca una
nota, y se
la entrega a él.
—Deja eso,
ponlo ahí. —Damon apunta a la barra del desayuno con su barbilla.
—¿No quieres
tocarlo?
—No. Huellas
dactilares.
—Damon,
sabes que no puedo ir a la policía con esto.
¿Por qué
estoy escuchando esto? ¿Está jodiendo algún otro pobre chico?
Ella pone la
nota para él, y él se inclina para leerlo.
—Sólo están
pidiendo cinco mil dólares —dice casi distraídamente—. ¿Alguna idea
de quién
podría ser? ¿Alguien en la comunidad?
—No —dice
con su voz dulce y suave.
—¿Linc?
¿Linc?
¿Quién es ese?
—Que…
¿después de todo este tiempo? No lo creo —refunfuña—. ¿Isaac sabe?
—No le he
dicho.
¿Quién es
Isaac?
—Creo que él
necesita saber —dice Damon. Ella niega con la cabeza, y ahora
siento que
me estoy entrometiendo. No quiero nada de esto. Trato de recuperar mi
mano del
agarre de Damon, pero él sólo aumenta su agarre y se vuelve a
mirarme.
—¿Qué?
—pregunta.
—Estoy
cansada. Creo que voy a ir a la cama.
Sus ojos
buscan los míos, ¿buscando qué? ¿Censura? ¿Aceptación? ¿Hostilidad?
Mantengo mi
expresión tan suave cómo es posible.
—Está bien
—dice—. No tardaré mucho tiempo.
Él me libera
y me pongo de pie. Elena me mira con recelo. Me quedo callada y
devuelvo su
mirada, sin revelar nada.
—Buenas
noches, Elena. —Ella me da una pequeña sonrisa.
—Buenas
noches —murmuro, y mi voz suena fría. Me giro para salir. La tensión es
demasiada
para mí para soportar. A medida que salgo de la habitación ellos
continúan su
conversación.
—No creo que
haya mucho que pueda hacer, Elena —le dice Damon a ella—. Si
se trata de
una cuestión de dinero. —Su voz se apaga—. Podría pedirle a Welch
que
investigue.
—No, Damon,
sólo quería compartir —dice ella.
Cuando estoy
fuera de la habitación, la oigo decir:
—Te ves muy
feliz.
—Lo estoy
—responde Damon.
—Mereces
serlo.
—Me gustaría
que eso fuera verdad.
—Damon
—regaña.
Me quedo
paralizada, escuchando atentamente. No puedo evitarlo.
—¿Sabe lo
negativo que eres acerca de ti? Acerca de todos tus problemas.
—Ella me
conoce mejor que nadie.
—¡Ay! Eso
duele.
—Es la
verdad, Elena. No tengo que jugar con ella. Y lo digo en serio, déjala en
paz.
—¿Cuál es su
problema?
—Tú… Lo que
éramos. Lo que hicimos. Ella no entiende.
—Hazla
entender.
—Está en el
pasado, Elena, ¿y por qué iba a querer mancharla con nuestra jodida
relación?
Ella es buena y dulce e inocente, y por algún milagro me ama.
—No es
ningún milagro, Damon —se burla Elena naturalmente—. Ten un poco
de fe en ti
mismo. Realmente eres un buen partido. Te lo he dicho a menudo. Y ella
parece
adorable, también. Fuerte. Alguien que te defienda.
No puedo oír
la respuesta de Damon. Así que soy fuerte, ¿lo soy? Desde luego,
no me siento
así.
—¿No lo
echas de menos? —continúa Elena.
—¿Qué?
—Tu sala de
juegos.
Dejo de
respirar.
—Eso
realmente no es de tu maldita incumbencia —dice bruscamente Damon.
Oh.
—Lo siento
—resopla Elena sin sinceridad.
—Creo que
será mejor que te vayas. Y por favor, llama antes de venir otra vez.
—Damon, lo
siento —dice ella, y por su tono, esta vez lo dice en serio—. ¿Desde
cuándo eres
tan sensible? —lo regaña de nuevo.
—Elena,
tenemos una relación de negocios que nos ha beneficiado a ambos
inmensamente.
Vamos a mantenerlo de esa manera. Lo que hubo entre nosotros es
parte del
pasado. Elena es mi futuro, y no lo voy a poner en peligro en modo
alguno, así
que corta la mierda.
¡Su futuro!
—Ya veo.
—Mira, lo
siento por tu problema. Tal vez deberías desecharlo y tomarlo como un
farol. —Su
tono es más suave.
—No quiero
perderte, Damon.
—No soy tuyo
para perderme, Elena —dijo bruscamente de nuevo.
—Eso no es
lo que quise decir.
—¿Qué
quisiste decir? —Está brusco, enojado.
—Mira, no
quiero discutir contigo. Tu amistad significa mucho para mí. Me alejaré
de Elena.
Pero estoy aquí si me necesitas. Siempre lo estaré.
—Elena
piensa que me viste el sábado pasado. Llamaste, eso es todo. ¿Por qué
le dijiste
otra cosa?
—Quería que
ella supiera lo mal que estabas cuando se fue. No quiero que te haga
daño.
—Ella lo
sabe. Le he dicho. Deja de interferir. Sinceramente, eres como una mamá
gallina.
—Damon suena más resignado, y Elena se ríe, pero hay un tono triste en
su risa.
—Lo sé. Lo
siento. Sabes que me preocupo por ti. Nunca pensé que terminarías
enamorándote,
Damon. Es muy gratificante verlo. Pero no podría soportar si te
hace daño.
—Tomaré mis
riesgos —dice secamente—. ¿Ahora estás segura de que no quieres
que Welch
busque alrededor?
Ella suspira
profundamente.
—Supongo que
no haría ningún daño.
—Está bien.
Lo voy a llamar por la mañana.
Los escucho
discutiendo, tratando de resolver esto. Ellos suenan como viejos
amigos, como
dice Damon. Solo amigos. Y ella se preocupa por él, tal vez
demasiado.
Bueno, ¿quién no lo haría, si lo conocieran?
—Gracias,
Damon. Y lo siento. No era mi intención molestar. Me iré. La próxima
vez voy a
llamar.
—Bien.
¡Ella se va!
¡Mierda! Corro por el pasillo a la habitación de Damon y me siento en
la cama.
Damon entra unos momentos más tarde.
—Se ha ido
—dice con cautela, midiendo mi reacción.
Miro hacia
él, tratando de enmarcar mi pregunta.
—¿Quieres
decirme todo sobre ella? Estoy tratando de entender por qué crees que
te ha
ayudado. —Hago una pausa, pensando cuidadosamente acerca de mi
siguiente
frase—. La detesto, Damon. Creo que te hizo un daño incalculable. Tú
no tienes
amigos. ¿Los mantuvo lejos de ti?
Él suspira y
se pasa la mano por el cabello.
—¿Por qué
demonios quieres saber acerca de ella? Tuvimos un romance muy
largo,
golpeaba la mierda fuera de mí de vez en cuando, y me la follé en todo tipo
de formas
que ni siquiera puedes imaginar, fin de la historia.
Palidecí.
Mierda, él está enojado… conmigo. Parpadeo hacia él.
—¿Por qué
estás tan enojado?
—¡Porque
toda esa mierda se ha ACABADO! —grita, mirándome ceñudo. Él
suspira con
desesperación y sacude su cabeza.
Palidecí.
Mierda. Miro mis manos, anudadas en mi regazo. Sólo quiero entender.
Se sienta a
mi lado.
