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BIENVENIDOS A TOD@S A ESTE BLOG, ESPERO QUE DISFRUTÉIS LEYENDO LAS ADAPTACIONES DE CRÓNICAS VAMPÍRICAS.

COMO SABÉIS LOS PERSONAJES NO ME PERTENECEN Y LAS HISTORIAS QUE ADAPTARÉ TENDRÁN EL NOMBRE DE LA AUTORA AL FINAL DE CADA HISTORIA


GRACIAS

11 diciembre 2012

Recuérdame Capitulo 22


Capítulo 22
Damon se arrastró hasta la ducha y se fustigó con quince minutos de agua helada. Había intentado localizar a Klaus, pero su amigo no contestaba. Tenía que preparar su defensa. Era el negocio más importante de su vida. Ni el hotel ni la fusión con Forbes. Ni siquiera la sociedad con sus amigos.


Elena y el bebé eran más importantes que todo eso. Se odiaba por haberse comportado como un bastardo frío y calculador. Pero si se dignaba a escucharle, si le daba otra oportunidad, le demostraría que nada en el mundo le importaba más que ella.

Salió de la ducha con las ideas claras, congelado y con un firme propósito: recuperarla.

Tras vestirse regresó al salón, y descubrió a Stefan y a Cam recostados en los sillones.

—Tenéis un aspecto horrible —observó camino de la cocina.

—Mira quién habla —bufó Cam—, don Alcohol en persona. ¿Nadie te ha dicho que ya eres demasiado mayor para esas cosas? Bonita manera de envenenarte.

—Cuéntame algo que yo no sepa —murmuró Damon.

—¿Y ahora qué? —insistió Stefan.

—Tengo que recuperarla —contestó él—. Es la mujer que amo. Mi hijo. No puedo renunciar a ellos por un ridículo proyecto de construcción.

—Hablas en serio… —observó Cam.

—Por supuesto que hablo en serio —rugió Damon—. No soy el mismo bastardo capaz de cualquier cosa por cerrar un trato. No sé cómo me aguantasteis durante tanto tiempo.

—De acuerdo —Cam sonrió—, pero no te pongas pesado.

—¿Sabéis algo de Klaus? Le envié tras ella, pero el hijo de perra no contesta el teléfono.

—Quizás lo que no contesta son tus llamadas —Stefan sacudió la cabeza.

Aquello, desde luego, no tranquilizó a Damon.

Stefan marcó el número en el mismo instante en que las puertas del ascensor se abrían. Damon se volvió bruscamente, conteniendo el aliento en espera de ver aparecer a Elena. Sin embargo lo dejó escapar al ver a Klaus… solo.

—¿Dónde demonios está Elena? —rugió—. Llevo dos horas llamándote. ¿Dónde has estado?

—Escuchando los sollozos de Elena —los ojos de Klaus reflejaban ira y censura—. Espero que estés contento por haberte cargado lo mejor que te ha pasado en la vida.

—¡Un momento! —intervino Stefan—. Eso no es asunto nuestro, Klaus. Ya se ha mortificado bastante él solo sin necesidad de que añadas nada más.

—Claro, eso lo dices porque no la has oído llorar durante dos horas.

—¿Dónde está? —exigió saber Damon. La imagen de Elena llorando le provocaba un intenso dolor en el pecho—. Necesito verla, Klaus. ¿Dónde la llevaste?

—Al aeropuerto.

—¿Al aeropuerto? ¿Ha despegado ya? ¿Tengo tiempo de alcanzarla?

—Seguramente ya estará volando —Klaus sacudió la cabeza.

Damon soltó un juramento antes de estrellar un puño contra la pared intentando contener la rabia que rugía en su interior.

Al levantar la vista sintió una especie de paz interior. Miró a sus amigos, sus socios, y supo que seguramente sería el fin de su relación.

—Tengo que ir tras ella.

—Desde luego —asintió Stefan.

—Voy a anular el trato. Me importa un bledo cuánto me cueste, aunque me cueste todo. Ya lo he perdido todo. Voy a devolverle esa maldita tierra. Jamás creerá que la amo si se interpone entre nosotros. Tengo que deshacerme de ella.

—Estoy de acuerdo —Cam asintió—. Es la única manera de convencerla de que la amas.

Para sorpresa de Damon, los tres amigos asintieron al unísono.

—¿No estáis enfadados como demonios? Nos jugábamos mucho en todo este asunto.

—¿Qué te parece si nos dejas hablar con los inversores? —preguntó Stefan—. Tú ve tras tu mujercita. Sienta la cabeza. Ten hijos. Sé asquerosamente feliz. Yo veré qué puedo hacer para salvar algo del trato. Quizás encontremos otro lugar en el que construir.

—No sé qué decir —contestó Damon—. Os debo un montón.

—Ya, bueno, pues no te creas que no me lo voy a cobrar. Más adelante. Después de que hayas hecho las paces con Elena —Stefan sonrió.