—¿Qué
quieres saber? —pregunta con cansancio.
—No tienes
que decirme. No quiero inmiscuirme.
—Elena, no
es eso. No me gusta hablar de esa mierda. He vivido en una
burbuja
durante años donde nada me afecta y no tengo que justificarme ante nadie.
Ella siempre
ha estado ahí como un confidente. Y ahora mi pasado y mi futuro
están
colisionando de una manera en que nunca pensé posible.
Echo un
vistazo a él y él me está mirando, los ojos muy abiertos.
—Nunca pensé
que tendría un futuro con alguien, Elena. Me das esperanza y
me tienes
pensando en todo tipo de posibilidades. —Él se desvía.
—Estaba
escuchando —susurro y miro hacia abajo a mis manos.
—¿Qué?
¿Nuestra conversación?
—Sí.
—¿Y bien?
—Él suena resignado.
—Ella se
preocupa por ti.
—Sí, lo
hace. Y yo por ella a mi propia manera, pero no se acerca a lo que siento
por ti. Si
eso es de lo que esto se trata.
—No estoy
celosa. —Me hiere que pensara eso… ¿o lo estoy? Mierda. Tal vez eso
es lo que
es—. No la amas —murmuré.
Vuelve a
suspirar. Está realmente molesto.
—Hace mucho
tiempo, pensé que la amaba —dice a través de sus dientes
apretados.
Oh.
—Cuando
estábamos en Georgia… dijiste que no la amabas.
—Eso es
cierto.
Frunzo el
ceño.
—Te amaba
entonces, Elena —susurra—. Eres la única persona por la que
volaría
cinco mil kilómetros para ver.
Oh mi… No
entiendo. Todavía me quería como sumisa entonces. Mi ceño se
profundiza.
—Los
sentimientos que tengo por ti son muy diferentes de cualquier otro que haya
tenido por
Elena —dice a modo de explicación.
—¿Cuándo lo
supiste?
Se encoge de
hombros.
—Irónicamente,
fue Elena quien lo señaló. Me animó a ir a Georgia.
¡Lo sabía!
Lo supe en Savannah. Lo miro, inexpresiva.
¿Qué debo
hacer con esto? Tal vez ella está de mi lado y sólo se preocupa de que
vaya hacerle
daño. La idea es dolorosa. Nunca querría hacerle daño. Ella tiene
razón… ha
sido dañado lo suficiente.
Tal vez no
es tan mala. Niego con la cabeza. No quiero aceptar su relación con ella.
Estoy en
contra. Sí, eso es lo que es. Ella es un personaje desagradable que se
aprovechó de
un adolescente vulnerable, robándole sus años de adolescencia, no
importa lo
que él diga.
—¿Entonces
la deseabas? Cuando eras más joven.
—Sí.
Oh.
—Ella me
enseñó mucho. Me enseñó a creer en mí mismo.
Oh.
—Pero
también golpeó la mierda fuera de ti.
Él sonríe
con cariño.
—Sí, lo
hizo.
—¿Y te
gustaba eso?
—En ese
tiempo lo hacía.
—¿Tanto que
quisiste hacérselo a otros?
Sus ojos se
abren más y se vuelven más serios.
—Sí.
—¿Te ayudó
ella con eso?
—Sí.
—¿Hizo de
sumisa para ti?
—Sí.
Mierda
santa.
—¿Esperas
que ella me agrade? —Mi voz suena frágil y amargada.
—No. Aunque
eso facilitaría mucho mi vida —dice con cansancio—. Pero entiendo
tu
reticencia.
—¡Reticencia!
Caray, Damon… si ese hubiera sido tu hijo, ¿cómo te sentirías?
Parpadea en
mi dirección como si no comprendiera la pregunta. Frunce el ceño.
—No tenía
que quedarme con ella. Fue mi decisión, también, Elena —
murmura.
Esto no me está
llevando a ninguna parte.
—¿Quién es
Linc?
—Su
ex-marido.
—¿Lincoln
Timber?
—El
mismísimo —sonríe.
—¿E Isaac?
—Su sumiso
actual.
Oh no.
—Él está en
la mitad de sus veinte, Elena. Ya sabes: un adulto consensual —
añade
rápidamente, interpretando correctamente mi mirada de repulsión.
Me
sonrojo.
—Tú edad
—murmuro.
—Mira,
Elena, como le dije a ella, es parte de mi pasado. Tú eres mi futuro. No
dejes que se
interponga entre nosotros, por favor. Y francamente, estoy realmente
aburrido de
este tema. Iré a trabajar un poco. —Se pone de pie y me mira—. Déjalo
estar. Por
favor.
Lo miro
tercamente.
—Oh, casi lo
olvido —añade—. Tu auto llegó un día antes. Está en el garaje. Niklaus
tiene la
llave.
Whoa… ¿el
Saab?
—¿Puedo
conducirlo mañana?
—No.
—¿Por qué
no?
—Sabes por
qué no. Y eso me recuerda. Si vas a dejar tu oficina, házmelo saber.
Sawyer
estaba ahí, vigilándote. Parece que no puedo confiar en que cuides de ti
misma en
absoluto. —Me frunce el ceño, haciéndome sentir como una niña que se
equivocó…
otra vez. Y discutiría con él, pero está bastante en el borde sobre lo de
Elena, y no
quiero empujarlo más, aunque no puedo resistir un comentario.
—Parece que
no puedo confiar en ti tampoco —murmuro—. Pudiste haberme
dicho que
Sawyer estaba vigilándome.
—¿Quieres
discutir sobre eso, también?
—No era
consciente de que estuviéramos discutiendo, pensé que nos estábamos
comunicando
—murmuro de forma petulante.
Cierra sus
ojos brevemente mientras lucha por contener su temperamento. Trago y
lo observo
ansiosamente. Jesús, esto podría ir en cualquier dirección.
—Tengo que
trabajar —dije en voz baja, y con eso, deja la habitación.
Exhalo. No
me había dado cuenta de que estaba reteniendo mi aliento. Me dejo
caer de
nuevo en la cama, mirando el techo.
¿Podremos
tener alguna vez una conversación normal sin que se desintegre en una
discusión?
Es agotador.
Simplemente
no nos conocemos tan bien el uno al otro. ¿Realmente quiero
mudarme con
él? Ni siquiera sé si debo prepararle una taza de té o café mientras está
trabajando. ¿Debería siquiera interrumpirlo? No tengo idea de lo que le gusta
y lo que no.
Evidentemente
está aburrido con toda la cosa de Elena; tiene razón, necesito
avanzar.
Dejarlo estar. Bueno, al menos no está esperando que sea su amiga, y
espero que
ella deje de acosarme para que nos reunamos.
Me bajo de
la cama y camino hasta la ventana. Sacando el seguro de la puerta del
balcón, la
abro y paseo hasta la barandilla de vidrio. Su transparencia es
desconcertante.
El aire está helado y fresco, debido a la altura a la que me
encuentro.
Miro las
titilantes luces de Seattle. Él está tan lejos de todo aquí en su fortaleza.
Sin
rendirle
cuentas a nadie. Acaba de decirme que me ama, y luego viene toda esta mierda a causa
de esa horrible mujer. Ruedo mis ojos. Su vida es tan complicada. Él es tan complicado.
Con un
profundo suspiro y una última vista a Seattle esparcido como un manto de
oro a mis
pies, decido llamar a Matt. No he hablado con él desde hace un tiempo. Es
una
conversación breve, como de costumbre, pero puedo verificar que está bien y
que estoy
interrumpiendo un partido de fútbol importante.
—Espero que
todo esté bien con Damon —dice de forma casual, y sé que está
buscando
información pero realmente no quiere saber.
—Sí. Estamos
bien. —Algo así, y me estoy mudando con él. Aunque no hemos
discutido un
calendario—. Te quiero, papá.
—También te
quiero, Lena.
Corto y miro
mi reloj. Debido a nuestra discusión, me estoy sintiendo
extrañamente
enervada e inquieta.
Me doy una
ducha rápida, y de vuelta en el dormitorio, decido usar uno de esos
camisones
que Caroline Acton adquirió para mí de Neiman Marcus. Damon
siempre se
está quejando de mis camisetas. Hay tres. Escojo el rosa pálido y lo paso
por encima
de mi cabeza. La tela se desliza por encima de mi piel, acariciando y
aferrándose
a mí a medida que cae por mi cuerpo. Se siente lujurioso, el mejor y
más delgado satín. Santa mierda. En el espejo,
me veo como la estrella de una
película de
1930. Es largo, elegante… y muy poco yo.
Agarro la
bata a juego y decido ir a buscar un libro a la biblioteca. Podría leer en mi
iPad… pero
en este momento, quiero la comodidad y el consuelo de un libro físico.
Dejaré a
Damon solo. Tal vez recobrará su buen humor una vez que haya
terminado de
trabajar.
Hay tantos
libros en la biblioteca de Damon. Revisar cada título tomará una
eternidad.
Ocasionalmente miro la mesa de billar y me sonrojo al recordar nuestra
velada
previa. Sonrío cuando veo que la regla todavía está en el suelo.
Recogiéndola,
la paso sobre la palma de mi mano. ¡Ay! Pica.
¿Por qué no
puedo tomar un poco más de dolor por mi hombre?
Desconsoladamente,
la dejo sobre la mesa y continúo mi búsqueda de un buen
libro.
La mayoría
de los libros son primeras ediciones. ¿Cómo puede alguien haber
amasado una
colección como esta en tan poco tiempo? Tal vez la descripción de
trabajo de
Niklaus incluye compra de libros. Me decido por Rebecca de Daphne Du
Maurier. No
lo he leído desde hace mucho tiempo. Sonrío cuando me acurruco en
uno de los
mullidos sillones y leo la primera línea:
Anoche soñé
que iba a Manderley otra vez…
* * *
Casi salto
al despertar cuando Damon me levanta en sus brazos.
—Hola
—murmura—, te quedaste dormida. No podía encontrarte. —Acaricia mi
cabello.
Somnolienta, pongo mis brazos alrededor de su cuello y respiro su esencia
—oh, huele
tan bien— mientras me carga de regreso al dormitorio. Me acuesta
sobre la
cama y me cubre, —Duerme, nena —susurra, y presiona sus labios contra mi
frente.
* * *
Despierto de golpe de un sueño perturbador y
me siento momentáneamente
desorientada.
Me encuentro mirando con ansiedad el otro extremo de la cama,
pero no hay
nadie ahí. Flotando desde la sala, escucho el tenue tono de una
compleja
melodía proveniente del piano.
¿Qué hora
es? Compruebo la alarma-reloj: dos de la mañana. ¿Ha venido Damon
a dormir
algo? Desenredo mis piernas de la bata, que todavía estoy usando, y bajo
de la cama.
En la sala
principal, me quedo de pie en las sombras, escuchando. Damon está
perdido en
la música. Parece seguro y protegido en su burbuja de luz. Y la canción
que
interpreta tiene una melodía cadenciosa, que en parte suena familiar, pero tan
elaborada.
Jesús, es bueno. ¿Por qué esto siempre tiene que tomarme por sorpresa?
Toda la
escena parece diferente de algún modo, y me doy cuenta que la tapa del
piano está
abajo, otorgándome una vista sin obstáculos. Él levanta su mirada y
nuestros
ojos se encuentran, los suyos grises y suavemente luminosos en el difuso
brillo de la
lámpara. Continúa tocando, sin titubear en absoluto, mientras hago mi
camino hacia
él. Sus ojos me siguen, bebiéndome, ardiendo con más brillo. Cuando
lo alcanzo,
se detiene.
—¿Por qué
paraste? Eso era maravilloso.
—¿Tienes
idea de cuán deseable te ves en este momento? —dice él, con voz suave.
Oh.
—Ven a la
cama —susurro, y sus ojos se calientan cuando extiende su mano.
Cuando la
tomo, él tira de mí de forma inesperada, por lo que caigo en su regazo.
Envuelve sus
brazos a mi alrededor y acaricia mi cuello por detrás de mi oreja, lo
que envía
escalofríos a lo largo de mi columna.
—¿Por qué
peleamos? —susurra, mientras sus dientes se apoderan del lóbulo de
mi oreja.
Santo cielo.
Mi corazón se salta un latido, luego comienza a correr a todo ritmo,
enviando
calor a través de todo mi cuerpo.
—Porque
estamos conociéndonos, y eres terco, pendenciero, mal humorado y
difícil
—murmuro sin aliento, moviendo mi cabeza para darle un mejor acceso a
mi garganta.
Pasa su nariz a lo largo de mi cuello, y siento su sonrisa.
—Soy todas
esas cosas, señorita Gilbert. Es un milagro que me aguantes. —
Mordisquea
el lóbulo de mi oreja y yo gimo—. ¿Es siempre así? —suspira.
—No tengo
idea.
—Tampoco yo.
—Tira del cinturón de mi bata por lo que esta se abre, y sus manos
vagan por mi
cuerpo, sobre mis pechos. Mis pezones se endurecen bajo su suave
tacto y se
tensan contra el satén. Continúa descendiendo por mi cintura, hasta mis
caderas.
—Te sientes
tan bien bajo este material, puedo verlo todo… incluso esto. —Tira
suavemente
mi vello púbico a través de la tela, lo que me hace jadear, mientras su
otra mano se
envuelve sobre el cabello en mi nuca. Tirando mi cabeza hacia atrás,
me besa, su
lengua urgente, implacable, necesitada. Gimo en respuesta y acaricio
su querido,
amado rostro. Su mano suavemente levanta mi camisón, lentamente,
de forma
tentadora, hasta que acaricia mi trasero desnudo y luego pasando la uña
de su pulgar
por el interior de mi muslo.
De pronto se
levanta, sorprendiéndome, y levantándome hasta poner mi cuerpo
sobre el
piano. Mis pies se apoyan en las teclas, haciendo sonar notas discordantes,
y sus manos
suben por mis piernas y separan mis rodillas. Agarra mis manos.
—Recuéstate
—ordena, sosteniendo mis manos mientras me extiendo sobre la
parte
superior del piano. La tapa se siente dura e implacable contra mi espalda. Él
me suelta y
abre más mis piernas, mis pies danzando sobre las teclas, sobre las
notas más
altas y más bajas.
Oh chico. Sé
qué es lo que va a hacer, y la anticipación… gimo ruidosamente
mientras
besa el interior de mi rodilla, luego besando, chupando y mordisqueando
su camino
desde mi pierna a mi muslo. El suave camisón de satín se levanta más,
rozando mi
piel sensible, cuando él empuja la tela. Flexiono mis pies y los acordes
suenan otra
vez. Cerrando mis ojos, me rindo a él mientras su boca alcanza la
cúspide de mis
muslos.