—¿Necesitas que te lleven al aeropuerto? —preguntó Klaus.

—Claro, iré a por mi billetera.

—¿No vas a llevarte siquiera un bolso de mano? —preguntó Cam.

—Ni hablar. Elena me comprará más vaqueros y chanclas cuando esté allí.

—¿Después de patearte el culo? —inquirió Stefan.

—Dejaré que me haga lo que quiera mientras me acepte de nuevo.

—Cielo santo —exclamó Cam asqueado—. ¿Hay algo más patético que esto?

—Al parecer el amor provoca estos efectos en un tío —Stefan soltó una carcajada—. Acepta un consejo. Cásate por dinero y contactos, como yo.

—Creo que es mejor aún no casarse nunca —observó Cam—. Te evitas un costoso divorcio.

—Y yo soy el bastardo —Damon sacudió la cabeza—. Vamos Klaus, tengo que tomar un avión.


—¡Elena!

La aludida se volvió y vio a su abuela saludando desde la terraza con Silas a su lado.
Llevaba un par de horas contemplando el agua, sola con sus pensamientos. Sabía que Silas y su abuela estaban preocupados. Les había dado una versión abreviada de todo lo sucedido, sin entrar en detalles.

Sabían que Damon la había humillado y que construiría en sus tierras, algo que Elena había estado dispuesta a permitirle de todos modos. De manera que el resultado habría sido el mismo, salvo que había perdido al hombre que amaba.

Elena devolvió el saludo con la mano y se giró de nuevo hacia el mar. Aún no estaba preparada para enfrentarse a ellos. Estaba agotada y necesitaba dormir durante un día entero, pero cuando cerraba los ojos, oía de nuevo las palabras de Damon.

El móvil volvió a sonar y, tal y como había hecho las otras veinte veces que Damon había llamado, pulsó el botón para rechazar la llamada.

¿Qué más podía decirle? ¿Que lo sentía? ¿Acaso no había pretendido abandonarla? ¿Esperaba que lo perdonara porque había olvidado lo idiota que era? ¿Cómo podía estar segura de que no era otra estratagema para conseguir que cerrara el pico?

Si la mantenía callada el tiempo necesario, el trato quedaría sellado.

No le gustaba lo cínica que se había vuelto. Antes nunca se le habría ocurrido pensar así de nadie, pero Damon le había enseñado mucho sobre el mundo de los negocios y hasta dónde eran capaces de llegar algunas personas por dinero.
Esperaba que ganara montones de dinero con su hotel, y que eso le diera calor por las noches. Esperaba que le compensara por todos los besos que iba a perderse.

La idea le deprimió. El dinero no era más que papel. Sin embargo un hijo era precioso. El amor era precioso. Y ella se lo había ofrecido a Damon sin reservas. ¡Qué idiota!

Emprendió el regreso a casa de su abuela. Le aseguraría a Mamaw que estaba bien y se marcharía a su casa para, con suerte, dormir hasta el día siguiente.

Al acercarse vio a Damon en la terraza, pero no había rastro de Mamaw o Silas. ¿Cómo demonios había llegado tan pronto? ¿Para qué se había molestado siquiera? No reaccionó ante su presencia. No le daría esa satisfacción.

Pasó junto a él y se dirigió por el camino de piedra hacia su propia casa.

—Elena —llamó él—. Espera, por favor. Tenemos que hablar.

Ella aceleró el paso, consciente de que la seguía. En el instante en que abría la puerta de su casa, la mano de Damon se cerró en torno a su muñeca.

—Por favor, escúchame —le suplicó—. Sé que no merezco nada de ti. Pero, escucha. Te amo.

Elena cerró los ojos al sentir el intenso dolor que la inundaba.

—Tú no sabes amar —susurró—. No tienes alma ni corazón.

—No te mentiré —él dio un respingo, pero no la soltó—. Ni intentaré suavizar lo que hice.

—Pues mejor para ti —contestó ella con amargura—. ¿Te sientes mejor así? Déjame en paz, Damon. Ya tienes lo que querías. Si lo que quieres es la absolución, búscate un cura. Yo no puedo ofrecértela. La tierra es tuya. Construirás el complejo. Todo el mundo contento.

—Tú no —observó él con dolor—. Y yo tampoco.

—Por favor, Damon —suplicó Elena—. Estoy cansada, agotada. Sólo quiero dormir.

—Te quiero, Elena. Y eso no va a cambiar. Duerme un poco. Pero esto no ha terminado. No voy a dejarte marchar. ¿Me consideras despiadado? Pues aún no has visto nada.

Le acarició una mejilla y se dio media vuelta para marcharse hacia la casa de Mamaw.

Elena cerró los ojos. El dolor en el pecho resultaba insoportable. Tenía ganas de gritar. Tenía ganas de llorar. Pero no pudo hacer nada más que quedarse de pie viendo cómo el hombre al que le había entregado todo se marchaba.

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