Él me besa…
ahí… Oh chico… entonces sopla suavemente antes de que su lengua
rodee mi
clítoris. Abre más mis piernas. Me siento tan abierta… tan expuesta. Me
sujeta en mi
lugar, sus manos justo sobre mis rodillas mientras su lengua me
tortura, sin
darme cuartel, sin tregua… sin poder respirar. Inclinando mis caderas
hacia
arriba, encontrando e igualando su ritmo, me consume.
—Oh, Damon,
por favor. —Vuelvo a gemir.
—Oh no,
nena, no todavía —bromea, pero me siento acelerar a medida que él lo
hace, y se
detiene.
—No
—lloriqueo.
—Esta es mi
venganza, Lena —gruñe suavemente—. Discute conmigo, y voy a
cobrármelo
con tu cuerpo de algún modo. —Esparce besos a lo largo de mi vientre,
sus manos
viajando por mis muslos, acariciando, amasando, tentando. Su lengua
hace
círculos en mi ombligo mientras sus manos —y sus pulgares… oh sus
pulgares—
alcanzan la cumbre de mis muslos.
—¡Ah! —grito
cuando empuja uno dentro de mí. El otro me acaricia, lenta,
agonizantemente,
haciendo círculos a mi alrededor una y otra vez. Mi espalda se
arquea fuera
del piano mientras me retuerzo bajo su toque. Es casi insoportable.
—¡Damon!
—grito, fuera de control con la necesidad.
Se apiada de
mí y se detiene. Levantando mi pie de las teclas, me empuja; y
repentinamente,
me estoy deslizando sin esfuerzo sobre el piano con la ayuda del
satén, y él
me sigue hasta allí arriba, arrodillándose brevemente entre mis piernas
para ponerse
un condón. Se cierne sobre mí y estoy jadeando, mirándolo con
descarnada
necesidad, y noto que está desnudo. ¿Cuándo se quitó la ropa?
Él me mira
fijamente, y hay admiración en sus ojos, admiración, amor y pasión, y
me quita el
aliento.
—Te deseo
tanto —dice, y muy lentamente, exquisitamente, se hunde en mí.
* * *
Estoy
extendida sobre él, agotada, mis extremidades pesadas y lánguidas, mientras
yacemos
sobre el piano. Oh mi… Él es mucho más cómodo para descansar que el
piano. Con
cuidado de no tocar su pecho, apoyo mi mejilla en él y me mantengo
perfectamente
quieta. Él no se opone, y escucho su respiración mientras se
ralentiza
como la mía. Suavemente acaricia mi cabello.
—¿Bebes té o
café en las noches? —le pregunto somnolienta.
—Qué extraña
pregunta —dice él, soñador.
—Pensé que
podría traerte algo de té al estudio, y luego me di cuenta que no sabía
si eso te
gustaría.
—Oh, ya veo.
Agua o vino en las noches, Lena. Aunque tal vez debería probar con
el té.
Sus manos se
mueven rítmicamente por mi espalda, acariciándome con ternura.
—Realmente
sabemos muy poco el uno sobre el otro —murmuro.
—Lo sé
—dice, y su voz es triste. Me siento para mirarlo.
—¿Qué es?
—pregunto. Él sacude su cabeza como si se estuviera deshaciendo de
algún
pensamiento desagradable, y levantando su mano, acaricia mi mejilla, sus
ojos
brillantes y serios.
—Te amo,
Lena Gilbert —dice.
* * *
La alarma sonó con las noticias del tráfico de
las seis de la mañana y yo soy
bruscamente
despertada de mi inquietante sueño de mujeres muy rubias y
morenas. No
puedo entender sobre qué es e inmediatamente me distraigo porque
Damon
Salvatore me envuelve como seda, su cabeza con cabello rebelde en mi pecho,
su mano en
mis pechos, su pierna sobre mí, aplastándome. Todavía está dormido y
yo tengo
mucho calor. Pero ignoro mi incomodidad, tentativamente me estiro para
pasar con
cuidado mis dedos por su cabello y él se mueve. Levantando sus
brillantes
ojos grises, sonríe dormido. Santo cielo... es adorable.
—Buen día,
preciosa —dice.
—Buen día,
precioso. —Le sonrío de regreso. Él me besa, desenredándose y se
apoya sobre
su codo, mirándome.
—¿Dormiste
bien? —pregunta.
—Sí, a pesar
de la interrupción de mi sueño anoche.
Su sonrisa
se ensancha.
—Hmm. Pueden
interrumpirme así en cualquier momento. —Me besa de nuevo.
—¿Y tú?
¿Dormiste bien?
—Siempre
duermo bien contigo, Elena.
—¿No más
pesadillas?
—No.
Fruncí el
ceño e intenté una pregunta.
—¿Sobre qué
son tus pesadillas?
Su frente se
arruga y su sonrisa desaparece. Mierda, mi estúpida curiosidad.
—Son
recuerdos de mi niñez, o eso dice el Dr. Flynn. Algunos vívidos, otros
menos. —Su
voz desciende y su mirada distante cruza su cara. Distraídamente,
comienza a
recorrer con su dedo mi clavícula, distrayéndome.
—¿Te
despiertas llorando y gritando? —intento en vano una broma.
Me mira,
desconcertado.
—No, Elena.
Nunca he llorado. Hasta dónde puedo recordar.
Frunce el
ceño, como si se estuviera metiendo en la profundidad de sus recuerdos.
Oh no, ese
es un lugar demasiado oscuro para ir a esta hora, seguramente.
—¿Tienes
algún recuerdo feliz de tu niñez? —pregunto rápido, principalmente
para
distraerlo. Luce pensativo por un momento, todavía recorriendo con su dedo
mi piel.
—Recuerdo la
cocción de la puta droga. El olor. Un pastel de cumpleaños, creo.
Para mí. Y
después está la llegada de Mia con mamá y papá. Mi mamá estaba
preocupada
por mi reacción, pero adoré al bebé Mia inmediatamente. Mi primera
palabra fue
Mia. Recuerdo mi primera lección de piano. La señorita Kathie, mi
maestra, era
increíble. Ella tenía caballos, también. —Sonríe con melancolía.
—Dijiste que
tu mamá te salvó, ¿cómo?
Su
meditación se rompe y me miró como si yo no entendiera la matemática
elemental de
dos más dos.
—Ella me
adoptó —dijo simplemente—. Pensé que era un ángel cuando la conocí.
Estaba
vestida de blanco y fue tan dulce y tranquila cuando me examinó. Nunca lo
olvidaré. Si
ella o Carrick hubieran dicho que no... —Se encogió y miró sobre su
hombro el
despertador—. Todo esto es un poco profundo para tan temprano en la
mañana
—murmura.
—He hecho
una promesa para llegar a conocerte mejor.
—¿Ahora,
señorita Gilbert? Pensé que querías saber si prefería café o té. —
Sonríe—. De
cualquier manera, puedo pensar de una mejor manera en que puedes
llegar a
conocerme. —Empuja sus caderas sugestivamente hacia mí.
—Creo que te
conozco demasiado bien de esa manera. —Mi voz es arrogante y
reprochadora,
y lo hace sonreír más.
—No creo que
alguna vez llegue a conocerte lo suficiente de esa manera —
murmura—.
Definitivamente hay ventajas de despertar a tu lado. —Su voz es
suave y
seductora.
—¿No tienes
que levantarte? —Mi voz es lenta y ronca. Jesús, lo que me hace...
—No esta
mañana. Sólo en un lugar quiero estar ahora, Srta. Gilbert. —Y sus ojos
brillan
obscenamente.
—¡Damon!
—jadeo impresionada. De repente se mueve quedando arriba de mí,
presionándome
contra la cama. Agarrando mis manos, las tira sobre mi cabeza y
empieza a
besar mi cuello.
—Oh, Srta.
Gilbert. —Él sonríe contra mi piel, mandando deliciosos cosquilleos a
través de
mí, mientras su mano viaja hacia abajo por mi cuerpo y lentamente
empieza a
levantar mi camisón de satén—. Oh, lo que me gustaría hacerte —
murmura.
Y estoy
perdida, preguntándomelo.
* * *
La Sra.
Jones preparó mi desayuno de panqueques y tocino y para Damon un
omelette y
tocino. Nos sentamos lado a lado en la barra en un cómodo silencio.
—¿Cuándo voy
a conocer a tu entrenador, Claude, y ponerlo a prueba? —
pregunto.
Damon me
mira, sonriendo.
—Depende si
quieres ir a Nueva York este fin de semana o no... a menos que
quieras
verlo temprano una mañana esta semana. Le pediré a Andrea que
compruebe
sus horarios y te diré.
—¿Andrea?
—Mi
asistente personal.
Oh, sí.
—Una de tus
tantas rubias —me burlo.
—No es mía.
Trabaja para mí. Tú eres mía.
—Trabajo
para ti —refunfuño ácidamente.
Sonríe como
si lo hubiera olvidado.
—Entonces lo
haces. —Su sonrisa radiante es contagiosa.
—Tal vez
Claude pueda enseñarme kickboxing —advierto.
—¿Ah, sí?
¿Te imaginas tus posibilidades contra mí? —Damon levanta una ceja,
divertido—.
Provóqueme, señorita Gilbert. —Él está tan condenadamente feliz
comparado
con su asqueroso humor de ayer después de que se fuera Elena. Es
totalmente
encantador. Tal vez es todo el sexo... tal vez eso es lo que lo está
haciendo tan
optimista.
Echo un
vistazo atrás de mí al piano, saboreando el recuerdo de la noche anterior.
—Subiste de
nuevo la tapa del piano.
—La cerré
anoche para no molestarte. Supongo que no funcionó, pero me alegro
de que no lo
haya hecho. —Los labios de Damon se torcieron en una sonrisa
lasciva
mientras tomaba un bocado de omelette. Me puse carmesí y le sonreí de
regreso.
Oh, sí...
momentos divertidos en el piano.
La Sra.
Jones se inclina y deja una bolsa de papel que contiene mi almuerzo delante
de mí,
haciéndome sonrojarme por la culpa.
—Para más
tarde, Lena. ¿Atún está bien?
—Oh, sí.
Gracias, Sra. Jones. —Le doy una tímida sonrisa, la cual corresponde
afectuosamente
antes de retirare a la gran habitación. Sospecho que es para darnos
algo de
privacidad.
—¿Puedo
preguntarte algo? —Me giro hacia Damon.
Su expresión
divertida se esfuma.
—Por
supuesto.
—¿Y no te
enojarás?
—¿Es sobre
Elena?
—No.
—Entonces no
me enojaré.
—Pero ahora
tengo una pregunta suplementaria.
—¿Oh?
—Cuál es
acerca de ella
Rueda sus
ojos.
—¿Qué?
—dice, y ahora está exasperado.
—¿Por qué te
enfadas tanto cuando pregunto por ella?
—¿Honestamente?
Le frunzo el
ceño.
—Pensé que
siempre eras honesto conmigo.
—Lo intento.
Estrecho mis
ojos hacia él.
—Eso suena
como una repuesta muy evasiva.
—Siempre soy
honesto contigo, Lena. No quiero jugar juegos, bueno, no esa clase
de juegos
—modifica cuando sus ojos se encienden.
—¿Qué clase
de juegos quieres jugar?
Inclina su
cabeza hacia un lado y me sonríe.
—Señorita
Gilbert, te distraes tan fácil.
Me río.
Tiene razón.
—Sr.
Salvatore usted me distrae de tantas maneras. —Miro a sus ojos grises bailando con
humor.
—Mi sonido
favorito en el mundo es tu risa, Elena. Ahora, ¿cuál era tu pregunta original?
—pregunta suavemente y creo que se está riendo de mí. Intento torcer mi boca
para mostrar mi descontento pero me gusta jugar con Cincuenta... él es
divertido. Me gustan algunas bromas temprano en la mañana. Frunzo el ceño tratando
de recordar la pregunta.
—Ah, sí. ¿Tú
sólo veías a tus sumisas los fines de semana?
—Sí, eso es
correcto —dice nervioso.
Le sonrío.
—Entonces,
sin sexo durante la semana.
Él se ríe.
—Oh, hacia
allá vamos con esto. —Luce vagamente alivianado—. ¿Por qué crees
que hago
ejercicio todos los días de la semana? —Ahora realmente se ríe de mí,
pero no me
importa. Quiero abrazarme con regocijo. Otra primera vez... bueno,
varias
primeras veces.
—Luces muy
complacida contigo misma, señorita Gilbert.
—Lo estoy,
Sr. Salvatore.
—Deberías
estarlo. —Sonríe—. Ahora, come tu desayuno.
Oh,
Cincuenta mandón... nunca está lejos.
* * *
Estamos en la parte trasera del Audi. Niklaus
está manejando con la intención de
dejarme en
el trabajo, luego a Damon. Sawyer está llevando una escopeta.
—¿No habías
dicho que el hermano de tu compañera de cuarto llegaba hoy? —
pregunta
Damon, casi por accidente, su voz y su expresión no revelaban nada.
—Oh, Ethan
—jadeo—, lo olvidé. Oh Damon, gracias por recordármelo. Tendré
que regresar
al apartamento.
Puso cara
larga.
—¿A qué
hora?
—No estoy
segura de a qué hora llegará.
—No quiero
que vayas a ningún lugar por tu cuenta —dice bruscamente.
—Lo sé
—murmuro y me resisto a rodarle mis ojos al Sr. Sobre-reacción—. ¿Estará
Sawyer
espiando... um... patrullando hoy? —Miro astutamente en dirección a
Sawyer para
ver ponerse coloradas las partes posteriores de sus orejas.
—Sí —escupe
Damon, sus ojos fríos.
—Si
estuviera manejando el Saab sería más fácil —murmuro con petulancia.
—Sawyer
tendrá un auto y puede llevarte al apartamento, dependiendo del
horario.
—Está bien.
Creo que Ethan me contactará durante el día. Entonces te avisaré
cuáles son
los planes.
Me mira sin
decir nada. Oh, ¿qué está pensando?
—Está bien
—consciente—, a ningún lado por tu cuenta, ¿entiendes? —Agita un
dedo largo
hacia mí.
—Sí, querido
—murmuro.
Hay una
huella de sonrisa en su cara.
—Y tal vez
sólo deberías usar tu BlackBerry. Te mandaré un e-mail ahí. Eso debería
prevenir a
mi hombre en información y tecnología de tener una mañana
interesante,
¿sí? —Su voz es sarcástica.
—Sí, Damon.
—No puedo resistirlo: ruedo mis ojos hacia él y me sonríe.
—¿Por qué,
señorita Gilbert, creo que estás haciendo que mi palma se agite?
—Ah, Sr.
Salvatore, tu palma que se agita permanentemente, ¿qué haremos con eso?
Se ríe y
luego es distraído por su BlackBerry, que debe estar en vibrador porque no
suena.
Frunce el ceño cuando ve el nombre de quien está llamando.
—¿Qué es?
—escupe en el teléfono, luego escucha atentamente. Aprovecho la
oportunidad
para estudiar sus rasgos encantadores: su nariz recta, su cabello
colgando
desaliñado sobre su frente. Soy distraída de mi forma de mirarlo por su
expresión,
la cual pasa de la incredulidad al entretenimiento. Presto atención.
—Estás
bromeando... Por una escena... ¿Cuándo te lo dijo? —Damon sonríe casi
de mala
manera—. No, no te preocupes. No tienes que disculparte. Me alegro de
que haya una
explicación lógica. Parecía una ridículamente baja cantidad de
dinero... No
dudo de que haya algo malvado y creativo planeado para tu
venganza.
Pobre Isaac. —Sonríe—. Bien... Adiós. —Cierra el teléfono y me mira.
Sus ojos de
repente son cautelosos pero de una forma extraña, él también luce
aliviado.
—¿Quién era?
—pregunto.
—¿Realmente
quieres saber? —pregunta lentamente.
Y lo sé.
Sacudo mi cabeza y miro por la ventana al día gris en Seattle, sintiéndome
desesperada.
¿Por qué ella no puede dejarlo solo?
—Hey. —Él se
estira por mi mano y besa cada uno de mis nudillos por turno y de
repente está
chupando mi meñique, con fuerza. Luego mordiéndolo suavemente.
¡Whoa! Él
tiene una línea directa a mi ingle, jadeo y miro con nervios a Niklaus y
Sawyer,
luego a Damon y sus ojos están oscuros. Me da una lenta sonrisa carnal.
—No te
preocupes, Elena —murmura—. Ella está en el pasado. —Y planta un
beso en el
centro de mi palma, enviando cosquilleos a todas partes y
momentáneamente
mi resentimiento es olvidado.
* * *
—Buenos días, Lena —murmura Ty cuando hago mi
camino hacia mi escritorio—.
Bonito
vestido.
Me ruborizo.
El vestido es parte de mi nuevo guardarropa, cortesía de mi novio
increíblemente
rico. Es un vestido sin mangas de lino azul pálido, bastante pegado
al cuerpo y
estoy usando sandalias con tacón alto color crema. A Damon le
gustan los
tacones, creo. Sonrío en secreto ante el pensamiento pero rápidamente
recupero mi
suave sonrisa profesional para mi jefe.
—Buenos
días, Ty.
Empecé a
ordenar un mensajero para tomar sus folletos a las impresoras. Él asoma
su cabeza
por la puerta de su oficina.
—¿Puedes
traerme un café, Lena?
—Seguro.
—Deambulo por la cocina y me encuentro con Claire de recepción,
quien
también está preparando café.
—Hey, Lena
—dice alegremente.
—Hola,
Claire.
Charlamos
brevemente sobre su reunión familiar del fin de semana, la cual
disfrutó
inmensamente, y le digo sobre la navegación con Damon.
—Tu novio es
de sueños, Lena —dice ella, sus ojos brillando.
Me tienta
rodarle mis ojos.
—No tiene mal aspecto. —Sonrío y las dos
empezamos a reír.
* * *
—¡Te tomaste
tu tiempo! —Escupe Ty cuando le llevo su café.
¡Oh!
—Lo siento.
—Me ruborizo y luego frunzo el ceño. Tomé la misma cantidad de
tiempo que
siempre. ¿Cuál es su problema? Tal vez está nervioso por algo.
Sacude su
cabeza.
—Lo siento,
Lena. No quise ladrarte a ti, cariño.
¿Cariño?
—Hay algo
sucediendo en la dirección y no sé qué es. Mantente atenta, ¿sí? Si
escuchas
algo... sé como hablan ustedes las chicas. —Él me sonríe y me siento
ligeramente
enferma. No tiene idea de cómo nosotras las “chicas” hablamos.
Además, yo
sé qué está pasando.
—Me lo harás
saber, ¿verdad?
—Seguro
—murmuro—. He enviado los folletos a la imprenta. Regresarán a las
dos de la
tarde.
—Genial.
Aquí. —Me da un montón de manuscritos—. Todos estos necesitan un
resumen del
primer capítulo, luego clasificación.
—Me pondré
en ello.
Estoy
aliviada de salir de su oficina y sentarme en mi escritorio. Oh, es difícil
estar
en el saber.
¿Qué hará cuando lo descubra? Mi sangre corre fría. Algo me dice que
Ty estará
molesto. Miro a mi BlackBerry y sonrío. Hay un e-mail de Damon.
De: Damon
Salvatore.
Asunto: Sale
el sol.
Fecha: 14 de
junio de 2011, 09:23
Para: Elena
Gilbert.
Amo despertar contigo en la mañana.
Damon Salvatore
Completa y
totalmente loco Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.
Creo que mi
cara se separa en dos con mi sonrisa y mi Diosa interior hace una
pirueta
hacia atrás sobre su chaise longue.
De: Elena
Gilbert
Asunto: Se
pone el sol.
Fecha: 14 de
junio de 2011, 09:35
Para: Damon
Salvatore.
Querido completa y totalmente loco:
Amo
despertar contigo, también. Pero amo estar en la cama contigo y en
ascensores,
pianos, mesas de billar, barcos, escritorio, duchas, bañeras, extrañas
cruces de
madera con grilletes, camas de cuatro postes con sábanas rojas de seda,
cobertizos
para botes y cuartos de la infancia.
Tuya
Loca Sexual
Insaciable xx
De: Damon Salvatore
Asunto:
Hardware mojado.
Fecha: 14 de
junio de 2011, 09:37
Para: Elena
Gilbert.
Querida Loca
Sexual Insaciable:
Acabo de
escupir café sobre mi teclado.
No creo que
eso me haya pasado antes.
Admiro a las
mujeres que se concentran en geografía.
¿Debo
deducir que sólo me quieres por mi cuerpo?
Damon Salvatore
Completa y
totalmente impactado Gerente General, Salvatore Enterprises Holdings Inc.
De: Elena
Gilbert.
Asunto:
Riendo... y húmeda también.
Fecha: 14 de
junio de 2011, 09:42
Para: Damon
Salvatore.
Querido completa y totalmente impactado:
Siempre.
Tengo que
trabajar.
Deja de
molestarme.
LSI xx
De: Damon
Salvatore
Asunto:
¿tengo qué?
Fecha: 14 de
junio de 2011, 09:50
Para: Elena
Gilbert
Querida LSI:
Como
siempre, tus deseos son mis órdenes.
Amo que
estés riendo y húmeda.
Nos vemos,
nena.
X
Damon Salvatore.
Completa y
totalmente loco, impactado y embelesado Gerente General, Salvatore
Enterprises
Holdings Inc.
Bajo mi
BlackBerry y continuó con mi trabajo.
Durante el
almuerzo, Ty me pide que baje al deli por su comida. Llamo a
Damon tan
pronto como dejo la oficina de Ty.
—Elena
—responde de inmediato, su voz cálida y amorosa. ¿Cómo es que este
hombre puede
derretirme por teléfono?
—Damon, Ty
me ha pedido que busque su almuerzo.
—Bastardo
perezoso —suelta Damon.
Lo ignoro y
continúo:
—Así que voy
a buscarlo. Tal vez sería útil si me dieras el número de Sawyer, así
no tengo que
molestarte.
—No es
molestia, nena.
—¿Estás
solo?
—No. Hay
seis personas mirándome en este momento, preguntándose con quién
demonios
estoy hablando.
Mierda…
—¿En serio?
—mascullo, petrificada.
—Sí. En
serio. Mi novia —anuncia lejos del teléfono.
¡Santo
cielo!
—Probablemente
pensaban que eras gay, sabes.
Él ríe.
—Sí,
probablemente. —Oigo su sonrisa.
—Er, debo
irme. —Estoy segura de que puede decir lo avergonzada que estoy por
interrumpirlo.
—Le avisaré
a Sawyer. —Ríe de Nuevo—. ¿Has oído de tu amigo?
—Aún no.
Será el primero en saber, Sr. Salvatore.
—Bien. Nos
vemos, nena.
—Adiós,
Damon —sonrío. Cada vez que dice eso, me hace sonreír… tan poco
Cincuenta,
pero de algún modo tan él, también.
* * *
Cuando salgo momentos después, Sawyer está
esperando en la puerta del edificio.
—Señorita
Gilbert —saluda formalmente.
—Sawyer
—asiento en respuesta, y juntos nos dirigimos al Deli.
No me siento
tan cómoda con Sawyer como con Niklaus. Continuamente vigila la
calle
mientras caminamos por la cuadra. En realidad me pone más nerviosa, y me
encuentro a
mí misma imitando sus acciones.
¿Está Leila
allí afuera? ¿O estamos infectados por la paranoia de Damon? ¿Es
parte de sus
cincuenta tonos? Lo que daría por media hora de una cándida
discusión
con el Dr. Flynn para averiguarlo. No hay nada extraño, sólo el almuerzo
en Seattle,
gente corriendo por comida, comprando, encontrando amigos. Veo a
dos mujeres
jóvenes abrazarse cuando se encuentran.
Extraño a
Katrina. Sólo han pasado dos semanas desde que se fue de vacaciones, pero
se sienten
como las dos semanas más largas de mi vida. Ha pasado tanto, nunca
me creerá
cuando le diga. Bueno, contarle la versión editada, acatando el CDC.
Frunzo el
ceño. Tendré que hablar con Damon sobre eso. ¿Qué sacaría Katrina de
todo ello?
Me quedo en blanco ante el pensamiento. Quizás volverá con Ethan.
Siento una
ola de excitación con la idea, pero creo que es improbable. Se
mantendría
con Elliot de seguro.
—¿Dónde te
quedas cuando estás esperando y mirando afuera? —le pregunto a
Sawyer
mientras nos ponemos en la fila del almuerzo. Sawyer está en frente de mí,
mirando la
puerta, monitoreando continuamente la calle y a cualquiera que entra.
Es
enervante.
—Me siento
en el café directamente al cruzar la calle, señorita Gilbert.
—¿No se
vuelve muy aburrido?
—No para mí,
señora. Es lo que hago —dice duramente.
Me sonrojo.
—Lo lamento,
no quería implicar… —Mi voz se sale de rumbo, entendiendo su
expresión.
—Por favor,
señorita Gilbert. Mi trabajo es protegerla. Y eso es lo que haré.
—Así que,
¿no hay signos de Leila?
—No, señora.
Frunzo el
ceño.
—¿Cómo sabes
cómo luce?
—La he visto
en fotografías.
—Oh, ¿la
tienes contigo?
—No señora.
—Toca su cráneo—. Grabado en la memoria.
Por
supuesto, realmente me gustaría examinar una fotografía de Leila para ver
como se veía
antes de convertirse en la Chica Fantasma. Me pregunto si Damon
me dejaría
tener una copia. Sí, probablemente… por mi seguridad. Trazo un plan,
y mi
subconsciente salta y asiente aprobatoriamente.
*
* *
Los
panfletos llegan de nuevo a la oficina, y tengo que decirlo, se ven genial.
Llevo
uno a la
oficina de Ty. Sus ojos se iluminan, y no sé si es por mí o por el panfleto.
Escojo creer
que es el anuncio.
—Se ven
genial, Lena. —Los revisa ensoñadoramente—. Sí, buen trabajo. ¿Verás a
tu novio
esta noche? —Sus labios se curvan mientras dice novio.
—Sí. Vivimos
juntos. —Es casi verdad. Bueno, lo hacemos por el momento. Y he
accedido a
mudarme, así que no es más que una mentira blanca. Espero que sea
suficiente
para rechazarlo.
—¿Se negaría
a dejarte venir a tomar una copa rápida esta noche? ¿Para celebrar tu
arduo
trabajo?
—Tengo un
amigo que viene de visita esta noche, y saldremos todos a cenar. —Y
estaré
ocupada cada noche, Ty.
—Ya veo
—suspira, exasperado—. ¿Quizás cuando vuelva de Nueva York, huh? —
Levanta una
ceja con expectación, y su mirada se ensombrece sugerentemente.
Oh no.
Sonrío, sin compromiso, ahogando un estremecimiento.
—¿Te
gustaría algo de té o café?
—Café, por
favor —Su voz es baja y áspera, como si estuviera pidiendo algo más.
Mierda. No
retrocederá. Puedo verlo ahora. Oh… ¿Qué haré?
Dejo salir
un suspiro de alivio cuando estoy fuera de su oficina. Me pone tensa.
Damon tiene
razón sobre él, y parte de mí está molesta porque Damon tiene
razón sobre
él.
Me siento en
mi escritorio y suena mi BlackBerry, un número que no reconozco.
—Lena
Gilbert.
—¡Hola
Gilbert! —la voz de Ethan me atrapa justo con la guardia baja.
—¡Ethan!
¿Cómo estás? —Casi me atraganto del deleite.
—Contento de
estar de vuelta. Estoy repleto de sol y ponche de ron, y mi hermana
pequeña
enamorada sin remedio del grandote. Ha sido un infierno, Lena.
—¡Sí! Mar,
arena, sol y ponche de ron suena como el Infierno de Dante —río—.
¿Dónde
estás?
—Estoy en
Sea-Tac, esperando mi equipaje. ¿Qué estás haciendo?
—Trabajando.
Sí, estoy felizmente empleada —respondí a su sorpresa—. ¿Quieres
venir a
buscar las llaves? Puedo encontrarte luego en el departamento.
—Suena
genial. Te veré en unos cuarenta y cinco minutos, quizás una hora. ¿Cuál
es la
dirección?
Le di la
dirección de la AIPS.
—Te veré
pronto, Ethan.
—Nos vemos
—dice, y cuelga. ¿Qué? No, ¿Ethan también? Y me doy cuenta de
que ha
pasado una semana con Elliot. Rápidamente envío un e-mail a Damon.
De: Elena Gilbert.
Asunto:
Visitantes de climas soleados.
Fecha: 14 de
junio, 2011, 14:55
Para: Damon
Salvatore
Querido completa y absolutamente LIyE:
Ethan está
de vuelta, y vendrá a buscar las llaves del departamento. Realmente me
gustaría
asegurarme de que se asiente bien. ¿Por qué no me buscas después del
trabajo?
Podemos ir al departamento y luego ir TODOS a cenar, tal vez.
¿Invito yo?
Lena x
Aún LSI
Elena Gilbert.
Asistente de
Ty Hyde, Coordinador Editorial, AIPS
De: Damon
Salvatore
Asunto:
Salida a cenar
Fecha: 14 de
junio de 2011, 15:05
Para: Elena
Gilbert
Apruebo el
plan. ¡Excepto la parte de que tú pagas!
Yo invito.
Te busco a
las 6:00.
X
PD: ¡¡¡¡¿Por
qué no estás usando tu BlackBerry?!!!!
Damon
Salvatore
Completa y
absolutamente molesto, Gerente General, Empresas Salvatore Holdings
Inc.
De: Elena
Gilbert
Asunto:
Mandón.
Fecha: 14 de
junio de 2011, 15:11
Para: Damon
Salvatore
Oh, no seas tan malhumorado.
Está todo en
código.
Te veo a las
6:00
Lena x
Elena
Gilbert
Asistente de
Ty Hyde, Coordinador Editorial, AIPS.
De: Damon Salvatore
Asunto:
Mujer Exasperante.
Fecha: 14 de
junio de 2011 15:18
Para: Elena
Gilbert
¡Malhumorado!
Te daré tu
malhumorado.
Y
espéralo.
Damon
Salvatore
Completa y
absolutamente más molesto, pero sonriendo por alguna razón
desconocida,
Gerente General, Empresas Salvatore Holdings Inc.
De: Elena
Gilbert
Asunto:
Promesas, promesas
Fecha: 14 de
junio de 2011, 15:23
Para: Damon
Salvatore
Adelante, Sr. Salvatore.
Lo estoy
esperando también. ;D
Lena x
Elena
Gilbert
Asistente de
Ty Hyde, Coordinador Editorial, AIPS.
No contesta,
pero no espero que lo haga. Lo imagino quejándose de las señales
confusas, y
el pensamiento me hace sonreír. Fantaseé brevemente sobre qué podría
hacerme,
pero me encontré moviéndome en mi silla. Mi subconsciente me mira con
desaprobación
sobre sus lentes de media luna… ponte a trabajar. *
* *
Un poco más
tarde, mi teléfono vibra. Es Claire en la recepción.
—Hay un
chico realmente lindo que quiere verte. Debemos salir a tomar algo
alguna vez,
Lena. Seguro conoces hombres guapos —susurra en complicidad a
través del
teléfono.
¡Ethan!
Tomando las llaves de mi bolso, me apresuro al recibidor.
Santo
mierda, cabello blanqueado y rubio por el sol, un bronceado para morir, y
una mirada
brillante me mira desde el sofá de cuero verde. Tan pronto como me
ve, su boca
se cae abierta, y está de pie viniendo hacia mí.
—Wow, Lena.
—Me frunce el ceño mientras se inclina para abrazarme
—Te ves
bien. —Le sonrío.
—Tú te ves…
wow… diferente. Mucho más sofisticada. ¿Qué sucedió? ¿Cambiaste
tu cabello?
¿Ropa? No lo sé, Gilbert, ¡pero te ves ardiente!
Me sonrojo
furiosamente
—Oh, Ethan,
es mi ropa de trabajo —digo mientras Claire mira con una ceja
arqueada y
una pequeña sonrisa—. ¿Cómo estuvo Barbados?
—Divertido
—dice
—¿Cuándo
vuelve Katrina?
—Ella y Elliot
vuelan el viernes. Van en serio el uno con el otro. —Ethan rueda sus
ojos.
—La he
extrañado.
—¿Sí? ¿Cómo
has estado con el Sr. Mogul?
—¿Sr. Mogul?
—suelto—. Bueno, ha sido interesante. Nos llevará a cenar esta
noche.
—Genial
—Ethan parece genuinamente complacido. ¡Uf!
—Ten. —Le
doy las llaves—. ¿Tienes la dirección?
—Sí, nos
vemos. —Se inclina y besa mi mejilla.
—¿La
expresión de Elliot?
—Sí, como
que se te pega.
—Lo hace.
Nos vemos. —Le sonrío mientras toma su gran mochila de al lado del
sofá y sale
del edificio.
Cuando giro,
Ty me está mirando de un lado del recibidor, su expresión ilegible.
Le sonrío
brillantemente y vuelvo a mi escritorio, sintiendo sus ojos en mí todo el
tiempo. Esto
comienza a ponerme nerviosa. ¿Qué hago? No tengo idea. Deberé
esperar a
que vuelva Katrina. Pronto idearía un plan. El pensamiento disipa mi
humor y tomo
el siguiente manuscrito.
* * *
A las cinco para las seis, mi teléfono suena.
Es Damon.
—Malhumorado
aquí —dice y sonrío. Todavía es el Cincuenta juguetón. Mi Diosa
interior
está aplaudiendo con alegría como un niño pequeño.
—Bueno, ésta
es la Loca Sexual Insaciable. ¿Supongo que estás afuera? —
pregunto
secamente.
—Lo estoy,
de hecho, Señorita Gilbert. Deseando verla. —Su voz es cálida y
seductora, y
mi corazón se hincha ampliamente.
—Lo mismo,
Sr. Salvatore. Saldré de inmediato. —Cuelgo.
Apago mi
computadora y reúno mi bolso y saco color crema.
—Me voy, Ty
—anuncio.
—De acuerdo,
Lena. ¡Gracias por lo de hoy, cariño! Ten una gran noche.
—Tú también.
¿Por qué no
puede ser así todo el tiempo? No lo entiendo.
* * *
El Audi está
estacionado en la curva, y Damon sale tan pronto como me
aproximo. Se
ha sacado su chaqueta, y está usando sus pantalones grises, mis
favoritos,
que cuelgan de sus caderas, de ese modo. ¿Cómo puede este dios griego
ser para mí?
Me encuentro sonriendo como una tonta en respuesta a su sonrisa
idiota.
Ha pasado
todo el día actuando como un novio enamorado, enamorado de mí.
Este
adorable, complejo, impecable hombre está enamorado de mí, y yo de él. La
alegría
explota inesperadamente dentro de mí, y saboreo el momento mientras
siento
brevemente que podría conquistar el mundo.
—Señorita
Gilbert, se ve tan cautivadora como esta mañana. —Damon me arrastra
a sus brazos
y me besa sonoramente.
—Sr. Salvatore,
usted también.
—Vamos por
tu amigo. —Me sonríe y abre la puerta.
Mientras
Niklaus se dirige al departamento, Damon me cuenta de su día, uno
mucho mejor
que el de ayer, parece. Lo miro con adoración mientras intenta
explicar una
nueva barrera que el departamento de ciencia ambiental en la WSU en
Vancouver ha
hecho. Sus palabras significan muy poco para mí, pero estoy
cautivada
por su pasión e interés en el asunto. Tal vez esto será así, buenos y malos
días, y si
los días buenos son así, no tendré mucho de qué quejarme. Me entrega
una hoja de
papel.
—Estos son
los momentos que Claude tiene libres esta semana —dice.
¡Oh! El
entrenador.
Mientras
estacionamos en el edificio de mi departamento, saca su BlackBerry del
bolsillo.
—Salvatore
—responde—. Ros, ¿qué pasa? —Escucha con intensidad, y puedo decir
que es una
conversación importante.
—Iré a
buscar a Ethan. Serán dos minutos —modulo a Damon y levanto dos
dedos.
Asiente,
obviamente distraído por la llamada. Niklaus abre la puerta, sonriéndome
con calidez.
Le sonrío, incluso Niklaus asiente. Presiono el interfono de la entrada y
grito
felizmente en él.
—¡Hola
Ethan, soy yo! Déjame entrar.
La puerta
suena y me dirijo arriba al departamento. Se me ocurre que no he estado
allí desde
la mañana del domingo. Parece demasiado atrás. Ethan ha dejado
amablemente
la puerta de adelante abierta. Entro al departamento y, no sé por qué,
me detengo
instintivamente tan pronto como pongo un pie dentro. Me tomo un
momento para
darme cuenta de que es porque la pálida, delgada figura parada en
la isla de
la cocina, sosteniendo un pequeño revólver es Leila, y me está mirando
impávidamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario